AnálisisCOVID-19

De la naturaleza del coronavirus, riesgos, murciélagos y recomendaciones

Representación del SARS-CoV-2 tomada de Pixabay

05/10/2020

Si alguien le dice que los virus no son seres vivos está escuchando una de las partes de un debate polarizado que lleva años entre los científicos. El argumento de los no creyentes es que un virus es sólo su material genético  ̶ ADN o ARN que contiene la información hereditaria ̶ , que va dentro de un cascarón con algunas proteínas adheridas que son generadas por la maquinaria biológica de la célula que parasitan. Los creyentes, por su parte, en décadas recientes se han dedicado a investigar y en el camino se toparon con los virus gigantes. Estos poseen en su interior una pequeña maquinaria que les da autonomía para vivir. Hubo fiesta en el lado de los creyentes, pudieron especular que estos virus gigantes eran los ancestros de los virus pequeños. Pero madre naturaleza casi nunca expone soluciones simples, así que el debate continúa y los biocientíficos siguen tomando uno de los dos bandos.

Los virus, los microorganismos más primarios, se destacan como eficientes asesinos, capaces de matar millones de seres vivos cada año. Como creyente me cuesta aceptar que el único compromiso existencial de un virus es acribillar a los seres vivos del planeta. De paso, los reinos de los seres vivos son cinco: Moneras (arqueas y bacterias), Protistas (algas y protozoos), Plantae (plantas), Fungi (hongos) y Metazoa (también llamado Animalia). 

Los virus pueden ser chicos buenos

Existen evidencias que sugieren que los virus ejercen funciones más importantes que ser un asesino en serie. Una de las claves nos la puede dar el rol de la microbiota, como sitio de regulación y equilibrio de los seres vivos y, en especial, de los metazoos, donde estamos los seres humanos. Se conoce mucho del rol de las bacterias en la microbiota contribuyendo a la homeostasis celular, incluyendo la modulación de la respuesta inmunitaria. 

Algunos estudios señalan a los virus que parasitan bacterias, los bacteriófagos, como implicados en la adhesión a la pared bacteriana y en la síntesis de receptores de inmunoglobulina, lo que contribuye a mantener la tolerancia inmunológica viral-bacteriana en el intestino. Esto permite la persistencia de especies bacterianas y virales en el intestino, ejerciendo sus efectos sobre los enterocitos y, más en general, sobre el hospedador. 

En 2015, un análisis del microbioma de plantas demostró que los virus de plantas pueden desempeñar funciones beneficiosas, especialmente en ambientes extremos, participando en conferir tolerancia a la sequía y a las temperaturas extremas del suelo. 

El que los virus participen en mecanismos fisiológicos habla de ellos como seres vivos.

El coronavirus del covid-19 

De los cuatro géneros de coronavirus, tres afectan a mamíferos, y en dos de ellos se identificaron a los siete coronavirus que afectan a los humanos. Todos tienen nombres desapacibles

Los coronavirus son virus ARN y la mayoría son causantes de gripe, a excepción de SARS-CoV, SARS-CoV-2 y MERS-CoV. Las cuatro proteínas estructurales principales del coronavirus son la proteína de la espícula (S), proteína de membrana (M), proteína de la envoltura (E).

En 2002, surgió repentinamente el SARS-CoV. Se inicio en China y extendió a otros 29 países, a punto de provocar una pandemia y matando a 813, de las 8.809 personas infectadas, antes de ser controlada con medidas agresivas de salud pública. En 2012, surgió el MERS-CoV, relacionado con el SARS-CoV, causando infecciones humanas de alta letalidad. Afortunadamente, este virus no se transmite eficientemente entre humanos, y los casos se han limitado en gran medida al Medio Oriente, donde su huésped intermediario es el camello. En 2016, surge también en Asia otro coronavirus de murciélago, causando una nueva enfermedad en cerdos, denominada coronavirus del síndrome de diarrea aguda porcina (SADS-CoV). A finales de noviembre de 2019, apareció el SARS-CoV-2. El 11 de marzo de 2020, la OMS lo declaró pandemia global. Actualmente, tiene a los humanos en vilo. Para los humanos, es la tercera enfermedad causada por coronavirus en dos décadas.

Imagen tomada de Pixabay (No attribution required)

Los coronavirus son virus de murciélagos

Un estudio de 20 países de más de 19,000 animales (predominantemente primates no humanos, murciélagos y roedores) reveló que los murciélagos representaron más del 98% de las detecciones de coronavirus, y que casi el 9% de los 12,000 murciélagos estudiados al azar estaban infectados con uno o más coronavirus. También se demostró que la transmisión viral entre especies de murciélagos cercanos o distantes filogenéticamente fue muy significativa. Los murciélagos de algunas especies, incluidos los mayoritarios rinolófidos, cohabitan con murciélagos de otras especies, lo cual facilita los intercambios virales y mejora la evolución viral asociada con la recombinación genética. De hecho, muchos de estos coronavirus de murciélagos tienen secuencias genéticas similares al SARS-CoV y al SARS-CoV-2.

El SARS-CoV-2 surgió principalmente como pronosticaron algunos virólogos, de un evento natural asociado con la transmisión directa de un coronavirus de murciélago a los humanos o la transmisión indirecta a los humanos a través de un huésped intermedio como un pangolín u otro mamífero.

Los investigadores también han cartografiado los puntos calientes globales, con alta densidad de murciélagos y alta posibilidad de infecciones. El primer punto caliente está en el sur/suroeste de China y países contiguos, donde han identificado numerosas interacciones entre humanos y animales que constituyen factores de riesgo de emergencia. Los estudios de mapas de riesgo y virológicos indican un riesgo muy alto de nuevos brotes de coronavirus.

La ACE2 es la cerradura que el coronavirus aprendió a vencer

Igual que los otros coronavirus humanos, el SARS-CoV-2 usa una proteasa denominada epiteliasina o TMPRSS2, que separa la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2) de la membrana celular y activa la proteína S viral, fusiona a ambas a la membrana e internaliza el virus al interior de la célula.

El ACE2 actúa como inhibidor endógeno de señales inflamatorias asociadas con cuatro sistemas reguladores: complemento, coagulación, RAAS y KKS. Todavía no se conoce el daño que el SARS-CoV-2 causa en estos sistemas. Sin embargo, las condiciones vasoconstrictoras, protrombóticas y proinflamatorias inducidas por el SARS-CoV-2 pueden atribuirse, al menos en parte, a la activación de estas redes fisiológicas que se cruzan. Además, los pacientes con inmunodeficiencias, hipertensión, diabetes, enfermedad coronaria y enfermedad renal a menudo tienen una activación alterada de estas vías, ya sea debido a una enfermedad subyacente o a medicamentos, y pueden ser más susceptibles a la infección severa por SARS-CoV-2.

La capacidad de los coronavirus para evolucionar a un ritmo acelerado, su extrema diversidad filogenética, junto con la dispersión de nuevas variantes del virus dentro de una enorme variedad de especies de animales silvestres que pueden servir como hospedadores, augura un futuro complicado, con nuevas enfermedades causadas por coronavirus. 

Los resultados mencionados reafirman lo que han expresado numerosos científicos en el pasado, que las futuras transmisiones del coronavirus a los humanos no sólo son posibles, sino bastante probables. Los científicos lo sabían y dieron las alarmas apropiadas. La sordera de nuestras autoridades, los intereses personales, los abusos ambientales y la mala información nos han llevado a esta crisis. Debemos aprender las lecciones, no ser antropocentristas y prepararnos para un futuro mejor.

Es necesario promover el desarrollo de medicamentos y vacunas e invertir en la ciencia. Fotografía de Pixabay

Recomendaciones

Combinamos recomendaciones de varias fuentes, lecturas y seminarios. Destaco el artículo de Morens et al. 2020 y la conferencia web precongreso de Peter Hotez, del Séptimo Congreso Mundial de Leishmaniasis, Worldleish7.

  1. Controlar el contacto con murciélagos, evitando: a) turismo a regiones con alta densidad y diversidad de murciélagos (puntos calientes); b) visitas a los llamados mercados húmedos; c) visitas a cuevas; d) captura y consumo de murciélagos, y e) la perturbación del medio ambiente que alteren los hábitats y las conductas de los murciélagos. 
  2. Promover el desarrollo de medicamentos y vacunas protectoras dirigidos a posibles patógenos emergentes que probablemente surjan en el futuro, incluidos coronavirus, henipavirus y filovirus, entre otros. 
  3. Impulsar la educación y la comunicación con los sectores más vulnerables de la población, como un componente importante de la reducción del riesgo. 
  4. Comprender que además de guerras y colapsos político-económicos, las sociedades deben involucrase en tópicos como cambio climático, urbanización, deforestación, movimientos antivacunas y desinformación. 
  5. Fortalecer la salud pública básica, incluida la higiene y el saneamiento, de modo que los virus emergentes no tengan un campo fértil en el cual puedan crecer. Paralelamente, se debe construir y mantener una infraestructura de salud pública sólida que pueda responder de manera rápida y eficiente a la aparición de virus y otros patógenos.
  6. Fomentar y crear nuevos acuerdos internacionales ante organismos oficiales como la OMS, la industria farmacéutica y las ONG para el desarrollo de vacunas, medicamentos y herramientas de prevención. Estas instituciones deben entender que la prevención de una pandemia debe ser un esfuerzo mundial. 
  7. Invertir más en ciencia, tecnología e innovación en el área de salud y fomentar la ciencia abierta.

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Félix J. Tapia es biólogo de Concordia University, Montreal, Canadá e inmunólogo de la Universidad de Londres, Reino Unido. Profesor Titular de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y jefe del Laboratorio de Biología Molecular, Instituto de Biomedicina, UCV.  Ha publicado más de 100 artículos en revistas científicas y capítulos en libros. Algunas de sus distinciones son: Miembro Honorario de la Sociedad Venezolana de Dermatología (1993); Premio Fundación Empresas Polar “Lorenzo Mendoza Fleury” en 2005; Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL, 2018); Premio “Voz de la Ciencia 2019” del Instituto de Investigaciones Biomédicas e Incubadora Venezolana de la Ciencia. Además, ha sido miembro de comités editoriales de varias revistas científicas y activo en el ciberespacio con publicaciones en varios blogs.


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