Diario Literario

Diario literario 2024, enero (parte II): Maurras, novela y cine, La odisea de Kazantzakis, ni tierra de gracia ni Venecia pequeña

Charles Maurras saliendo del Institut de France. 8 de junio de 1939. Fotografía de AFP

13/01/2024

Milán, domingo 7 de enero de 2024

Primer día en esta nueva dirección. La mudanza, con todos sus afanes e inconvenientes, pérdidas (mis rosas, mis pajaritos cantores, vecinos) no ha sido, sin embargo, tan aparatosa. Ambos apartamentos estaban amueblados y de su búsqueda se ha encargado, como de todo lo demás  -papeles, contratos-, Constanza con metafísica generosidad. Esta es la segunda vez que he sentido lo que Machado llamaba viajar ligero de equipaje. Con mi biblioteca en Venezuela, con sus miles de libros, cientos de pesados catálogos y montañas de revistas (The Times Literary Supplement, The New York Review of Books, Nouvelle Revue Française años ’40 y ’50, Plural, Vuelta, The New Review, Amaru, The Criterion, Russian Literature Triquarterly…), lo que he tenido que trasladar a mi nueva residencia no pasó de unas cuatro cajas con un total aproximado de cuarenta títulos. Y, de nuevo, he recordado a Pasternak cuando, en mi juventud de veinte años, leí su comentario según el cual, en la dacha donde vivía recluido, le bastaba con una docena de títulos. Tengo mi Homero, Shakespeare, Esquilo, Sófocles, ninguna Biblia, (nunca ha estado entre mis lecturas favoritas y la considero sobrestimada, innecesaria para la comprensión de las grandes culturas mediterráneas), un Plutarco, Tucídides, Dante, Leopardi, Hölderlin, Pascal, Gogol, y unos cuantos más. Nada de los diez tomos de las Vite del Vasari, o los siete de la Correspondence de Voltaire en Pléiade, o los cuatro de la inmortal edición Frazer de los Fasti de Ovidio, o los cuatro volúmenes de Las navegaciones de Ulises de Victor Berard o los veintiocho tomos de la undécima edición de la Encyclopedia Britannica. Ahora, cuando necesito un libro, lo pido a la seccional de la zona de la Biblioteca de Milan que, en pocos días, si lo tienen y casi siempre lo tienen, lo ponen a mi disposición por el tiempo necesario. Uno de los grandes privilegios de la vida en las grandes ciudades. Me he hecho al hábito de no lamentarme por lo que una vez tuve y no tendré más. Lo que una vez tuve, que nunca ha sido poco, he creído disfrutarlo de la mejor manera. He dejado de añorar lo que ya no tengo, y disfruto con crecida intensidad lo que tengo, que, a pesar de todo, no es poco. Más bien debería decir, agradecido, que es mucho, si no demasiado. Para acompañar esta dudosa confesión, la música más apropiada, los lieder que escribió Schubert para la triste historia de la Bella Molinera.

Charles Maurras. 1937. Fotografía de Studio Harcourt

Actualidad de Charles Maurras (1)

En un puesto de libros usados en un restaurant de Chamonix, me encontré ayer con De la colère a la justice, en su edición original de 1942, una colección de ensayos de Charles Maurras. Ya nadie habla, o no me he enterado, de Maurras, pero su influencia en la formación de la conciencia europea durante los años de la entre-guerra fue determinante. Talentos tan influyentes como T.S. Eliot y Pierre Drieu la Rochele se contaban entre sus seguidores. Las ideas del pensador francés eran una de las más respetadas alternativas  de la derecha al miope entusiasmo de los jóvenes intelectuales por la falacia comunista. Sus valores no eran la lucha de clase ni el internacionalismo proletario, ni la democracia, que había estado, según él, en origen de estos conceptos. A ellos oponía el valor de la tradición, la familia, la religión y el gobierno hegemónico, como el de los mejores tiempos de la monarquía francesa. El enemigo de la sociedad no eran los reyes decapitados por la revolución, era la democracia en todas sus manifestaciones y desde Grecia hasta nuestros días.

Ya desde el prefacio, a De la colère a la justice, Maurras deja claro lo que piensa de la democracia:

Democracia quiere decir la omnipotencia radical del Número, un soberano sin contrapeso: el individuo y su voto, amo absoluto de las Leyes, de las Costumbres, las Ideas, arbitro legal de lo Verdadero y lo Falso, del Bien y el Mal, y esta despótica voluntad, ilimitada, de los sufragios influye sobre todo al mismo tiempo: la Política, lo social, lo Religioso… Es el régimen de la destrucción sin consideración a los derechos sagrados de la Nación y el País.

Más adelante, en el ensayo “El pueblo y la democracia” insistirá en sus críticas demoledoras:

La democracia no es el pueblo, es el gobierno de un pueblo cuyos miembros se cuentan uno por uno: un hombre, un voto, este hombre y este voto son considerados soberanos y creadores de una soberanía directa o delegada… El voto colectivo por otra parte puede, en su conjunto, ser demófilo, amigo y benefactor del pueblo, su salvador, su conservador: no es demócrata porque instituye una autoridad fundada no sobre la cantidad sino sobre la calidad, la del jefe de familia, de esposo, de padre, de diplomado, de propietario, etc… Las cualidades se imponen al número. En democracia, el Número, por definición, ignora la calidad, y la manera en que se impone sobre ésta no nace de una crisis ni de un abuso: está ligada a la lógica de su poder.

Lo que creíamos superado, no lo era del todo. Para los ideólogos y líderes de la “nueva derecha”, estos conceptos no sólo parecen actuales sino necesarios. No es infrecuente escuchar a los funcionarios del gobierno italiano hablar de tradición, raza, religión. Y no son los italianos los más radicales. En España, la aspiración de la extrema derecha es volver a la paz franquista, sin elecciones ni partidos. El expresidente Trump es, ça va sans dire, uno de los modelos. Cuando comencé a leer a Maurras a finales de los 70s del siglo pasado, para un ensayo sobre el pensamiento político de T.S. Eliot, y armado con los cuatro grandes tomos de sus obras completas, el fundador de la revista L’action française, órgano de difusión de la derecha francesa más recalcitrante, Maurras me parecía una pieza de museo, con mucho de inquietante, pero tan fuera de los tiempos como la Historia de los girondinos de Lamartine. El imperio de la izquierda en todo el mundo, incluyendo los Estados Unidos de Jimmy Carter, parecía garantizar el archivo para esas ideas tan conservadoras o reaccionarias, como se les decía en esos días.

Milán, lunes 8 de enero de 2024

Actualidad de Murras (2)

Charles Maurras no va a ser recordado solamente por sus ideas políticas, también fue un esteta que sostuvo la preeminencia de la tradición greco-latina en la formación de Occidente. No obstante, son sus opiniones sobre la democracia y el estado las que más nos deben interesar. Aunque fuera sólo por la circunstancia de haber sido uno de los pocos que no consideró obligatoria, como lo entendieron Marx y Heidegger o Adorno, la tarea escolar que nos dejó Hegel de tratar de entenderlo. Demasiado mediterráneo Maurras para caer en la tentación teutónica como hicieron tantos desde Sartre a Habermas. Los comentarios del francés sobre el Estado son de urgente lectura en nuestro tiempo, en los cuales asistimos al comienzo del tramonto del “mito del estado”, como lo llamó en buena hora Ernst Cassirer. En su compendio, Mes idées politiques, Maurras propone una idea del estado que cuestiona la noción imperante desde Hobbes, según la cual el estado habría sido el promotor de la creación de la sociedad. La sociedad es primero, escribió, luego el estado y sólo como instrumento. Para los venezolanos, entre las últimas víctimas del estado durante el siglo XX, las opiniones de Maurras son las más necesarias. Parecen un antídoto para curarnos de cualquier nueva consideración acrítica del culto del estado sigloveintista.

Charles Maurras en el banquillo de acusados en el juicio en el que fue condenado por complicidad con el enemigo en tiempos de guerra. 25 de enero de 1945. Fotografía de AFP

Milán, martes 9 de enero de 2024

Actualidad de Maurras (3)

La necesidad de volver a Maurras es urgente no sólo en Venezuela sino en todas partes. Sus reiterados, obsesivos, ataques a la democracia, se reiteran, de manera menos abierta, en los países europeos. En Italia, Mussolini, quien nunca ha sido del todo extirpado del inconsciente colectivo, reaparece en el lenguaje y algunas medidas del gobierno de turno. En realidad, no se trata de propiciar un regreso del Duce. No quieren que vuelva Mussolini, quieren ser Mussolini. No el estrafalario carismático que prometía, una muestra de populismo absoluto, un milenio fascista. Ni el comandante que soñaba con una actualización de las legiones romanas. No son estúpidos nos líderes de la extrema derecha. Lo que les interesa es la esencia de la ideología fascista. Que, en pocas palabras, se define por sus aspiraciones hegemónicas. Un gobierno sin oposición y un parlamento sometido y obediente al liderazgo. Se trata de la más radical negación de la democracia. Tal como la proponía Charles Maurras. Y en esto, entre otras cosas, consiste su actualidad.

Novela y cine: la segunda crucifixión de cristo

Daniel Labarca, mi maestro particular de cine, y admirador de Jules Dassin, por supuesto, tiene razón cuando insiste en que no he debido pasar por alto, al hablar de la versión cine de Cristo de nuevo crucificado (Celui qui doit mourir), mencionar las enormes diferencias entre el final de la novela y el de la película. Nadie mejor que él sabe que cine es cine y literatura es literatura. Y los ejemplos son todos. Recuerdo la molestia de Bassani con De Sicca cuando, en Contini, el gran director se aleja del cuento original y hace que Dominique Sanda se acueste con su novio antes de ser hecha prisionera por los nazis. La idea era conservar la inquietante ambigüedad de la protagonista, declaró el escritor. De Sicca, no le contestó. Su película era otra cosa, que terminó siendo una indudable obra de arte, tan lograda como la narración del escritor ferrarés. Lo mismo con Kazantzakis y Dassin. No conozco la opinión del autor cretense, cuya historia original no termina con ese llamado a las barricadas para enfrentar al enemigo. Lo contrario más bien. Los pobres refugiados, muerto Manolio, el nuevo Cristo “crucificado”, vuelven al amargo camino del destierro guiados por un resignado padre Fozio:

Todos se arrodillaron para besar al muerto. La fosa había sido abierta. El sacerdote se acercó a la urna para decir dos palabras de despedida a Manolio. Pero tenía la garganta cerrada y las palabras no salían, entonces entonó el treno. Fue suficiente, sin embargo, para que una anciana, más emocionada que los demás, se lanzara sobre el muerto y, recogiendo sus escasos cabellos blancos, le dijo adiós:

El nombre de este joven está escrito en la nieve,
el sol vino a derretirla y el agua lo ha borrado…

Poco después, el padre Fozio levantó la mano y dio la señal de partida. “En nombre de Dios”, murmuró. “El éxodo se reinicia. Coraje, hijos míos”. Y retomaron el interminable camino hacia el oriente.

Paisaje de Heraklión, Creta. Fotografía de Mikele | Flickr

Milán, miércoles 10 de enero de 2024

Kazantzakis poeta

Aunque nunca hubiese escrito una novela, el escritor cretense tenía asegurada la inmortalidad como poeta. Que no haya sido tan conocido en su tiempo es una muestra de las bochornosas limitaciones de los criterios de la modernidad, que sólo reconocieron como poesía a la que no estuviera contaminada de aspiraciones épicas o tentaciones narrativas. Y, como en todo lo demás, Kazantzakis fue víctima está miopía. Y no fue el único. Todos los que se propusieron un proyecto épico (excepción hecha de Neruda, legitimado por el comunismo inernacional), como Robinson Jeffers, terminaría afectados. Superadas, por fin, las estrecheces modernistas, los nuevos tiempos se inclinan a reconocer lo obvio: que la Odisea de Kazanzakis es uno de los grandes poemas del siglo XX. No es casual que, en un período de pocos años en la última década, el epos del cretense haya sido traducido al italiano y el castellano.  Una circunstancia que se hace aún más reveladora si pensamos que desde su publicación original en 1937 hasta la segunda década del XXI sólo se conoció la pionera versión al inglés de Kimon Friar. En base a esta versión anglosajona y a la italiana de Crocetti, he tratado de poner en castellano algunas pocas líneas del gigantesco canto de Kazantzakis.

 

ULTIMOS RECUERDOS DE CRETA. XXIII

El viejo arquero retrocedió en silencio mientras una mariposa
se posaba sobre su musgoso ceño y los recuerdos saltaron
en su corazón como una oscura bestia. Regresaba el mes
de la vendimia y una vez más Creta brillaba en medio de la
mar cálida y espejeante, con sus costas resplandecientes
iluminadas por una rosácea luz, y las virginales
montañas reían con sus espinosos bordes. Entre las venerables
madres del Continente, Creta relucía como una sirena
de doradas trenzas que, con dulzura, se estiraba sobres las azules olas
dejando que el sol dorara sus desnudos miembros. Una vez,
en un pequeño pliegue de su bien torneado cuerpo,
reían las jóvenes vendimiadoras con sus sueltas trenzas
cantando viejas canciones de amor para los tiempos de cosecha.
“Ay, no estás hecha para estar acostada en la tierra fría,
fuiste creada para yacer toda la noche en los jardines de mayo,
y dejar que en tu regazo caigan la rojas manzanas maduras,
mientras las flores del almendro caen como lluvia sobre tu cabeza,
y los rojizos claveles, como un collar, rodean tu cuello”.

 

Milán, viernes 11 de enero de 2024

Los últimos dos días dedicados a una reseña de la exposición de la norteamericana Dana Schutz (1976) en el Museo de Arte Moderno de París. Se trata de una pintura con no poco de perturbadora, fantástica e inquietante que refiere imágenes arcaicas como la homofobia en una época imprecisa, tal vez post-apocalíptica. Una figuración crítica, como casi todas desde Courbet, que tiene cantidad de antecedentes. Sólo algunos: Courbet, Ensor, Guston.

Fotograma de «El señor Smith va a Washington» (1939)

Frank Capra en Milán

El Cine-Club Abrosiano, atento a las recomendaciones de Daniel Oliveros, su corresponsal en Nueva York, ha programado su primera actividad del 2024 con un ciclo dedicado a Frank Capra. Los títulos escogidos son Amor prohibido, 1932; Sucedió una noche,1934; El secreto de vivir (Mr. Deeds goes to Town), 1936; Horizontes perdidos, 1937; La eterna ilusión (You Can’t Take It Away with You), 1938, y El señor Smith va a Washington, 1939. Capra fue el más brillante exponente de una expresión lírica en el cine con elementos, en un momento dominado por el poderoso y prosaico realismo de los grandes maestros como Ford o Renoir. Siempre lo he asociado con Max Ophuls. Películas como La ronda, de Ophuls, bien han podido ser rodadas por Capra, nacido en Sicilia y nacionalizado norteamericano.

NI TIERRA DE GRACIA NI VENECIA PEQUEÑA

Venezuela no es la Tierra de Gracia
y menos una Venecia pequeña.
Es una zona militar,
con diez años de guerra de independencia
y otros cien de guerra federal.
Con un paréntesis de cuatro décadas
de democracia liberal,
amenazada por los cuarteles
y una corrupción universal.
En busca de una salida rápida,
terminó en manos de una ristra
ignara, ávida y criminal.
Las botas y las espadas
han escrito esta historia fatal.
Cierro los ojos y me veo caminar,
lejos de la patria tierra,
como quien tiene una sola salida
que queda más allá de la ancha mar.


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