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[Actualizado] Venezolanos en Perú: La xenofobia nuestra de cada día

08/08/2018

ACTUALIZACIÓN 8 DE AGOSTO DE 2018

Hay días que pienso que nunca terminaré de actualizar este post. Como conté en la pieza original, que publiqué aquí en febrero de 2018 y que también forma parte del libro No hemos entendido nada: Qué ocurre cuando dejamos el futuro de la prensa a merced de un algoritmo (Debate, 2018), a principios de este año programé una alerta de Google News con la palabra “venezolanos”. Esa alerta me sirvió para monitorear el tratamiento que la prensa peruana ha dado a la migración venezolana.

Aun con el post publicado (el quinto más leído de la corta historia de este blog) y con el libro ya en librerías, opté por no desactivar la alerta. Por dos razones, una personal y otra profesional. Ambas relacionadas.

Primero la personal:

Elda Cantú es mi esposa. Algunos de los lectores de este blog conocerán su trabajo como periodistaeditora y profesora. Elda –o Lizzy, para los amigos– es mexicana y vive hace ocho años en Lima. De hecho, Elda vive en Lima hace más tiempo que yo.

Esto último, por supuesto, requiere una explicación. Si bien yo nací y crecí en Lima, en el año 2001 emigré a España. Partí como estudiante universitario, tuve mucha suerte y me fui quedando. Empecé a trabajar como periodista, abandoné la carrera, seguí trabajando como periodista y así pasaron casi 11 años. No regresé a vivir a Lima sino hasta abril de 2012, hace poco más de seis años. Fue aquí, de vuelta en mi ciudad natal, trabajando en la revista Etiqueta Negra, donde conocí a la que hoy es mi esposa y, primero, fue mi editora y cómplice.

Tanto Elda como yo sabemos, de maneras distintas, lo que es ser extranjero en un país de acogida. Y, si bien creo que ambos podemos decir que hemos tenido mucha suerte y podría considerársenos privilegiados, sabemos también lo que es estar solo en una ciudad que no es la tuya buscándote la vida.

Eso nos lleva a la razón profesional. Como ocurre con muchos otros escritores, a veces la experiencia personal suele configurar los temas que nos interesan u obsesionan.Desde el año pasado, Elda y yo estamos siguiendo de cerca lo que ocurre con la migración venezolana en el Perú.

Esta fue la primera pieza que ella escribió al respecto para The New York Times en Español a finales de marzo de 2017:

Hace poco, Elda y yo terminamos de grabar un reportaje sobre el tema del que no puedo decir más porque los editores no me han autorizado a ello, pero será publicado pronto y, si les interesa, podrán escucharlo.

Desde que escribí originalmente ese post del blog, día tras día, he seguido recibiendo en mi buzón de Gmail un email que me alerta sobre lo que los medios peruanos vienen haciendo cuando hablan de “venezolanos”. Durante un tiempo el interés en las noticias relacionadas con “venezolanos” disminuyó, así como el morbo o amarillismo con que estas se redactaban y titulaban. Lastimosamente, esa caída no duró mucho.

La curva en la producción de noticias y amarillismo de los medios peruanos a la hora de tocar la migración venezolana coincide, por lo que he ido viendo estos meses, con esta otra curva:

Ese es un cuadro de Google Trends que mide el interés de los usuarios peruanos de Google a la hora de buscar el término “venezolanos”. A quien le interese la manera en que funciona Trends y la forma en que influye en la producción noticiosa de los medios, puede leer la pieza original, que se encuentra abajo de esta actualización.

Como ven en el cuadro, el interés de los internautas peruanos ha escalado de forma notable en las últimas semanas. Voy a ponerlo en perspectiva para que entiendan la magnitud de esa escalada. Este cuadro se encontraba en la pieza original:

¿Ven ese pico fechado entre el 21 de enero y el 27 de enero de 2018?

Bueno, ese pico, el valor máximo de interés en las búsquedas de Google peruanas de la palabra “venezolanos” a principios de este año, es casi imperceptible comparado con el nuevo pico hoy, ubicado al extremo derecho de este otro cuadro:

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el interés de los internautas peruanos por la palabra “venezolanos” a la hora de buscar en Google se ha duplicado.

¿Cómo ha ocurrido esto?

Como decía al inicio, hay días que siento nunca dejaré de actualizar este post. De unas semanas a esta parte, no hay día en que no me tope con varias “noticias” que responden a las características que describí en el post original:

–La edición digital de uno de los principales diarios peruanos publica —al igual que varios otros medios pero en mayor cantidad— una serie de notas en las que el énfasis está puesto en la confrontación o conflicto entre inmigrantes venezolanos y ciudadanos peruanos.

–Casi todas esas notas están confeccionadas a partir de videos o audios o mensajes publicados en redes sociales por terceros. Los redactores que utilizan ese contenido reproducen en sus notas la mínima información que trae el video o post respectivo sin indagar nada más. Sin siquiera preocuparse por averiguar el nombre de los protagonistas de su “noticia”.

Noticias como esta:

O, aun peor, como esta:

Voy a detenerme un momento a analizar esta última. Pueden leerla en su habitat natural aquí (si es que no la borran antes).

Este es el cuerpo de la noticia:

Las cámaras de vigilancia de la Municipalidad Provincial de Tumbes grabaron a un grupo de ciudadanos venezolanos cuando posaban para una foto con un arma blanca en la mano, para luego intentar arrebatarle su celular a un transeúnte quien felizmente logró escapar.

El hecho se registró a la 1:00 de la mañana en las inmediaciones del paseo Triunfino, donde se encontraban dos venezolanos, uno de ellos le toma una foto a su compatriota, quien posa con una navaja en la mano derecha en media calle.

Sin embargo, minutos después utiliza el arma blanca para amenazar a un conductor de una mototaxi que transita por el lugar, a manera de juego se desafían pero luego se dan las manos de manera efusiva. No contentos con el hecho, se percatan de la presencia de un transeúnte, quien habla por celular, mientras uno sube al vehículo el otro se abalanza a su víctima, quien logra esquivar al delincuente después de haber guardado el celular en su bolsillo.

Alertados por la central de monitoreo un patrullero ya estaba en el lugar quien inicia una persecución del vehículo que fue registrado por las cámaras para identificarlos plenamente y advertir a la ciudadanía que tenga mucho cuidado.

La nota de La República va acompañada de un video. Pueden verlo en la nota original. O, si quieren seguir leyendo, pueden verlo aquí abajo:

Por suerte, La República no es el único medio que se hizo eco del asalto fallido de esa peligrosa banda de venezolanos en las calles de Tumbes. El video de arriba proviene de la edición de mediodía de 24 Horas, el noticiero televisivo de Panamericana Televisión. Es el mismo que publica La República en su página web. Con una diferencia.

Si uno lee la nota de La República y ve el video mudo –se trata de una cámara de seguridad que no registra audio– que la acompaña, y que también emitió 24 Horas, resulta casi inevitable hacerse la siguiente pregunta: ¿Cómo sabe el redactor de La República o el reportero de 24 Horas que los fallidos asaltantes son venezolanos?

Por suerte, el reportero de 24 Horas entrevista a un responsable de la Gerencia de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad Provincial de Tumbes, quien, ojalá, consiga aclararnos este punto.

¿Qué dice este responsable de la municipalidad? Dice, exactamente, lo siguiente: “Se encontraban tres ciudadanos. Al parecer venezolanos, ¿no?”

Pueden, de hecho, ver el momento exacto aquí:

Voy a repetirlo: “Se encontraban tres ciudadanos. Al parecer venezolanos, ¿no?”

¿Cómo sabe el responsable de la municipalidad de Tumbes que los ciudadanos son “al parecer venezolanos”? Ni idea, no lo dice.

¿Se lo preguntó el redactor de 24 Horas? No lo sabemos. No lo muestran en el video.

¿Tiene el redactor de La República idea de cómo es que la Municipalidad Provincial de Tumbes, proveedora del video, sabe que los frustrados asaltantes son venezolanos?No. O, al menos, no lo cuenta en su nota. No es descabellado imaginar que si lo supiera, lo mencionaría. De hecho, en un momento de su nota dice que “un patrullero ya estaba en el lugar quien inicia una persecución del vehículo que fue registrado por las cámaras para identificarlos plenamente  (sic).

Pero, si los identificaron plenamente, ¿cómo es que no conocemos sus nombres? ¿cómo es que el responsable de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad Provincial de Tumbes, a la mañana siguiente, sigue diciendo “al parecer venezolanos”? De nuevo, no lo sabemos.

Es así, con esa irresponsabilidad, con ese apetito por clicks rápidos y sin ningún rigor periodístico, que se consigue que los internautas peruanos dupliquen sus búsquedas en Google del término “venezolanos”. Así, sin verificación alguna y con titulares amarillistas, que se consigue atizar y encender el fuego de la xenofobia.

Espero que estén contentos.

POST ORIGINAL

A principios de enero de 2018 programé una alerta de Google News para la palabra “venezolanos”.

Días antes había notado que aumentaba el uso de ese término en titulares de la prensa peruana. Así que quise comprobar si se trataba solo de una impresión guiada por mi propia filter bubble o si, en efecto, los medios peruanos estaban abusando de las notas negativas o “polémicas” protagonizadas por inmigrantes venezolanos.

Estos son algunos de los titulares que fueron apareciendo en mi bandeja de entrada:

Además del uso del gentilicio en el titular, lo que todas esas notas tienen en común es que están hechas a partir de contenido publicado por usuarios de redes sociales: Facebook, WhatsApp o Youtube (además de un servicio de mensajería y un repositorio de videos, estas dos últimas también son redes sociales, si nos guiamos por la famosa definición de Kaplan y Haenlein).

Ese contenido producido por usuarios de redes sociales, según nos cuentan los titulares y bajadas de las notas, se hizo “viral”, “conmocionó”, “enojó”, generó “polémica” o “debate” entre los usuarios de esas plataformas. Y es esa supuesta viralidad la que, parece, justifica su publicación.

Pero hay un detalle más, que pasa desapercibido si uno se queda solo en los titulares. Ninguno de los “venezolanos” protagonistas de la noticia tiene nombre. NI UNO. No sabemos, y no es arriesgado suponer que los redactores tampoco (de lo contrario lo habrían consignado en alguna parte de sus notas), cómo se llama uno solo de los venezolanos mencionados en esos titulares. Repito: NI UNO.

Esta de arriba es tan solo una pequeña selección de notas, pero basta para hacernos una idea de qué guía el interés de los editores y/o redactores de esas webs, al menos a la hora de seleccionar y publicar estas noticias: el conflicto entre venezolanos (ellos) y peruanos (nosotros).

Cualquier conflicto. Por trivial o ridículo que sea.

Incluso este:

Este es el cuerpo de la nota del diario La República, hoy desaparecida de su página web (volveré sobre esto más adelante), y ya solo accesible en la copia almacenada en caché de Google. Las negritas son mías:

Llaman la atención. Miles de usuarios de en las redes sociales [sic], especialmente en YouTube, se han mostrado sumamente indignados luego de que se hiciera viral un video que muestra cómo una pareja de venezolanos queda asqueada tras probar una vaso de chicha morada. Sigue leyendo para más detalles.

Como se puede apreciar en el video, que tiene miles de reproducciones en YouTube, una pareja de venezolanos se encontraba comiendo hamburguesas y decidieron acompañarlas con un vaso de chicha morada.

“Vamos a comer unas hamburguesitas y tuvimos la ‘brillante idea’ de pedir chicha morada”, dice la muchacha enfocando a su amigo, quien hace un gesto como de disgusto, algo que ha disgustado a miles de peruanos en YouTube.

De acuerdo a la autora del video, que ha sido muy criticado en YouTube y otras redes sociales, la muchacha venezolana había probado anteriormente chicha morada; sin embargo, no le había gustado en absoluto.

Ella y su acompañante esperan que esta vez, la chica morada [SIC] sepa mejor y comienzan a probar la bebida. “No tiene mayor ciencia”, se puede escuchar decir al joven venezolano.

Por su parte, la chica venezolano tras probar la chicha morada aseguró que “sabe horrible”.

Que unodostres y hasta cuatro medios establecidos decidan convertir en noticia el video de una pareja de jóvenes que se graban probando una bebida en un restaurante y lo comparten en sus redes sociales, me recordó una carta al director que publicó el diario El País en diciembre de 2016:

Un par de años antes, otro lector, este de la edición sevillana del diario ABC, había enviado y conseguido que le publicaran una carta similar:

La clave se encuentra en una frase casi idéntica que comparten ambas cartas: “Ya que la gente cuenta todo por redes sociales, he pensado que a lo mejor podría interesar a los lectores de este periódico”. El lector del ABC va un poco más lejos aún: “Ya que se comparte información sin interés alguno para la gran mayoría, hagamos que se entere más gente aún”.

La broma de ambas cartas reside en una pregunta para la que todos —si somos sinceros con nosotros mismos como periodistas— tenemos la misma respuesta: ¿Por qué habrían de interesar esas nimiedades —que a alguien se le caiga un vaso de cristal, que a un segundo le cambien el colchón o que un tercero coma “una tapita de queso”— a los lectores de un diario?

Por ninguna razón.

En esa línea, ¿por qué habría de ser una información valiosa para los lectores de un medio noticioso que dos extranjeros —quienes, al igual que en los otros ejemplos consignados párrafos arriba, no tienen nombre— opinen que la chicha morada “sabe horrible”?

En principio, de nuevo, por ninguna razón. Pero, además, ¿cuál es la necesidad de incidir en una polémica tan ridícula en el contexto de otras tantas notas que hacen énfasis en ese “ellos” versus “nosotros”; que alientan, seguro sin querer, a la xenofobia?

Para saberlo, y dado que tanto La República como Correo han sido los dos medios más pródigos en este tipo de notas entre enero y febrero, me comuniqué con sus editores. Lastimosamente, el director digital de Correo, Antonio Manco, nunca respondió a los varios mensajes que le escribí.

Por suerte, el editor general web de La República, Rider Bendezú, sí contestó al mensaje de Facebook que le escribí el martes 12 de febrero explicando que quería hacerle algunas preguntas.

Sin embargo, mientras esperaba su respuesta, ocurrió algo que me llamó la atención. Algunas de las notas sobre las que quería conversar con Bendezú empezaron a desaparecer del site de La República. No todas, pero por lo menos cinco de ellas. Incluida la titulada: YouTube viral: Venezolanos prueban chicha morada y hacen polémico gesto [VIDEO].

Cuando unas horas después de mi primer mensaje pudimos hablar por teléfono, le pregunté a Bendezú cuál era el sistema o procedimiento para producir esas notas. ¿Eran iniciativa de un redactor concreto o eran encargos de un editor? ¿Era él consciente de que notas de esas características alentaban a la xenofobia?

Y, también, ¿cuál creía él que era el interés periodístico de notas como “Polémica en Facebook: Graban a peruano y venezolano peleándose en bus”, “Facebook Viral: Polémica por venezolana que llama ‘feos’ y ‘mutantes’ a peruanos” o “Via WhatsApp: Venezolanos insultan a peruanas en audio filtrado”?

Antes de responder, Bendezú me dijo que había visto unos tuits que yo había publicado días antes y consideraba injusto que acusara a La República de alentar la xenofobia.

Estos son mis tuits:

Lo primero que le dije al editor web de La República fue que quizá me había expresado mal. Yo no creía que él, sus redactores o incluso el diario fueran xenófobos. Creía sí que, al intentar satisfacer un supuesto interés de sus lectores o al hacerse eco de manera irreflexiva de una parte de la conversación que ocurre en redes sociales, estaban alentando a la xenofobiaCreía que esa incitación a la xenofobia era un daño colateral producido por la ausencia de un adecuado proceso de selección de lo que es o no es noticia.

“Dices que las publicamos en busca de clicks, pero esas notas no son las más vistas”, me dijo Bendezú. Si ni siquiera es ese el motivo, repliqué, ¿por qué las publican? ¿cuál es el criterio detrás?

“El diario tiene una postura clara a favor de la migración venezolana”, me dijo. De hecho, “contamos con dos redactoras venezolanas en la redacción, que entraron por un proceso regular de selección y a las que pagamos igual que a sus compañeros”.

La República, me dijo también el editor, ha publicado 142 notas sobre Venezuela o venezolanos de noviembre a esta parte. Y ha publicado varios editoriales —el “mejor lugar para expresar la posición de un medio comunicación”, a su entender— en contra del régimen de Maduro y de los, por ahora, pequeños brotes de xenofobia.

Eso es precisamente lo que me llama la atención, le dije. Si el diario tiene esa línea editorial, cómo es posible que no vean que con estas notas, que no son pocas, están atizando la xenofobia de una parte de sus lectores. ¿Cuál es la razón para publicarlas? ¿Cuál es el criterio periodístico?

Bendezú respondió que las notas sobre venezolanos se encontraban todas dentro de la sección que el site de La República denomina Tendencias. Es decir, según sus propias palabras, “contenido que se está haciendo viral en redes sociales, del que están hablando los usuarios de redes sociales”. Esas notas, me dijo el editor, “no tienen el ADN de La República, y por eso se agrupan en esa sección, se colocan un en lugar específico de la página web y se destacan incluso con un señalizador rojo que dice TENDENCIAS”. Son, continuó, “notas que los usuarios no deberían leer, pero lastimosamente leen, como las notas de espectáculos”.

A continuación, el editor mencionó un artículo escrito por él y publicado en la web del diario en febrero de 2017, donde ya apuntaba esa diferencia entre uno y otro tipo de notas. En su texto Bendezú decía:

En nuestra página de Facebook compartimos notas de todas las secciones de la web. Sin embargo, las publicaciones de entretenimiento son criticadas por no ajustarse a la línea editorial que acompañó a la marca La República por muchos años.

La redacción web no es ajena a estas críticas y es por ello que no descuidamos la publicación de #noticiasQueimportan. Lo que también tenemos claro es que en Internet el consumo de contenidos no solo es noticioso y por eso tenemos las secciones de Espectáculos y Ocio.

Contrario a lo que quisiéramos, las #noticiasQueimportan no son las más leídas, esa atención se la roban las publicaciones de entretenimiento, pese a ser las más vilipendiadas en redes sociales.

Luego de leer el texto, le pregunté: Entonces, en esa línea, ¿esas notas sobre venezolanos que hemos estado comentando, algunas de las que han retirado ya, serían #noticiasQueNoimportan?

La respuesta de Bendezú fue: “Por algo han estado en la sección Tendencias”.

¿Qué tipo de verificación habían realizado? ¿Habían intentado contactar a las personas que protagonizan las notas o que colgaron los videos en redes sociales?Bendezú me dijo que no. Que en estos casos comprobaban que los videos fueran recientes y no que se publicaran como nuevos cuando habían ocurrido hace ya tiempo, pero nada más.

¿Basta entonces con que el video sea publicado por un usuario de alguna red social? El editor digital de La República me dijo que no creía que hiciera falta más verificación, que el hecho había ocurrido y estaba registrado. No hacía falta tampoco conocer los nombres de las personas implicadas.

Por último, le pregunté por qué habían borrado algunas de las notas. “Por autorregulación”, me dijo. “Creo que algunas notas no debieron ser publicadas. No tenían mayor interés y ya han sido retiradas”.

¿Y no pensaba, como editor, que los lectores merecían algún tipo de explicación? ¿Iban a colocar alguna indicación sobre la desaparición de esos artículos? “No veo por qué, tiene que ver con nuestra autorregulación. Si te mostrara los mensajes que recibimos, los lectores no se han quejado por esas notas, nosotros hemos tomado la decisión de sacarlas, no veo por qué habría que explicarlo”, me dijo.

Recapitulemos.

1.-La edición digital de uno de los principales diarios peruanos publica —al igual que varios otros medios pero en mayor cantidad— una serie de notas en las que el énfasis está puesto en la confrontación o conflicto entre inmigrantes venezolanos y ciudadanos peruanos.

2.-Todas esas notas están confeccionadas a partir de videos o audios o mensajes publicados en redes sociales por terceros. Los redactores que utilizan ese contenido y colocan titulares como “YouTube viral: Venezolanos prueban chicha morada y hacen polémico gesto [VIDEO]”reproducen en sus notas la mínima información que trae el video o post respectivo sin indagar nada más. Sin siquiera preocuparse por averiguar el nombre de los protagonistas de su “noticia”.

3.-El editor del site considera —contraviniendo conocimientos básicos de cómo leen los usuarios en Internet: los usuarios que acceden a noticias en páginas web no reconocen las secciones en que están publicadas, de hecho muchos de los que acceden a ellas a través de redes sociales ni siquiera reconocen o recuerdan las cabeceras que las amparan— que esas notas no representan la línea del diario, que de hecho son “notas que los usuarios no deberían leer” y que no hay problema porque se publican dentro de la sección Tendencias.

Pero, además, piensa que son un asunto menor ya que el site del diario “ha publicado 142 notas” sobre Venezuela o venezolanos y no todas son como las que he mostrado párrafos arriba.

Como si no estuvieran todas —las #noticiasQueimportan y las que supuestamente no— amparadas por la cabecera/marca del diario y no fueran distribuidas a través de sus redes sociales.

Como si los procedimientos periodísticos no fueran aplicables a unas y otras. Como si la publicación de artículos en un medio fuera un juego de suma cero, donde unas notas “positivas” o debidamente reporteadas anularan las “negativas” o confeccionadas sin respetar el más mínimo proceso de verificación.

Como si, en Internet y en redes sociales, el reino de la ausencia de contexto, cada nota no debiera justificarse y defenderse a sí misma.

4.-Días después de publicadas, algunas de esas notas son eliminadas de la página web del diario. El editor responsable considera que los lectores, aquellos que han leído e incluso compartido o comentado las notas en sus redes sociales, no merecen ninguna explicación. Basta con eliminarlas sin más.

Rider Bendezú es un periodista experimentado, según él mismo me dijo lleva más de seis años trabajando en periodismo digital. Es, desde hace un año, jefe de edición digital de La República, además de profesor universitario de periodismo y comunicación digital, como indica su propia página de LinkedIn.

Es por ello que me sorprenden sus respuestas.

Uno de los vicios habituales en la crítica a medios en redes sociales es culpar de los errores a los becarios o practicantes. Cada vez que un gran medio o una marca noticiosa conocida publica una tontería o incurre en una falla relativamente grave, y es castigado o criticado por los lectores, no falta quien levante la voz y el dedo acusador para decir: “se nota que ya solo trabajan ahí practicantes” o “seguro dejaron solo al practicante”.

Cualquiera que haya trabajado en una redacción sabe que esto no es cierto. La mayoría de medios emplea becarios o practicantes pero estos son un porcentaje pequeño de la planilla. Además, al igual que cualquier otro redactor, un practicante se encuentra bajo la autoridad y supervisión de un editor, aun cuando a muchos editores esto parece olvidárseles en el día a día.

No son practicantes los que deciden convertir en noticia cualquier irrelevancia que haya conseguido capturar la atención de un puñado de usuarios de redes sociales. No son ellos los que deciden publicar ese video, esa polémica, ese audio de WhatsApp sin llevar a cabo ninguna verificación.

Son sus editores los que han tomado previamente la decisión de prescindir de los procedimientos básicos del periodismo y dejar el poder de selección de noticias al vaivén de la conversación en redes sociales.

¿Por qué? Podemos encontrar una pista en la última columna del periodista Fernando Vivas publicada este miércoles 14 en el diario El Comercio:

El periodismo tiene herramientas para saber que el público se interesa por sucesos protagonizados por venezolanos, aunque sean banales. Y la lógica del SEO (Search Engine Optimization) recomienda, a los medios, titular notas con palabras claves como ‘venezolano’. ‘Sismo’ es otra palabra clave; por eso, bromeando con un colega, le aposté que escribiría una columna con las dos. No me digan que el video de un venezolano asustado ante su primer temblor no sería un viral.

El mismo Vivas señala líneas después:

Ahora bien, no todo lo que le guste a la gente es pertinente. La ética no depende de razones comerciales.

A continuación, Vivas se extiende en una confusa explicación en la que intenta justificar (para luego rechazar él mismo esa justificación líneas más adelante) la publicación de notas donde se destaca de manera gratuita la nacionalidad venezolana de sus protagonistas porque “PPK y la oposición fujimorista coincidieron con satanizar a Maduro al punto de promover concesiones especiales para migrar”.

Pero voy a centrarme en “la lógica SEO” de la que habla el columnista. Como señala Vivas, existen diversas herramientas para detectar palabras claves que interesan a los usuarios de Internet.

Cuando se habla de SEO, estamos hablando de técnicas para aprovechar el interés de los usuarios de buscadores. Teniendo en cuenta que entre el 86.87% y el 91.74% de las búsquedas de Internet se hacen en Google, cuando hablamos de técnicas para SEO estamos hablando exclusivamente de Google.

Este es un cuadro de Google Trends que muestra el aumento de las búsquedas que incluyen la palabra “venezolanos” realizadas por usuarios peruanos o conectados desde el Perú:

Como ven, la escalada de interés comienza a mediados de enero y alcanza sus picos —100 representa el valor máximo en la escala de interés de Trends— a finales de ese mes y principios de febrero. Es decir, en las fechas en que fueron publicadas todas las notas que he reseñado párrafos arriba.

¿Qué hecho particular generó ese aumento en el interés de los internautas peruanos por la palabra “venezolanos”?

El 24 de enero, los dos diarios principales del país, El Comercio y La República, daban cuenta de las declaraciones de Eduardo Sevilla, superintendente nacional de Migraciones, quien informaba que “actualmente hay más de 100 mil ciudadanos venezolanos en calidad de turistas, con Permiso Temporal de Permanencia (PTP) y residentes”.

Esa misma semana, unos días después, el congresista Justiniano Apaza declaraba a El Comercio:

Creo que el Ejecutivo debe tomar una decisión. El problema es el ingreso masivo que hay ahora [de ciudadanos de Venezuela]. Creo que hay que poner restricciones o, en todo caso, regular su ingreso.

A Apaza le respondieron varios de sus colegas, rechazando sus declaraciones. Así como algunas caras conocidas de la televisión peruana, que criticaron su postura. Además de un par de activistas venezolanos residentes en Lima.

La cuestión venezolana, enfocada ahora en el adecuado o excesivo número de migrantes procedentes de ese país, se convirtió en pocos días en un tema popular en sites noticiosos y redes sociales, razón por la cual, como indicaba unos párrafos arriba, se dispararon las búsquedas del término “venezolanos” en Google.

En consecuencia, varios medios, sobre todo La República y Correo, empezaron a publicar cualquier nota que tuviera la palabra venezolanos en el titular.

El ciclo es más o menos así:

-Los medios hablan de un tema.

-El tema, por las razones que sea, llama la atención de los usuarios de Internet, elevando su presencia en Google y redes sociales.

-Como los usuarios de redes sociales están hablando de ese tema, los medios ahora buscan producir más notas al respecto, para lo que se sirven del contenido producido por los usuario de redes sociales.

-Las nuevas notas refrendan el interés de los usuarios y el posicionamiento del tema en cuestión en Google y redes sociales, así que los usuarios vuelven a responder produciendo nuevo contenido, que una vez más es levantado por los medios y convertido en notas.

-Y así hasta que los usuarios de redes sociales se aburren y pasan a otra cosa.

-Nuevo tema y vuelta a empezar.

Lo hemos visto una y otra vez. La última, gracias al famoso lomo saltado de 65 soles queinundó redes sociales y titulares hace un par de semanas. Lo vimos también a mediados de enero cuando un restaurante de comida china fue injustamente acusado de servir carne de perro. Y, antes, a finales de noviembre cuando se difundió un absurdo audio de WhatsAppque supuestamente explicaba las razones del resultado analítico adverso de Paolo Guerrero.

Y lo estamos viendo ahora con cualquier asunto protagonizado por “venezolanos”.

Ocurre que la mayoría de veces estas notas producidas a partir de contenido de usuarios de redes sociales (un video, una foto, un audio, un comentario airado) y que no se verifican de ninguna forma versan sobre temas menores, o que los editores consideran menores: escándalos de farándula, pequeños accidentes sin graves consecuencias, quejas de consumidores, charlas intrascendentes entre desconocidos de carácter supuestamente humorístico, y un largo y tedioso etcétera.

Como ya he explicado en otra ocasión, muchos periodistas, incluso los encargados de redactarlas, ven con desdén ese tipo de noticias y consideran que, dada su liviandad, los principios o procesos periodísticos no aplican para ellas. Si van a ir en la sección virales o tendencias, para qué cuestionar su pertinencia, relevancia o siquiera verificarlas.

Aquí unos cuantos ejemplos de notas publicadas ayer 14 de febrero en la sección Tendencias del diario La República:

¿Hay un OVNI en un Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA (¿?) como invita a pensar el artículo? Es improbable. Tanto que la nota ni siquiera señala el nombre o ubicación del supuesto laboratorio. Pero qué más da, la imagen de Google Maps es “impactante” y se ha hecho “viral.

¿Le importa a la audiencia de un medio de comunicación que una mujer desconocida descubra a través de unos mensajes de WhatsApp que su esposo le es infiel con una amiga? No. Tan irrelevante parece ser, que los redactores ni siquiera han hecho el esfuerzo por identificar a los involucrados ni averiguar dónde se encuentran. Qué importan esos detalles, si se trata de un “WhatsApp viral”

¿Existe algún interés periodístico en que un par de supuestos amigos no identificados discutan a través de WhatsApp sobre unas supuestas fotos pornográficas (“pack”)? No, pero como dice la nota, “la conversación es tendencia en las redes sociales” y eso basta para que un redactor utilice unas cuantas capturas de pantalla y redacte otro artículo más de Tendencias.

Pero qué ocurre cuando se aplica esa misma laxitud, esa misma inconsciencia e irresponsabilidad periodística, habitualmente empleadas en notas que los mismos editores consideran que “los usuarios no deberían leer”, a un asunto con tintes serios.

¿Qué ocurre cuando ya no se trata de un OVNI inexistente o una irrelevante conversación en WhatsApp, sino del bienestar de un amplio grupo de personas huyendo de una situación de emergencia y acomodándose en un país que no es el suyo?

Bueno, ocurre lo que hemos visto al comienzo de este artículo. Ocurre que, al abdicar de su responsabilidad como editores, es decir, al renunciar a aplicar criterios periodísticos y optar por guiarse únicamente por aquello que “se está viralizando” en redes sociales, están alentando la xenofobia que sus propias páginas editoriales dicen combatir.

Lo más saltante, si se quiere, no es que estén incitando a la xenofobia, sino que lo estén haciendo de forma tan irresponsable, sin siquiera reparar en ello. Amparados en contenido producido por terceros que no someten a la más mínima verificación. Y excusándose en que son los temas de que están “hablando los usuarios de redes sociales”, son unas pocas notas y que las publican solo en la sección Tendencias.

Reduciendo sus medios, una vez más, a meros repetidores de aquello que se hizo “viral”, “conmocionó”, “enojó”, generó “polémica” o “debate” entre los usuarios de redes sociales. A los que han convertido, de facto y ad honorem, en editores jefe de esas páginas web.

***

Este artículo fue publicado originalmente en el blog No hemos entendido nada, de Diego Salazar.


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