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Protestas de los “chalecos amarillos: Francia en estado de excepción

09/12/2018

Fotografía de C. Martens / DW

Un país en estado de excepción: las protestas de los «chalecos amarillos” paralizaron Francia el sábado (8.12.2018) por cuarta vez consecutiva. Cathérine Martens informó desde París.

Las calles de París están vacías. No se ve ni un automóvil, ni a un pasante, y los negocios están fuertemente protegidos con placas de madera. La ciudad está irreconocible. Los únicos que la pueblan son los «chalecos amarillos”. De a miles marchan por las calles que desembocan en el Arco de Triunfo. El punto de encuentro de este sábado es la Avenida de los Campos Elíseos.

Anne-Laure, de 35 años, viene de Vernon, en la Normandía. En las pancartas, que lleva junto con su hermano y su cuñado, se lee: «Macron, vas a la deriva”. Ella no puede ocultar su rabia. «Soy enfermera, gano 1.200 euros por mes. Con eso llego a pagar mis cuentas, pero nada más. ¡No pedimos mucho, solo vivir dignamente!”, dijo a DW Anne-Laure, con lágrimas en los ojos. «Estamos aquí, con nuestras pancartas, pacíficamente, y la policía nos tira gases lacrimógenos. ¡Nos quieren hacer callar!”

Las protestas de los «chalecos amarillos” se dirigen contra el presidente Emmanuel Macron y sus reformas. Debido a las manifestaciones masivas, el Gobierno de París anuló el aumento del impuesto a la gasolina y al diésel, planeado para 2019.

Y contra las reformas a la educación de Macron también salieron a la calle miles de escolares y estudiantes en los últimos días.

«Trabajar y trabajar, para nada”

Este sábado participaron cerca de 31.000 personas en las protestas que sacuden Francia . Antoine y sus compañeros viajaron desde la Normandía para formar parte de ellas. Dijeron a DW que nunca se habían metido en política, «pero ahora, algo tiene que cambiar”. «A pesar de tener un trabajo de tiempo completo, la vida en Francia es, simplemente, demasiado cara”, explicó el obrero de la construcción, de 23 años. «Trabajo 45 horas por semana, y mi sueldo apenas alcanza para pagar la comida y el alquiler.” Sin la ayuda económica de sus padres, no podría sobrevivir, dijo, «¡ y eso no puede ser!”

A la pregunta sobre qué piensa de Macron, su respuesta sorprende: «No tenemos nada en especial en contra de Macron”. Según Antoine, el presidente francés es solo como todos los políticos que han perdido el contacto con la gente.

«A la justicia social la pisotean y le pasan por encima. Eso empezó en Francia mucho antes de Macron. Hollande no era mejor que él”, se queja Jean-Paul, un mecánico de 52 años. «Ninguno de los que forman la élite política sabe lo que es levantarse todos los días a las cinco de la mañana e ir a la fábrica, para no ganar lo suficiente para vivir”.

Este sábado había cerca de 8.000 agentes de la Policía en París, unos 89.000 en todo el país. Solo en la capital fueron detenidas, según fuentes del gobierno, alrededor de 1.385 personas, y más de 970 permanecen en detención preventiva. Los sospechosos traían consigo, según el Ministerio francés del Interior, máscaras, gomeras, martillos y piedras. Pero la masiva presencia policial no ayuda, desde el punto de vista de los manifestantes, a que la situación se tranquilice. «¡Nos quitaron las máscaras y prometieron que no harían nada, pero miren lo que hicieron!”, gritaba una manifestante, con los ojos totalmente irritados por el gas lacrimógeno.

La Policía tiraba gases lacrimógenos minuto a minuto contra los manifestantes. Cada vez que eso sucedía, la gente huía hacia los cordones de la acera sobre los Campos Elíseos, tapándose la boca y los ojos. Agentes de las fuerzas de desplazamiento rápido volvían a marchar entre la multitud y no dudaban en golpear con sus bastones a quien estuviera a su alrededor. Quien no saltaba rápidamente hacia un costado, caía al suelo debido a los golpes. Las personas se ayudaban las unas a las otras a levantarse como podían. Y se pasaban suero para que los ojos dejaran de arder. Rápido, antes de que volviera a caer el próximo cartucho.

A solo pocos metros de allí está el Palacio del Elíseo, el cual, protegido por altas vallas de acero y acrílico, es inalcanzable para los manifestantes. Todas las calles en dirección a la Rue Faubourg-St. Honoré están bloqueadas por la Policía. Para los habitantes de esa zona bloqueada, eso significa que no pueden salir de ni entrar a su vivienda sin someterse a estrictos controles de identificación. Solo se permite pasar a quien pueda mostrar su carné de identidad.

Atracciones turísticas como la Torre Eifel, el Museo del Louvre, y numerosas estaciones de metro del centro de París, están cerradas y acordonadas. Los negocios parecen una fortaleza, con sus vidrieras protegidas por tablas, por temor al vandalismo.

Cerca del mediodía comenzaron a arder los primeros botes de basura en los Campos Elíseos. Un grupo de cientos de manifestantes bloquearon el Bulevar Periférico de París, la circunvalación de 35 km que da la vuelta en torno a la capital francesa. Por la tarde, empezaron a volar las primeras piedras, también contra edificios, como el de la Cámara de Industria y Comercio. Las fachadas de los edificios y negocios, como la de Louis Vuitton, apenas se podían ver por el humo de los gases, y en el restaurante de lujo Fouquet’s, en lugar de ostras, se ve a los «chalecos amarillos” ocupando mesas y sillas.

«Si no tienen nada más que ofrecernos que gases lacrimógenos, entonces esta es nuestra respuesta”, grita un manifestante. Anne-Laure todavía sostiene su pancarta roja. No se va a dejar amedrentar, asegura, y la semana próxima volverá a las protestas: «No pararemos hasta que haya más justicia”.

(CP)

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