Diario literario

Diario literario 2023, septiembre (parte II): nuevas lecturas: Kraznahorkai & Cusk, Ulises senex, la Circe de Pascoli

09/09/2023

Lázló Krasznahorkai. Fotografía de Hpschaefer | www.reserv-art.de | Wikimedia

Milán, sábado 2 de septiembre de 2023

De paso por la biblioteca, me traigo tres libros para comenzar con algunas de las lecturas de estos últimos meses del año. Uno es del húngaro, Lazló Kraznahorkai, traducido a todos los idiomas y reiterado candidato al Nobel, sobre el cual, hace años, publiqué un trabajo a propósito de su formidable novela Guerra y guerra. Además de una reseña en mi diario literario sobre Al norte la montaña, su preciosa fábula sobre los jardines. El volumen que tengo en la mesa desde hoy es Hercscht 07769, publicado en 2021. Kraznahorkai es un escritor visionario, fluvial, casi fantástico y no pocas veces poeta. Otro de los libros es La segunda casa, la más reciente novela de la canadiense-británica Rachel Cusk, de quien sólo he leído entrevistas en la prensa internacional. Y el último es la Correspondencia entre Robert Lowell y Elizabeth Bishop, crónica epistolar de una de esas amistades que “duran”; en oposición a las que “no duran”, de acuerdo a la categorización de Camus en una carta a Francis Ponge.

 

PASCOLI: EL ULTIMO VIAJE (2)

 

ULISES EN LA ISLA EAA (Frag.)

 

Y con la luz rosácea del alba,

vio que de Circe era la isla flotante.

Y a Fremio dijo, al querido aeda:

“Tepíades Fremio, ven con tu lira,

acércate, para que ella oiga tu canto

mortal y tu aprendas eternal himno”.

Y dijo a Iro, dispensador de alimentos:

“Quédate con los otros, cerca del mar

grisáceo, y come y bebe para que

no te golpee con su vara, y confundas

bellotas por comida, y las tritures,

llorando y gritando, Iro ya no es

 Iro”. Así habló, con una sonrisa,

 y avanzaba con el grato aedo

 por montes y espesos bosques, y vio

el pasaje por donde el alto ciervo,

de arbóreos cuernos, a abrevar

 bajó. Pero no vio de Circe el alto

palacio. Entonces le dijo el amable

aedo: “Eso quedó atrás. El deseo

 es una tormenta que nubla los ojos

 cuando a nuestros pies pasa el viento”. Pero

 reconoció el lugar aquel donde se

 le apareció el dios que salva, y recordó

 la colina de dónde sacó la hierba buena,

 la que posee las raíces negras

 y las flores son como leche espesa.

Pero no vio el alto palacio de Circe.

En eso, dijo el querido poeta:

“Óyeme, la vejez es la gran calma,

 donde mucho se cansa y poco se anda”.

Y siguió atento por esos monte y valles,

espesuras y collados, a escuchar

de los leones los rugidos graves

mientras pasan. Y, oh, la inmortal canción

de la tejedora, de la melodiosa

diosa. Pero nada escuchó en la isla

desierta, y nada vio, y el sol se hundía

mientras la estrellada oscuridad caía.

Dijo el héroe al bardo muy querido:

“están muy alto en el cielo las estrellas

para poder precisar el camino.

Durmamos aquí y hagamos mullido

y cálido lecho que el viento sopla”.

Eso dijo. Y se acostaron sobre las

hojas caídas y por la tempestad

amontonadas al pie de milenarias

encinas. Y allí yacieron, dos tipos

viejos, con un poco de fuego bajo

la gris ceniza infecunda. Y sobre ellos

la alta selva. Y ahora el corazón en el sueño

sí escuchaba el rugido de los leones.

Habían dormido todo el día, y el alto

palacio se divisaba cercano.

Y la voz ingeniosa de la diosa

en lontananza quien, en su soledad,

no dormía y seguía tejiendo de noche.

Ya no dormía Odiseo y daba vueltas

sobre las hojas ruidosas y ásperas.

Rachel Cusk. Fotografía de STEPHANE DE SAKUTIN | AFP

Milán, lunes 4 de septiembre de 2023

Llegó septiembre, cuatro meses para fin de año y tantas las cosas por terminar.  Pero nada tan urgente como la corrección de mi Al filo de la lectura. Más de cuatrocientas páginas de reseñas y pequeños ensayos literarios que debo entregar antes de enero. Nada cansa ni fastidia más en la docencia universitaria que corregir los trabajos de los alumnos. En este caso es aun peor, en cuanto se trata de corregirse uno mismo. La otra empresa es menos ingrata, pero más resbaladiza, como la anguila de San Jerónimo. Se trata de ordenar Flota el tiempo, mi nuevo libro de poesías, al cual debo incorporar una serie de traducciones.

Rachel Cusk

Comienzo con la lectura de La segunda casa, la última novela de Rachel Cusk, más conocida por una trilogía que ya reservé en la biblioteca. Al menos en esta novela, la escritura de Cusk es densa y reflexiva. No es mucho lo que ha pasado en las primeras treinta páginas, pero la narradora británico-canadiense va sumando elementos para ofrecernos lo que a todas luces parece que será una acontecida narración. Su lenguaje se relaciona de lejos con Virginia Woolf así como sus personajes. Vamos a ver cómo sigue.

Milán, martes 5 de septiembre de 2023

Cusk

Rachel Cusk, con paciencia de buena narradora, va armando la escena y presentando los protagonistas de lo que seguramente será, espero no estar equivocado, un gran drama. El lugar es una costa muy apartada, rodeada de pantanos y de difícil acceso. La población más cercana no pasa de ser un villorio. La “segunda casa” del título es un quieto lugar no muy distante de la “primera” casa, donde los propietarios reciben artistas y poetas que quieran retirarse por un tiempo del mundanal ruido. El parecido con los paisajes de Stephen King es inquietante, y quisiera que hasta allí llegaran las coincidencias. Los propietarios son una ingenua mujer en sus cincuenta, que se siente “realizada” cuando alguien, artista o escritor, llega a pasar un tiempo en el lugar. El marido parece sacado de un desván de los años sesenta. Alto y fornido, de tez oscura y largos cabellos blancos. Habla poco y dice menos. El invitado, que se presentó de manera inesperada con su bella, rutilante y rica novia, es un pintor al que conoce la propietaria sólo por una exposición en París. Como actores secundarios, la hija de la pareja y su esposo, un alemán casi perfecto, tanto que no parece alemán. Hasta ahora, en lo que llevo leído, que es apenas un tercio del libro, la autora no ha creado un personaje definido y convincente. El esposo parece una caricatura, y la novia del pintor es un estereotipo de femme fatale. Pero todavía es temprano en esta celebrada narración, ya traducida a todas las lenguas importantes. Las situaciones se presentan en ocasiones abrumadas de intención literaria. ¿Qué adolescente de trece años le pregunta a la madre cómo entiende las responsabilidades que tiene para con ella? Una de las dificultades que encuentro en la lectura de esta novela, a pesar de su fluida prosa, es la reiterada tendencia de los personajes a “pensar”, demorando la acción para la cual hemos sido convocados. Por ejemplo:

Sospechaba que el ánima del artista –o la parte de su ánima en la cual es un artista- debería ser completamente amoral y desprovista de prejuicios individuales. Y en cuanto que la vida en su proceder trabaja para reforzar cada vez más nuestros prejuicios consintiendo en aceptar el límite del destino, el artista debe estar particularmente atento para resistir esas tentaciones y captar rápidamente el reclamo de a verdad. Este reclamo, creo, es el más difícil de ignorar.

Milán, miércoles 6 de septiembre de 2023

Después de una serie de días agradables, ha regresado el calor africano para humillarnos en las últimas semanas de este largo verano de 2023. Las salidas a la biblioteca, mis únicas, serán cada vez más espaciadas, lo cual es lamentable, no solo por los libros sino por el bendito ambiente de estos lugares; aun los más modestos, como los de la biblioteca del Ateneo de Valencia, mi primera experiencia con estos lugares donde el papel y la tinta son reyes consortes.

La segunda casa

Después de cien páginas de sus escasas ciento sesenta, llega la acción a la novela de Rachel Cusk, una escritora que parece convencida de que el asunto es lo de menos: “Inventar historias, trazar arcos narrativos, nunca me ha interesado”. No se puede decir que no haya sido fiel a este método en La segunda casa. Lo más parecido a un personaje es el artista que llega a casa de la protagonista para pasar, como invitado, una temporada. El hombre es una especie de compendio de lo que se supone es un genio creativo: huraño, inestable, egoísta, incomprendido, con un pasado infeliz, sin dinero, carismático malagradecido, seductor y pare de contar. Una aclaratoria nos revela la propia aspiración de la novelista: escribir una novela donde ella es la protagonista de un largo encuentro con uno de estos genios, que no es otro que su admirado D.H. Lawrence, presentado en la narración como el artista invitado. El resultado es una novela que parece apresurada, donde no pasa casi nada y lo que pasa importa poco. Lo que le importa a la reconocida novelista británico-canadiense es enterarnos de sus opiniones sobre el arte, el matrimonio, la maternidad o la intimidad. Poco que ver con la política, el post-colonialismo, el sexo y otros temas igualmente prosaicos. Sin embargo, y con el debido respeto, lo más permanente de la novela es, como debe ser, no lo que piensa la protagonista (la misma autora), sino lo que cuenta en las última apresuradas cincuenta páginas. Cuando, como era de esperar, el invitado se apodera del escenario con su ambigüedad, perversiones, caída, renacimiento y desaparición. Espero de la Biblioteca los volúmenes de su trilogía narrativa, para seguir leyendo a una escritora a la cual, por su talento, no le debe costar mucho escribir algo mejor que esta segunda casa.

Circe.. 1910. Frederick Stuart Church

Ulises senex

La vejez es triste, pero no sólo por la disminución de las capacidades físicas e intelectuales, sino por ser fatalmente corta, y porque no hay otra etapa que la siga. Son tres los actos, como dice Aristóteles, y la vejez es el último. Y punto. Telón. Algo que sabía bien Ulises ahora que, después de tantas pérdidas, había alcanzado la sabiduría. Libre ya de compromiso después de llevar a buen término su tarea de regresar a Itaca, podía disponer de la ansiada libertad. Y dispuso emprender la busca del pasado perdido. Aunque no todo el pasado perdido, sólo de aquel en cual siguiera los designios transgresores de eros. El año que estuvo con Circe y los siete con la ninfa Calipso. La vejez es triste y Ulises sabe que solo el encanto del sexo puede devolverle la luz de la alegría. Pascoli, no obstante, es implacable con el laertíada. Ni Dante, quien lo envío a lo más hondo de su Inferno, fue tan despiadado.

Milán, jueves 7 de septiembre de 2023

El Ulises de Pascoli

El Ulises de Giovanni Pascoli en “L’ultimo viaggio”, es el más triste de los Ulises. No porque muera, la épica post-homérica ya lo había hecho morir a manos del hijo que tuvo con Circe, y Dante lo ahogó en las cercanías de las Islas Canarias. El héroe del brillante poema del italiano, publicado en 1904, es un hombre envejecido y desencantado, como todo el que sale en busca de ese espejismo que llamamos pasado. Navegó, en una de las etapas de este “último viaje”, por la pedregosa costa de Acitrezza, en la griega Sicilia, sólo para enterarse de que los temidos cíclopes, al más formidable de los cuales venció arteramente, ya no vivían en la isla, se habían marchado a un destino desconocido. Pascoli quiso privarlo de la probable decepción de que aquellos gigantes tal vez no eran tan temidos ni tan gigantes. Cuando se vuelve al pasado uno se da cuenta de que nada es como era. Regreso al pasado es, precisamente, el nombre de una exquisita novela corta de Stefan Zweig, donde el protagonista se da cuenta, en el primer reencuentro con la mujer amada, que la voluntad no es suficiente cuando el cuerpo no entiende lo que el otro dice. El idioma del cuerpo es como cualquier idioma, cuando no se practica se olvida. En el poema de Pascoli, el cuerpo de Circe, ah memoria ingrata, olvidó el del itacense, de lo cual se dará triste cuenta Ulises a su regreso a la isla: Circe ya no está, su palacio se desvaneció en el delgado aire, lo mismo que los leones rugidores de su torturado zoológico particular. Sólo en la noche del sueño Ulises vuelve a escuchar la voz encantada de la diosa y a disfrutar la vista del rutilante palacio, porque como el mismo reconocía, “Un sueño es la vida vivida”. Un desengañado héroe se da de nuevo a la mar, menos convencido que antes del sentido de su existencia.

Elena Svarc. Fotografo desconocido

Milán, viernes 8 de septiembre de 2023

Elena Svarc

Los italianos tienen una honrosa tradición de vecindad con la literatura rusa, y de los escritores rusos con Italia. Recuérdese que la primera edición del Doctor Zhivago, en lenguas occidentales, fue la de la milanesa editorial Feltrinelli. En otra muestra de esta luminosa filiación, la editorial Bompiani acaba de publicar una envidiable antología de la estupenda poeta Elena Sverc, cuyo es el poema que reproduzco en este diario.

 

EL MAR SUICIDA

 

Se acaba el dolor

cuando lloras todo un mar.

Sientes que algo cáustico

sale de tus ojos

Cada lágrima es una hora

que anhela verterse

ella misma, sola.

Fluyendo, goteando,

cálida en los labios, amarga.

Ahora la fuente está vacía,

no queda nada.

Y lo que había en el fondo,

en lo más profundo,

se lanzó hacia mí

con todos sus pulpos,

sus corales y sus piedras,

haciéndome saltar los ojos,

sus colas, sus maliciosas bocas.

Y emergerán, un día emergerán,

¿pero porqué a través de mí?

¿En qué lugares nefandos estuviste, mar,

para decidir, de repente, hacerte pedazos

en estas deleznables lágrimas humanas?

 

Elena Svarc (Schwartz, 1948-2010) nunca tuvo los dones publicitarios, ni el apoyo interesado con el que contó su contemporáneo Iossif Brodsky para darse a conocer. Su poesía, sin embargo, no es menos notable. Confío en que la publicación en italiano de la notable selección de su obra (Mattino della seconda neve, Trad. Alessandro Niero. Bompiani, 484pp) de inicio a un reconocimiento que gratificará reiteradamente a los lectores contemporáneos, menos agobiados por las distorsiones de los criterios de la modernidad. El hermoso poema es una revisión del texto traducido y publicado en la revista on line Círculo de poesía hace algunos años.

Robert Schumann. 1850. Fotografía de Johann Anton Völlner

Schumann en una tarde de estío

En Radio Classica Milano la Fantasía para piano de Schumann, en la versión de Wilhelm Kempf. No la música más apropiada para estos calores del verano tardío. No obstante, fue en mi calurosa Valencia tropical donde tuve mi primer encuentro con esta romántica partitura, también era yo un romántico y “me embriagaba con ilusiones de las que hoy me río”. A pesar de esta verdad irrefutable, confieso que la experiencia de escuchar la Fantasía no ha variado. Me conmueve su belleza hasta las lágrimas, a pesar de la elegancia y administrado pathos del autor en esta obra. Y celebro que sea así, y agradezco a los dioses que me hagan sentir lo mismo que sentía cuando era yo un estudiante de bolsillos flacos.


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