Fútbol

Venezuela vs. Colombia: el final de una eliminatoria nefasta

Fotografía de Yuri CORTEZ | AFP

29/03/2022

Venezuela y Colombia jugaron como si estuvieran en una película de Woody Allen. Si fueran personajes dentro de un film, sus destinos se habrían definido por centímetros. En varios momentos, el partido pudo resolverse a favor de uno u otro; en especial para Colombia, el equipo que contó con la mayoría de opciones en el Centro Total de Entretenimiento Cachamay. El visitante estaba obligado a ganar para seguir aspirando a un lugar para el repechaje hacia Catar 2022. El local necesitaba cerrar de buena manera una Eliminatoria plagada de resultados negativos. La victoria de Perú propició que ni lo uno ni lo otro se produjera, más allá de que en el registro quedará el 0 a 1 a favor de los colombianos.

La Vinotinto sigue en su etapa de pruebas. Desde que José Pékerman asumió como seleccionador nacional, el equipo ya no estaba opositando a un cupo para el Mundial. Aunque no le interesaran los puntos, lejos de los equipos con opciones, sí estaban en juego algunas cosas. El nivel de compromiso de los futbolistas. Las posibilidades que ofrece uno u otro en determinado contexto. La lectura de juego del entrenador y su cuerpo técnico, así como su capacidad para plantear los partidos. Muchos factores, varios que escapan a la vista de periodistas y seguidores, que se reflejan en la cancha. Haber podido experimentar durante cuatro partidos de alta competencia supone la posibilidad de sumar una base de datos valiosa hacia el proceso que recién comienza: competir el chance de jugar el Mundial de 2026 (si se siguen jugando cada cuatro años).

Para hacerlo, el equipo debe dar un salto de calidad que le permita mejorar en todas las zonas del campo. Bolivia, Uruguay, Argentina y Colombia propiciaron que La Vinotinto mostrara mil caras. Capaz de golear y de salir goleado; de tener ratos en los que las sociedades entre jugadores funcionaron a episodios en los que el equipo se desorganizaba; de momentos en los que la defensa generó alguna esperanza para el futuro a minutos de horror con fallos sostenidos durante toda la eliminatoria. Sí, José Pékerman, su equipo de trabajo, la Federación Venezolana de Fútbol y los jugadores, de forma particular, tienen mucho trabajo por hacer si desean alcanzar metas de manera colectiva.

El ajuste en la pizarra

José Pékerman volvió sobre un plan más parecido al ejecutado contra Bolivia, en aquella goleada 4 a 1. Mediocampistas cayendo sobre el área rival y laterales incorporándose, no tanto como en ese partido pero un poco más que contra Uruguay y Argentina. A diferencia de esos antecedentes, las posiciones de Tomás Rincón y Yangel Herrera cambiaron. Rincón estuvo por delante de Herrera y José Martínez.

Hay distintas lecturas posibles sobre este movimiento, que no fue el único de los planteados por el entrenador. Rómulo Otero, quien estuvo en el partido contra Bolivia, aporta un punto de ingenio que Rincón no tiene; pero el capitán de La Vinotinto suma un plus defensivo y de recorrido en las distintas fases del juego que Otero no. Pékerman podría estar buscando un equipo más equilibrado, sin resignar las posibilidades asociativas de sus mediocampistas. Más cerca del área del rival que empotrado en la propia, Rincón se libera y se aprovecha su buen criterio al momento de pasar la pelota.

La entrada de Otero en el segundo tiempo respondió a la búsqueda descrita antes, un equipo que pudiera ser más creativo. Venezuela estaba perdiendo desde el final del primer tiempo. Su ingreso, junto con el de Jefferson Savarino permitió ver ratos en los que el equipo jugó con la mayor parte de su talento disponible. La suma de nombres no se vio reflejada en demasía en el juego. Venezuela siguió atacando de forma tosca, entregada a la capacidad de desborde de Yeferson Soteldo antes que a acciones de juego asociativo que pudieran integrar toda esa creatividad. En su defensa: son pocos los minutos que han podido compartir en la cancha. También se vio un interés sostenido en recuperar el balón cerca del arco rival. Muchos remates, venidos de los espacios que dejó Colombia, necesitada, y poca efectividad.

Fotografía de Yuri CORTEZ | AFP

El futuro incierto

Colombia pudo haber resuelto el partido durante el primer tiempo. Así como una pelota de tenis puede dar en la red e ir a favor de uno y otro competidor, el grueso de las acciones en este caso favorecieron a La Vinotinto. Wuilker Fariñez repelió cuanto pudo; incluso un penalti que debió ser repetido y que James Rodríguez no perdonó. La ironía, cuando se piensa en el arquero venezolano, es que cada partido bueno para él es un drama colectivo. El escenario ideal es que sus participaciones sean puntuales, no un recital de atajadas. Desde hace tiempo ocurre eso.

Por tanto, también se producen los errores defensivos de La Vinotinto. Los balones cruzados y los pases a la espalda son una falencia que el equipo arrastra desde hace varios ciclos mundialistas. José Pékerman no solo lucha con un presente que le reclama resultados, porque vino para que el equipo sea competitivo, se acerque a los finales felices; también enfrenta una tradición compleja y con fallos formativos. Desde la Federación Venezolana de Fútbol no se ha anunciado cómo seguirá el proyecto del seleccionador. Tampoco hay certezas relacionadas con la posibilidad de que los jugadores puedan seguir evolucionando en sus clubes. Varios de ellos han tomado un mejor ritmo competitivo que cuando llegó el entrenador argentino. De eso también dependerá cuanto se pueda hacer, junto con una idea de trabajo basada en rivales exigentes para que, cuando se vuelvan a disputar los puntos, quizá las diferencias no sean tan evidentes.


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