#Economía2022

2022: ¿Terminará la hiperinflación que parecía eterna?

Yuri Cortez | AFP

21/12/2021

Esta es la quinta entrega de una serie de artículos en la que varios economistas venezolanos expondrán sus perspectivas sobre la economía venezolana en 2022 (#Economía2022). Giorgio Cunto es economista y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, con especialización en Finanzas Internacionales de la Universidad Metropolitana. Es economista senior y científico de datos en Ecoanalítica.

Desde al menos 2017 la hiperinflación se ha vuelto uno de los fenómenos más notorios en la larga lista de daños autoinfligidos en la economía venezolana. El desplome de la moneda local es ilustrativo del colapso del sistema de precios. Cuatro años y dos reconversiones monetarias después, el 2022 podría ver el fin del episodio hiperinflacionario en el país aunque no necesariamente del ascenso del costo de vida.

Volviendo al punto de partida

Las hiperinflaciones no son fenómenos nuevos ni misteriosos. Tanto en la Roma de Diocleciano en el siglo III, como en el Zimbabue de Mugabe en el siglo XXI, los episodios hiperinflacionarios siguen dinámicas similares, elegantemente resumidas por el nobel de economía Thomas Sargent en 2011

“La forma en que la empiezas [una hiperinflación] es que tienes la política fiscal fuera de control, mantienes déficits persistentes, y luego tienes a una autoridad monetaria que debe monetizar la deuda gubernamental. Y eso siempre funcionará. ¿Entonces cómo detienes una hiperinflación? Dejando de hacerlo”.

Venezuela no fue diferente. Pese a numerosas advertencias sobre los riesgos de desequilibrios fiscales y monetarios, las autoridades venezolanas de 2016 veían una explosión inflacionaria en un país petrolero, de la misma forma que las autoridades soviéticas de 1986 veían una explosión de un reactor nuclear en su territorio: algo que simplemente no podía ocurrir… hasta que deficientes políticas públicas demostraron lo contrario. El inicio del episodio hiperinflacionario en Venezuela tiende a ubicarse en el en el último trimestre de 2017, cuando se supera el umbral planteado por Cagan (1956) de 50% intermensual. Posteriormente se entra en una fase de inflación explosiva durante la totalidad de 2018, con muchos meses superando las 3 cifras.

Un detalle a veces ignorado por la opinión pública es una segunda fase del episodio a partir de febrero de 2019, momento desde el cual el ritmo de crecimiento de precios se ha desacelerado de forma sostenida hasta el momento de escribir estas líneas: con inflaciones mensuales usualmente debajo del umbral, salvo por oscilaciones puntuales. Venezuela todavía ocupa el podio en inflación internacional, registrando en un mes mucho más de lo que el resto del planeta espera para un año entero.

¿Dónde queda Venezuela en el ranking?

Siguiendo la métrica de Cagan, el episodio hiperinflacionario terminaría una vez que transcurran 12 meses consecutivos (un año) con una inflación intermensual por debajo del umbral de 50%. Con el fin del episodio siendo, retroactivamente, el último mes que registre una inflación por encima del umbral. 

Bajo esa óptica, de no ocurrir un choque de precios súbito, la hiperinflación en Venezuela terminaría al cierre de 2021 o en el primer trimestre de 2022; dependiendo de la serie con la que se analice. Esto dejaría al episodio venezolano con una duración de 37-40 meses, una de las hiperinflaciones más largas de la era moderna. Superada solamente por Grecia (1941-1945) y Nicaragua (1986-1981).

Esta dinámica hiperinflacionaria también puede presentarse en términos anuales, usando como referencia el umbral planteado por Reinhart y Rogoff (2011) de 500% interanual para una hiperinflación y 20% interanual para una crisis inflacionaria. Bajo esa óptica, Venezuela habría entrado en hiperinflación entre finales de 2016 y el tercer trimestre de 2017, después de estar casi una década completa en crisis inflacionaria.

En esta escala se nota más fácilmente cómo el pico hiperinflacionario se alcanza alrededor de enero 2019 y es seguido de una pronunciada desaceleración que durante la pandemia del covid-19 se ha estado moderando. De seguir su rumbo, saldría del umbral de hiperinflación en los primeros meses de 2022. 

Eso no implica que Venezuela entraría inmediatamente a un nirvana de estabilidad de precios, ya que su senda indica que podría seguir dentro del rango de una crisis inflacionaria por mucho tiempo. Lo que implica una persistente erosión del poder adquisitivo, si no hay una recuperación en la productividad que permita mantener ingresos reales.

Más allá de un postulado académico

Los umbrales de Cagan, Reinhart y Rogoff son por definición arbitrarios, y las diferentes series de inflación en Venezuela pueden diferir considerablemente cuando son acumuladas para horizontes temporales largos. Tales son los limitantes cuantitativos inherentes a mediciones en entornos altamente volátiles, donde pueden confluir diferentes muestras, ponderaciones, metodologías, y hasta presión institucional para subestimar y sobreestimar cifras políticamente sensibles. 

Más allá de la minucia cuantitativa, lo más importante es la dirección general de las mediciones, por imperfectas que sean, y las fuerzas subyacentes que están describiendo. En el caso venezolano, la evidencia indica que después de una fase explosiva en 2018, la inflación se está desacelerando de forma sostenida a la par que la credibilidad en la moneda local sufrió daños potencialmente permanentes.

¿Qué está detrás de la desaceleración inflacionaria?

La desaceleración inflacionaria no es un hecho fortuito, es resultante de una combinación de cambios en la política económica del Ejecutivo, junto con adaptaciones espontáneas de la ciudadanía. A efecto de resumen estas pueden ser enumeradas en:

    • Reducción del gasto público en aras de cerrar el déficit fiscal para disminuir su monetización, forzando una redimensión del Estado para adecuarse a menos recursos disponibles.
    • Restricción de crédito mediante aumentos de encaje bancario, lo que contiene presión de demanda en el mercado cambiario y sobre precios de bienes locales.
    • Flexibilización de importaciones que aprovechan una apreciación cambiaria para abastecer el mercado local con bienes, en muchas ocasiones más baratos que los producidos localmente.
    • Dolarización emergente que permite a las firmas y hogares anclar sus expectativas de precios futuros pese a seguir enfrentando obstáculos operativos.

Estos desarrollos no han ocurrido sin costos o fricciones. Tanto el ajuste fiscal como la restricción del crédito actúan de forma procíclica en un entorno recesivo, es decir son inhibidores de la demanda cuando la economía de por sí se está contrayendo.

En esencia, ante la incapacidad de poder estimular de forma sostenida la actividad económica, durante el periodo 2019-2021 el gobierno venezolano prioriza una política de contención inflacionaria a expensas de una contracción, y por ende empobrecimiento, más profundos. Incluso con señales tímidas de crecimiento en algunos nichos, es probable que el Ejecutivo mantenga esta estrategia de cara a 2022.

Tal posición no es infalible, la política financiera del Estado sigue siendo vulnerable, y todavía existen las fallas institucionales (entre otras, la falta de independencia del BCV) que precipitaron la hiperinflación en primer lugar. De ocurrir algún choque económico negativo, o un viraje en la política pública que requiera volver a monetizar los déficits fiscales, la presión inflacionaria puede reanudarse de forma súbita, incluso en una economía altamente dolarizada.

El nuevo status quo (semi) dolarizado

El legado más vistoso del fenómeno hiperinflacionario es la dolarización parcial de la economía venezolana. Atrás quedaron los tiempos en que la dolarización era debatida como una alternativa, con algunos méritos y muchos costos, de política económica discreta a las que podían optar autoridades actuales o hipotéticas. La realidad decidió no esperar y la dolarización emergente ha penetrado lo suficiente para consolidar un sistema bimonetario de facto que Yeyati (2021) caracteriza como muy difícil de revertir

Entrando al 2022, la dolarización seguirá siendo un proceso desordenado y desigual, con fricciones persistentes en el ámbito de medios de pago y del sistema financiero mientras las autoridades siguen renuentes a permitir intermediación bancaria en divisas. Sin embargo, la extensión de la misma es prácticamente irreversible, con la mayoría de las transacciones comerciales y depósitos de la banca privada ocupados por denominaciones en divisas. A la vez que el bolívar experimenta una desmonetización inercial, los ciudadanos venezolanos crecientemente pagan en dólares, ahorran (los que pueden) en dólares, y fijan sus expectativas en dólares.

El fin de la hiperinflación se daría a la par en la que el bolívar sigue ocupando un espacio no trivial en las finanzas públicas, pero es progresivamente desplazado en las prioridades de planificación financiera de las firmas y hogares. Sin embargo, la dolarización en sí no corrige de fondo las distorsiones y las vulnerabilidades en el plano real que siguen presionando el costo de vida. Independientemente de la denominación monetaria, la mayoría de los venezolanos produce poco, por lo que sus remuneraciones son pequeñas y por ende su consumo es bajo; con pocos espacios para sumarse y participar en los nichos que conservan algo de dinamismo en la economía venezolana.

En cierta forma, el estado del bolívar refleja la profundidad esperable de la “recuperación” de la economía que lo soporta: tiene algo de pulso y parece haber dejado atrás la tormenta más severa. Pero sin generar suficiente confianza o valor agregado como para que la mayoría de los venezolanos desee apostar a su futuro y ahorrar en ella.

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Vea todos los artículos de esta serie:

¿Qué esperar de la economía venezolana en 2022?; por Ronald Balza Guanipa

2022: factores para una ruta de crecimiento vigoroso y sostenido; por Leonardo Vera

2022: recuperación económica y desigualdad; por Omar Zambrano

Perspectivas 2022: Del cambio de paradigmas al cambio de tendencias; por Asdrúbal Oliveros

2022: ¿Terminará la hiperinflación que parecía eterna?; por Giorgio Cunto

El adiós a la hiperinflación en medio de la hipoxia económica; por Tamara Herrera


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