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La Deutsche Grammophon, la Decca y otros sellos de renombre unieron esfuerzos con el Bach Archiv Leipzig para celebrar –el último trimestre de 2018– los 333 años del nacimiento de Johan Sebastian Bach. De esa colaboración surgió el álbum J. S. Bach: The new complete Edition (BACH 333). John Eliot Gardiner, presidente del Archivo Bach, y su equipo editorial no dejaron nada fuera de esta enorme compilación discográfica que reúne 742 artistas y ofrece siete estrenos mundiales (como, por ejemplo, las Sonatas y partitas para violín interpretadas por Giuliano Carmignola).
Para no extraviarnos en los laberintos de Bach, hemos de referirnos a aquellos apóstoles que han sumado casi noventa años de tradición interpretativa como fundamentales heraldos musicales del compositor.
Entre los varios instrumentistas que recoge el álbum (Wanda Landowska, Pau Casals, Yehudi Menuhin, Andrés Segovia, Glen Gould, Daniel Baremboin, Zuzana Růžičkova, Ralph Kirkpatrick, etcétera) nos ocuparemos de Rafael Puyana.
Hacia 1950 se produce un renacimiento del arte de la ejecución clavecinística. Wanda Landowska será la figura central en el estudio de los siglos XVII-XVIII y quien se convierte en adalid de ese resurgimiento. Ella representa el ideal artístico-pedagógico y el brillo cosmopolita europeo del interregno 1918-1939. Justo cuando estalla la Segunda Guerra Mundial la artista se exilia en Estados Unidos, donde continúa con más ímpetu su labor docente –como antes lo hizo en la École de Musique Anciènne de Saint Leu la Foret (cerca de París)–, para lo cual mandó construir un clave en la prestigiosa compañía Pleyel. En su etapa docente parisina dejó alumnos destacados: Růžičkova, Kirkpatrick, entre otros; hacia el final de su vida, en la etapa americana, sobresaldrán Marie Zorn y Rafael Puyana, respectivamente.
Landowska conoce a Puyana cuando este era un joven pianista proveniente de Bogotá. (Con apenas ocho años el chico había leído sobre la artista, luego de escucharla interpretar el Concierto en Re mayor de Haydn). Así, el 21 de febrero de 1950 Puyana le escribe a la clavecinista e ingresa en su selecto círculo de estudiantes; su debut como ejecutante ocurre el 8 de abril de 1957 en el Town Hall de Nueva York.
Lógicamente, Bach iba a resultar un tema recurrente en la relación de ambos. Desde la primera vez cuando “Mamusia” (Wanda) le pidió que tocase para ella y Puyana escogió la Partita N° 2 en Do menor (BWV826) o en los exámenes preparados para Landowska en el curso 1953-1954 en el Hartt School of Music, cuando incluyó un preludio de Bach y la fantasía de la Partita N° 3 en La menor (BWV827); esta última obra la interpretaría completa en su recital en la Salle Gaveau (París) en 1958. Para quien desee profundizar sobre el conocimiento de esta etapa de su vida, recomiendo la lectura de «El aprendizaje de Rafael Puyana con Wanda Landowska en Lakeville», de María Victoria Arjona.
Cuando en 1959 fallece la maestra, ya Puyana había iniciado una carrera como solista. Comienza a explorar el repertorio para orquesta y clavecín que los compositores neoclásicos ofrecían para entonces, con matiz marcadamente iberoamericano. Es pertinente recordar que hacia 1948 había viajado a Francia para conocer y estudiar composición con Nadia Boulanger, con quien «afianza la fidelidad a las fuentes históricas» –según indica Alberto González Lapuente–. Asimismo, en 1958 le había escrito a Francis Poulenc, pero aún se desconoce si tuvo lugar algún encuentro para una posible interpretación del Concierto campestre del compositor galo. Por otra parte, gracias al estrecho vínculo artístico entre Landowska y Manuel de Falla, al músico español le corresponderá continuar el rol desempeñado por su maestra interpretando al clave el Retablo de maese Pedro.
Por lo demás, el gran maestro granadino dedicará a Landowska su Concierto para clave y cinco instrumentos; en tanto Alain Louvier le escribe sus Études; Xavier Montsalvatge, el Concierto del Albaycin; Manuel M. Ponce le ofrece una Sonata para guitarra y clave y el bogotano Guillermo Uribe Holguín su Concierto para clave y orquesta. Sin embargo, Puyana recibe trato especial de Julián Orbón en 1960, cuando le dedica –según María Victoria Arjona– las Tres cantigas del Rey: una obra para clave, soprano, cuarteto de cuerdas y percusión basada en tres cantigas de Alfonso X «El Sabio». Hoy día, tras haber fallecido Puyana en 2013, sus claves, textos bibliográficos y documentos de archivo pasaron a formar parte de la Fundación Manuel de Falla, en Granada.
Entre 1963 y 1964, Orbón le dedica sus Partitas I, II y III, por su evidente alusión al tópico bachiano que había sido fundamental en las clases con la Landowska. Rafael Puyana había descifrado las Seis partitas de Bach, las cuales grabó en 1985 (en el marco del “año europeo de la música”, tras celebrarse los tricentenarios de nacimiento de Bach, Haendel y Scarlatti), las mismas que hoy en día se ofrecen en un disco compacto editado por Sanctus, con la ejecución de un clave de tres teclados elaborado por el lutero alemán Hieronymus Albrecht Hass (1740).
Igualmente, en 1963 el sello discográfico Mercury publica el LP Bach for harpsichord. Rafael Puyana donde aparece la Obertura francesa, de la cual BACH 333 ha incluido únicamente su primer movimiento. Y aunque no es el único latinoamericano que participa en esta gran antología sonora, se destaca en ese selecto grupo de los más prestigiosos clavecinistas.
Como «Príncipe de los virtuosos del clavicémbalo» (María Victoria Arjona), Puyana tocó con toda la familia de estos instrumentos (virginales, espinetas, clavicordios, clavicémbalos y fortepianos). Entre 1961 y 1973 conoció a Geneviève Thibault (Condesa de Chambure), quien puso a su disposición muchos instrumentos. Ya él contaba con un clave de diseño moderno, el cual incluía siete pedales.
No es raro ver instrumentos de los siglos XVII y XVIII con dos teclados (sean transpositores o independientes). En este particular, Rafael Puyana encargó una copia a Willard Martin de un original francés construido por Blanchet. Sin embargo, fue a través de un anticuario –en la década de los setenta (s. XX)– que Puyana dio con el instrumento de tres teclados que coronó su propia colección. El clave de Hieronymus Albrecht Hass hoy en día se conserva en la Fundación Manuel de Falla.
En 1971 la BBC edita una clase magistral del virtuoso ejecutante. El musicólogo Egberto Bermúdez resume –en 2013– los atributos que mostró Puyana en su interpretación clavecinística: «gran imaginación, sólida técnica, vitalidad rítmica y novedad en su repertorio». Bien podría decirse que siempre tuvo una marcada preferencia por las obras francesas de los siglos XVII y XVIII: la Academia del Disco Francés lo premió en dos oportunidades, su grabación integral de François Couperin obtuvo el Deutsche Schallplattenpreis. Dominó también las piezas de otros compositores: Domenico Scarlatti y, respecto del repertorio barroco hispano, el Padre Antonio Soler, siendo en este último caso de tal mérito su trabajo que en 1996 el Rey Juan Carlos I le otorgó la orden “Isabel La Católica”.
En 1995 Puyana ofrece un concierto en el Teatro Teresa Carreño que incluye composiciones de Bach y otros autores de la época, junto al Concierto campestre de Francis Poulenc.
En la tradición venezolana siempre se mostró al público un Bach pastoral, “viajero” y bucólico. Así lo hicieron, desde los años cincuenta, algunos cantantes, pianistas, organistas, clavecinistas y musicólogos, en general, agrupados en la Asociación Cultural Música Antigua (Ruth Gosewinkel, Eva María Zuk, Morella Muñoz, Francisco Curt Lange, Gisela Hollander y Willy Mager). Todavía se recuerda a José Antonio Abreu cuando interpretaba al órgano la Tocata y fuga en Re menor, o a su hermano Abraham Abreu –consagrado clavecinista– al ejecutar El clave bien temperado, performance con el que recorrió Venezuela y nos representó fuera del país. Por su parte, Alberto Grau interpretó la Pasión según San Mateo en 1986 con la Schola Cantorum; igualmente, Isabel Palacios ha dirigido la Misa en Si menor con la Camerata Barroca y María Guinand funda, entre 1992 y 1993, la Academia Bach de Venezuela, la cual se especializa en este tipo de repertorio sinfónico-coral y/o de canto gregoriano. Muy significativa –por su valor didáctico-interpretativo– resulta la ejecución que hace en el programa «Maestros y discípulos» la pianista Elizabeth Guerrero de los Cuadernos para clave de Bach, Anna Magdalena y sus hijos. En el exterior (Hungría), ahora tenemos al joven pianista venezolano Andrés Carciente quien ha ido adquiriendo prestigio en su interpretación de El clave bien temperado.
Conviene señalar, asimismo, que el cineasta Luis Armando Roche realizó el documental Bach en Zaraza, sobre la base de la “cosecha” del maestro Abraham Abreu según la cual hay unos preludios (y de modo particular el tercero en Do sostenido menor del Clave bien temperado) que, según refiere Juan Francisco Sans, fueron «joropiados» a la manera tuyera. Todo un “mestizaje bachiano” que recupera Aldemaro Romero al componer su Fuga con pajarillo, cuya cadenza evoca la Partita N° 2. ¿No es acaso eso lo que recientemente intentó hacer la violinista Daniela Padrón en su disco Bach to Venezuela realizado desde la nueva estética musical del neo folklore venezolano? ¿Serán estas nuevas materializaciones un adelanto de la imagen futura de Bach?
Vince De Benedittis
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