Entrevista

Stefania Vitale: “¿La ciudadanía quiere un Singapur caribeño o una democracia?”

Stefania Vitale retratada por Andrés Kerese | RMTF

12/12/2021

El liderazgo opositor le ha fallado a la sociedad venezolana. El reflejo más inmediato, más nítido, es el resultado de las pasadas elecciones regionales y locales. Barinas pudiera ser una oportunidad de enviar señales de rectificación y organización. Pero mientras Diosdado Cabello le ordenó a la dirigencia del PSUV que se traslade y permanezca en esa entidad hasta que se repita la elección a gobernador, la oposición está esperando a que baje Pacheco o el espíritu de la Navidad.

La suerte del gobierno interino no solo depende de la resolución que tomen los diputados el próximo 5 de enero, sino de las decisiones que tome su principal aliado internacional: Estados Unidos. ¿Se puede sobrevivir cuando no tienes el control de las principales variables que configuran el juego político? De estos temas nos habla Stefania Vitale*.

Para los simples mortales -los venezolanos de a pie-, el reto es meramente existencial. ¿Queremos vivir bajo una dictadura o una democracia? ¿Realmente hay un compromiso de la ciudadanía? ¿O simplemente juego y echo tierrita?

¿Cuál es su percepción de este momento político? ¿Qué lo caracterizaría? ¿Qué elementos puede distinguir ahí?

Yo creo que hay una fecha próxima que podría representar cambios: las elecciones presidenciales de 2024. Claro, bajo el supuesto de que se van a materializar esas elecciones. Yo creo que ambos grupos políticos (el chavismo y la oposición) tienen que decantarse en una reorganización. Vamos para allá y lo que estamos viendo es un panorama difuso en términos de estrategia, más del lado de la oposición que del chavismo. Lo digo porque no sabemos cómo se van a manifestar las diferentes tendencias que hay alrededor del chavismo. La pregunta es ¿qué vas a hacer ante esas elecciones cuando tienes dos objetivos muy claros? Uno es la crisis multidimensional y el otro es el cambio político. Esto supone dos grandes dilemas, especialmente del lado de la oposición. Si realmente quieres unas elecciones competitivas, tienes que organizarte desde ya.

¿Usted no ve el referéndum revocatorio en el calendario electoral?

No lo veo por dos razones. Una, si vemos las encuestas, a favor del revocatorio hay un 60 por ciento de venezolanos. Dos, ¿la oposición está en capacidad de movilizar a esos potenciales electores? Hoy no lo está. Y, para todas las tareas pendientes -gruesas, profundas y más pequeñas- creo que dos años no alcanzan. Hay otra cosa, además. Yo creo que el referéndum revocatorio impone un juego político muy extremo. Los factores que hay dentro del chavismo van a cohesionarse, van a atrincherarse en su posición, más allá del reparto del poder. Por otra parte, el Gobierno va a levantar todas las barreras para impedir que ese referéndum se materialice. La oposición tiene que plantearse -en la hipótesis de que tenga éxito- que esto es lo más parecido a «yo te voy a sacar, te voy a execrar», Entonces, ¿puede haber suficiente gobernabilidad arrinconando al chavismo? No lo creo.

El drama de la oposición es casi teatral: ¿ser o no ser? Sería hilarante si no fuera una tragedia. Desde 2005, se insiste en la famosa unidad. ¿Pero qué tenemos? De un lado, el gobierno interino, cuestionado por ineficaz y por hechos de corrupción, que probablemente se va a ratificar el próximo 5 de enero cuando se reúnan los diputados electos en 2015 y, por el otro, un sector que quiere reorganizarse y reconstituirse.

Antes de abordar ese tema, yo creo que tenemos que hacer la lectura de las pasadas elecciones de gobernadores y alcaldes. Para empezar, solo el 40 por ciento apostó por la política. Y lo que uno recoge en la calle es que la gente necesita sobrevivir en su día a día, necesita un apoyo. Lo habrá visto en el Estado PSUV, pero también en la oposición enmarcada en la Plataforma de la Unidad. Diría que se acabaron los cheques en blanco y eso tiene que decirnos algo. En primer término, lo que hay es una dispersión estratégica brutal y, en parte, lo que dices. Ese ser o no ser. Eso responde a un componente de voluntad política, pero también a un componente de incentivos. Y todo esto influye en la visión estratégica. Uno podría decir que Henrique Capriles tiene una visión moderada y que, en promedio, ha apostado a la política. Ha dicho que no quiere ser el líder de la oposición. Habrá que ver. El otro incentivo es el gobierno interino, propuesto y liderado por Voluntad Popular, cuya cabeza es Leopoldo López. Ofrecen una gama de soluciones, incluso soluciones drásticas. ¿Pero eran viables? Aquí lo que hay que ver es que los sectores políticos apelan a ocupar el poder.

Pero el señor Maduro sigue en Miraflores.

Creo que las soluciones drásticas -el mantra y el gobierno interino- trataban de acorralar al adversario, creo que sobreestimando al gobierno de Donald Trump -el principal aliado de la oposición-, mientras se subestimaba al chavismo y a las capacidades de Maduro. Entonces, tienes incentivos no alineados dentro de la oposición.

La historia del cazador cazado. La oposición salió a acorralar al señor Maduro, pero Maduro terminó acorralándolos a ellos.

¿Quién está en el poder? Maduro. Ese es el balance neto de todo esto. No por eso el chavismo la tiene fácil. Aquí el 40 por ciento quiere gestión y el 60 por ciento no quiere saber nada de la política. Y eso es lo que hay cuando tienes un gobierno que no ha podido, o no ha querido, de forma deliberada, resolver la crisis. Ese es otro tema. ¿Cómo ha instrumentalizado la crisis cada bando? Ahí se crean los terrenos baldíos de la política. ¿Tienes un gobierno autoritario? Pues hará lo posible para afianzarse más, pero tiene dos obstáculos: las sanciones y la gobernabilidad. Y del otro lado tienes a la oposición que ha abandonado esos terrenos. ¿Podría surgir un outsider? No lo sé, no soy de esa tesis. Pero ahí tienes al señor Maduro, disciplinado y comprometido con la causa castrista, pero no es Chávez.

Tenemos a una sociedad que decidió darle vacaciones a la política, en buena parte por las razones que expuso, y a un liderazgo opositor que anda deshojando la margarita. Si por esa vía llegamos al 2024, pues ya sabemos el resultado.

Hay un desgaste brutal, entre otras cosas, porque tú generaste unas expectativas altísimas. A partir de 2015, los diferentes grupos de la oposición asumieron que la transición ya estaba en marcha, surgió la pelea por el liderazgo, pero la transición ni siquiera se había dado. De ahí en adelante, ya sabemos la historia. Hay otros factores. Esta ilusión de micro armonía, ¿qué expectativa está generando en la gente, tanto en los que votaron como en los que no? Hay una suerte de dolarización, una impresión, falsa o no, de crecimiento económico. La emergencia humanitaria compleja sigue en pie, pero la gente se ilusiona y, a lo mejor, cree que esto pueda caminar. ¿Qué querrá la ciudadanía? No lo sé, pero eso habría que medirlo. ¿Quiere un Singapur caribeño o quiere, realmente, una democracia? ¿Aquí hay un compromiso o no lo hay? Si queremos una democracia, que sería lo deseable, compatible con el crecimiento económico, tienes que irlo trabajando desde ya y tienes que irte democratizando.

Una de las cosas que dijo Julio Borges, quizás la que tendríamos que evaluar con más criterio y curiosidad, es esto de que el gobierno interino se convirtió en un fin en sí mismo. Si eso es así, la respuesta está dada. El señor Maduro continuará fortaleciendo sus políticas autoritarias, buscará nuevos aliados, externos e internos, y la oposición seguirá atrapada en su dilema shakespeariano.

Maduro no es solo un manager, Maduro tiene poder de veto. Está allí porque goza del sustento de las fuerzas armadas y es aceptado por el conglomerado chavista. Además, ha logrado neutralizar las amenazas internas y externas, dividir a la oposición y bypasear las sanciones (aunque de forma limitada). También ha distribuido los beneficios entre los factores de poder que lo apoyan. Pero las elecciones del 21-N dispararon las alarmas. Hay un malestar con la gestión del Gobierno y una erosión brutal de la base electoral. ¿A qué apuesta el chavismo? A la legitimidad, a la estabilidad, por eso abre la puerta de la negociación en México. Necesitan dinero. Del lado de la oposición, está el gobierno interino y parece que no quiere cambiar.

¿Qué nos dice la renuncia de Julio Borges en medio de posturas tan contradictorias? Pareciera que la lectura que hacen los diferentes factores de la oposición del calendario electoral y de la realidad política del país son igualmente contradictorios. 

No sé si se va a lograr la coordinación estratégica. Pero, si quieres generar el cambio político, te tienes que democratizar desde ya y simultáneamente tienes que democratizar la estructura opositora. Tienes que pensar en una estructura de largo plazo. No se trata de un simple problema electoral. ¿Cómo manejas los incentivos allí? ¿Qué es lo que prela? ¿Quién domina la fuente de recursos? Evidentemente, allí hay un incentivo perverso. Está criminalizado el financiamiento de los partidos, estamos bajo un sistema autoritario y hacer política en Venezuela tiene costos muy elevados (inhabilitaciones, persecución y cárcel). El manejo de los recursos tiene que ser eficiente y debe estar sujeto a mecanismos de rendición de cuentas. Todo esto gravita alrededor de Voluntad Popular. Habría que ver cómo reacciona el resto de la oposición. Al igual que los aliados internacionales. La misma realidad se va a imponer, porque en los próximos dos años, la agenda política de América Latina está plagada de elecciones.

No creo que podamos analizar la política y la actitud de la sociedad solo a raíz de los resultados del 21-N. ¿Cuál era la gran pregunta del chavismo? ¿Puede la maquinaria electoral funcionar sin las prebendas y las dádivas de otros años? Para la oposición, en cambio, el reto era si podía levantarse después de haber sido noqueada.

Esta elección es el reflejo del accionar opositor que se produjo al día siguiente de la elección parlamentaria (2015). Recordemos que ese día empezaron a fallar los acuerdos políticos (la elección del presidente de la Asamblea). Para el Gobierno hubo una pérdida importante de su caudal electoral, pero la oposición no supo aprovecharlo. No hay coordinación entre los partidos de la Plataforma Unitaria y tampoco con otras organizaciones, digamos, del mismo signo que hacen política por fuera de esa instancia. Esa dispersión estratégica hizo que no aprovecharas ni siquiera entre los votantes (40 por ciento del padrón electoral) que fueron a esa elección, entre los que quieren gestión política y un gobernante local o regional que empiece a resolver los grandes problemas de la cotidianidad. Además, también desaprovecharon la oportunidad de enviarles una señal al 60 por ciento que se abstuvo: «¿Sabes qué? Nos estamos organizando y estamos haciendo la tarea».

¿Sabes qué? Que valía la pena votar.

Así es, mientras el Gobierno apuesta a la gobernabilidad en el futuro.

Desde 1992, el chavismo ha demostrado ser persistente. Seguramente, hará su balance a raíz del 21-N. Sin duda, el peor resultado electoral. Pero el chavismo está intacto. Nada que no se pueda superar con una operación de mantenimiento. A la oposición, en cambio, todavía le están contando. Ha puesto su futuro en variables que ella no controla. Un ejemplo: la crisis económica va a derribar a Maduro.

2024 luce como una fecha muy cuesta arriba para la oposición. Primero porque tiene desventajas naturales. Luego, donde tenía ventajas no las está aprovechando. El elemento simbólico (que conlleva, además, economías de escala) podría darse en Barinas. Al menos, un primer paso en la dirección correcta: demostración de unidad y primeras rectificaciones. No podemos trabajar por separado y tenemos que reorganizarnos. Algo que también está pendiente en los estados y alcaldías que ganó la oposición. Tienes tres estados, 32 municipios y un número importante de concejales. Al final del día eso podría afianzar un liderazgo, pero eso depende de cómo se organicen esos partidos. ¿Por qué? Porque hay una crisis de representatividad, las elecciones del 21-N no fueron, precisamente, una renovación. Fueron cuestionadas y, en consecuencia, tienes un problema de representatividad en el gobierno interino.

El escenario, y esto no es nuevo, es lo más parecido a una guerra de trincheras. La oposición apuesta, una vez más, al colapso del chavismo. Y para eso depende de su principal aliado internacional (los Estados Unidos), de nuevo, una variable que no controla. ¿Quién garantiza que la disposición presidencial que protege los activos de Citgo no se renueve mañana? Lo que puede colapsar es el interinato.

Sí, absolutamente. La fuerza del gobierno interino es transmitida por los Estados Unidos. Un Gobierno que se erige sobre la base de una esperanza. No podemos subestimar que esa esperanza se materializó y Guaidó tuvo una popularidad increíble. Sí, había que buscar el apoyo internacional. ¿Pero había que delegar decisiones? Ahora más que nunca estás dependiendo de tu aliado, de tu padrino. Entonces, claro, sí podría colapsar eventualmente. Yo creo que tanto el gobierno interino como el régimen del señor Maduro apostaron por la crisis. El chavismo se apalancó en la crisis y ha perdurado, con muchos obstáculos y una gran amenaza de gobernabilidad y legitimidad. No lo tienen todo resuelto. Y por el lado de la oposición, pensaron que la crisis económica iba a barrer al chavismo. No fue así. Creo que sería suicida pensar y seguir apostando al colapso del chavismo. ¿Quién puede romper esa inercia? Lo veo a través de los liderazgos regionales, de los grupos políticos y nuevos liderazgos, que no pudieron competir como Roberto Patiño o que no pudieron ganar, por la fragmentación opositora, como Andrés Chola. No se trata de una cuestión de recambio o de viejos zorros versus liderazgos jóvenes. De lo que se trata es de apostar por la política, que se inserte en una estrategia realista.

*Economista político, UCAB. Magister en Gerencia Pública, IESA. Candidata a Doctora en Estudios del Desarrollo, Cendes, UCV.


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