Entrevista

Trino Márquez: “Esto es una versión degradada del estalinismo”

Trino Márquez retratado por Lara Blacklock | RMTF

25/07/2021

De los balances urgentes que el país necesita para salir del abismo en el que caímos, sobresale uno -lamentablemente no es el único- que refiere al campo político y al papel que la izquierda ha jugado desde la derrota que sufrió en los años 60. Partidos políticos que se dividen una y otra vez, quiebres institucionales, ausencia de crítica y una proverbial insistencia en el error… sin ensayo. La equivocación fatídica más reciente fue subirse al autobús de Hugo Chávez.

En la destrucción que estamos viviendo, la izquierda ocupa un asiento VIP. He querido hablar de este tema con Trino Márquez*. La izquierda, que disfrutó de espacios de poder a partir de las elecciones de 1973, lo desechó todo en el cesto de la basura y asumió el papel de víctima maltratada. Pero el silencio, la complicidad y el resentimiento -esa enfermedad del alma que no tiene cura- siguen su curso como el remanso de un río, cuyas aguas cloacales lo contaminan todo. La historia ha sido cruel porque nos enseña sin ahorrarse los costos más elevados de una pavorosa crisis que parece interminable.

En una ocasión, el poeta cubano Octavio Armand, no sin una expresión de ironía en el rostro, me dijo que mientras la guerrilla en Cuba se alzó en armas en contra de una tiranía despiadada, en Venezuela lo hizo contra de un Gobierno legítimamente electo. ¿Usted cree que, en términos electorales, la izquierda fue consecuente con el juego democrático y la institución del voto?

La izquierda que entendió la derrota de los años 60 -el Carupanazo, el Porteñazo, la invasión por Machurucuto, la invasión por Falcón-, la izquierda que entendió que la estrategia desarrollada por Fidel Castro y por la dirección del Partido Comunista y del MIR había sido derrotada, fue leal con la democracia a partir de los años 70, fue la izquierda que participó en las elecciones de 1973, cuando salió electo Carlos Andrés Pérez por primera vez. Y fue una izquierda que se incorporó, de manera leal, a las discusiones en el Congreso de la República y que asumió la lucha electoral, dentro del esquema del Estado republicano que se diseña en la Constitución del 61. Esa izquierda, además, internalizó los valores de una democracia con rasgos republicanos, liberales y, por supuesto, democráticos. Sin embargo, hubo una izquierda residual que nunca aceptó la derrota de los años 60. Que siempre enarboló la lucha armada como una vía legítima para alcanzar el poder, que siempre asumió una crítica despiadada de lo que ellos llaman «la democracia burguesa», y que siempre creyó en el modelo (la teoría del foco) establecido por Fidel Castro y el che Guevara para América Latina, pero anterior a eso por el modelo maoísta, que fue el que le permitió a Mao Zedong tomar el poder en 1949.

Entonces, ¿podríamos hablar de dos izquierdas?

Sí. Dos izquierdas distintas. Una socialdemócrata, que creía en los valores republicanos, incluso, en los valores liberales, en el sentido de que al Estado hay que ponerle límites en su actuación. Y una izquierda insurreccional, revolucionaria, muy autoritaria, que nunca aceptó plenamente la derrota de la lucha armada. Esas dos izquierdas coexistieron durante mucho tiempo. La izquierda democrática fue muy exitosa y su expresión más acabada fue el MAS. Durante la década del 70, el MAS eclosionó y tuvo una gran relevancia en la lucha política nacional. Mientras que la otra izquierda, la izquierda insurreccional, representada por Bandera Roja, por la OR (Organización de Revolucionarios) y otras organizaciones, algunas de ellas se legalizaron después del triunfo electoral de Luis Herrera Campíns, una de ellas -la OR- tenía un frente legal, la Liga Socialista, donde militaba Jorge Rodríguez padre, David Nieves y una figura que todavía existe, que se llama Julio Escalona.

El MAS y la Causa R crecieron electoralmente en los años 80, incluso durante la crisis de la democracia, recrudecida en los años 90. Esa izquierda ganó gobernaciones importantes (Zulia, Bolívar, Aragua). Una década después esa izquierda abandona esos espacios de poder para subirse al autobús de Chávez. ¿No resulta paradójico a estas alturas?

Lo primero que habría que decir es que un sector de la izquierda sigue adherido al proyecto democrático. Dentro del MAS, por ejemplo, hubo una discusión muy intensa y dirigentes históricos (Teodoro Petkoff, Pompeyo Márquez y Freddy Muñoz) detectaron en Chávez una figura nociva, una contrafigura que iba a destruir la democracia. Otros sectores, creo que estaba allí Felipe Mújica, más tendidos a la izquierda, no vieron ningún peligro y fueron ellos los que terminaron apoyando la candidatura de Hugo Chávez. Pero el MAS se dividió en esa oportunidad. Es decir, la discusión dentro de la izquierda fue muy intensa y un sector institucional se mantuvo como defensor de la democracia representativa. Recordemos las definiciones de Teodoro, él hablaba de una izquierda borbónica, que no olvidaba ni aprendía y una izquierda liberal. Digamos, Teodoro asumió, durante gran parte de su vida, el proyecto democrático, reconoció los errores que había cometido en la década de 1960. En su libro Proceso a la Izquierda hizo un balance muy descarnado de lo que ocurrió en esos años. No dudaba en llamar (a la izquierda residual) cavernícola y sobre todo muy autoritaria. Era una izquierda que no creía en la alternancia del poder, en la división de poderes. Por el contrario, creía en el Estado unitario y de la eternización de la casta dominante en el poder. Teodoro fue muy crítico de esas posturas y por eso no apoyó las proposiciones de Hugo Chávez.

Podríamos mencionar el caso de la Causa R, que también había aceptado el juego electoral y la democracia representativa. Hubo personalidades que fueron consecuentes, pero los aparatos políticos, los aparatos de control, los aparatos ideológicos, no lo fueron. Se pusieron al servicio de Hugo Chávez. Sin ninguna crítica, sin mayores reflexiones sobre cuál era la propuesta del señor Hugo Chávez. ¿Tiene una explicación sobre eso?

En efecto, hay un sector en la izquierda que jugó al oportunismo más rampante, más descarado, que había asumido política e intelectualmente la derrota de los años 60, la derrota de la lucha armada, que entendía que el camino para Venezuela era la democracia representativa, si bien había que mejorarla y perfeccionarla, que incluso apoyó los proyectos de reforma política e institucional promovidos por la Copre, a partir de mediados de los años 80, que se entusiasmó con el proyecto de descentralización política y administrativa del Estado y con la propuestas de reforma de los partidos políticos, que también se entusiasmó con la reforma del Poder Judicial, que apuntaba a garantizar su autonomía, frente a un Poder Ejecutivo, tan poderoso como el que ha habido en Venezuela, sobre todo después de la nacionalización petrolera. Hubo una izquierda que se entusiasmó con esas reformas democráticas y que lucharon por impulsarlas.

Una de las propuestas de la Copre fue la elección directa de gobernadores y alcaldes. Un paso fundamental para la reforma institucional del Estado. 

Esa izquierda participó activamente en las elecciones regionales. Por eso, Carlos Tablante, un militante del MAS, resultó electo en la gobernación de Aragua; Andrés Velásquez, de la Causa R, en la gobernación de Bolívar, y Lolita Aniyar (MAS) en la del Zulia. Ese liderazgo regional tenía proyección nacional. Dentro de ese cambio institucional tan importante, la izquierda -más a la izquierda- de la socialdemocracia (representada por AD) se comprometió con la democracia y con las reformas que iban a remozar el Estado democrático, el Pacto de Punto Fijo y la Constitución del 61. Pero hubo otra izquierda que se mantuvo indeleble y firme en sus posturas pro cubanas, pro fidelistas. Que creía que el poder había que tomarlo para construir una democracia distinta a la democracia representativa. Que había que construir un Estado distinto al Estado republicano y una sociedad distinta a la sociedad liberal. Que había que redefinir la democracia representativa para llamarla democracia directa y participativa. Esa es una izquierda que no fue leal con la democracia y la que se entronizó en el poder a partir de 1998, cuando ganó Hugo Chávez. Si revisas lo que fue Quinta República y lo que luego se llamó el chavismo, hubo allí una mezcla muy extraña, sectores encumbrados de la clase media, sectores empresariales (industriales importantes), desencantados con AD y Copei y con el segundo gobierno de Caldera. Pero el núcleo central de ese movimiento estaba constituido por residuos de la izquierda insurreccional. Allí estaba Tercer Camino de Douglas Bravo y sectores de la Liga Socialista, donde militó el señor Nicolás Maduro. Además de sectores que nunca abandonaron la idea del entrismo en las Fuerzas Armadas, que vieron a las Fuerzas Armadas como un trampolín para destruir la democracia representativa.

La propuesta de democracia directa y protagónica está perfilada en las posturas del teórico argentino Ernesto Laclau. 

Y también en el primer apoyo teórico importante de Hugo Chávez, el señor Norberto Ceresole. Además del italiano, Tony Negri.

Todo esto desemboca en la idea de que un solo hombre (un caudillo) podía gestionar las demandas y el malestar de sectores importantes del pueblo, que había sido defraudado, una y otra vez, por las democracias endebles, cuyas instituciones eran ineficaces y corruptas. La izquierda estaba en conocimiento de eso. 

Esa izquierda, de la que estamos hablando, es muy mesiánica. Después de 40 años de dictadura comunista seguía admirando a Fidel Castro. Decía que Pinochet era un dictador despiadado, pero que Fidel Castro era un demócrata que no había podido desplegar su proyecto social por culpa del bloqueo de Estados Unidos. Esa es una izquierda que siguió apegada al caudillismo, al personalismo, al Estado centralista, vertical. No creo que se pueda hablar de una izquierda homogénea, sino de una izquierda con grandes grietas. Por eso me gusta la definición de Teodoro, que habló de la izquierda borbónica y la izquierda progresista, porque, en efecto, hay una izquierda que alguna vez fue marxista, que alguna vez creyó en la dictadura del proletariado, como creyó Teodoro, pero que luego se desprendió y entendió que la dictadura no era buena, pusiésele el apellido que se le pusiese. La dictadura terminaba siendo tiránica, acabando con las libertades y los derechos humanos. Tal como ocurrió en Cuba. Yo creo que es muy importante agarrar el bisturí y hacer esa disección entre esas dos izquierdas.

Trino Márquez retratado por Lara Blacklock | RMTF

Las organizaciones de izquierda que se plegaron al proyecto de Chávez fueron desechadas, apartadas a un lado. En sus inicios, es cierto, el Movimiento Quinta República era muy variado, pero luego de 20 años, el chavismo se muestra compactado, decantado. Uno ve que figuras del PPT, de Tupamaros que, al cabo de unos años, o Hugo Chávez o Nicolás Maduro le dijeron… hasta aquí llegó el autobús, bájese. 

Eso pasó hasta con el Partido Comunista, al que le dieron una patada.

Sí, pero ninguna de esas organizaciones ha hecho un balance, una autocrítica de lo que ocurrió. El proceso político venezolano, desde la izquierda, merece una reflexión. 

El PPT que dirige Rafael Uzcátegui, el Partido Comunista y otras organizaciones, que, en su momento, integraron el gran Polo Patriótico, fueron excluidas porque en principio se negaron a integrarse al PSUV (2007), la organización que Hugo Chávez crea bajo la idea de que sea el partido único de la revolución, un partido hegemónico como llegó a ser el Partido Comunista de China o el Partido Comunista de la Unión Soviética. Una de las primeras decisiones que toma Lenin (después del asalto al Palacio de Invierno) es el cierre de la Duma (Parlamento) y acabar con los partidos políticos. Esas fueron las decisiones que se adoptaron porque había que crear un partido único. Esa es la idea de Fidel Castro. De hecho, en Cuba, están eliminadas constitucionalmente las organizaciones opositoras y existe solo el Partido Comunista de Cuba. Esa idea, la del partido único de la revolución, es la que asoma Hugo Chávez en el año 2007. Lo que ocurre es que estas organizaciones, empezando por el Partido Comunista, dijeron: «No, nosotros no nos vamos a disolver dentro del partido que propone Hugo Chávez, porque el Partido Comunista es una organización creada en 1931».

No se disolvieron en el PSUV, pero se disolvieron en un torrente autoritario, en esta exponencial concentración del poder. A fin de cuentas, perdieron toda esa significación que habían ganado en los años 80. Los sectores de izquierda, aunque estemos hablando de la izquierda borbónica, también dilapidaron un capital político. 

Yo creo que el problema es que esa izquierda, ¡esa izquierda!, no asumió nunca el proyecto democrático, que incluye muchas cosas, entre otras, no solamente creer en el voto popular, sino en que tú necesitas un Estado que se pueda controlar, que tenga «checks and balances», como dicen los gringos, que tenga organismos contralores, que el Ejecutivo sea controlado por el Legislativo, que el Poder Judicial sea, realmente, un árbitro entre los dos poderes, que la sociedad -a partir de sus organizaciones de base, de sus organizaciones políticas, de sus sindicatos, de sus gremios, de sus asociaciones vecinales, de sus organizaciones estudiantiles y ligas campesinas- tenga capacidad de control sobre el Estado. Esa oposición de la que tú hablas no cree en la independencia de los medios de comunicación. Por el contrario, cree que los medios de comunicación tienen que estar maniatados y subordinados a leyes que provengan del Ejecutivo nacional en el Gobierno. El problema es que esa oposición no asume las consecuencias de la democracia factual. No entiende que las minorías tienen que ser incorporadas y respetadas.

Cuando uno entiende que la izquierda democrática tiene cabida legítima en el sistema político -por más diferencias que se tengan o existan- entonces son tus adversarios políticos, pero no tus enemigos, y eso solo es posible en la democracia representativa. El único espacio que le brindaba a esa izquierda retrógrada cabida, espacios de deliberación y de poder político.

Esa izquierda no entendió la naturaleza autoritaria del proyecto político del chavismo. Algunos de esos sectores quizás pensaron que era posible controlar a Hugo Chávez. Pero no entendieron la dimensión del personalismo y del militarismo y, por lo tanto, el autoritarismo que encerraba el proyecto chavista. A pesar de la claridad con la que habló Hugo Chávez todo el tiempo. Al entronizarse, al cohesionarse, el proyecto chavista como un proyecto hegemónico, excluyente, ellos quedan descolocados, porque tenían dos opciones: se plegaban de manera incondicional como segundones o pasaban a una oposición que nadie entiende. ¿Cuál es la oposición que dirige Rafael Uzcátegui? No tiene ninguna resonancia, ninguna proyección. El Partido Comunista tampoco, creo que ni siquiera sacó un diputado en las últimas elecciones legislativas.

¿No es una ironía que haya sido Hugo Chávez, primero, y luego Nicolás Maduro, quienes le hayan dado a la izquierda «borbónica» una lección de lo que es el leninismo? 

No solamente de leninismo, sino de estalinismo. Porque esto es una cosa estaliniana lo que ha impuesto el señor Nicolás Maduro. Aunque no del todo, porque el Partido Comunista de la Unión Soviética era una columna dentro del andamiaje del poder soviético, que además lo tenía controlado en ese imperio que era la URSS. Eso no tiene nada que ver con el PSUV. Un partido que tiene el 11 por ciento en las preferencias populares y que se ha convertido en una máquina electoral, exclusivamente. ¿Pero dónde están los sindicatos importantes en el PSUV? ¿Dónde está el PSUV en el movimiento gremial, en el movimiento magisterial, por ejemplo? Aquí lo que hay es una versión degradada del estalinismo. Una versión pervertida, porque esto, más que estalinismo, es militarismo. La columna vertebral del gobierno de Nicolás Maduro descansa en dos pilares, por un lado, las Fuerzas Armadas y por el otro los grupos paramilitares, regulares e irregulares.

¿Cuál cree que es la influencia del castrismo en Venezuela?

Me acabo de leer un libro, La Invasión Consentida, que describe -con un sólido apoyo documental-, la manera en que los cubanos fueron ocupando todos los espacios -política, social, económica, cultural e institucional- del país. Es alarmante el poder de los cubanos dentro de la estructura del Estado y el control que tienen sobre instituciones como los cuerpos de seguridad y las Fuerzas Armadas. Sigue siendo enorme la presencia cubana, la presencia del fidelismo, aquí en Venezuela. No tengo duda de que la presencia cubana es importantísima y el trade off es el envío de cargamentos de petróleo -a pesar de la pronunciada caída de la producción de PDVSA- por la asesoría en seguridad y políticas represivas.

Han transcurrido más de 20 años del chavismo en el poder. ¿No cree que a estas alturas se pudiera escribir una versión actualizada de «Proceso a la Izquierda»? ¿Por qué no se ha escrito ese libro? ¿Por incapacidad intelectual? ¿Por cobardía política? ¿Por dejadez? ¿O por una combinación de estas tres cosas?

Yo creo que se combinan varios factores. Un intelectual «orgánico», para utilizar la expresión de Gramsci, como lo era Teodoro Petkoff, no es fácil de reproducir. Un pensador como él no lo veo en el campo de la izquierda. Diría que esa es una primera razón. Y la otra es que quienes podrían asumir este balance crítico y esta ruptura radical con el autoritarismo, con el militarismo, que representa Hugo Chávez y de forma más degradada Nicolás Maduro, este saldo de cuentas con el pasado, es difícil hacerlo si no estás plenamente convencido de que se cometió un error gigantesco con Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Que el país cometió un enorme error, creo que fue un país que se dejó llevar por el resentimiento, que se dejó engañar (y auto engañar) porque los problemas del período democrático se abultaron de manera interesada. Se creó la leyenda negra de la democracia representativa. Se denostó del Pacto de Puntofijo y de la Constitución del 61. Y, bueno, reconocer que esos fueron gravísimos errores es difícil.

***

*Trino Márquez. Sociólogo. Profesor titular de la UCV. Doctor en Ciencias Sociales, con posdoctorado en esa disciplina (UCV). Ensayista. Autor de varios títulos, entre otros: Hugo Chávez, Caudillo, Cómo el populismo destruyó la democracia venezolana, El ascenso de Hugo Chávez al poder. Articulista permanente en distintos portales. Asesor de Consultores 21.


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