Perspectivas

Un nudo en la garganta: notas sobre Notions of Exile

Faride Mereb | Bound (2021)

12/03/2021

I – Encrucijada y puerto

Tras años de bonanza petrolera y un pujante avance socioeconómico resultado de la misma, la segunda mitad del siglo XX venezolano dio forma a la imagen tradicional de Venezuela como ‘país de acogida’. Un lugar en el que familias europeas, asiáticas y americanas (en todo su sentido continental) enraizaron sus proyectos y construyeron sus aspiraciones en medio de un panorama propicio para el progreso, desarrollado en un ambiente cultural rico en cercanía y heterogeneidad, que sirvió de cimiento a una forma de vida llena de cruces y relaciones entre cosas que se encuentran, aun cuando provienen de costumbres y de escenarios diferentes.

En paralelo a esta encrucijada[1], una condición portuaria ha predominado para caracterizar a nuestro país como un lugar de entrada, pero también “de espera, de paso y despedida, en el que imaginaria y materialmente no se hace cuerpo –[pues] las cosas no encarnan, no se quedan” (Pinardi, 2000). Y es que, más allá de la reiterativa construcción discursiva (y en muchos casos propagandística) del ‘país de acogida’, los anales de la historia nacional han narrado y demostrado a través de novelas, ensayos y otras expresiones literarias una recurrente naturaleza de migración, exilio y abandono, signo inevitable de un tiempo que vuelve y de una serie de aspectos constitutivos de la nación.

Es así como en sus Viejas Epístolas (El castillo de Elsinor, 1901), Pedro Emilio Coll recrea un diálogo ficcional, de realidad y vigencia desgarradora, en el que dos jóvenes intercambian opiniones sobre su patria: uno en Caracas y otro en París. Los personajes conversan sobre lo que se deja y lo que se anhela, mientras que el muchacho que aún continúa en suelo criollo “quiere saber cómo es todo por allá, compulsar posibilidades, verificar ilusiones” (Straka, 2015). Cuestiones ante las que el nuevo habitante francés confiesa que ‘después de todo, París no es como la pintan’, mientras una serie de añoranzas le crean un nudo en la garganta que parece intensificarse al lamentar –con algo de remordimiento– “que tantos jóvenes quieran marcharse, como lo hizo él” (ídem).

A un siglo y dos décadas de estas palabras, la conversación entre los protagonistas de Coll se recontextualiza con ínfimas diferencias en una actualidad en la que más de cinco millones de venezolanos[2] han dejado el territorio nacional para existir fuera de sus márgenes, en búsqueda de oportunidades, para muchos inexistentes, en una realidad tan precaria y comprometida como la de Venezuela en pleno siglo veintiuno.

No obstante, más allá de un presente en crisis derivado de políticas gubernamentales del chavismo y sus sucesiones, la pena o ‘tristeza’[3] nacional encuentra un ritmo longevo, acentuado y –en cierto aspecto determinable– de ascensos y derrumbes, en los que el optimismo afronta sin alas un abismo de retrocesos. En este transcurrir, cada punto de inflexión implica empezar desde la nada un proceso de desarrollo sin continuidad ni trascendencia, en el que la sucesión de rupturas históricas crea una profunda fisura de difícil curación. Herida transversal que para muchos resulta determinante al momento de demarcar el límite entre el afuera y el adentro, no sólo del país como espacio geográfico, sino de la decisión de afrontar la persistencia de un destino colectivo, o aceptar (hasta la derrota) la aparentemente ineludible vocación patria por lo infértil.

II – ‘Esto es lo real’

Por su parte, el relato de migraciones políticas del otrora reciente permanece en la omnipresencia de un imaginario nacional que nos recuerda el peligro latente de las autocracias. Ante el desmedido poder de las mismas, el destierro (voluntario o forzoso) aparece como una difícil respuesta por parte de figuras disidentes, que al partir a nuevos paisajes se enfrentan a la compleja situación de determinar un lugar de enunciación entre las fronteras de un aquí/allá, dentro/fuera. Así, hablar desde el exilio implica una postura que lleva consigo el peso de cada palabra, y que adquiere nuevas complejidades ante el juicio de quienes, como el intelectual y exmandatario Rafael Tomás Caldera, rechazaron (en su momento) la idea de irse de Venezuela como única salvación:

¿Por qué estos que se van ‘prefieren la lucha y la oscuridad en el país extranjero’ y no las pueden resistir en el propio? Lucha por lucha y oscuridad por oscuridad, ¿qué hace mejor ser ignorado en París o en Madrid a serlo en Caracas? ¿Qué podría otorgar a los trabajos y los días en el extranjero que no se los otorga en la patria? ‘Sencillamente –responde Gallegos–, porque aquello es lo fantástico y esto es lo real’. (“La respuesta de Gallegos. Ensayos sobre nuestra situación cultural”, Tomás Rafael Caldera, 1980).

Sin embargo, muchas cosas han cambiado desde el tiempo en que estas preguntas fueron rasgueadas, transformación cuya tragedia es respondida con un poderoso motivo político que supera con creces la fascinación hacia el exterior como motivo de desplazamiento: “la desconfianza en que el régimen actual pueda ofrecer alguna solución; e incluso la certeza de que (…) es parte esencial del problema” (Straka, 2015). De esta forma, ‘lo real’ en nuestra actualidad se traduce a una crisis convertida en cotidianidad degenerativa, que ha impulsado al desplazamiento –no solo de una clase pudiente, culta y formada (como en lustros pasados), sino al éxodo de millones de personas en condiciones de vulnerabilidad y pobreza extrema–.

Desde esta sensación de desesperanza, miramos hacia aquello que se deja o que se anhela, entre intersticios compartidos como acontecer, tanto por los que se van como por los que se quedan, pues “los primeros llegan a lugares que desconocen y tratan de comprender y reconocer, [mientras que] los segundos permanecen en un lugar que les es cada vez más desconocido” (Pinardi, 2019). En el vacío entre estas posiciones se inscribe así una noción lábil y escurridiza del exilio, que en el proceso de definirse para desanudar la opresión en nuestro cuello, establece nuevos vínculos entre un ‘lo que son’ y ‘lo que somos’, entre un ‘ellos’ y ‘nosotros’, hasta encontrar su plenitud en el trazado de la encrucijada que da forma a nuestro ser como venezolanos, cada vez más alejado de la imagen de acogida y quizás más cercano a una noción de país de migrantes.

Así, en la superposición de los caminos coincidentes surge una nueva subjetividad en los exilados, “asediada por lugares de la infancia, colores y olores perdidos” (Porzecanski, 2012). Memorias que en el caso de la diáspora venezolana son reunidas en el proyecto Notions of Exile[4] (Washington Project for the Arts, 2021), donde una serie de artistas, creadores, poetas e intelectuales venezolanos se reúnen para hablar desde las emociones inherentes en la condición individual sobre los espacios comunes entre el aquí/allá, dentro/fuera, en los cuales, lejos de ‘lo fantástico’, el presente no para de recordar la realidad en la que se despliega.

Notions of Exile: Vista de página web. Diseño de Samoel González

 

Notions of Exile: Virtual arepera, con Mercedes Golip

III – Lo último que se pierde

A través de un conjunto de trabajos de Génesis Alayón, Miguel Braceli, Samoel González, Faride Mereb y Diana López, la curaduría de Fabiola R. Delgado y Faride Mereb esboza en un plano virtual las nociones de aquello que es dejado atrás y que para muchos es aún presente. En medio de la amplitud entre brechas, el exilio se presenta por medio de múltiples perspectivas que abarcan lo testimonial, lo archivístico, lo biográfico y lo situacional, para hablar así desde los diferentes lugares que coinciden en su tangencialidad o intersección, mientras que una serie de encuentros y programas complementan un panorama de conocimientos y memorias, que como un cúmulo de sensaciones guardadas demuestran que no hay “nada como irse para ver con claridad lo que se ha dejado” (Porzecanski, 2012). Distancia esta, de la partida, que facilita el construir de los recuerdos del origen y su proyección en el desenvolvimiento de la propia vida.

En este ejercicio de reminiscencia y reflexión, las imágenes y contenidos presentados en Notions of Exile crean múltiples asociaciones visuales e intelectuales, apreciables según el lugar de los observadores/participantes en medio de un mundo globalizado; fenómeno en el cual un hecho llama la atención: “aunque el individuo no pueda volver a casa, su trabajo cultural le permite ver y reconocer sus propias historias, con las que puede construir puntos de identificación” (Guasch, 2004), posicionamientos que definen las identidades propias, y que al agruparlas, producen una suerte de identidad colectiva.

Génesis Alayón: Perrera N°3 (2020)

 

Diana López: Lubyanka (o dibujando con el lado derecho del cerebro) (2018)

Desde este lugar de enunciación, los desplazamientos en inestabilidad de la pintura de Génesis Alayón retratan la precariedad de una de las muchas estructuras sociales de Venezuela, que más allá de la situación pictórica representada reflejan la fragilidad de la condición humana a la que es sometida la existencia en el país. Por su parte, Faride Mereb nos muestra el fragmento de una investigación de archivo sobre la Vida privada de las Muñecas de Trapo, acompañada de capturas y fotografías de Samoel González. Las mismas detallan y versan sobre la obra de Aquiles Nazoa, quien, víctima del destierro de la dictadura perezjimenista, dedicó su vida y legado a la disidencia del poder sin dejar de lado el humor. Asimismo, desde una intención biográfica y testimonial sobre la realidad de los presos políticos, Diana López hace visibles los rostros creados por un hombre injustamente encarcelado por el régimen madurista, cuyas miradas soportan sus anhelos de libertad y justicia. Valores estos, apreciados desde el afuera, como testigo participante de una democracia dinámica, ajena y ansiada en las acciones de Miguel Braceli, donde las estrategias para establecer nuevos lazos interpersonales en territorios geopolíticos son, a su vez, formas de hacer paisaje.

Finalmente, en este proceso de identidad y arraigo emocional parece reposar la esperanza de nuestra historia inmediata, que, como un nudo perenne en la garganta, nos acompaña entre los umbrales, decisiones y lugares de enunciación que tomamos y que, para bien o para mal, nos pertenecen irremediablemente.

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Referencias

  • GUASCH, Anna María (2004): Arte y Globalización. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
  • PINARDI, Sandra (2019): “Apuntes acerca del arte del exilio en la Venezuela contemporánea”, en: org.
  • PINARDI, Sandra (2000): “Ámbitos de la plástica: entre el lugar y la enunciación”, en: Venezuela Siglo XX. Visiones y testimonios. Fundación Polar, Caracas.
  • PORZECANSKI, Teresa (2012): Diásporas e identidades múltiples. Biblioteca Nacional de Uruguay, Montevideo.
  • STRAKA, Tomás (2015): La República Fragmentada: Clavese para entender a Venezuela. Editorial Alfa, Caracas.

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Notas

[1] Para Sandra Pinardi, “Venezuela es una encrucijada, por ello sabe de la comprensión, sabe relacionar y hacer dialogar elementos que poseen sentidos diversos y divergentes” (Pinardi, 2000), sin embargo, en posteriores reflexiones, la filósofa y curadora afirma que “la cultura moderna venezolana posee una especie de contextura de puerto: mira hacia lo que existe más allá de sus fronteras y lo desea, está a la espera de lo que vendrá (…) está acostumbrada a las modificaciones, a los tránsitos, a las cosas que no perduran” (Pinardi, 2019).

[2] Según ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados), la migración venezolana se ha convertido en una de las principales crisis de desplazamiento del mundo. En sus cifras manejadas de manera oficial, para el 2021, más de 5.4 millones de venezolanos se encuentran viviendo en el exterior de su país.

[3] Sobre la ‘tristeza nacional’, Tomás Straka plantea en su ensayo La larga tristeza (La República Fragmentada: Claves para entender a Venezuela, Alfa, 2015) una “historia que suena a bolero”, en la que el historiador reflexiona sobre las causas, longitudes y posibles curas a la desesperanza colectiva que ha impulsado a través de los años a los diferentes desplazamientos y migraciones de venezolanos.

[4] Inaugurada el 23 de Enero de 2021 por medio de una ‘Arepera Virtual’, Notions of Exile (notionsofexile.com) toma cuerpo a través de una página web diseñada por Samoel González, en la que una serie de dinámicas virtuales dan contexto y movimiento a una selección de obras, investigaciones y proyectos artísticos y una biblioteca de producciones estadounidenses bilingües. Con miras a futuras extensiones, el proyecto co-producido por Washington Project for the Arts continúa sus actividades en línea hasta el 12 de Marzo del presente año.


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