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Ramón Espinasa fue, para mi esposa Mercedes y para mí, un queridísimo amigo y mentor. Sentimos un profundo dolor por su partida temprana. Temprana porque era un hombre joven, estaba por cumplir 67 años, pero también porque su obra intelectual y profesional, de varias décadas, lo convertían en un actor clave para la reconstrucción de la industria petrolera y economía venezolanas, que todos confiamos empiece pronto. Ramón nos va a hacer una gran falta en esa inmensa tarea. Pocos como él estaban en capacidad de articular y ejecutar la creación de un nuevo marco institucional para que el petróleo se convierta en un motor prosperidad y para que a la vez superemos al petroestado y nos convirtamos en un país sustentable en el largo plazo. Afortunadamente, Ramón creó escuela, fue mentor de decenas de destacados profesionales, en PDVSA, el BID y en otras instituciones, que darán continuidad a su legado.
A principios de los setenta, Ramón se graduó de ingeniero industrial en la UCAB en una época de mucho activismo político y social. Allí estrechó vínculos con los jesuitas y una vez graduado trabajó en la organización de cooperativas cafeteras en Lara y sindicatos en Guayana. Le surgió la oportunidad de irse a estudiar a Europa, pero se sentía culpable de dejar el trabajo social. Según me contó, fueron sus amigos los sacerdotes Arturo Sosa y Luis Ugalde quienes lo convencieron de que se fuera a estudiar, que tenía mucho que dar al país con su trabajo intelectual. Y menos mal que así fue porque Ramón descolló en sus estudios de maestría en el Instituto de Altos Estudios Sociales de La Haya en Holanda y luego en su doctorado en Economía Petrolera en la Universidad de Cambridge en Inglaterra. Su tesis doctoral, que tuve el privilegio de leer en manuscrito, es un extraordinario y profundo análisis sobre la dinámica del mercado petrolero mundial. Es uno de los mejores trabajos que he leído sobre el tema y siguió informando su trabajo (y el mío) hasta el presente.
Pero lo de Ramón no era quedarse en la academia. Regresó a Venezuela a trabajar en la industria petrolera y allí desarrollo una exitosísima carrera de dos décadas que culminó en los noventa con su nombramiento como el primer economista jefe de PDVSA. A lo largo de esos años, además de sus brillantes análisis del mercado petrolero, desarrolló estudios sobre el impacto del petróleo en la evolución de la economía política venezolana. Demostró como no solo la cara rentista del petróleo había tenido un impacto sobre el desenvolvimiento de la economía, sino que la actividad productiva relacionada con su extracción, contrario a lo que se pensaba, había tenido un impacto fundamental. Ramón se transformó en uno de los autores intelectuales de la Apertura Petrolera de los noventa, liderizada por el presidente de PDVSA Luis Giusti. Más de un millón de barriles diarios de producción generada por la inversión privada fueron el exitoso resultado de esa estrategia. De hecho, a pesar de la destrucción a la que han sometido a la industria durante el chavismo, en la actualidad esos proyectos constituyen más de la mitad de la producción de Venezuela.
Conocí a Ramón cuando yo era estudiante de economía de la UCAB, a principio de los noventa. En ese entonces sus presentaciones en conferencias de economía eran legendarias. He conocido pocos con su brillante dominio del uso de gráficos para explicar tendencias de largo plazo. Ramón creó un equipo de primera en PDVSA. Reclutó a dos queridos amigos, Javier Peraza y Osmel Manzano, de los más brillantes estudiantes de esas generaciones de economistas. A mí también me invitó a participar, pero a pesar de lo tentador, le dije que prefería la academia a un trabajo corporativo. Aún así, se transformo en mi mentor y a menudo me invitaba a reuniones con su equipo. Cuando me fui a hacer el doctorado, de nuevo me ofreció una beca de PDVSA a cambio de regresar a trabajar con él. Como la Universidad de Stanford me otorgó financiamiento, no acepte su generoso ofrecimiento, pero durante la investigación de mi tesis doctoral hice dos pasantías en su oficina y tuve el privilegio de trabajar en varios proyectos con él y su equipo. Era un lugar fabuloso en que un día nos reuníamos a discutir de política con Diego Urbaneja o Luis Castro, al día siguiente discutíamos con Roberto Rigobón o Luis Carlos Palacios si el precio del petróleo era un camino aleatorio, o nos reuníamos con brillantes ejecutivos petroleros como Juan Szabo y Paul Reimpell a discutir la estrategia de la empresa. Le debo a la generosidad de Ramón buena parte de lo que sé sobre petróleo, economía, política, empresas estatales petroleras y un largo etcétera. En sus años de PDVSA fue mentor de destacados profesionales de las mejores universidades del planeta, como Harvard, MIT y LSE. Todos ellos le atribuyen a Ramón un rol determinante en sus carreras profesionales. Destacados venezolanos como Leopoldo López y Luis Pedro España están entre sus pupilos.
Ramón tuvo un rol muy prominente en la política económica de los años noventa. Dada la declinación de las capacidades del Estado venezolano, PDVSA tuvo que asumir un rol muy activo en esta área. De nuevo Ramón sobresalió por su brillantez. El presidente Caldera le ofreció dos veces ser ministro de Planificación y Teodoro Petkoff lo tuvo como uno de sus más cercanos colaboradores en el desarrollo de la Agenda Venezuela. Creo que fue sabio no haber aceptado ser ministro porque Ramón no estaba hecho para las intrigas y los sinsabores de la política, era de un corazón muy puro y generoso.
Con la llegada de Chávez al poder, a Ramón lo sacan de PDVSA, un durísimo golpe para él y sus muchachos. Siempre queriendo quedarse en Venezuela, por unos años trabajó entre Caracas y Washington con la CAF y el BID, y fue artífice de la creación del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA. Finalmente, la situación del país lo llevó a establecerse en el BID donde desarrolló una destacada carrera como economista líder del área de energía. Allí de nuevo hizo escuela formando a excelentes profesionales y desarrollando importantes agendas de investigación a nivel regional. En particular sus trabajos sobre el marco institucional petrolero en América Latina constituyen una referencia internacional y sirvieron en parte como sustento para el desarrollo de los modelos de agencias reguladoras de energía. Se transformó en una autoridad mundial de política energética, buscado como conferencista y consultor por gobiernos e instituciones a nivel global. También realizó excelentes análisis del ciclo de altos precios petroleros, regresando a los modelos de su tesis doctoral. Desde Washington también desarrolló actividad docente, principalmente en la Universidad de Georgetown, pero también ocasionalmente en el IESA y la Universidad de los Andes de Colombia, entre otras. En esta etapa coincidimos en varios proyectos y eventos, así como en las discusiones sobre Venezuela, a menudo junto a nuestro gran amigo de muchas batallas, Luis Pacheco. Pacheco y Espinasa formaban un dúo formidable tanto por su brillantez como por su calidad humana y humor.
El exilio fue duro para Ramón. Frecuentemente se levantaba soñando con regresar a Venezuela. Su pasión por Venezuela era solo comparable con su afición por el Barça o su amor por su familia. Extrañaba a su familia, a sus amigos y discípulos que no veía a menudo. Siempre me hablaba con profundo amor y orgullo de su hija Fernanda. En la última década, las estrellas parecían alinearse: se casó con Alicia, Fernanda se mudó a Washington, se jubiló pero siguió trabajando como consultor en proyectos que le encantaban y con muchos de sus mejores amigos involucrados. Me dijo: “No recuerdo haberme sentido tan contento y en paz en mucho tiempo”.
Lamentablemente una enfermedad del hígado lo afecto el año pasado y su salud se empezó a deteriorar. Una semana antes de su partida tuve el privilegio de ir con Mercedes a visitarlo, fue un momento muy bonito y emotivo, pero a la vez muy duro y triste. Estaba rodeado de su familia, de dos de sus más queridos amigos del Colegio La Salle, de varios de sus discípulos de PDVSA y el BID. El amor que sembró toda su vida se podía ver por todas partes. Estaba en paz. Pacheco llegó unos días después y lo acompañó el último día.
Cómo nos va a hacer falta Ramón, pero dejó un gran legado: su familia, sus discípulos, sus amigos y su obra. Hizo escuela como pocos. Ese legado tendrá mucho que aportar a la reconstrucción de Venezuela.
Francisco Monaldi
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