Diario literario

Diario literario 2022, noviembre (parte III): “Cuentos”, “Seducida y abandonada”

19/11/2022

Fotografía de Patrik Theander | Flickr

Milán, domingo 13 de noviembre de 2022

 

CUENTOS

 

 MI TIA YOLANDA NUNCA HABLÓ DE ESO

 

Es un espectáculo insoportable.

 

Una sesión práctica del programa de Psicología Médica

en el segundo año de Medicina.

 

El cuerpo, atado con correas a la cama,

se sacude como una muñeca de trapo

por la fuerza de las descargas.

Suficiente como para mantener encendido un bombillo

de diez watios durante dos segundos.

El paciente nada recuerda, pero el cuerpo sí, que se niega

a repetir la experiencia. Mr. Novak, el siniestro jefe

de enfermeros del psiquiátrico, era, no obstante, más fuerte

que aquellos locos desnutridos.

 

Mi pobre tía Yolanda nunca habló de eso.

“ Si no encuentro las palabras

es porque ha pasado mucho tiempo y la distancia

es ahora demasiado grande para poder recordar,

nombrar, descubrir el horror, y, sobre todo,

porque creo que no existen palabras para describirlo”.

 

Yo era la más bonita de todas. Alicia, tu mamá, tiene unos ojos muy bellos,

pero yo era más elegante. Todos los muchachos querían salir conmigo

porque yo sabía bailar. En ese entonces de mis ocho años,

sus pasos de baile eran menos los de Pavlova

que los de una lúgubre caricatura de Goya.

Así bailaba yo, ¿te recuerdas mamá, te recuerdas? Y mi pobre abuela

regresaba a la cocina, con sus ojos marcados por la tragedia.

Yo era la más bonita de todas, la más bonita,

y de su boca sin dientes salían las palabras ya muertas.

Nunca supe cuándo comenzó todo. Sentía que a mi madre

le dolía referirse a su hermana. Lo mismo a mis tías Isabel y Olga,

incluso a mi tío Pepe, a pesar de ser un gran médico.

 

Recuerdo una visita, una de la más dolorosas de mi vida,

a esa cínica psiquiátrica del este Caracas.

En medio de lo que parecía un bosque, en un corredor

que daba al patio empedrado, estuvimos esperando

hasta que al fin apareció, acompañada por una vieja enfermera.

Su alegría era indescriptible. Nunca había visto a nadie tan alegre.

Su sonrisa desdentada no podía ser más hermosa.

Pero si aquí está él, el hijo de Alicia, Alejandro, tan bello,

el hijo de Guillermo. ¿Cómo está Guillermo? Pero su taquilalia

se había instalado y fue la única en hablar durante la corta visita.

 

De regreso, en el silencio del taxi, con los viejos árboles que desfilaban

por mi ventanilla, recuerdo a la abuela: El doctor dice que ha mejorado.

Yo la vi más tranquila. Desde hace años esa opinión no ha cambiado,

fue lo que dijo mi madre en su encuesto comentario.

 

La última, o la penúltima vez que la vi, fue en el hospital psiquiátrico

de Bárbula. Mi tía Yolanda, prematuramente envejecida,

en medio del grupo de pacientes asomado a las rejas de una gigantesca jaula.

Ese es Alejandro, gritaba con entusiasmo a las otras mujeres,

el hijo de Alicia, él va a ser médico. Alejandro, soy yo, Yolanda,

ven, estas son mis amigas, ven déjame darte un beso.

 

Milán, miércoles 16 de noviembre de 2022

Situación Cleo (2)

“Es una gran noticia”, me escribe mi oncóloga desde Caracas cuando le comunicó el favorable resultado de mis exámenes radiológicos. Además de médico de confianza, es una querida colega de la UCV, lejanamente emparentada con una casa vinícola responsable de algunos de los mejores vinos rosados de la Côte de Provence. Su manera de ejercer la profesión es tan precisa y amable como los famosos vinos.

 

CUENTOS

 

PASSOLINI PREFIRIO IR A OSTIA

 

Una vez tuve un amigo que también era venezolano,

me dice Passolini mientras vamos en el carro de Sergio

 Cetti a Cinecittà. ¿Tú te acuerdas, Sergio? Tú lo conociste.

 Un muchacho más bien tímido, con anteojos de miope.

 Era, o es, no sé, porque más nunca supe de él, médico.

 Estaba en Roma estudiando psiquiatría. Además, era poeta,

escribía poesía. Mi primer amigo venezolano fue un poeta;

 el segundo, que eres tú, también. Entrambedue. La próxima vez

 te dejo unos poemas suyos que me dio para que los leyera.

 Están en español y tú los puedes entender mejor que yo.

 Cuando vayamos a la entrevista con Pound te los dejo.

Nadie como Cetti para manejar en la retorcida ruta

de la periferia romana. La conocía como Virgilio conocía

de memoria los vericuetos del Inferno. Passolini había

sido su Dante cuando llegó de Boloña. No hubo rincón

del submundo romano que Cetti no revelara al ávido poeta.

Los cielos de Roma en un claro día de otoño

son los más altos. Se elevan más allá de Saturno y sus anillos.

Sobre el cielo de Roma sólo está Dios, para los que gusten

de su compañía. Durante esos días decidí que Roma

era mi segunda ciudad natal, y aquí quería ser enterrado

con mis blancos huesos. Una decisión prefigurada por mi padre,

asiduo de la trattoria Roma de una lejana Valencia.

 

Al día siguiente de la visita a Cinecittà, recibía un sobre

de Manila con algunos poemas del compatriota amigo

de Passolini. Una muestra:

 

Yo había nacido en los confines de un mar interior.

La vegetación era de parásitas contorsionadas que

diezmaban sin piedad la nobleza de cedros milenarios.

Mi padre nunca estuvo a la altura de su destino

de Guardabosques Supremo, y fue devorado por

una melancolía sin regreso. La luz desapareció de los

ojos perfumados de mi madre. La leche dulce de sus senos

de hortensias se hizo áspera y descendente. Yo sabía que,

tarde o temprano, el hacha de oro terminaría en la

mesa de bautismo para ser sostenida por mis

manos mongólicas. Mi futuro había sido premonitorio.

Mis hermanos me consolaban con sus flautas

de piel de serpiente. Una música estrábica y disidente…

 

 

El texto había sido escrito en un momento en el cual

todos los poetas venezolanos querían escribir como Ramos

Sucre. Y el amigo de Passolini no era la excepción. Me tocó

conocerlo cuando, rotos mis sueños de convertirme en

ciudadano romano, lo encontré en un Encuentro patrocinado

por la Escuela de Letras de la Universidad Central. Un hombre

amable y de envidiable cultura y modestia. Cuando le hablé

de los poemas, me dijo: !Qué mala suerte! En ese entonces,

Pier Paolo era muy desordenado con sus papeles, y tuvo

que conservar estos. No quisiera volver a verlos, si puedes

destruirlos siempre te lo agradeceré.

 

Antes de regresar a Venezuela todavía pude ver varias veces

a Passolini. La última fue el 4 de noviembre de 19.. Poco antes

de mediodía, yo estaba en via Condotti, frente al Café Greco, esperándolo

para la entrevista con Pound. El cielo de Roma, ahora de plomo

 impenetrable, había descendido hasta las negras cejas de sus habitantes.

Después del encuentro con el maestro de la poesía moderna,

le recordé a Passolini la invitación de mi esposa para cenar en la casa

día siguiente. Lo siento, dale las gracias, tal vez la semana que viene.

Con todo lo que me gustan sus “arrepas”, tengo planes de

ir mañana a Ostia. Y caminaré rápido,/ hacia adelante,/escogiendo

para siempre/la vida, la juventud.

Pietro Germi en L’uomo di paglia (1958)

Milán, jueves 17 de noviembre de 2022

Esta reseña fue escrita para su lectura en la más reciente sesión de la “Cátedra Pietro Germi de Cine Italiano”, dedicada al realizador de Divorcio a la italiana.

Seducida y abandonada

Furio Scarpelli es una de las personas más autorizadas para hablar del cine italiano, como autor de no pocos de los mejores guiones de su tiempo (Sospechosos habituales, Señoras, señores, Nos amábamos tanto, Il postino). Decía Scarpelli en una entrevista que Pietri Germi se había incorporado al neo-realismo en plena madurez de la tendencia, cuando ya lo habían hecho célebre los grandes clásicos de De Sicca (Ladrón de bicicletas, Milagro en Milán), Visconti (La tierra tiembla, Obsesión), Rossellini (Roma, ciudad abierta, Alemania año cero, Paisà) y De Santis (Riso amaro), durante el primer quinquenio de la post-guerra. Seguramente se refería Scarpelli , cuando hablaba de la adopción del neo-realismo por parte de Germi, a El camino de la esperanza, la cinta que, en 1950, le proporcionó la fama con este proyecto fielmente ajustado a la estética neo-realista. El guión de El camino de la esperanza fue resultado de la colaboración entre Fellini, Germi y Pinelli, y narra la historia de un grupo de sicilianos en la ruina que decide irse a Francia en busca de oportunidades. Está filmada en los lugares de la acción, comenzando con una mina de carbón en Sicilia, pasando por Nápoles y Roma, y terminando en los Alpes. Aunque cuenta con artistas profesionales (Raf Vallone, Elena Varzi), Germi utiliza, como un coro griego, un grupo de personas sin experiencia actoral. Con estos elementos, y un manejo de cámara ajustado y objetivo, a cargo de L. Barboni, Germi consigue ese tono documentalista propio del género. Y, como en todo neo-realismo, en El camino de la esperanza, como en Roma, ciudad abierta o El general della Rovere, o La tierra tiembla y Ladrón de bicicletas, será el ambiente, el gran teatro de los acontecimientos, el que defina a los personajes. En esta “negación” del psicoanálisis, poco importan los eventuales complejos de Edipo o las pulsiones del inconsciente. La circunstancia, como diría Ortega, modela el carácter y la conducta de los seres humanos. No se nace de una manera o la otra, es el mundo, la sociedad, la historia, lo que modela nuestra decisiones. El Bardone de Il generale della Rovere no nació para ser héroe, lo contrario, era un verdadero rufíán que termina asumiendo la condición de héroe motivado por las circunstancias. Así son los personajes de El camino de la esperanza. Seres humanos, en situación, sometidos a una presión social insoportable. Lo que prometía ser un traslado de rutina, de acuerdo al empresario a cargo del viaje, se convirtió en una odisea con más de infierno que de paraíso, como conocen no pocos de los millones de venezolanos que han escogido el camino de la esperanza. Los diez minutos finales del film tienen el aliento de las grandes épicas, incluyendo el combate a cuchillo entre el héroe y su rival, que reproduce el enfrentamiento entre Eneas y Turnus de la Eneida. A pesar de la adversa crítica (la crítica italiana siempre le fue adversa Germi), la película sería bien recibida en Italia y Europa. Y queda como una de las grandes películas de la post-guerra europea. Una obra maestra del mejor realismo en cualquier manifestación. No era un principiante el realizador italiano en este momento. Dos años antes había firmado En nombre de la ley, la primera película en absoluto dedicada a la mafia y también la primera donde se muestra la fascinación del maestro por Sicilia, que será el escenario de sus cintas más conocidas, Divorcio a la italiana y Seducida y abandonada: “Todos los italianos son sicilianos, pero los sicilianos son doblemente italianos”.

Fotograma de Seducida y abandonada (1964)

Seducida y abandonada es uno de los ejemplos más acabados de la commedia all’italiana, ese invento del genio de Germi en el momento en el que la sensibilidad italiana había comenzado a cambiar, la depresión de la postguerra daba a un renovado optimismo producto de la recuperación económica. Estrenada en 1963, apenas dos o tres años después de Divorcio a la italiana, Seducida y abandonada fue producida por el gran Franco Cristaldi sobre un guión del binomio Age-Scarpelli, Vincenzoni y el mismo Germi. La música, inolvidable, es de Carlo Rustichelli y la fotografia, en expresivo blanco y negro, de Aiace Parolin. Se le considera como la segunda de la trilogía de grandes comedias de Germi, con Divorcio a la italiana y Señoras y señores, Se trata de comedias anómalas, comedias oscuras, como la del Shakespeare de El mercader de Venecia de las cuales uno sale del teatro más con una mueca que con una sonrisa. La referencia a Shakespeare es inevitable. Ni en el teatro de la Antigüedad, ni en el de Francia en el siglo XVII, y tampoco, hasta dónde sé, en el Siglo de Oro español, se conocieron piezas de teatro que mezclaran en la acción lo bufo, lo cómico y lo dramático. El mercader de Venecia, es una de ellas, pero también Medida por medida, Como quieran o La tempestad. Germi, con su commedia all’italiana (el nombre hace alusión a Il divorzio all’italiana) inauguraba un cine cómico que, en su caso, se apoyaba en contenidos dramáticos, si no trágicos. En Divorcio a la italiana, el Barón Marcello Mastroianni), después de despachar a su esposa aduciendo una ofensa al honor, una ofensa fríamente calculada, terminará verdaderamente deshonrado por su joven esposa Stefania Sandrelli). En Seducida y abandonada todos reímos a pesar de que muchos de los episodios no tienen nada de cómicos (la hermana que debe recurrir al recurso del convento después de dos compromisos fracasados, el matrimonio obligado y retorcido de los protagonistas, hasta la teatral la muerte del patriarca). En Señoras y señores, la menos oscura de las tres (tal vez porque la idea original no era de Germi sino de Vincenzoni), el cinismo se convierte en el atributo más conspicuo de la nueva clase adinerada surgida durante los años sesenta en Italia, los años del “sorpasso” de la película de Dino Dissi. Seducida y abandonada es la más compleja y larga (122’) de las tres. Filmada en Sicilia, en Siacca, provincia de Agrigento, su estructura es como la de las iglesias barrocas de Palermo, Catania, Acirreale o Lece. Recargada, empalagosa como la música de Rustichelli, que se apodera del espectador apenas la prueba (escucha). Germi lo sabía: “Seducida y abandonada tiene muchos elementos, es como una cassatta siciliana, que resulta un poco fuerte para el que no tiene buen estómago. El asunto de la historia, como en un viejo drama de Calderón, es el honor. Una verdadera ideología, una falsa conciencia que diferencia lo que es bueno de lo que no lo es. Para Don Vincenzo Scalone, protagonizado de modo admirable por Saro Urzi (En 1949 con Germi para En nombre de la ley, y en 1976 con Coppola para El padrino, como signore Vitello el padre de la prometida siciliana de Michael Corleone), el honor es, después de la pasta, la justificación de toda organización social, comenzando con la familia. De hecho, en su monumento funerario, aparece la inscripción Onore e famiglia. El honor no es un decálogo de virtudes, en realidad no es otra cosa que la apariencia. Lo sabían los romanos con aquello de “la mujer de César no sólo tiene que ser honesta, tiene que aparentarlo”. Lo segundo es lo más importante. Por el honor se vive y se muere. Es una cuestión aceptada, compartida. Su defensa es lo que se espera de todo hombre serio. Vida y muerte son relevantes sólo en función del honor. Nada de extraordinario llegar al crimen para defenderlo. Cuestión de rutina, como lo presenta Germi en su minuto 57’ cuando el padre le alcanza la pistola a Antonio su hijo, para que de muerte al ofensor. Se la pasa como si fuera una botella vacía o una cesta de pan. Germi que conocía muy bien sus fuentes griegas, otorga al coro la misma importancia que le concedía Esquilo. Su coro es el implacable grupo de conciudadanos de Don Vincenzo que siguen, con atención digna de mejores fines, los sucesos de la casa Ascalone. Una frase del film se refiere a la primera regla de este juego macabro: “El hombre tiene el derecho de pedir, la mujer el de rechazar”. Cuando el axioma se desconoce, se produce la tragedia, en el maravillo film del maestro Germi, transformada en inquietante commedia all’italiana.

Milán, viernes 18 de noviembre de 2022

Llego a fines de este raudo 2022 empeñado con dos compromisos. Uno viejo, que es la traducción, que inicié hace ocho meses, de Antonio y Cleopatra, el alambicado drama de la madurez de Shakespeare. Y otro más nuevo, de apenas unos días, que es el proyecto de un libro llamado Cuentos, del cual he consignado en este diario tres piezas. Surgió asì, de la nada. Me tomó por sorpresa y de pronto me he visto escribiendo un volumen para el cual no estaba preparado, todavía no lo estoy, y del cual, hace menos de una semana, no tenía la menor idea. Por lo que entiendo, se trata de una serie de textos híbridos (narraciones, poesía, traducciones, autotraducciones, falsas atribuciones, apócrifos, autobiografía) con una variable participación de confesiones y reconocimientos. Están escritos en un estilo que todavía no logro precisar pero con un tono narrativo muy marcado. Me siento bien con este viaje de fin de semana, que me permitirá ponerle un poco de distancia a ese grafómano que se ha apoderado de mi voluntad en esto días. Con mis cuadernos y plumas, pienso dejarlo encerrado aquí en Milán hasta mi regreso.


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