DIARIO LITERARIO

Diario literario 2019, octubre (parte I)

El escritor Ocean Vuong. Fotografía del MacArthur Foundation

05/10/2019

Valencia, lunes 30 de septiembre de 2019

Ocean Vuong

Me dice Robert Vifian desde París que Ocean Vuong ha sido distinguido con el MacArthur Prize, una codiciada beca que cada año se concede a escritores y artistas que se se hayan destacado de manera excepcional en el campo de sus actividades, artísticas o científicas. La “beca de los genios” la llaman y, además de Vuong, este año fueron reconocidos la artista Cameron Rowland y la compositora e intérprete Mary Halvorson, entre otros. El motivo del premio a Vuong fue por su novela, publicada recientemente, y por su trabajo como poeta. On Earth We’re Briefly Gorgeous se llama la novela y se ha convertido en un best-seller apenas fue publicada, una oscura inclinación de los lectores norteamericanos a purgar los horrores indecibles (un millón de víctimas vietnamitas, otro millón de hectáreas de terreno de cultivo arrasadas con napalm) cometidos durante la guerra en Indochina. Para muchos, esta doble distinción, la beca y las ventas, tendrían en parte ese oscuro origen. Para otros, menos comprometidos con la culpa, Vuong se distingue más como poeta que como novelista, un criterio que no sé si comparto. Se trata de una novela epistolar muy autobiográfica en la cual el autor, nacido en Ho Chi Minh City, le escribe a su madre sobre la evolución de su sensibilidad hiperestésica, sometida a las presiones de la pobreza (Vuong es el primer miembro de su familia en ser alfabetizado), el destierro, el confinamiento en campos concentracionarios y la llegada a los once años a Estados Unidos, cuya nacionalidad terminará adoptando. Aunque nacido en 1988, quince años después del fin de la guerra, la existencia de Vuong y su literatura están en marcada dependencia de la dramática historia de su país. Una guerra que no terminó nunca:

Querida mamá,

Te escribo para estar más cerca de ti aun cuando cada palabra que escribo se aleja de ti. Escribo para recordar aquella parada en Virginia, cuando, horrorizada, te quedaste viendo la cabeza de ganado disecada encima de la máquina de refrescos, al lado del baño, cuya cornamenta oscurecía tu cara. Incluso en el carro seguías moviendo la cabeza: “No entiendo para qué lo hacen. ¿No se dan cuenta de que se trata de un cadáver? Un cadáver debería moverse, no estar en el mismo sitio  eternamente. Sólo ahora he vuelto a pensar en esa cabeza disecada con sus negros ojos. Quizá no fue lo grotesco lo que te impresionó, sino que la disección encarnaba una muerte que no tendría fin, una muerte que sigue muriendo para siempre, mientras, para sentir algún alivio, pasamos frente a ella. La guerra que te tocó vivir pasó hace tiempo, pero sus rebotes están disecados, encerrados en tu propia carne.

Este es el tono de todo el libro y esta es la dicción de Vuong, directa, demótica, neo-romántica, confesional y patética. No muy distinto es el de su poesía, donde la insistencia en las posibilidades del idioma adoptado pone la mayoría de las veces una cierta distancia estética que la aleja de un excesivo dramatismo.

Día de Acción de Gracias

Brooklyn está muy frío esta noche
y todos mis amigos están a tres años de distancia.
Mi madre dijo que podría ser cualquier cosa
que quisiera, pero yo escogí vivir.
En las escaleras de un viejo edificio
brilla un cigarrillo, luego se desvanece.
Camino hacia él:
una navaja afilada de silencio.
Su mentón dibujado por el humo.
la boca por donde
vuelvo a la ciudad. Extraño, palpable eco,
he aquí mi mano, llena de sangre delgada
como las lágrimas de una viuda.
Estoy listo para ser todos los animales
que abandonas

(Trad. Gerardo Cárdenas)

Este texto fue incluido en su colección de versos más difundida y reconocida, Night Sky with Exit Wounds (Cielo nocturno con heridas de salida). Creo haber leído en alguna parte que había sido traducido al castellano, que Dios lo acompañe.

Valencia, miércoles 2 de octubre de 2019

Se han comenzado a despejar los cielos y la luz propia de los últimos meses del año en estos trópicos se ha extendido esta mañana sobre las copas todavía muy verdes de los grandes árboles. Un descanso a los largos meses de bochorno que castigan estas regiones de un planeta cada vez más bochornoso y no solo considerando los cambios de la climatología. La ausencia de toda moral es endémica en un mundo que se ha dejado en manos de los bancos y de las prestigiosas universidades a su servicio. No obstante, la nubosidad no termina de irse y después de mediodía las temperaturas agobiantes se vuelven a sentir hasta que al atardecer vuelve a refrescar, en un ciclo que alterna las bondades con los rigores. Algo que a nivel político y ético es cada vez menos obvio.

*

¡Ave César!

Como todos los ingenios del Renacimiento, Shakespeare se sintió atraído y fascinado por la cultura romana, cuya presencia en ciudades inglesas como Bath y York es notable. Incluso en la capital del reino, a la cual había llegado el joven poeta en busca de fortuna, se recordaba a Julio César como verdadero constructor de la Torre de Londres, como se lo aclara Buckingham al Príncipe en Ricardo III:

PRÍNCIPE: No me gusta la Torre. ¿No fue Julio César quien la mandó construir, Milord?

BUCKINGHAM: Fue quien la comenzó, señor. Las edades siguientes la terminaron.

PRÍNCIPE: ¿Es un hecho probado o solo una leyenda?

BUCKINGHAM: Un hecho probado, señor.

PRÍNCIPE: Decidme, milord: ¿si el hecho no se hubiera registrado, no bastaría el haber atravesado las edades para ser conocido de la posteridad hasta el día del Juicio Final?

Buenas razones tenía el joven príncipe para desconfiar del logro arquitectónico del general romano, poco después de este diálogo habría de morir asesinado en la nefanda construcción.

Antes de expresar esta atracción en sus obras de teatro, Shakespeare compuso, sobre un tema romano, La violación de Lucrecia, un admirable poema narrativo donde se despliega tempranamente el talento del poeta para penetrar en la psique de sus personajes. Allí se canta y cuenta la historia de la patricia romana, esposa de Colatino, que fuera seducida de la peor manera por el hijo de Tarquino, el último rey de Roma. Una infamia que sería vengada por un remoto antepasado del Bruto inesperado de los Idus de marzo (el nombre, también, de una estupenda novela histórica de Thornton Wilder). En su otro poema narrativo, el juvenil e indigno de su genio, Venus&Adonis, Shakespeare acude a otra fuente romana, Metamorfosis del latino Ovidio. En el teatro shakesperiano, pero de manera casi fantástica, Roma aparece por primera vez en Tito Andrónico, la sangrienta, verdaderamente sangrienta historia de Andrónico, el legendario general romano que entra en mortal conflicto con la reina de una tribu bárbara sometida, la cual terminará seduciendo a un imaginario rey de Roma para después inundar la escena de horror. Son tantos los excesos y tan desmesurada la violencia, que muchos de los más fieles lectores y admiradores pensaron improbable que fuera escrito por el “Sweet swan of Avon”. Sin embargo, a finales del XX, una joven realizadora norteamericana la aprovechó para dirigir a Anthony Hopkins en su mejor aparición, en un film que se cuenta entre las mejores adaptaciones al cine que se han hecho del teatro del Bardo.

Con todos sus logros y caídas, Tito Andrónico es la obra de un Shakespeare pre-Shakespeare. No es obvio prefigurar en su construcción al genio que poco después se iba a convertir en el más formidable dramaturgo después de Eurípides. La fascinación romana del autor de Hamlet quedó en suspenso durante una docena de años, un tiempo que dedicaría trabajosamente al desarrollo de sus habilidades y a escribir y montar (más importante para él montar que escribir, “the play is the thing”) una impresionante secuencia de veinte dramas que incluye a Ricardo III, Romeo y Julieta, Ricardo II, Enrique IV, Enrique V o Julio César, su primer drama verdaderamente romano. Al cual seguiría el inquietante Coriolano y el fascinante Antonio y Cleopatra. Lo del Julio César era casi inevitable, su figura gozó de una rara popularidad durante la tardía Edad Media, especialmente en Francia e Italia. Con la misma ambigüedad que fue reconocido en su tiempo, lo tratara la literatura del siglo XIV. Para Dante, por ejemplo, se trataba de un estadista digno de admiración por su proyecto de mantener unida a Roma y terminar con las costosas guerras civiles que amenazaban con desmembrarla y que la República se demostró incapaz de prevenir. Sin embargo, como buen pagano, no podía sino estar en el infierno, pero el suyo es el más benigno. Se trata de aquel envidiable Primer Círculo, el limbo, donde podía disfrutar la conversación con otros esforzados héroes como Héctor y Eneas:

I vidi Eletra con molti compagni

Tra’ quai conobbi Ettòr ed Enea,

Cesare armato con gli occhi griffanti…

(Allí vi a Electra con muchos de sus compañeros, entre los que reconocí a Héctor y Eneas, después a César armado con sus ojos de presa…)

Con los victimarios del marido de Calpurnia el vate florentino no fue tan generoso. Para Casio y Bruto reservó puestos en lo más recóndito del paisaje infernal, en el Noveno y último Círculo, donde compartirían con otros grandes traidores históricos, a la cabeza de los cuales el mismo Judas Iscariote. Una expresión del desprecio de Dante por los traidores, que es como consideró a los florentinos culpables de su exilio sin retorno. Su consideración de Julio César, sin embargo, entraba en contradicción con lo que opinaba uno de sus maestros, el propio Santo Tomás de Aquino, quien en su De regimine principum reprueba a Julio César por abuso de poder y dudosa moral.

Julius Caesar, escrito hacia 1599 y publicado póstumamente en la primera edición de las obras completas, el codiciado First Folio, que data de 1623. Se trata de uno de los dramas mejor estructurados de su autor, nada que ver con el magnífico caos de Hamlet . Es el más corto de los dramas de Shakespeare y uno de los más cinematográficos, algo que desde temprano los productores lo han reconocido. Tal vez se pueda entender a Bruto como una prefiguración de Hamlet, que sería escrito poco después. Un Hamlet que, para su mal y el de Dinamarca, no contó con la compañía de un asesino tan seguro como Casio.

Valencia, jueves 3 de octubre de 2019

Antología griega. Imitaciones

Anónimo Alejandrino

Mientras cazaba con sus perros
en la distante foresta, Meleagro
fue mordido por una serpiente.
El veneno rápidamente se extendió
por el cuerpo y creyó que había llegado
el fin de sus días en la tierra.
La luz se hizo opaca ante sus ojos,
mientras la cabeza le giraba
en un blanco remolino hueco.
Pensó en su hija y en su nieto,
y sintió vergüenza de morir
de esa manera, sin aviso. Un seguidor
de Asclepio lo encontró y, poco antes
de que expirara, curó sus heridas.
Desde ese entonces, se dice que Meleagro
pertenece a la raza de Orfeo.


ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR

Suscríbete al boletín

No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo