Diario literario

Diario literario 2020, abril (parte II): Voltaire, sub-diario de una plaga, Cadenas y Hadot, Johannes-Passion

10/04/2020

Estatua de Voltaire del Chateau de Voltaire, Fernay, Francia.

Caracas, sábado 4 de abril de 2020

Voltaire is back

Hace unos meses escribí en este cuaderno, y publiqué en Prodavinci, un comentario sobre Zadig, uno de los “cuentos filosóficos” de Voltaire, que había leído en una ajustada versión al italiano hallada entre los libros usados puestos a la disposición de sus clientes por un automercado de Milán. En esas notas volvía a una opinión que, durante décadas, he sostenido ante mis alumnos en distintas oportunidades, dentro y fuera de la universidad. Me refiero a los estragos que el romanticismo ha causado en la sensibilidad occidental a lo largo de los últimos dos siglos. Tanto en filosofía, desde Novalis a Marx y Cohn-Bendit o Battaglia y Guattari, como en poesía, desde el joven Hölderlin a Paz y Char. Su reconocido inventor fue el gran Rousseau, oveja negra de la Ilustración, amigo de Diderot casi hasta el final (Jean-Jacques nunca mantuvo una amistad hasta el final); enemigo, aquí sí, para siempre, de Voltaire. El abuso y mal uso de su pensamiento fomentaron una perversión ideológica que hasta no hace tanto se mantuvo como gravitación dominante en la formación de la sensibilidad occidental. No quisiera repetirlo, sólo recordar que son pasado los tiempos de Rousseau y, para bien o para mal, estoy seguro de que para bien, se acercan o han llegado los de Voltaire y Diderot, Johnson y Dryden. Que haya podido encontrar, de la manera más casual, algo improbable durante el siglo pasado, Zadig es apenas un signo de estos cambios. Y que hoy, en La Repubblica, Julian Schnabel publique una larga reseña de Cándido es otro. A ninguno de los teóricos y cultivadores de la novela moderna, desde Virginia Wolf a Adriano González León, se le hubiese ocurrido escribir sobre Zadig urgiendo su lectura. No se podría reseñar en una sola entrada de este diario la cantidad de signos parecidos que hablan de estos cambios profundos de la sensibilidad occidental. Hay que darse cuenta de que nos damos cuenta. Por lo pronto, un poco de Ilustración no le va mal a nadie, especialmente en estos tiempos de oscura plaga. Voltaire está de regreso. Bienvenido.

Sub-diario de una plaga

Me ha tomado por sorpresa, imagino que sólo a mí, la cantidad de comentarios, oráculos y opiniones de pensadores y comentaristas que han dedicado su valioso tiempo a comunicarnos cómo será el mundo después de la horrible pandemia. Una sana actividad que, no obstante, me ha hecho recordar al maestro Aristóteles cuando resumía su conocimiento de la estructura de la tragedia griega en pocas pero irrefutables conclusiones. Decía, más o menos, que la tragedia estaba dividida en tres partes: la primera, antes de la cual no hay nada, y que antecede a la segunda; la segunda, que viene después de la primera y antes de la tercera; y la tercera, que viene después de la segunda y es la última. Dedicarnos al asunto de cómo serán los cambios que se producirán una vez que el coronavirus decida irse es desviarnos de la reflexión más urgente, es decir, precisar la etiología, las causas de tan espantoso desorden. Todo aquello que se conjugó para que se presentara la primera tragedia planetaria de la arrogante posmodernidad. Apenas, en términos aristotélicos, están algunos países, con grandes inseguridades, saliendo de la primera parte de la tragedia. Para llegar a la tercera y última, todavía toca pasar por la segunda. Para los que desconfían del racionalismo del griego, reproduzco las opiniones, con las cuales no puedo sino estar de acuerdo con Massimo Cacciari, formuladas por teléfono al Corriere della sera ayer desde su encierro milanés:

¿Me está preguntando si seremos mejores o peores? No va a cambiar nada; la mayoría de las personas (en Europa) espera volver a vivir como antes; otros, como de costumbre, esperan vivir un poco mejor. Pensar como si ésta fuera la tercera guerra mundial es una estupidez. De esta crisis saldrán reforzados los grandes imperios; y las contradicciones sociales serán aún más marcadas que en el pasado siendo las mismas. Antes no supimos cómo enfrentarlas y después sabremos mucho menos.

No deberíamos ocuparnos tanto, independientemente de lo que piense Cacciari, en pensar cómo nos va a quedar el pan de mañana cuando, en el horno, a punto de quemarse, tenemos el de hoy.

Caracas, lunes 7 de abril de 2020

Larga y grata conversación telefónica con Rafael Cadenas, quien se aproxima a los noventa con su lucidez de siempre. En un intercambio de opiniones donde, sin quererlo, obviamos la crisis del coronavirus, me habló de sus reiteradas lecturas de Pierre Hadot y sus aproximaciones a epicuros y estoicos. Nada de excepcional en esta afinidad. Para Hadot, la filosofía antigua (es también la opinión de Luciano Canfora) no era en su tiempo lo que es ahora, el sujeto de estudio de precoces luminarias y distantes filólogos. El libro más leído de Hadot, La filosofía como forma de vida, una serie de entrevistas donde resume y expone con una claridad rara entre los franceses de su generación, su tesis según la cual para los antiguos la filosofía no era en ocasiones un espinoso tema de estudio, sino que se trataba de eso, de una forma de vida. Para alguien como Rafael, que dedicó su larga carrera docente a explorar las fascinantes relaciones entre “literatura y vida”, las afinidades con Hadot son las más naturales.

Pierre Hadot. Fotografía de Despatin & Gobeli | Wikimedia

Caracas, martes 8 de abril de 2020

Cadenas y Hadot

Como un mínimo reconocimiento a Rafael Cadenas, a quien tanto quiero y tanto debo (mi primera conversación a solas con él, siempre atento con los jóvenes poetas, fue hacia 1967 en una mesita del “Soledad”, el legendario árabe de la avenida Casanova; yo le hablaba de mis preferencias por Li Bai y él me respondía con las suyas por Du Fu; después de esto nos hemos estado viendo as time goes by), he traducido estas pocas líneas, que debe suscribir plenamente, de la introducción de Hadot a su libro Qu’est-ce-que la philosophie antique:

Por lo menos desde Sócrates la elección de una forma de vida no se sitúa al final del proceso filosófico, como una especie de apéndice accesorio, sino, por el contrario, en el origen, en una compleja interacción entre la postura crítica ante otras actividades existenciales, la visión general de un modo de ver el mundo y una manera particular de vivir, y la decisión voluntaria. Y esta opción determina hasta cierto punto la doctrina misma. El discurso filosófico teórico nace de esta decisión existencial… En consecuencia, la filosofía es ante todo una manera de vivir que está estrechamente unida al discurso filosófico… La filosofía es un ejercicio preparativo para la sabiduría.

San Juan Evangelista. El Greco. 1605

Caracas, jueves 9 de abril de 2020

En Radio Classica Milano, la sección final de la Pasión según Mateo, con la Filarmónica de Berlín dirigida por el inefable von Karajan, más lenta y menos intensa que las de Klemperer o Richter pero igual de conmovedora. Es algo que me ocurre todos los años por esta fecha, cuando vuelvo de manera reiterada a la magnífica pieza: Dios debería existir aunque fuera para que escuchara lo que escribió para él una de sus criaturas. Por desgracia, es un sentimiento que raramente va más allá de la “pasquetta”, que es como en Italia llaman a lunes después de Semana Santa.

Caracas, viernes santo 2020

San Juan

Por fin la Pasión según San Juan, mi preferida. Si la de Mateo le habla a nuestra psique de la grandeza mística del sacrificio, y lo hace en términos épicos; la de Juan, más íntima, si se quiere, se dirige al corazón; el cual, de acuerdo con la tesis de Alessandro, mi amado  nieto, “es la casa de Dios”. La versión que escucho, la única que, en una rara muestra de fidelidad, he escuchado durante las últimas cincuenta Semanas Santas, es la de Karl Richter, con su inigualada elegancia, precisión y brillo. El impresionante coro con el cual se inicia la pieza insiste en una convicción, “Herr, unser Herrscher” (“Señor, señor nuestro”), recordando que el sentido de posesión es esencial para la experiencia religiosa regida por la lógica paradójica: Dios que es mío, es también de los otros. Superando la estrecha relación de propiedad que ordena el amor entre parejas. Toda metafísica se ilumina y devela sin dificultades al escuchar el milagro sonoro de la Johannes Passion. Apenas termino de escribir estas líneas en mi cuaderno, puedo ver por una ventana del apartamento el paso de vehículo del ayuntamiento  que pasea, por las calles desiertas, una talla, tamaño natural, de Cristo ya en su sepulcro. Al fin y al cabo, en Jerusalén, son ya pasadas las tres de la tarde cuando todo estuvo consumado. Una visión inquietante en estos tiempos de plaga y muerte.


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