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Tamara Herrera: “Todos estamos en modo de adaptación y supervivencia”

Fotografía de Lara Blacklock | RMTF

16/02/2020

Posiblemente, si el horizonte se extiende más allá de las seis de la tarde, se produzca un crecimiento de la economía venezolana en 2021. Pero será efímero y, sin duda, un espejismo, porque el soporte vendrá del ejercicio económico que hoy nos deslumbra a todos: los bodegones. 

“Una inversión fácil, de mínimo riesgo”, dice la economista Tamara Herrera, directora de Síntesis Financiera, firma especializada en proyecciones macroeconómicas y análisis bancario. “Tú alquilas un local, remodelas y, si te mueves en el mundo subterráneo, no pagas aranceles”. Que nadie se llame a engaño, a la economía venezolana la llevaron a una escala pigmea, por eso el bodegón, con sus vitrinas de productos importados, brilla. Pero no todo lo que brilla es oro. 

El petro es otro señuelo, una criptomoneda sancionada por el Gobierno de Estados Unidos. Hasta el momento fluye por los ductos de la banca pública. ¿Pero se lo van a imponer a la banca privada? ¿Y qué van a hacer los bancos corresponsales, las plataformas financieras que se necesitan para pagar las cartas de créditos que, a su vez, garantizan los flujos comerciales? ¿Van a desafiar al sistema financiero mundial, en el que Estados Unidos tiene la sartén agarrada por el mango? 

Ahí tenemos, además, el germen de un sistema cambiario dual, como el que impera en Cuba, que sólo ha servido para crear distorsiones y exacerbar las desigualdades sociales. “No veo un solo dato consistente e inequívoco que apunte hacia la recuperación económica”, dice Herrera. Quien tenga ojos que la desafíe.

En Venezuela se acabó el modelo rentista petrolero, pero no porque lo sustituimos por otro, sino por la simple razón de que Rafael Ramírez, apadrinado por Hugo Chávez, destruyó a PDVSA. Lo que hemos visto es que han surgido tres medios de pagos —el bolívar, el dólar y el petro—. ¿Qué tipo de economía se está configurando en el país?

Sí, llegamos a un nivel de destrucción progresiva y prolongada de la industria petrolera. Asombrosamente desde el poder, y mucho más importante fueron las razias al interior de PDVSA, no se preservó lo que el petróleo podía aportar. Eso es atribuible a la ceguera del poder y a la responsabilidad de quienes manejaron y manejan la industria. Pero todavía hay petróleo y algo se hará desde allí. Ese algo, que podría parecer poca cosa comparada con magnitudes recientes, puede ser muy importante después de haber llevado al país a esta suerte de escala pigmea. La economía está dando tumbos y a eso se agregan las sanciones internacionales, todo lo que es la diplomacia coercitiva donde estamos metidos. Desde el punto de vista macroeconómico, ese algo de petróleo viene a ser poca cosa. ¿Por qué? Porque la administración es a oscuras, los registros estadísticos son arbitrarios, ni siquiera intercambian información los entes entre sí. Y, por supuesto, la rendición de cuentas está aniquilada desde hace muchos años.  

Por las razones que sean, llegamos al punto donde se puede hacer borrón y cuenta nueva. Más allá de las responsabilidades que pudiera tener el Gobierno, que son muchas, ¿qué síntomas avizora que apunten a una reestructuración de la economía venezolana? 

El ejercicio económico de las actuales autoridades termina adaptándose, tal como ocurre en otros países, en el fondo empujado por fuerzas del mercado, a ceder espacios, a ser más permisivos. Aquí lo que hay es una administración de los espacios que se conceden, a la vez que sigue habiendo un reparto de la propiedad y de los recursos de la nación, a través de vías jurídicas, vías de hecho y otras que acompañan este proceso de estado fallido que estamos viviendo, donde hay complicidad cuando alguien toma una propiedad o anuencia con grupos irregulares que operan en distintas partes del país. Es un proceso involutivo horrible. No veo una noción clara, por parte de las autoridades, de la economía que quieren tener. Saben que tienen el control y saben que pueden ceder hasta donde quieran. Siempre con el fantasma, no de la regulación, sino del acoso, acechar. Yo creo que ésa es una cosa prioritaria para el Gobierno. El Gobierno, y los grupos de poder que se mueven dentro del Gobierno, tienen que hacer sentir ese concepto del poder, muy deslindado de la noción de responsabilidad hacia el colectivo. Están ensimismados en la administración oscura de riqueza, muy difícil de seguir y de medir. Y también tienen el reto de mantener a una sociedad que está, igualmente ensimismada, en su lucha por sobrevivir. 

¿Hacia dónde apuntan, finalmente, las medidas económicas que ha tomado el Gobierno?

Yo creo que esa nueva economía, por decirlo de algún modo, va a crecer con espacios de oportunidad, de una manera no ordenada, no convocada, no anunciada ni planificada. No hay un diseño. El diseño es el no diseño, precisamente. 

Aquí no se ha derogado ninguna ley…

…Sí, se derogó la ley del régimen cambiario. Quedó el país sin ley cambiaria, lo que es peor; fue sustituida por el Convenio Cambiario Número Uno y hay retazos normativos, que en parte mantienen esa cosa valiosísima, pero que se desprecia mucho, que es la seguridad jurídica.  

Se ceden espacios y hay control, pero también hay una espada de Damocles y el poder puede intervenir para en un momento dado decir, bueno, señores, ya no pueden operar, ya no pueden hacer su ejercicio económico. Eso ha pasado en Cuba y pasó en la extinta Unión Soviética. 

El parangón es peligroso, porque el proceso cubano fue drástico, cerrado, impositivo. Aquí lo que ha habido son unos disfraces de gradualidad. Hay gente que habla de un cambio de orientación en el Gobierno, yo no veo ninguno. Lo que ha habido es la necesidad de darte a ti permiso para que resuelvas tus problemas y los problemas de algunas personas, con el objetivo de desactivar situaciones que pudiera llegar a un estado de precaos. De haber una genuina intención de cambio, habría estado acompañada de reformas legales sólidas, no confusas o incompletas como la cambiaria. O sencillamente, como dices, para sacar la ley e imponerte nuevas reglas de juego. En última instancia, con lo ocurrido en la Asamblea Nacional, con la Asamblea Nacional Constituyente, que no hace Constitución, sino que hace leyes, más aún sientes que no ha cambiado absolutamente nada. Lo que se está exponiendo en una misma noción de poder. No hay una manifestación constante que a uno le indique que hay preocupación por el colectivo. Es un Estado fallido que tiene desatendidas las necesidades de salud y alimentación, por ejemplo, o que las atiende cuando un foco se pone a nivel crítico. No hay, efectivamente, un Gobierno, sino un grupo de feudos que se hacen solidarios y se consolidan entre sí. Pero el vínculo con el colectivo es de control solamente.

Retrato de Tamara Herrera por Lara Blacklock | RMTF.

En Venezuela funciona el dólar y, supuestamente, el petro como moneda convertible. Vamos hacia una dualidad como la que se aplicó en Cuba tras la implosión de la Unión Soviética, pero esa política cambiaria exacerbó la desigualdad social y generó distorsiones económicas. Quisieron eliminarla, pero no han podido, ¿y aquí vamos a repetir la historia?

¿Para qué vamos a emular algo cuyos daños se comprobaron en Cuba? Y, sobre todo, ¿cómo pueden pretender hacerlo hoy, luego de las gigantescas y costosas devaluaciones que vivimos los venezolanos para poder superar el férreo control de cambios, que el Gobierno aplicó durante 15 años? Debería haber un mínimo de visión de futuro que, además, tome en cuenta las desigualdades que se profundizaron en el país, antes de tomar ese camino tan costoso.  

¿Quién les garantiza la seguridad jurídica a los agentes económicos, por ejemplo, el tipo de cambio? ¿O será como en Cuba donde la última palabra la tenía Fidel Castro? Todo depende de la voluntad de una persona. Así de sencillo.

Nadie, por eso te quedas en la economía de los bodegones. Pero al lado de un bodegón hay un edificio que hasta no hace mucho albergó desde una peluquería hasta un piso de oficinas, pasando por locales comerciales. Esas tiendas, que antes tenían 15 empleados, ahora tienen tres. O esos locales, sencillamente, están vacíos. Todos estamos en modo de adaptación y supervivencia, que no de conformidad, pero ocurren ambas cosas paralelamente. Entonces, la libertad de acción es a discreción y seguridad jurídica no hay. Al contrario, el Gobierno se ha ido desacoplando, a raíz no sólo de este proceso de desinstitucionalización que arrancó en 2015, sino de un creciente aislamiento: Venezuela se fue saliendo de instancias regionales como el CIADI, que tenían finalidades colectivas para la economía y no de poder. Se salió de la OEA. Por eso hay que ver esto en su continuidad, es un proceso que lleva a la gente a adaptarse. El que vendía zapatos ahora es un buhonero. Es increíble ver en la calle un tendido con piezas rotas de aparatos domésticos. Lo que era tejido económico en Venezuela está raquítico. 

La oposición se dio un plazo de tres años para recuperar la economía, siempre y cuando ocurra el cambio político. ¿Eso es posible? Y lo digo, porque ha corrido mucha agua bajo el puente.

Espacio para crecer hay muchos. Pero esto sólo sucedería si se aplican las políticas apropiadas. Un crecimiento económico de calidad es el que permite mejorar, de manera sostenida y sustentable, la calidad de vida de la población. 

¿No están los activos de las empresas depauperados, si es que no fueron enviados al exterior?

En Venezuela hay un proceso de cambio de propiedad, también de cambio de élites. Yo creo que eso facilita la permisividad para ciertas cosas, que también es a discreción, por supuesto. A eso ha llevado el deterioro económico y la bandolerización, si se puede llamar de esa forma, que se ha permitido en distintas regiones del país. Uno conoce anécdotas de persecuciones, secuestros, vacunas, asesinatos, hasta que llega un comprador y tú le vendes lo que tienes por dos lochas. Todo eso ha estado ocurriendo a lo largo de los años, antes de Maduro incluso. Quizás sería bueno tener en cuenta algo muy importante. El tamaño de la economía venezolana es el que teníamos hace 46 años (1973), pero aquel año la población era de 12 millones de personas, ahora somos alrededor de 28 millones. El producto per cápita ha caído en casi un 60%. Este año la economía va a seguir cayendo. Puede que en 2021 haya una leve recuperación, pero no apoyada por un sector empresarial, sino por bodegones, porque el bodegón es una inversión cómoda, fácil, donde el riesgo es mínimo, lo que pones no es tuyo, alquilas un local, remodelas; si tienes allegados, te abaratan los aranceles, y si la cosa es más subterránea, no pagas nada. El Gobierno está obsesionado con abatir la inflación, pero se le olvida que el tamaño de la economía se ha reducido dramáticamente y tú tienes que atender las necesidades de 28 millones de personas. Es un modelo microscópico y todo el mundo está encandilado con los bodegones. 

En esta involución vamos dando vueltas en círculos concéntricos y cada vez es peor, cada giro trae más y más oscuridad. 

Hay una gran opacidad y cualquier sector del Gobierno que quiera hacer una reforma legal, con la solidez que no sea la palabra del comandante, se va a topar con la oposición de otro sector del chavismo que también es parte del Gobierno. En la medida en que no haya claridad ni solidez, tampoco habrá confianza suficiente. ¿Va a haber una inversión? En esos campos —la minería, el petróleo, el gas—, como dicen en criollo, hay unos hierros. Ciertamente hay abandono y desaparición de activos, pero hay otras cosas en pie. Ésa es la nueva economía, ésa es la nueva escala. La gran pregunta, la tragedia, es ¿cómo, a partir de esa escala pigmea, tú reconstruyes una economía que sea capaz, al menos, de sostener a una población de 28 millones de habitantes? Ésa es la prioridad. Pero yo no veo un solo dato consistente e inequívoco que apunte hacia la recuperación económica. El Gobierno tomó acciones que se traducen en una permisividad, pero no logra abandonar la cultura de la represión económica y financiera. 

Retrato de Tamara Herrera por Lara Blacklock | RMTF.

¿Qué podría resolver el Gobierno?

Un régimen que tiene como mentalidad la sobre regulación como propósito, una cultura del acecho, una cultura de aislamiento, de desacoplamiento con el mundo, no veo cómo va a lograr lo único que podría estabilizar al país, que no es otra cosa que la credibilidad y la confianza. ¿Cuál es el marco legal que cambió, si hay una disfuncionalidad hasta en el verbo? Proponen el petro, llevamos tres años en ese proceso de penetración y, al mismo tiempo, hablan de una dolarización que parece inevitable. El estado de confusión, de fragmentación y de desarticulación, que se manifiesta es el reflejo vivo de cómo es el Gobierno. Por eso me cuesta ver hacia dónde vamos, lo único cierto es el compromiso sólido con mantenerse en el poder. 

En Venezuela eliminaron el crédito. Y la pregunta es ¿qué papel juega la banca? ¿Quién hace intermediación financiera?

Eso se ha ido reduciendo prácticamente a la nada y es peligroso porque nadie sabe hasta dónde se puede llegar. Que el Gobierno no sepa otra cosa que no sea reprimir, eso no va a impedir que ocurra el financiamiento. Lo que hay detrás es un menosprecio por el sistema financiero, así como lo hubo por las empresas. La utilidad es un tocino interminable y podemos tomar lo que sea, la prisión fiscal tiene que aumentar a una escala asfixiante. ¿Qué se logró con eso? Un país sumido en la recesión, en la hiperinflación. ¿Acabas con el crédito? Bueno, la economía se adapta. ¿Acabas con la banca? Bueno, yo voy a ir a pedirte prestado a ti. Y lo haremos informalmente. Es la involución. Y tú, como Gobierno, como persona, vas haciendo las adaptaciones que tienes que hacer.


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