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Una de las primeras declaraciones de Fernando Batista como entrenador de la Vinotinto fue la siguiente: “El fútbol te da esos ratitos de alegría. Ojalá se la podamos brindar a todos los venezolanos que estén por el mundo, adonde le toque ir a la selección; si no, cuando nos toque estar en Venezuela. (…) La selección y el proyecto están por arriba de los nombres”. La Vinotinto acababa de ganar un partido contra Arabia Saudita (2-1, en Yeda). Fue luego de la salida de José Pékerman como seleccionador.
Era un tiempo confuso, marzo de 2023. Pékerman tenía la obligación de tantos otros, clasificar al equipo a su primer Mundial. Se fue antes de intentarlo. La Vinotinto, otra vez, estaba a la deriva y el crédito de la afición seguía consumiéndose. Fernando Batista, que formó parte de su cuerpo técnico, fue anunciado para el cargo el 10 de marzo de 2023. Más allá de su experiencia en categorías menores de Argentina y su pasado como futbolista, su capacidad como entrenador nacional de mayores era una incógnita.
Un año después, el escenario es distinto. Aquella declaración inicial del entrenador se ha materializado de forma parcial. La Vinotinto tiene un estilo de juego más reconocible que en otros momentos —caso José Peseiro y José Pékerman—. Se han dado algunos resultados relevantes —en la de mayores y también en algunas categorías inferiores—. La afición, dentro y fuera de Venezuela, parece vivir una relación saludable con el equipo.
Con la Copa América a la vuelta de la esquina —del 20 de junio al 14 de julio— y el regreso a las Eliminatorias a finales de 2024 —a partir del 5 de septiembre—, Venezuela aún no ha logrado nada concreto. Pero hay algunas cuestiones interesantes que repasamos a continuación, a un año del arribo de Fernando Batista para dirigir a La Vinotinto.
El juego y la clasificación
Luego del partido contra Arabia Saudita, Fernando Batista describió su equipo ideal: corto, “que sea de 40 metros, de jugar, prácticamente, en el campo rival”. Esto, si bien sigue siendo un pendiente, es algo que admite múltiples matices.
En aquel momento, primer partido de su gestión, convenía brindar optimismo. Con la sucesión de partidos, aparecieron los grises en el discurso y en el juego. Una cosa es tener conceptos y otra lograr ejecutarlos; sobre todo en ese tipo de puestos, en el que no se trabaja de forma constante con los jugadores y su nivel deportivo está sujeto a su rendimiento en clubes.
Con base en esto, Venezuela avanzó en el primer tramo de las Eliminatorias con un equipo corto, enfocado en resguardar el cero en el marcador y buscar oportunidades a campo abierto, con algunos tramos de presión alta en campo rival. ¿El resultado? Un equipo consciente de sus limitaciones y su potencial.
La Vinotinto de Fernando Batista compite mejor que los conjuntos de las dos anteriores eliminatorias. Puede alternar entre esquemas, es más pragmática y, lo más importante, el equipo de “las tres y” asume responsabilidades: Yordan Osorio, Yangel Herrera y Yeferson Soteldo son la base del equipo.
Se les esperaba desde hace algunos años. Lesiones y bajas de rendimiento mediante impidieron que pudieran estar. Hasta este momento. A ellos se han sumado Rafael Romo, Alexander González y Miguel Navarro como novedades en las alineaciones y, en términos generales, un rendimiento favorable. Mientras, Tomás Rincón, Josef Martínez y Salomón Rondón han ejercido de líderes ante una generación que aún sigue necesitando de su presencia en campo —caso de Salomón Rondón— y en el vestuario —el rol de liderazgo de Tomás Rincón—.
Aunque se trate de un plan de mínimos, protegiendo la arquería propia, el equipo no resigna opciones por las bandas y con salidas rápidas. Debe mejorar en la gestión de balón. Con esa nomenclatura de caracteres y pinceladas del estilo que busca el entrenador, la sensación es que Venezuela ha vuelto a ser un rival ante el que los adversarios tienen prudencia y no dan por ganados los puntos. En la tabla, eso se refleja en las 9 unidades y el cuarto lugar. Más allá de las matemáticas, los tres puntos logrados contra Paraguay y Chile, rivales ante los que el equipo suele flaquear, invitan a pensar que el cambio de mentalidad está en desarrollo.
La reconciliación con la afición
La brevedad de José Pékerman como seleccionador de Venezuela estuvo marcada por la distancia comunicacional. Se sabía poco sobre el equipo y lo que de él se pudiera sacar para alimentar distintos espacios (análisis, redes sociales o campañas publicitarias). Esa separación entre el cuerpo técnico, jugadores y medios de comunicación fue poner agua de por medio con la afición. La llegada de Fernando Batista cambió esa lógica acercando al equipo a medios de comunicación y aficionados.
La selección de Venezuela, de a poco, se va convirtiendo de nuevo en la Vinotinto, el símbolo más importante e integrador en la historia contemporánea del país. Comprender ese valor y cultivarlo, en el contexto local e internacional marcado por la migración, es algo clave que va más allá de lo deportivo.
Puede que el entrenador, con aquella declaración inicial sobre dar alegrías, estuviera pensando en eso. No es una mala estrategia: la Vinotinto necesita del apoyo de su gente en cualquier cancha de la región. Conviene recordar que hay al menos 7 millones 722 mil 579 venezolanos en el extranjero; de ese número, 6 millones 538 mil 756 se encuentra en América Latina y el Caribe. Dependiendo del país, hay suficientes venezolanos como para ser locales, incluso siendo visitantes.
El desafío inmediato: la Copa América
La más reciente convocatoria de Fernando Batista, para los partidos contra Italia y Guatemala, muestra una amplitud de la base de jugadores. La selección tiene ante sí la obligación de competir en el torneo, seguir construyendo el grupo que está para las Eliminatorias y dar minutos a quienes, dentro de un par de años, deberían tener mayor responsabilidad en el equipo. No es una alquimia sencilla. En el país no abunda el talento y hay una brecha generacional relevante. Resta ver cómo evolucionan en sus clubes.
Para seguir construyendo equipo y competitividad, Venezuela debería aspirar a pasar a segunda ronda en la Copa América. Y hacerlo de la mejor manera posible, con un juego reconocible, coherente con lo demostrado hasta ahora en las Eliminatorias. Este escenario reclama a los más capacitados, jugadores con experiencia por aquí y por allá. Pero, para septiembre, 2025 y 2026, es probable que la muestra de jugadores con los que se cuenta en la actualidad sufra cambios significativos. Entonces, ¿darle minutos o no? ¿Cuánto riesgo se corre? Las respuestas a esas preguntas las tienen, antes que el entrenador, los propios jugadores.
Nolan Rada Galindo
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