Literatura

Cuatro poemas de “Lo demás es voz”

Foto cortesía de la autora

07/12/2022

Lo demás es voz, primer libro de la joven poeta y psicoanalista venezolana Kaira Vanessa Gámez (Caracas, 1990), acaba de aparecer bajo el sello de Fundación La Poeteca. Sobre este poemario ha escrito  María Clara Salas:

Son poemas con palabras que se sustraen del olvido. Hay que desmembrar cuerpos y huellas para decir lo que no se debe callar, lo que pertenece a la noche. Los personajes de la familia, tramas y nudos, que en modo alguno se disuelven, mantienen la tensión. Una poeta rebelde elude los mutismos, porque allí «donde no hubo voces intervengo». La madre es el centro, pero también la hija. La palabra propia y las lecturas acompañan a Kaira Vanessa Gámez; en ellas se busca una especie de redención.

 

Exequiel

 

En el nombre del Padre
te bautizo dormida
unjo el agua del río que se lleva la casa.
Blanca, va lejos
y tú con ella, mallando los espantos.
De madrugada, juntas sus restos
la rehaces.
Me quedo
para verte acoplar
el bahareque desnudo que alojó a mi familia.
Tú no lo sabes
desconoces mi rostro transeúnte
anochecido
no sabes que mis nombres no llegaron
a emerger del río
que aún se lleva la casa.
¿Qué fuerza agita en sus aguas
este rumor de sombra?
¿Quién secuestra su vieja lengua
para llamarte?

El tío
serena evocación de la abuela.

No
no soy yo la casa
ni tu nombre
pobremente soy quien te sumerge
en una oración clara

en las aguas
donde sanas
la mañana casi sorda
de mi madre.

*

Bisabuela

 

¿Fue tu hermana, Exequiel?
¿Fue tu hermana quien dejó lo oscuro en mi garganta?
¿Es de ella este velo hondo hacia ninguna parte
la penosa voz de naufragio
bajo la cama?
¿Fue en la borradura de su nombre donde comenzó mi libro?
¿De qué es madre un lugar vacío
en la memoria?

Escribo con las manos de la abuela
un silencio remoto
que llora
una región que, como yo
no se pertenece.

María del Carmen
voz jamás oída de mí. Otra.

Tal vez ella también
ignorara
mi nombre.

*

 

Rosalía

 

Mi abuela no puede quedarse.

Es mucho en casa el espacio ocupado
por lo que no es ella.

Ató al fardo su cuerpo
un cuaderno cosido
el adiós
de la tía Rosalía.

Pero en el salón de clases
tampoco había espacio para ella.

Ella
la del silencio oscuro
no podía pagar.

Nunca sentada en esa silla
desde la que yo perdí
por tanto tiempo
el tiempo de encontrarla.

Aprendió a leer, a escribirse
a un lado
detrás de las puertas
las monjas le enseñaron a mirar de lejos
—con razón todo está lejos—.

Lejos.

Siempre pudo pagar.

Solo ella lee y escribe
desde la muerte.

*

 

En casa

 

Hay un silencio sin mujer
hay mujeres en silencio.
Unas caminan por la casa sin sus cuerpos
otras se faltan
en la estropeada escritura que las evoca.
No se diferencian.
Todas me ausentan, impúdicas, a plena luz
de todas despido voz.

Casa de aves desnudas deshabitándose en mis huesos
casa sin labios sin tiempo
cuenca de disfraces tácitos
dignidades que desahucian
sus siluetas insinuadas en el ojo de la casa.
Casa de desaparecidas.
Su lengua de sótanos sagrados
fosa de silencios
que falsean mi mal
de esos que, gozosos, se pudren.

No puedo ver.
Hay mutismos que bajan la voz
para oírse.

Emana de esta casa
un silencio sin mujer
una tropa de mujeres en silencio.

Debiste advertirme, madre
que, sin embargo, hay mujeres

y silencio

de mujer.


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