Andrea Hernández retratada por Andrés Kerese | RMTF
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Recuerdo que cuando yo tenía la edad de Andrea Hernández, hace al menos cuatro décadas, compartía con mis compañeros de universidad un almuerzo en el desaparecido restaurante Da Sandra, en la avenida Solano López. El pasante de un periódico o de una revista se podía dar ese lujo.
Entendíamos la democracia como algo que estaba dado. Es decir, que nunca iba a desaparecer. La gesta heroica del 23 de enero era el final de la Venezuela de los golpes de Estado y de las asonadas militares. La insurgencia de la izquierda en armas, una pesadilla, un mal sueño, un anacronismo de la Guerra Fría. Me cuesta creer que era un país rico, pero viendo por el retrovisor pienso que, efectivamente, lo era.
Andrea Hernández* me habla de su generación, de lo que ha hecho, de lo difícil que le ha tocado, de la incredulidad que para ella significa vivir de las dádivas y de la magia del Estado. Quiere popularizar el fotoperiodismo, el deseo de construir testimonio y memoria. Me siento culpable del peso que mi generación ha puesto sobre sus hombros y los de su generación. Qué país de mierda le hemos dejado.
¿Cuándo descubrió que era una narradora visual?
Alrededor de 2016. En ese momento algo pasó, comencé a salir con mí cámara y lo encontré interesante. Entendí, además, que en los ensayos fotográficos puedes utilizar una estructura narrativa. Las imágenes pueden funcionar como palabras, como oraciones, como párrafos. Si las puedes organizar como una secuencia lógica, elocuente. Ver que las imágenes hablan entre sí, se conectan y dialogan, me interesó muchísimo. Wao, esto no es matemático, sino matemático místico.
¿Qué buscas generar con tu trabajo?
Muchas cosas, algo que me permite la fotografía es ser una estudiante eterna y a mí me gusta aprender. Voy a buscar realidades que desconozco. Entonces, entro con esa mentalidad de aprendiz. Para mí es una experiencia de humildad constante, que me ha hecho crecer como ser humano, como mujer. Yo no desligo la práctica fotográfica de mi crecimiento personal. En mí caso, ambas cosas van de la mano. Aunque he tomado caminos que tal vez no me hacen ser mejor persona, siento que el balance es positivo, que puedo mejorar desde allí, desde esa actitud, con esa motivación. Diría que esa puede ser la metodología para ser mejor persona. Otra búsqueda es relacionarme, conectar con las personas y crear relaciones.
¿Buscar generar una reflexión o generar impacto?
El impacto que pueda lograr es producto de las dos búsquedas anteriores: aprender y establecer relaciones. Más que el resultado, es un proceso. Ese proceso es lo que haces. En mi caso, eso tiene que ver con el aprendizaje de la realidad en la que viven las personas, en el contacto que tengo con ellas, en lo que pueda saber sobre sus vivencias o lo que sea que me quieran contar.
Voy a un ejemplo concreto. ¿Qué quería transmitir cuando expuso su trabajo titulado Los hijos del vacío?
Quería transmitir mi proceso de aprendizaje sobre realidades que se solapaban: la migración, la violencia y el matricentrismo (la familia monoparental, centrada en la figura de la mujer). Que la gente viera lo mismo que yo estaba viviendo. La violencia en Venezuela tiene mucho que ver con el género, con el vacío que deja en la estructura familiar la ausencia del género. Si yo me puedo conectar con esas personas y puedo organizar una estructura narrativa que sea elocuente, puedo ver y mostrar esas realidades. La idea es que, a través de mi trabajo, los espectadores se conecten. No sólo con los números, los 7,5 millones de venezolanos que han emigrado o los venezolanos que han sido asesinados, por ejemplo, sino con los rostros de la gente a la que esto le está pasando.
¿Cuáles son sus cuerpos de trabajo?
Tengo varios, alguno de ellos encaletados, que muestro de acuerdo a la ocasión. Uno de ellos se titula Bloom (florecer, en español). Me di cuenta que en medio de las protestas de abril de 2017, los árboles estaban floreciendo, era un estallido de colores y tomé ese hecho como el marco de la violencia que se estaba viviendo en las calles de Caracas, en ese momento. Para mí era un contraste muy interesante, porque el marco que es una belleza encierra la fealdad de la violencia. Esa era mi propuesta. Después esta Homecoming (Regreso a casa), un cuerpo de trabajo que refleja mi experiencia personal luego de vivir en Nueva York (entre 2017 y 2018). Volví, pero en un momento en el que se estaban yendo mis hermanos, mis primos, mi familia, todos los que eran cercanos a mí se estaban yendo. Despedidas que coincidían con cumpleaños. Gente que quería vivir de una forma honesta, digna, en medio de un país donde era muy fácil acomodarse a las prebendas del Estado. Son cuerpos de trabajo que se están extendiendo a lo que creo que terminará siendo un Manifiesto contra la polarización. Lo que he aprendido, lo que me ha demostrado mi trabajo es que dos cosas, en apariencia contradictorias, pueden ser válidas al mismo tiempo. Para mí el mundo dejó de ser binario. Bueno o malo. Negro o blanco. No, ahora veo todos los grises.
Más allá de la reflexión que pueda hacer sobre su trabajo, creo que el disparador es la intuición. ¿Estoy equivocado?
No. No estás equivocado. Yo sé que racionalizo luego de tomar decisiones que vienen del inconsciente. Creo que la mayoría trabajamos así. Un plano de nosotros toma una decisión y después lo racionalizamos. La luz, los colores que se conjugaron y yo los pude ver. Entonces, no es lo que esta imagen quiere decir, sino lo que dice luego de lo que estoy haciendo. Mi fotolibro, Temporada de mangos es así.
¿Hay un momento donde su trabajo comienza a tener sentido? ¿Encaja en lo que se ha propuesto? ¿Cuándo deja de explorar para plasmar una idea?
Voy a hablar de mi proceso creativo, porque creo que me puede ayudar a responder esa pregunta. Para mí es importante investigar un poco en las primeras tres o cuatro salidas. Son dos cosas que van en paralelo. Después reviso el material que he reunido después de esas salidas y busco patrones. Eso me ayuda a precisar la investigación, así como la búsqueda para más adelante. Entonces, estoy viendo estas cosas, parece que hay un patrón, como me pasó con Temporada de mangos. Ya a partir de la quinta salida, yo sé lo que estoy buscando.
¿Entre la cuarta y la quinta salida no sientes ansiedad? ¿No te estresas?
En realidad, es la parte más relajada del proceso. Es como dibujo libre. Pero cuando llega el momento de difundir el proyecto es cuando me estreso. La fase de publicar. Tienes que escribir, tienes que ir a sitios, conocer personas y hacer networking para que el trabajo llegue a un centro de exposiciones. Ni mi trabajo ni el trabajo de nadie llega a un sitio sólo por hacerlo. Eso no pasa. Me estresa horrible, porque yo no soy una persona extrovertida. No me gustan las aglomeraciones, yo soy feliz en una hamaca con un libro. Casi siempre te toca hacer persecución e insistencia.
¿Qué puedes decir de tu proceso creativo?
Últimamente he reflexionado mucho sobre eso. No sé si conoces a un productor musical y músico llamado Rick Rubin, es algo loco, un tipo con una barba larga, hirsuta, para mí es un talento interesante. No se apoya en lo técnico sino en lo que él llama su buen criterio. Su buen gusto, que ha sido cultivado a lo largo de toda su vida. Él escribió un libro que se llama El acto creativo. También he estado releyendo un libro de Julia Cameron que se llama El camino del artista. Alrededor de esos libros he podido pensar y escribir sobre mi proceso creativo. Me doy cuenta de que, para que las cosas sucedan, debo tener una inquietud sobre algo. Ese sería el primer paso. El segundo es salir a la calle y calmar mi sed, con mis fotos. El tercero, a mi quinta salida, es fotografiar con una intención, con una búsqueda más clara. Después, reviso el material, las fotos que he tomado desde el inconsciente y desde el raciocinio, luego edito para armar un trabajo coherente. A veces, lo hago sola. Otras, pido ayuda. No siempre es fácil editar tu propio trabajo. Luego viene la parte de difusión, que también es parte del proceso creativo. Tengo que ingeniarme maneras de hacerlo, sin producirme tanto estrés.
Yo tengo la convicción de que el arte, en sus distintas manifestaciones, es lo que mejor ha reflejado la crisis, la tragedia, el sufrimiento, que hemos vivido en estos 25 años. Si yo tengo que buscar una reflexión que me ayude a entender todo este proceso, la podría encontrar en el Muro de Mandelshtam de Igor Barreto. Pero no la voy a encontrar en los pronunciamientos y en los discursos del liderazgo político. ¿Qué podría explicar la ausencia de una interpretación cabal en el mundo de la política?
Yo creo que en el ámbito político es muy difícil mantener tu independencia y tu criterio. Ser miembro de un partido político o pertenecer a la esfera política te obliga a ser militante. El que milita no puede ser crítico, cuando pierdes el sentido de la crítica, tú no puedes interpretar la realidad. En cambio, los artistas sí suelen tener más independencia en ese sentido. Además de cultivar criterios, que son inconvenientes cuando estás militando. Pero cuando estás haciendo arte necesitas criterio y necesitas cultivarlo. Ahí si veo una gran diferencia. Si estás en el oficialismo o en la oposición te polarizas, porque necesitas simplificar el mundo en una forma binaria, ellos o nosotros. Creo que eso no le hace ningún favor a nadie, pero los políticos piensan que sí.
La política en Venezuela es tan elemental, tan precaria, que impide hacer la interpretación que pudiera hacer el arte en general.
Sí, estoy de acuerdo. La política necesita que todos estemos alineados y miremos hacia el mismo lugar y apuntemos a la misma meta. Pero yo creo que desde la crítica nacen las mejores cosas. Sin crítica no hay mejoría, te quedas estancado en un mismo lugar. Discutiendo una y otra vez sobre lo mismo.
¿Venezuela como crisis no es algo repetitivo? ¿No es un tema agotado? ¿Qué tanto puede afectar tu trabajo?
Muchísimo. Del país se fueron muchos periodistas internacionales con los que yo trabajé. Los que quedan, los puedo contar con los dedos de una mano. Entonces, los trabajos se hacen desde afuera hacia adentro, pero yo preferiría que las coberturas de prensa se hicieran como las veníamos haciendo, pero también viendo y conociendo. Estos periodistas se fueron por la crisis, ya no aguantaban vivir acá. Aparte de que el ojo del huracán está sobre la guerra de Ucrania o del Medio Oriente. Sí, eso afecta mi trabajo en cuanto a encargos que pudiera recibir. Sin embargo, yo sigo pensando que lo que vivimos es tan complejo, tan difícil de explicar, que necesito recursos nuevos para tratar de entenderlo. La brecha social, por ejemplo, está creciendo, aunque ha aumentado el PIB. Lo que nos convierte en una bomba de tiempo. Aquí puede estallar la violencia social en cualquier momento. ¿Es horrible? Sí. ¿Me afecta como fotoperiodista venezolana? Sí, pero como una mente sin espíritu me parece interesante. Tratar de entender lo que está pasando.
¿Mente sin espíritu?
…Como si se pudiera desligar.
¿Algún escritor venezolano que te haya influenciado?
Sí, Barrera Tyszka. Patria o Muerte me gustó muchísimo. Tengo presente una escena en la que una niña acompaña a su papá que era jardinero a la casa donde trabajaba. A la niña le dan de beber un vaso de agua y la dueña de la casa le recuerda a la mujer del servicio que hay otros vasos para ella. Un vaso de plástico. La reflexión que hace esa niña, siendo adulta, para mí fue durísima. También me gusta Sánchez Rugeles. Lo leí cuando era chama.
Sí, pero ya no estás para la literatura juvenil.
¡Exacto!
***
* Fotógrafa, TEDx speaker y exploradora de National Geographic basada en Caracas, Venezuela. En 2023 ganó dos premios POY Latam, uno en la categoría “Nuestra Mirada” y otro en “Identidad y género”. Es Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Católica Andrés Bello y ex alumna del International Center of Photography, donde fue becada. Ha colaborado con varias publicaciones internacionales como The Washington Post, The New Yorker, El País y Time Magazine. Es cofundadora del colectivo Ayün Fotógrafas y del taller Ojo Pelao. Su libro Temporada de mangos (Raya Editorial) fue publicado este año. Es becaria de IMMF, National Geographic Society y Vist Projects.
Utiliza diferentes formatos y un enfoque perceptivo de la magia para contar historias representativas sobre género, medio ambiente y fenómenos sociales que ponen la dignidad de los participantes en el centro de la narrativa.
Hugo Prieto
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