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¿Qué está haciendo Europa ante la crisis energética producto de la guerra?
por Diego Marcano
Fotografía de Kenzo Triboullard | AFP
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París apaga las luces de la Torre Eiffel una hora más temprano. Milán cesa el funcionamiento de sus fuentes de agua, y Hannover deja de ofrecer duchas de agua caliente en los gimnasios, en un esfuerzo por reducir el consumo energético ante la escasez de gas que enfrenta Europa este invierno.
Este año, el suministro proveniente desde Rusia fue reducido en más de un 80%, poniendo en riesgo la continuidad de procesos industriales y la calefacción de millones de habitantes en el viejo continente.
La Unión Europea importa el 90% del gas que consume, y frente a las dificultades para satisfacer la demanda energética regional, los precios de la electricidad y el gas han aumentado hasta 15 veces desde inicios de 2021, lo que incrementa la presión al continente que, de acuerdo con Paolo Gentiloni, Comisario Europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, se dirige hacia una recesión económica.
Analistas estiman que el aumento de la demanda energética del invierno ocasionará escasez energética y precios aún más altos por el consumo de servicios públicos en los hogares europeos. En octubre, el FMI redujo el pronóstico de crecimiento del bloque europeo de 2.5% a 0.5% para 2023.
El impacto directo de la potencial escasez de gas y electricidad en suelo europeo podría llevar a plantas químicas y otras industrias de alto consumo energético a cerrar temporalmente. Países sin acceso directo al mar, como la República Checa, Eslovaquia o Alemania, que empleaban mayoritariamente gasoductos como sistema de distribución energética, al carecer de capacidades de procesamiento para importar gas natural licuado sufrirán un período de adaptación más complicado.
Desde el inicio de la guerra en Ucrania, los 27 estados miembros de la Unión Europea han convertido en prioridad la reducción de su dependencia de los combustibles fósiles provenientes de Rusia. Al comienzo de la conflagración, el gas canalizado que llegaba a Europa desde Rusia surtía el 45% del gas utilizado por Europa, mientras que en la actualidad, provee sólo el 8%. La Unión Europea importó 11.8 millones de toneladas de gas natural licuado desde Moscú entre marzo y octubre de este año.
Los ministros de energía de los 27 estados miembros de la Unión Europea acordaron una reducción del 15% en el consumo de gas durante el invierno y establecieron el objetivo de reservar el 90% de su capacidad de almacenamiento para el 1 de noviembre, una meta que fue alcanzada. No obstante, pese a haber tomado medidas, los estados de la Unión Europea todavía corren el riesgo de sufrir cortes de luz durante el invierno de 2022.
Para reemplazar el gas ruso consumido por Europa, el bloque económico ha cerrado tratos con Argelia, Azerbaiyán, Egipto, Qatar, Noruega y Estados Unidos para suplir la alta demanda en el continente, lo cual, a su vez, ha disparado el precio de la energía.
Francia, que es un importante exportador de energía, con 58 plantas nucleares, se ha convertido este año en importador, tras sufrir un número récord de paradas en sus reactores, a causa de trabajos de mantenimiento y problemas inesperados de corrosión y grietas en las tuberías de los sistemas de inyección de seguridad. Francia espera reiniciar 32 reactores nucleares en el invierno.
En Alemania, Amprion, el operador más grande de la red eléctrica, anunció que tendría que detener temporalmente sus exportaciones de energía a fin de evitar cortes de electricidad dentro del país.
Para estabilizar los costos de las fuentes de energía, la Unión Europea ha promovido políticas públicas que buscan estabilizar el valor del gas en el mercado. Las medidas acordadas incluyen límites de precios, apoyo directo para la protección de los ciudadanos, y liquidez o respaldo de capital para empresas energéticas, incluyendo incluso la alternativa de la nacionalización.
Las medidas para proteger a la población y blindar la capacidad productiva de la industria se intentarán financiar a través de dos impuestos sobre las ganancias inesperadas: uno dirigido a los proveedores de energía renovable que se benefician de la venta de electricidad vinculada a los altos precios del gas, y otro sobre las ganancias de los productores de petróleo y gas.
Según lo establecido, los fondos recaudados a través de estos nuevos impuestos deberán ser utilizados por los gobiernos de cada país miembro para ayudar a los consumidores y las empresas a sortear la crisis energética. Sin embargo, funcionarios y diplomáticos de varios países de la UE han dicho que los aranceles serán complejos de recaudar, y en algunos estados miembros pueden no ser suficientes.
Por otro lado, las políticas públicas propuestas en la Unión Europea podrían agravar el problema si no logran incentivar el ahorro energético. Ofrecer subsidios a hogares y ayudas al sector industrial, sin un compromiso y conciencia de ahorro, podría significar un aumento aún más vertiginoso de los precios de la energía, cortes en el servicio y un panorama económico desolador.
De acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, ofrecer subsidios y establecer límites de precios de energía puede aumentar la demanda. La falta de una respuesta unificada del bloque europeo podría causar más problemas, pues subvencionar el consumo, aunque puede beneficiar directamente a los consumidores de un país, también podría aumentar el uso de energía, lo que daría lugar a precios mayoristas más altos en toda la Unión Europea, perjudicando a consumidores de otros países que no reciban subsidios.
Una investigación del FMI recomendó a la UE hacer frente a la crisis energética con una respuesta coordinada, enfocada a reducir la demanda y aumentar la oferta, manteniendo los mercados energéticos internos abiertos con protecciones solamente para los consumidores más vulnerables.
Un enfoque alineado con la recomendación del FMI de promover el consumo eficiente mientras se protege al consumidor, es el empleado en Alemania, que busca frenar el aumento de los costos de la electricidad. Para lograrlo, se calculan las necesidades energéticas de un hogar con consumo eficiente, el cual hace un esfuerzo por ahorrar energía. Con este cálculo en mente, se subsidia el precio del mercado de la electricidad hasta ese nivel de consumo previamente calculado, pero no más allá. Como resultado, el costo de la electricidad para un uso adicional sería mucho más alto que el costo hasta el nivel subsidiado, lo que alentaría a los hogares a usar menos electricidad y a reducir la demanda.
Si bien Europa enfrenta un reto singular este invierno, líderes gubernamentales y expertos en energía advierten que el verdadero desafío será el próximo año, cuando China retome los niveles de importación de gas natural licuado que tenía antes de la pandemia de covid-19. Será entonces cuando la capacidad de satisfacer la demanda mundial será realmente puesta a prueba.
Según expertos, Europa podría quedarse sin posibilidad de obtener hasta 30 mil millones de metros cúbicos de gas natural licuado para el verano, el equivalente a la mitad del 95% de reservas que lograron almacenar para este invierno.
El costo no es exclusivamente económico. Un modelo predictivo desarrollado recientemente por The Economist, sostiene que el aumento en los costos de energía podría causar 100,000 muertes adicionales entre personas de la tercera edad en Europa. El modelo sugiere que en un invierno normal, el incremento del 10% del precio de la energía está asociado a un aumento de muertes del 0.6%
De acuerdo con Henning Gloystein, director de energía, clima y recursos de la firma de consultoría de riesgo político Eurasia, aunque el panorama energético y económico en Europa es complejo, el bloque podría experimentar alivio con el llamado “dividendo verde” entre 2024 y 2025, cuando se espera que muchas compañías y hogares hayan invertido en eficiencia energética sostenible, lo que les daría una ventaja económica importante frente a la escasez de fuentes energéticas fósiles.
Diego Marcano
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