Fotografía de Gaby Oraa | RMTF
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El próximo 25 de abril se realizará el Foro “El reto de la responsabilidad social 60 años después de Maracay”, presentado por el Pensamiento Gerencial Venezolano, organizado conjuntamente con la Asociación Venezolana de Ejecutivos para conmemorar el seminario “La responsabilidad empresarial en el progreso social de Venezuela”, en el que hombres de empresa, de gobierno, de la iglesia y activistas sociales, se reunieron en aquella ciudad para debatir sobre el futuro social del país y las razones que el empresariado tenía para contribuir a su progreso mediante la formación del hombre venezolano. El Pensamiento Gerencial Venezolano es una iniciativa de Frank Briceño Fortique presentada a las autoridades y al Consejo Académico del IESA, que aprobado fue adscrito al Centro de Gerencia y Liderazgo, designando como su coordinador al profesor Ramón Piñango.
Con varios títulos en su haber, escritos a lo largo de 18 años, Víctor Guédez* es un pensador y un consultor de valía en el campo de la Responsabilidad Social Empresarial y el Pensamiento Gerencial Venezolano. Su participación en el CIED (Centro Internacional de Educación y Desarrollo) marcó una huella y contribuyó, decididamente, a ubicar a Venezuela como pionera en el estudio e intercambio de experiencias gerenciales en América Latina.
Seguramente, para los jóvenes que sólo han conocido los últimos 20 años de gobierno, las siglas de esa institución, adscrita a Petróleos de Venezuela, no les diga nada. Pero una de las cosas, en las cuales debemos trabajar es en la construcción de la memoria, en iniciativas que apoyaron y fomentaron la creación de conocimientos. Hemos entrevistado a Víctor Guédez, para que nos hable de las implicaciones que tuvo el encuentro empresarial en la ciudad de Maracay, en 1963. No son pocas. Muchos de los conceptos allí expuestos, tienen más vigencia que nunca.
¿Qué podríamos decir del compromiso social que había en el mundo empresarial del año 1963?
La verdad es que el compromiso gerencial de esa época estaba establecido en la reflexión de algunas individualidades, en función de su dedicación y su sensibilidad. Esas personas establecieron una atmósfera tan particular que, a través de la Asociación Venezolana de Ejecutivos, la Fundación Creole y la Fundación Eugenio Mendoza, se llega al evento del Hotel Maracay. Lo que yo destacaría es quizás lo visionario del propio título del encuentro La Responsabilidad Empresarial en el Progreso Social de Venezuela. Ahí no se habla propiamente del concepto que hoy conocemos como Responsabilidad Social Empresarial, sino de la responsabilidad que la empresa debe tener en materia social. En apariencia es una sutiliza, pero encierra un contenido sustantivo. El problema no es preocuparse por lo que haga la empresa en materia social; el problema es lo que logre la empresa en favor de la sociedad. Eso es algo que ni siquiera, actualmente, se ha comprendido bien. Ya el título del evento es un factor como para replantearlo hoy en día y convertirlo en un foco de reflexión. ¿Qué debe hacer la empresa? ¿Hacer algo socialmente? ¿O comprometerse con el desarrollo social? Esa es la pregunta que se hicieron los participantes del evento en Maracay.
¿Cuál era la tendencia del pensamiento gerencial en el mundo?
La atmósfera de la responsabilidad de las empresas no estaba concentrada en los problemas sociales, sino en las inquietudes de los empresarios, particularmente en Estados Unidos. Pero en el encuentro de Maracay, los asistentes al evento tuvieron la visión de cambiar todo eso.
Sí, producto de una circunstancia, de una realidad. Un país que luchaba por consolidar su sistema democrático, pero también su desarrollo económico y, en especial, su desarrollo industrial. Son dos prioridades distintas, ¿No?
Uno de los grandes aportes del seminario de Maracay fue comprender que la Responsabilidad Social Empresarial no es algo paralelo o simultáneo al negocio, sino que es el negocio. Me explico, cuando una empresa se da cuenta de que tú necesitas posicionarte, de que el posicionamiento es la aceptación de mis productos, de mis servicios, después de que los consumidores los comparan con los productos y servicios análogos de empresas semejantes a la mía, la pregunta es ¿Cómo yo busco ese nicho empresarial? Mediante el posicionamiento, que no es otra cosa que la escogencia y la selección de mis productos y servicios, frente a la oferta similar o análoga de empresas competidoras, pero eso se deriva de la reputación. Es decir, de la forma en cómo me valoran y me aprecian en el ámbito del mercado y la sociedad. Los empresarios venezolanos, en aquella época, fueron capaces de comprender eso y el espíritu de todas las intervenciones iba por ahí.
Cuando los venezolanos empezamos a sentir que la cuesta de un proyecto es empinada, decidimos ir por otro camino. Empezar desde cero. Entonces, este grupo de empresarios y, particularmente, Eugenio Mendoza, que fue un visionario, no encontraron continuidad ni eco en el devenir ulterior de sus proyectos. Ahí podríamos ubicar la razón del naufragio de muchas empresas en los años 90.
Yo no soy amigos de las generalizaciones. Así como hubo esfuerzos empresariales que fracasaron a posteriori, de igual forma hay ideas, proyectos, empresas, que se sostuvieron y cultivan su aspiración de futuro. Cuando uno ve, por ejemplo, que de Maracay se derivó el Dividendo Voluntario para la Comunidad, cuando uno ve lo que ha hecho esa entidad y lo que es actualmente, uno tiene que pensar en que sí hubo continuidad. Como consecuencia de aquello, se derivó la Universidad Católica Andrés Bello, y cuando uno se da cuenta de lo que ha venido a significar en nuestra historia reciente tiene que pensar que, en efecto, sí hubo continuidad de aquella idea. Y algo similar podríamos decir de la Universidad Metropolitana, de la consolidación del IESA y del Centro Clínico Docente La Trinidad, entonces, adviertes que se generó una sensibilidad que se sostuvo, hasta el punto que Venezuela llegó a ser, hasta 1998, pioneros en la Responsabilidad Social Empresarial en América Latina. El CIED de PDVSA, en su momento, organizaba durante tres días seminarios con los mejores exponentes de este tema en el mundo.
No sé si por cultura política, por la huella del autoritarismo, por ejemplo, el mundo político vende la idea de empezar desde cero. Nada de lo que se hizo durante la democracia se valoró como positivo. Hubo una constituyente, una nueva Constitución y un nuevo modelo político, el Socialismo del Siglo XXI, sumergido hoy en el fracaso. ¿No es eso empezar desde cero? ¿Qué les queda a las empresas privada? ¿Adaptarse, luchar contra las imposiciones, contra la desmesura del poder? Algunos sectores también aprovecharon para pescar en río revuelto.
No hay duda de que eso ha ocurrido en distintos lapsos, pero también es cierto que las empresas más fuertes del país, quizás por ser empresas familiares, han mantenido el compromiso de honrar y desarrollar el legado de sus fundadores, con excepciones, desde luego. Pero eso les ha permitido a las empresas más significativas y de mayor tradición sostener y proyectar esa sensibilidad. La tentación política de los años 60 fue muy inmediata porque vivíamos una época muy compleja. Eugenio Mendoza, en su intervención en Maracay, habla de una “situación de emergencia” ¿Por qué? Porque mientras las empresas se lucraban y el gobierno trataba de sobrevivir a la insurgencia de la guerrilla y a los golpes militares, la realidad social del país se deterioraba profundamente. De ahí la frase de Iván Lansberg en el evento de Maracay: “No todo lo que beneficia a las empresas, beneficia a la sociedad. Pero todo lo que beneficia a la sociedad, beneficia a las empresas”. De ahí se derivó una enseñanza que perdura hasta nuestros días y que podemos resumir así: Una empresa no puede progresar, ni puede tener aspiración de futuro, si no hay una aspiración de futuro por parte de la sociedad. Por eso, en lo personal, he tratado de defender una idea, que es parte de lo grueso de este asunto. Entonces, cuando actualmente, uno habla de Responsabilidad Social Empresarial, implícitamente, uno está pensando en la sociedad que queremos, una sociedad en la cual los venezolanos encontremos la posibilidad de alcanzar el bienestar. Así mismo, estoy pensando en qué tipo de empresa pudiera ayudar a construir esa sociedad.
Otra deficiencia, marcada y persistente, es la debilidad de la sociedad venezolana. Tutelada por el petro Estado y sus constantes intervenciones. Si hay un fortalecimiento de la sociedad civil y una conjunción con el mundo empresarial, otra sería nuestra interlocución con el Estado. Y esa posibilidad existe, porque los venezolanos en general, incluso los más pobres, tiene un grado mayor de autonomía.
La argumentación que has planteado promueve muchísimas respuestas. Son muchos asuntos implicados en ella, pero voy a focalizar varias reflexiones. Una tiene que ver con el desarrollo de la sociedad como un conjunto de organizaciones. Básicamente son tres: las organizaciones públicas y estatales; las organizaciones privadas con fines de lucro, el sector empresarial y la iniciativa privada en general; y las organizaciones privadas sin fines de lucro, las ongs. Esas tres organizaciones deben actuar de manera corresponsable, porque el problema de la calidad de vida y de la cohesión social, que son los objetivos que uno debería establecer como estratégicos, son competencia de las tres. Aunque tengan perfiles y funciones diferentes. Al Estado y las organizaciones públicas, le corresponde crear las oportunidades para el desarrollo de la creatividad de los individuos y generar bienestar; a las empresas y a la iniciativa privada, generar riqueza y a las ongs, le corresponde vigilar a unas y otras para que cumplan sus propósitos. La gran conclusión que uno saca, después de haber pensado mucho sobre este tema, es que más que hablar de responsabilidad, tenemos que hablar de corresponsabilidad, porque la responsabilidad es compartida.
No veo el concepto de corresponsabilidad como algo explicito en la sociedad venezolana, tampoco veo que le asignen la entidad y la importancia en las organizaciones que ha mencionado.
Como diagnóstico de una realidad, estoy totalmente de acuerdo contigo. Es más, yo diría, para acompañar la dirección de tu argumento, que esa idea de corresponsabilidad, no sólo esta disminuida, sino que se atenta contra ella, ¿Cómo? Desde el mismo momento, en que el Estado y las instituciones públicas ven a las empresas privadas como enemigas o competidoras y a las ongs como peligrosas y riesgosas, tanto así que se atreven a establecer una legislación, que no les permiten hacer su aporte como valor agregado. Es una realidad que atenta contra la corresponsabilidad, un concepto que se sustenta en la idea de subsidiaridad. Yo creo que esa idea ha estado engavetada y tenemos que sacarla a la superficie, darle un carácter prioritario. En resumen, en términos prácticos, esa idea quiere decir que yo no solamente debo trabajar para cumplir con mis fines, sino que también debo trabajar para que las otras organizaciones cumplan con sus propios fines. Pero actualmente no es así, porque el Estado quiere copar todos los espacios.
Quizás porque no hay idea de lo que significa trabajar por el bien común que, a fin de cuentas, es o debería ser el objetivo principal de la política. ¿Qué pasa cuando tienes a un individuo que acumula todo el poder y afirma, una y otra vez, que ser rico es malo?
Esa frase tiene implicaciones en todos los órdenes: políticos, económicos, éticos, humanos. Es sumamente peligrosa, porque pensar que la riqueza es mala es olvidarse de que no se puede distribuir sin antes producir. Todo eso tiene un origen religioso -es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de los cielos-, pero qué interesante esta contradicción, los dos eventos más significativos de la Biblia se focalizan en dos personas que eran ricas: el buen samaritano y el hijo pródigo. La gente olvida que es a partir de dos personas productivas que se puede hacer el bien y generar valor agregado para los demás. Eso hay que rescatarlo. Parece una perogrullada, pero sin producción, no hay distribución. Todo lo demás es demagogia.
Nos guste o no, la única economía que existe en el mundo es el capitalismo. No hay otra. Pero dentro de las asimetrías, de la desigualdad y la pobreza, la pregunta es. ¿Qué podemos hacer? Y esa pregunta encierra una preocupación ética, política y social.
La premisa básica es que no hay desarrollo político, no hay desarrollo económico, sin desarrollo social. El progreso social es la posibilidad de generar riqueza y estabilidad política. Amartya Sen (Premio Nobel de Economía, 1989) decía que hay tres maneras de acabar con la pobreza, ellas son: capacidades, oportunidades y valores. Son tres palabras maravillosas. Capacidades, educación, formación de competencias, que te permitan a ti desarrollar iniciativas y proyectos; Oportunidades: que el Estado y las organizaciones de la sociedad creen las condiciones para que se desarrolle la iniciativa privada, a través de financiamientos y apoyos institucionales. Valores, promover y afianzar una conducta, apoyada en creencias y querencias, que te de fuerzas y aliento.
Una de las conclusiones del psico estudio de la UCAB arroja un hecho revelador. Los venezolanos, incluso los más pobres actualmente tienen más autonomía, quizás adquirida por fuerza de las circunstancias. En mi opinión, esto representa un escenario distinto para desarrollar una economía que camine sin ayuda de las muletas del Estado ¿Usted que cree?
Uno de los conceptos básicos del discurso de Alfredo Anzola Montauban lo podemos resumir de esta forma: más que pensar en empresa privada, hay que pensar en el espíritu empresarial. Ahí hay una carga semántica, un contenido estratégico gigantesco. Lo estamos viviendo en el despertar de los venezolanos que asumen su propia autonomía. Entonces, no es lo mismo crear una empresa que crear condiciones para que el individuo, ante cualquier circunstancia, pueda defenderse de las imposiciones y las limitaciones del Estado. Tampoco es lo mismo crear empleados o empleables a crear empleadores. Ese concepto de espíritu empresarial, que se planteó en Maracay, tiene hoy plena vigencia.
Mientras lo escucho, me pregunto de qué tamaño es el desafío que los venezolanos tenemos por delante.
Es gigantesco, pero mientras más desafiante, el espíritu de compromiso es mayor. Aquella frase pronunciada por el ex presidente estadounidense, John F. Kennedy: No te preguntes qué puede hacer tu país por ti; pregúntate qué puedes hacer tú por tu país. Esto significa que el compromiso es individual. Al final, después de cualquier argumento y de cualquier reflexión, siempre va a salir a flote que lo más importante es la responsabilidad individual. Eso no lo podemos olvidar.
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*Consultor, docente, crítico de arte. Ha dirigido proyectos culturales en instituciones pública y privadas. Igualmente, en organizaciones internacionales. Ha escrito 20 libros y numerosos artículos en prensa y revistas especializadas. Muchos de ellos dedicados a temas de gerencia y Responsabilidad Social Empresarial. Su talla intelectual ha sido reconocida en Venezuela y en toda Iberoamérica.
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Hugo Prieto
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