EconomíaEntrevista

Asdrúbal Oliveros: “No hay política clientelar que valga”

Fotografías de Roberto Mata

07/01/2018

Quien controla la renta en dólares —valga decir la cúpula chavista— es inmune a la crisis. Quizás tenga capacidad de maniobra en el corto plazo, pero la población venezolana se enfrenta a un tsunami inimaginable, impulsado por la hiperinflación y la tozudez ideológica del gobierno, que impide un cambio en el modelo económico e incluso elecciones competitivas.

Asdrúbal Oliveros, director de la firma Ecoanalítica, dice que el reto del gobierno se resume en una pregunta: ¿Cuánta política clientelar puedes hacer en medio de la hiperinflación?, es decir, ¿Cuántas bolsas CLAP vas a repartir? ¿Cuántos aumentos de sueldo vas a decretar? Los números, la herramienta de trabajo de Oliveros, no dan. Con los niveles actuales de producción petrolera, el barril tendría que sobrepasar los 100 dólares para igualar las importaciones de 2016. Un año malo, pero cómo lo estamos extrañando.

Venezuela es un témpano de hielo a la deriva, sin anclaje institucional o de política económica. La única salida es una consulta electoral, pero no cualquier consulta. “No puede ser como la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, ni como las elecciones regionales, mucho menos como las elecciones de alcaldes”. No puede ser un tiro al piso para el gobierno. Tiene que haber unas bases para unas elecciones medianamente competitivas.

Oliveros, además, es integrante de la comisión asesora de la MUD. “Lo pensé mucho, pero lo hice porque el país lo demanda. Suena muy a clisé, pero efectivamente es eso. Yo creo que es una oportunidad de pasar de las palabras a la acción, de contribuir a buscar una salida electoral a la crisis que, a mi juicio, es la de menor costo posible”. Lo que sigue es su visión de lo que probablemente va a empeorar en la economía venezolana.

Por donde se mire, los principales indicadores de la economía venezolana muestran el fracaso del gobierno. El PIB, la inflación, el endeudamiento, la producción petrolera, entre otras. ¿Esas variables están en estado comatoso? ¿Cómo las ve usted?

Uno lo ha dicho con insistencia, pero no por eso hay que dejar de decirlo. Venezuela vive la peor crisis de su historia contemporánea en términos numéricos. No es una frase hecha, que uno repite al voleo. Efectivamente, cuando tú revisas el desempeño económico de Venezuela, la palabra crisis ha estado presente en el ideario del venezolano desde el viernes negro (1983), pero numéricamente estos últimos cuatro años han sido los peores. Hemos perdido 35% en el PIB (la capacidad de producción de un país),  y eso sólo lo ves en países que han pasado por conflictos bélicos o desastres naturales de gran magnitud. No hay casos, en el mundo moderno, que se le puedan atribuir a los hacedores de la política económica, como ocurre en Venezuela. La segunda variable es la inflación. Tener una economía en hiperinflación —que era algo impensable para un país petrolero, es otro record del chavismo—, esconde un terrible drama social. Lo que eso nos está diciendo es que el proceso de empobrecimiento de la gente no se va a detener, sino que se va acentuar. Mañana será mucho peor. Si no resuelves el problema hiperinflacionario, esto no se va a arreglar, ni siquiera institucionalmente.

Aquí se tomaron una serie de medidas políticas que incidieron en la economía, pero al cabo de unos años, parece que estamos recorriendo el camino a contravía. Ahora es la economía la que está exigiendo que se tomen una serie de decisiones políticas, todas muy duras y dilemáticas. ¿Se volteó la tortilla?

No es tan fácil, por la naturaleza de este gobierno, que ya no es democrático, sino autoritario, dictatorial. Hemos llegado a este deterioro de la economía, porque el único objetivo del gobierno ha sido mantenerse en el poder y ha supeditado todo para lograrlo. Es decir, al chavismo le vale madre, me disculpas la expresión, los indicadores macroeconómicos, que creo que son relevantes, y para cualquier otro presidente latinoamericano es clave, pero mientras ellos se aseguren la permanencia en el poder, eso, sencillamente, es secundario. Aquí, por ejemplo, se han dejado de publicar cifras desde el año 2014. Este es un país que está a la deriva en términos de su información estadística. Cuando el presidente habla de victoria, yo creo que lo mide en mantenerse un año más ahí, sentado en Miraflores. A pesar de que el PIB, sólo en 2017, cayó en 15%, la inflación llegó casi a 3.000%, el déficit fiscal es de 17 puntos del PIB, perdimos 700.000 barriles producción petrolera, bajo la gestión de Maduro, pero él sigue siendo presidente, en eso es que mide su éxito. Entonces, no es tan fácil decir: Ahora que la economía está tan mal, eso va a marcar el rumbo y el cambio del gobierno de Maduro. No es tan sencillo. Creo que eso va a ocurrir sí y solo sí las condiciones económicas provocan unos cambios institucionales, sociales y de grupos de poder, que pongan en peligro la continuidad del gobierno de Maduro, del madurismo o del chavismo. Si esas condiciones no se dan, los números pueden seguir siendo muy malos.

Maduro reclama la victoria, el éxito de su gestión, sobre los escombros y las cenizas de la sociedad venezolana. Napoleón en Moscú, pues. Sin embargo, usted habla de cambios que pudieran provocar ciertas condiciones económicas. ¿Cuáles serían esas condiciones? ¿Qué le permite hacer esa aseveración?

Al final del día, la permanencia en el poder amerita estabilidad, incluso en regímenes totalitarios como el de Cuba, que no tiene una crisis de la magnitud que tiene Venezuela. El tema claro acá es si la crisis se profundiza y se le va de las manos al gobierno, en término de dos variables que son fundamentales para analizar este “éxito”: uno, los mecanismos institucionalizados para ejercer control social —carnet de la patria, CLAP, gasto público, los aumentos salariales— , y dos, la represión. Si con esas dos herramientas, el gobierno no es capaz de contener el malestar social, entonces tú podrías ver a un chavismo que pudiera tratar de enmendar los errores en materia económica, con algo parecido a una visión pragmática, lo que no tengo claro es si esto va a ocurrir este año. Es más, te lo digo en un tono muy pesimista. No es descabellado pensar que Maduro logre la reelección en medio de esta crisis inédita. Maduro, además de los problemas que te mencioné, control social y represión, tiene que demostrar liderazgo frente a los grupos de poder.

¿A los grupos de poder que han surgido dentro y fuera del chavismo?

Hay una diferencia fundamental que no quiero dejar pasar con respecto a lo que fue Chávez. Si bien Maduro es hijo de Chávez, como él se hace llamar y representa el legado de Chávez, no tengo dudas de eso, hay diferencias importantes. Chávez tenía un liderazgo clave sobre las diferentes facciones, porque el chavismo no es monolítico. El chavismo son diferentes grupos que, a lo largo de los años, se han hecho poderosos —unos más que otros— y han adquirido poder y, por lo tanto, impunidad y autonomía. Pero Chávez los controlaba y lo que dijera Chávez era santa palabra. La disidencia no existía o era irrelevante, con Maduro no. Maduro tiene grandes dificultades para imponer cambios profundos en el modelo, porque es una presa de esos grupos de poder.

Usted dice que no tiene claro si los cambios se van a producir este año. Ahí está lo paradójico del modelo petrolero, porque este país avanzó en una época apalancado en el petróleo y ahora enfrenta el declive, el colapso, amortiguado por el petróleo. Se perdieron 700.000 barriles en la producción petrolera, pero la orden en PDVSA es elevar la producción. ¿Eso se puede hacer?

Eso es significativo porque efectivamente aquí hay un colapso del modelo petrolero y la famosa frase de Luis Herrera, el ángel de la guarda de Venezuela habla árabe o dicho de otra forma, si el precio del petróleo subía, aquí se acaban los problemas, pues el chavismo acabó con eso. Aquí la gente podía no saber de economía, pero si el precio del petróleo aumentaba, sabía que eso se iba a traducir en buenas noticias para el país. El hecho cierto es que a finales de 2016, y a lo largo de 2017, la política de la OPEP y ciertos elementos del mercado, hicieron que el petróleo subiera algo, pero nosotros no aprovechamos nada, porque perdimos producción. Entonces, hay un colapso del sector petrolero y, lamentablemente, lo que pudiera ser una sensación de bienestar no la vamos a ver. Te lo puedo poner en términos numéricos por el trabajo que hacemos, para que Maduro pueda ejecutar el gasto en importaciones de 2016, que por cierto fue un año malo…

…Pero cómo lo estamos extrañando.

Exactamente, por eso lo pongo de ejemplo. Para que tú puedas tener el mismo nivel de importaciones del año 2016, con la producción que hoy tiene Venezuela, tú necesitas que el precio del barril sea de 105 dólares. Eso supone que el precio internacional alcance un rango de 120 dólares el barril. Eso no lo ve nadie en este momento. Es difícil pensar que el petróleo va a recuperar esta economía y ahí Maduro tiene un gravísimo problema.

¿Se acabó la capacidad de maniobra en el corto plazo?

Exactamente. Pero no por eso se puede pensar que la economía le puede marcar la pauta a Maduro. Insisto, tendrían que darse condiciones políticas para ello, porque ya este no es un gobierno democrático. Sí estuviéramos hablando de México o de Colombia, incluso de Ecuador, diría sí, pero estás hablando de un gobierno autoritario que, de alguna manera, construyó toda una estructura para quedarse allí. Un gobierno que es capaz de traspasar cualquier límite. Eso te hace pensar que los mecanismos de arreglo son diferentes a los de un país normal.

Aquí se combinaron dos factores. Uno, el factor económico, como muchos pensaron, no le pasó la cuenta a Maduro; el gobierno ganó varias elecciones. Dos, las recientes protestas, que tienen como emblema el pernil, sugieren que hay un mar de fondo social. ¿Hasta qué punto puede prolongarse esta situación?

Ahí entra un punto fundamental que es la hiperinflación que, en esencia, es un hecho político. ¿Qué te dice la hiperinflación?  Que no hay fondo, que no hay anclas institucionales, ni anclas de política económica. Tú estás a la deriva. Es un deterioro que arrasa con todo el mundo. Entonces, el reto que tiene el chavismo es cómo haces política clientelar con hiperinflación. Ese es el meollo del asunto. ¿Cuántas cajas CLAP vas a tener que repartir? ¿Cuántos aumentos salariales vas a tener que dar? ¿Cuántas importaciones vas a tener que enfrentar con tasas de inflación que ya se acercan al 100% mensual? Entonces, no hay política clientelar que valga. La hiperinflación, por lo general, tiene dos consecuencias políticas. Una. Han forzado salidas y cambios de gobierno, porque generan quiebres en la coalición gobernante. Dos. En el grueso de los países que han pasado por ahí, la hiperinflación provoca un cambio de dirección en la economía, bien sea por políticas ortodoxas, bien sea porque renuncias a tu moneda y haces esquemas tipo dolarización.  

Si esa es la disyuntiva que enfrenta el país, ¿Qué podría ocurrir?

El primer punto es: ¿Cuánto vamos a durar en hiperinflación y lo que eso significa en términos de deterioro, de muertes, de sufrimientos, de las cenizas de las que estamos hablado? Y el segundo punto es una característica propia del modelo petrolero, ¿Cómo se puede dar un supuesto quiebre en la coalición gobernante cuando la coalición gobernante capta renta en dólares y no en bolívares que es lo que se está cayendo? Sí yo soy del grupo de poder que controlo la renta en dólares que da el tema petróleo, de alguna manera soy inmune al deterioro que sufre el resto del país, porque en bolívares es una cosa y en dólares es otra. Conclusión, ese esquema de hiperinflación en el que la política clientelar colapsa y la gente queda a la deriva, a la buena de Dios, en el sálvese quien pueda, puede durar bastante.  

Puede durar bastante para la gente, digamos, para la sociedad venezolana, pero lo que uno advierte en la calle es que hemos llegado al límite y ese factor también juega.

Absolutamente, pero al final va a depender de dos condiciones por el lado del gobierno. Una, que ya mencioné, la capacidad para reprimir, si pueden contener o no el malestar, la protesta social, y dos, la capacidad de la política clientelar. En mi opinión, vas a tener que apoyarte más en lo primero que en lo segundo. Insisto, la política clientelar en hiperinflación poco puede hacer.

Aquí no hay señales de cambio, por el contrario, el gobierno insiste en que la respuesta es profundizar el socialismo.

Esto apenas está empezando, el chavismo está respondiendo con más socialismo en el primer estadio de la hiperinflación. Tú empezaste con un símil médico, yo voy a hacer lo propio. En los primeros estadios del cáncer, a ti te dicen que tienes que someterte a quimioterapia, pero tú empiezas con medicina homeopática o apelas a un brujo, porque los dolores no son muy fuertes, pero en la medida en que eso no te da resultados y el cáncer avanza y consecuentemente los dolores y el sufrimiento, probablemente tengas que considerar analgésicos y otro tipo de tratamiento. Aquí pasa algo similar. Nosotros estamos viendo el inicio de la hiperinflación. El segundo semestre de 2017 fue el preludio de la crisis inflacionaria. No estamos en el peor momento, vienen momentos mucho más duros en términos de hiperinflación.

¿No hay forma de ponerle un palo a la rueda para que se detenga ese proceso?

Obviamente, pero ocurre que la tozudez ideológica del gobierno va a profundizar la hiperinflación. Te lo pongo de esta forma. Yo no he escuchado, ni en público ni en privado, lo cual es peor, a ningún vocero de alto nivel del gobierno del presidente Maduro, hablar de hiperinflación. No hay un reconocimiento real del problema. Lo que esto te dice es que el deterioro va a seguir su curso inevitable, porque la economía no es como la autoayuda, que con las ideas positivas crees que la cosa va a desaparecer. No, esto se va a seguir deteriorando. Te lo pongo en números, porque yo trabajo con números. Al principio de 2017 la inflación no llegaba al 20% mensual; pero al término del año llegó al 81%. Eso significa que la inflación mensual se multiplicó por cuatro, en un año y, seguramente, al final de este año, ese 81% nos parecerá poco. Ya empezamos a ver los primeros síntomas, entre otros, el colapso de la actividad comercial, porque no se puede garantizar los costos de reposición; la aparición del trueque y de sustitutos del efectivo, por eso estás viendo esta moneda comunal en el 23 de Enero; el uso de otras monedas para pagar bienes y servicios, incluso los más elementales, como el pago en dólares de una carrera en taxi o de una remodelación del apartamento. Todos esos elementos son síntomas de una enfermedad hiperinflacionaria y se van a seguir profundizando.

¿Si en estos primeros estadios el chavismo se niega a introducir cambios, qué va a pasar cuando la enfermedad se vuelva intratable?

La evidencia histórica te dice que ningún gobierno queda inmune a la hiperinflación. O sale el gobierno o cambia la política. La pregunta es si el chavismo va a ser el primer caso que resista la hiperinflación, sin cambiar de política. Yo, la verdad, lo veo poco probable.

Hay otro factor que no hemos abordado, pero que va a incidir, de hecho ya lo está haciendo, que es la ingobernabilidad, de la cual también estamos viendo los primeros síntomas. Todavía no hemos llegado al sálvese quien pueda, pero es un hecho que cada quien está por su cuenta.

Por eso es que yo te hablaba de que esto puede durar mucho. Hay gente que dice que Maduro no aguanta el 2018. No me atrevo a decir eso. Yo sé que esto va a terminar en el colapso de este sistema, pero no es fácil saber cuándo ni cómo va a ser el nuevo esquema. Puedes salir de la hiperinflación, pero sin una institucionalidad fuerte, donde el chavismo puede seguir siendo gobierno, donde el deterioro es brutal, porque corriges inflación, pero no corriges desigualdad ni pobreza. Eso fue lo que pasó en Zimbabue. Tampoco es que la salida es un cuento de hadas. Esto lo quiero conectar con el tema de la negociación, que está siendo atacada y sobre la cual hay reticencias,  incluso desconfianza. Pero lo que se quiere rescatar un poco es gobernabilidad. ¿Qué es lo que estás negociando en República Dominicana? La construcción de una ruta consensuada para que haya una salida electoral a esto. Es decir, que sea la gente, el pueblo, el que decida, porque eso es lo fundamental en una democracia. Si esto fracasa, será el fracaso de la política, que te va a llevar a un proceso de ingobernabilidad, de muchísima incertidumbre, cuyo desenlace sería muy difícil de caracterizar.

Cuando plantea el meollo de las negociaciones en República Dominicana es casi una cuestión existencial, digamos, en su acepción shakesperiana. ¿Esto es una democracia o no? La negociación puede ser objeto de crítica, pero la pregunta es fundamental.

Claro, en los cuatro puntos que llevó la oposición a República Dominicana, el tema electoral es fundamental. ¿Por qué está el gobierno sentado en la mesa de negociación? A mi juicio, por dos razones. Uno, por la presión de la comunidad internacional, no de la oposición y dos porque necesita legitimidad en su aspiración de mantenerse en el poder. Eso es así. Y la oposición está sentada en Santo Domingo porque quiere acceder al poder. ¿Cómo resuelves ese conflicto? ¿Uno se quiere quedar y el otro quiere acceder? En elecciones. Pero no en cualquier elección, no como fue la elección de la Asamblea Nacional Constituyente, ni como fueron las elecciones regionales y mucho menos como fueron las elecciones municipales. Esas elecciones las va a ganar siempre el gobierno. No soy ingenuo, en Venezuela no va haber elecciones 100% competitivas, porque el que controla el Estado ya tiene una ventaja importante. Pero si unas condiciones bases que permitan dirimir el conflicto. Eso es lo que está en discusión en República Dominicana.

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