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Diario literario 2022, junio (parte I): La mano feliz, intuición y poesía, pintura y estética, spring, Pietro Germi (2)
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Milán, domingo, 28 de mayo de 2022
Schoenberg: la mano feliz
Por primera vez, desde que comencé a interesarme en Schoenberg, disfruto la experiencia de la ópera La mano feliz, una de las obras más escurridizas del autor y una de las menos representadas de todas las óperas del siglo XX, apenas seis veces en los últimos años. Hoy he tenido la fortuna de ver en RAI5 el maravilloso montaje que produjo el Teatro Massimo de Palermo en 2005, en un espectáculo que incluía El castillo de Barba Azul, de Bartòk. Schoenberg la escribió hacia 1911, todavía herido por el affaire de su esposa, Mathilde, con el joven pintor impresionista Richard Gerstl, quien terminaría suicidándose. Para esa época, ya Schoenberg había superado la marcada gravitación de la tradición wagneriana (Wagner, von Zemlinsky, Mahler, Strauss) que le había proporcionado una discreta aceptación por el intratable público vienés. Ahora, cada vez más cerca de un lenguaje efectivamente contemporáneo, la ópera pasó sin pena ni gloria. Un criterio que, de manera perversa, se mantendría a lo largo del siglo XX. Y es una lástima, porque pocas partituras describen mejor la enrarecida atmósfera de la Viena precatástrofe que estos veinte minutos de una música llena de luces y sombras como las de un circo trágico. Las inquietantes especulaciones de Freud, la senilidad del pater familiae (el emperador Francisco José), la fracturada utopía amorosa, el fin previsto por Marx, el sexo como retribución y culpa, la voracidad del capital y la fatalidad aparente de la pobreza. Como había previsto Marinetti pocos años antes, solo una gran guerra podía curar tantos males. La guerra la tuvieron y los males continuaron, sin embargo. La actualidad de la música de Schoenberg en La mano feliz permanece inalterable. Lo que era revelador en 1911 no lo es menos de cien años después. El texto de la obra es del mismo Schoenberg, siempre cerca de la poesía. Lo que ha hecho la gente de Teatro Massimo, actualizando el texto, es sencillamente notable. La música de Schoenberg en su La mano feliz nunca ha sido más contemporánea.
Milán, lunes, 29 de mayo de 2022
Intuición y poesía
¿Qué es lo que dice el poeta en sus versos? Después de la revelación que lo conmovió una noche de Navidad en Notre Dame de París, el joven poeta Paul Claudel se sintió obligado a cantar en su poesía su idea de que, ciertamente, el mundo respondía a un diseño, concebido por el ser supremo que no era otro que el Dios de los cristianos. En esencia, se trata de una intuición, una forma de conocimiento tan virtuosa y limitada como cualquier otra. No hay manera de demostrar la existencia de Dios, a pesar de los esfuerzos de los aventajados doctores de la Iglesia. Mas, no solo el conocimiento de Dios es imposible, todo conocimiento en general es precario, porque los instrumentos (la mente) de que disponemos para acceder a cualquier conocimiento también lo son. Lo decía san Agustín al referirse a la arrogancia del que pretendía entender a Dios. Una cuestión tan compleja requiere de una inteligencia superior a aquella con la que hemos sido dotados. Cosa parecida ocurre con el mundo que se despliega ante nuestros ojos. Y lo mismo con el fenómeno humano. Con los medios de los que disponemos no llegamos ni a conocernos a nosotros mismos, para no hablar de nuestros semejantes. El poeta escribe a partir de la necesidad de expresar su intuición del mundo, no lo que sabe de él, porque “la mayoría de las veces uno no sabe nada”. Cuando comencé a escribir poesía, no lo hice estimulado por una revelación como la de Claudel, sino por la necesidad de expresar mi intuición del mundo. Que es la misma que tengo hoy, según la cual la vida es un cruel absurdo que vale la pena vivirlo. Y que el ser humano dista de ser bueno por naturaleza, que está casi indefenso ante la fuerza sobrehumana del mundo emocional que lleva adentro. Lo que he contado y cantado a lo largo de cinco décadas es esta misma intuición original. Tal vez menos radical en los últimos tiempos, pero convencido del absurdo de la condición humana. Cada poeta canta y cuenta su intuición del mundo, lo demás es literatura.
Milán, martes, 30 de mayo de 2022
De Flota el tiempo
THERE IS NO TIME LIKE SPRING
Después
de un año
de exilio
en espera,
con sandalias
de oro
ha llegado
la primavera.
En el jardín
de al lado,
las rosas
han sentido
de Venus
la alada
cabellera.
¿Acaso saben,
como nosotros,
que es
para morir
que hoy están
afuera?
Desde
mi ventana
las veo,
rosas
rosadas,
tan finas
y confiadas.
Pasarán,
con sus colores,
después
de alumbrarnos
la mirada.
Si de nuevo
las veré
cuando
regresen,
de eso
nadie sabe
nada.
Me han hecho
feliz,
y sonríen
cuando
bajo
a saludarlas.
La primavera
llega
en el momento
en que menos.
se espera.
Se irá
como las rosas,
apresurada
y ligera.
(19-30.V.2022)
Pintura y estética
¿Qué es lo que pinta el pintor cuando pinta? Son ochenta y siete las telas y muchos los dibujos que Cezanne dedicó a Mont Saint-Victoire, la escarpada y misteriosa montaña en las afueras de Aix-en-Provence. No obstante, y a pesar de que armaba su caballete en medio del paisaje y frente a la amada elevación, Cezanne pintaba menos Mont Saint-Victoire que una estética particular. Cada uno de sus dibujos y pinturas es una teoría del arte. De acuerdo con esta teoría, todo era susceptible de ser reducido a tres formas geométricas básicas. Suficiente para lograr el objetivo de presentar, en los dos planos del lienzo, una “armonía paralela” a la que el Creador había desplegado en la Creación. Como Cezanne, han hecho todos los pintores en la historia de Occidente. Apeles y sus contemporáneos pintaban una estética de ruptura con la iconografía, seguramente plana, de la Grecia clásica. Así, hasta Massaccio, en el siglo XV, quien nunca pintó la Santa Trinidad que vemos en Santa Maria Novella, sino un manifiesto de la nueva plástica, una nueva iconografía organizada con base en la perspectiva legítima, inventada por Bruneleschi y popularizada por Alberti. Lo mismo Pollock y sus contemporáneos en los Estados Unidos y Francia, quienes pintaban no otra cosa que el fin de la pintura, la muerte de todas las formas de figuración, que de manera sostenida se había presentado desde las cavernas. Pollock no pintaba pinturas abstractas, sino que escribía con sus gestos radicales manifiestos de la triunfante tendencia. Sin embargo, de artistas se trata, es decir, de personas que sienten la necesidad, a veces inconsciente, de expresar una metafísica, un sentido del misterio.
Piertro germi cowboy y “pequeño burgués”
No de balde John Ford era uno de los directores más admirados por Pietro Germi. En una adenda al “Homenaje a Pietro Germi”, el Cine-Club Ambrosiano proyectó el fin de semana pasado Il brigante di Tacca del Lupo y El hombre de paja, ambas de 1952. La primera es una película fiel al formato de los grandes western. Los “buenos”, al mando de John Wayne, que se enfrentan a los feroces sioux (los “malos”) y, después de muchas fatigas, terminan por vencerlos en el duro escenario del Valle de la Muerte. En este caso, Wayne es el esforzado actor Amadeo Nazzari; la caballería está representada por una compañía de “bersaglieri” y los indios son los irreguales briganti, bandoleros integrantes de grupos armados. El Valle de la Muerte, en la cinta de Germi, vendría a ser algún lugar de Basilicata, y el tiempo, el de los primeros años de la reunificación de Italia, cuando los Borbones del sur de Italia se apoyaban en estos irregulares para oponerse al dominio de los Saboya del norte. Sin ser un film de John Ford, la cinta de Germi está llena de virtudes, que son las del mejor neorrealismo: rodada en locaciones con actores no siempre profesionales. El guion, como de costumbre, es del mismo Germi, con la participación de Federico Fellini y Tulio Pineli. La cámara es de Leonida Barboni, responsable de la estupenda fotografía de In nome della legge y de otras producciones importantes de Germi (Un maledetto imbroglio, L’uomo di paglia, Divorzio all’italiana), así como de Lattuada, De Sicca, Damiani, Castellani, Bolognini o Monicelli (La grande guerra).
La segunda película complementaria del ciclo “Homenaje a Pietro Germi”, organizado por el Cine-Club Ambrosiano, con la asesoría de Rodolfo Izaguirre y Daniel Labarca, fue El hombre de paja, una alusión al poema de T.S. Eliot. Se trata de una tragedia “pequeño burguesa” (era un término de moda durante esos años en toda Europa) digna de Balzac. En una muestra de su talento narrativo, Germi construye una historia clásica aristotélica con sus tres partes: la primera, la segunda y la tercera. Un obrero especializado, modelo, digno representante de la clase escogida, con una joven esposa y un pequeño hijo, se ve llevado por la fatalidad a una relación con una bella vecina. Primera vez en estas lides, maneja con torpeza la situación que se precipita hacia el desastre representado por la muerte de uno de los miembros del triángulo. Andrea, que es como se llama nuestro héroe (el mismo Germi asume el rol, dejando mucho que desear), ha actuado de manera irresponsable, poniendo en peligro la familia y la vida de los involucrados. Como pocas veces con este realizador, el patetismo se desborda en ocasiones y la narración se hace incómoda a los ojos de un público en estos tiempos posmodernos. La fotografía en blanco y negro es impecable, luces y sombras se complementan como en una pintura de De Chirico, mientras que la historia sigue hacia un final inevitable. La crítica marxista de la época, siempre implacable con Germi, un antifascista militante, no le perdonó el insulto a la clase obrera, representado por la caída de Andrea. Olvidó el director italiano que la clase obrera es la única que va al Paraíso, por disposición expresa del camarada Carlos Marx.
Milán, miércoles, 1 de junio de 2022
Olimpiadas
Se realizaron en Lisboa las XXX Olimpiadas de Filosofía con la participación de ochenta y seis liceístas de cuarenta y dos países. La vencedora fue la italiana de diecinueve años Giulia Pession. Los participantes tenían que escoger, para hacer sus comentarios, entre un segmento de la Crítica del Juicio, unas páginas de La banalidad del mal (Eichmann), de Arendt, o un fragmento de Heráclito. La chica, estudiante de un liceo de Saint Christophe, una pequeña y amable ciudad de Val d’Aosta, escribió sus opiniones en inglés (había que hacerlo en un idioma distinto al natal) sobre la conocida paradoja del presocrático donde se dice que “A pesar de que el Logos es común a todos, la mayor parte de las personas vive como si tuvieran un pensamiento propio”. Dice la joven pensadora que, en parte, ha criticado al gran filósofo griego al sostener que “las personas tienen diferentes pensamientos porque son distintas la una de la otra. Lo más importante es que cada pensamiento esté organizado de manera lógica y apoyado en argumentaciones concretas”. De acuerdo, Giulia, buona fortuna.
Milán, viernes, 3 de junio de 2022
Primera comunión
Ayer, Primera Comunión de Alessandro en la iglesia-santuario de Santa Rita. El sacerdote en sus palabras, como es natural, se detuvo en la imagen del cuerpo encarnado en la hostia consagrada. A ratos parecía violenta aquella retórica que insistía en el cuerpo de Cristo que, por primera vez, ingerían los neocomulgantes. Como criticaban con ironía los seguidores de Lutero y Calvino, se trataría de una experiencia homofágica, la de poseer el cuerpo del hijo de Dios comiéndoselo. Querían olvidar aquellos protestantes que en el origen de todos los ritos alguna forma de canibalismo, efectivo o simbólico, estuvo presente. Para evitar cualquier exceso en este sentido, Constanza nos invitó a almorzar en una cascina en las afueras de Milán. No fue precisamente el cuerpo de Cristo lo que sirvieron, pero celebramos el rito de paso del nieto con apetitosos condumios de la región, primus inter pares, el risotto con variedades de arroz cultivado en la zona. Bienvenido, Alessandro.
Jacobo
Larga conversación anoche con Jacobo Borges, a propósito de un proyecto suyo de diseñar una iconografía, una escritura paralela a versos y fragmentos de Flota el tiempo, una colección de poemas inéditos, algunos de los cuales he publicado en este diario. Me recuerda el querido maestro que, también para él, el tema del tiempo ha sido el verdadero asunto de su pintura, una especie de extendida fuga sobre el único tema digno de la reflexión filosófica, de las artes plásticas y la poesía. Me siento honrado y entusiasmado de trabajar en este proyecto con un artista quien, además, es buen lector de poesía y filosofía.
Alejandro Oliveros
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