Perspectivas

Camarada Beria, Director Técnico

14/07/2018

Fotografía de los equipos Dínamo Baku y Dínamo de Tiflis. Fechada el 5 de febrero de 1926

Antes y después de la Revolución de Octubre, los equipos de fútbol rusos se formaron de la mano de distintos gremios e instituciones del Estado. El CSKA, fundado en los últimos años de la Rusia imperial, se creó dentro del club polideportivo del ejército. El Lokomotiv —originalmente llamado Kazanka—, fue fundado en 1922 por los trabajadores del Sistema Ferroviario de Moscú. El Torpedo se formó en la fábrica de automóviles Torpedo-ZiL. El Spartak, club que ha ganado el mayor número de torneos en la Unión Soviética, parece ser la única excepción. Creado por un sindicato público en abril de 1922, pasó por varios nombres hasta que, con la llegada de los hermanos Stárostin, tomó el nombre del gladiador esclavo que lideró la célebre y sangrienta revuelta en la antigua Roma.

Justo un año después, Félix Dzerzhinski, el creador de la policía secreta soviética, la llamada Checa, fundó la sociedad polideportiva Dínamo. Bajo esta figura, se crearían clubes de fútbol con el mismo nombre en distintas capitales de la Unión Soviética. Entre ellas: San Petersburgo, Kiev, Moscú, Minsk y la georgiana Tiflis. Bajo este nombre se agruparían los equipos conformados por las fuerzas policiales locales, auspiciados por el servicio de inteligencia y la policía secreta de la revolución. En esta última ciudad, el Dínamo hubo de fundarse en el año 1925. Tres años después, en 1928, un joven oficial de seguridad, de 29 años, pasó a dirigir la oficina local de la OGPU (Directorio Político Unificado del Estado, anterior Checa). Este caballero, el cual según David Jishkariani conocía personalmente a varios jugadores del equipo y había llegado a jugar algunos partidos, era nada más y nada menos que el temible Lavrenti Beria.

Los años pasaron y los nombres del aparato de seguridad cambiaron. Sus dirigentes fueron muriendo de causas naturales, como Dzerzhinski y Menzhinski. Luego, Génrij Yagoda y Nikolái Yezhov —eficientes ejecutores de las grandes purgas de Stalin— serían juzgados y ejecutados acusados de traidores. En el proceso, Beria se hizo con el poder en la República Socialista Soviética de Georgia, tras ser nombrado secretario del Partido en ese país en 1931.

Dirigió las purgas en el Cáucaso sur desde 1934 y luego, tras la dimisión y fusilamiento de Yezhov en 1938, se convirtió en director de la NKVD. Refiere Jishkariani que bajo su dirección, ocurrieron en Georgia más de diez mil ejecuciones y casi quince mil condenas a los gulags, incluyendo a viejos compañeros del Dínamo de Tiflis. Sin embargo, el camarada Beria también había tomado decisiones contradictorias con la moral revolucionaria, como fichar a Boris Paichadze —hijo de un antiguo menchevique con antecedentes— como delantero central del Dínamo. Paichadze se convertiría en una estrella, le pondrían su nombre al estadio de fútbol más grande de Georgia e incluso colaboraría por un tiempo con las fuerzas de seguridad del estado.

Una vez nombrado director de la NKVD, Beria seguiría apoyando al Dínamo de Tiflis. Sean Williams relata para The New Yorker que, tras la derrota de su equipo en una semifinal de la liga soviética contra el Spartak de Moscú, el director de la policía secreta ordenó que se repitiera el partido un mes más tarde. El segundo partido de semifinales también fue ganado por el Spartak. En 1942, en medio de la Segunda Guerra Mundial y habiendo reunido suficiente poder como miembro del Politburó, Beria se vengó enviando a uno de los hermanos Staróstin a un gulag por diez años, bajo el cargo de “enaltecer los deportes burgueses”.

La fortuna de Beria se acabaría diez años después y, con ella, la del Dínamo. Tras la muerte de Stalin en 1953 y la reorganización del poder, la dirección de la Unión Soviética recayó sobre un triunvirato formado por Georgi Malenkov —como Presidente del Consejo de Ministros—, Nikita Jrushchov —quien se había desempeñado como jefe de partido en Ucrania hasta que ocupase el mismo cargo en Moscú— y el propio Beria como Ministro de Inteligencia y Suplente del Primer Ministro. Lo que al principio parecía un ascenso en la escala del poder político, se tornó en su desgracia.

En la pugna por el poder, Beria tuvo una caída rápida. Una versión dice que sus propuestas, a diferencia de sus acciones como jefe de inteligencia, tenían como propósito liberalizar el estado. Jrushchov habría aprovechado esta postura de Beria para exponerlo ante el partido como un hombre débil que los llevaría a la ruina. Así se habría quebrado la alianza entre Beria y Malenkov, lo que lo dejaba solo.

Por su parte, Jrushchov se habría aliado con el Mariscal Zhúkov, héroe del Ejército Rojo durante la “Gran Guerra Patriótica” —o participación de los soviéticos en la Segunda Guerra Mundial— quien, se dice, se presentó en una reunión con varios soldados armados para arrestar a Beria. El 10 de julio se publicó en el Pravda que Beria había sido un agente de Occidente con el objetivo de infiltrar el poder estatal y comenzar e instaurar políticas capitalistas. Otras versiones dicen que el camarada Beria habría sido asesinado en su casa el 26 de junio. En todo caso, Jrushchov ascendió al poder, se desmanteló y reformó el aparato de seguridad, y Malenkov continuó siendo Primer Ministro durante dos años más hasta que fue obligado a renunciar. En el 57 trató de dar un golpe en contra de Jrushchov, pero fue detenido por Zhúkov. Fue expulsado del partido y se le asignó una posición gerencial en una planta hidroeléctrica al este de Kazajistán.

¿Qué ocurrió con el Dínamo?

Desde la caída de Beria, pasaron varios años antes de que el Dínamo de Tiflis levantara la Copa Soviética. No quedaron campeones hasta 1976. Según Sean WIlliams, un escritor local le había dicho que se trataba de una maldición, causada por los muchos pecados de Beria. Misha Vignanski escribe para EFE que el año de la muerte de Stalin, el Dínamo de Tiflis estuvo a punto de quedar ganador. Cuenta que el campeonato se realizó atropelladamente, con sólo doce equipos, comenzando con un mes de retraso. El Dínamo de Tiflis no sólo representaba a la policía secreta y a Beria sino a Georgia, la patria de Stalin.

Estando cerca de ganar la liga, Vignanski cuenta que el Dínamo de Tiflis se colocó en la punta tras ganar un partido contra el Torpedo de Moscú. El equipo quedaría campeón en el caso de que el Spartak perdiera o empatara su próximo juego. De ganar, tendría que celebrarse un partido de desempate entre ambos. Sin embargo, no fue el desempeño del Spartak lo que determinó la suerte del Dínamo. El Torpedo presentó una protesta en contra del arbitraje de su último encuentro contra el Dínamo. Las autoridades deportivas estatales evaluaron la situación y decidieron que el partido debía volverse a jugar. Vignanski sostiene que la decisión fue tomada por Jrushchov, quien no quería que el triunfo de un equipo georgiano le hiciera sombra a su ascenso al poder. En la segunda vuelta, el Dínamo perdió 4-2 contra el Torpedo.


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