Izq. Donal Trump. Fotografía de SHAWN THEW | EPA | EFE. Der. Kamala Harris. Fotografía de EDWARD M. PIO RODA | EPA | EFE
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Este martes 5 de noviembre, Estados Unidos escogerá a su próximo presidente, quien ocupará la Oficina Oval de la Casa Blanca por los siguientes cuatro años, de 2025 a 2029. La jornada electoral también será una votación para la renovación del Congreso, donde se elegirán 34 de las 100 curules que conforman el Senado y 536 miembros de la Cámara de Representantes.
La noche del martes conoceremos si Estados Unidos ha escogido a la primera mujer presidenta en su historia, o si habrá un segundo mandato para el expresidente Donald Trump.
Las encuestas nacionales no son la mejor herramienta para predecir el resultado real. El sistema electoral en Estados Unidos está regido por un modelo representativo en el que cada estado tiene asignado un determinado número de votos electorales que suman los 538 votos del Colegio Electoral. Para ganar la presidencia, un candidato necesita 270 votos del Colegio Electoral, lo que sitúa el verdadero campo de batalla en un puñado de estados clave.
Esto también implica que el candidato que obtiene el mayor número de votos en la elección no necesariamente resulta el ganador. Así ocurrió, por ejemplo, en las elecciones del 2016, donde Hilary Clinton, candidata del Partido Demócrata, obtuvo un 48% del voto popular, frente a un 45,9% de su rival republicano Donald Trump, pero debido a la representatividad estatal, el resultado le dio a Clinton 232 votos del Colegio Electoral, mientras que Trump obtuvo un total de 306, ganando así la presidencia.
Este año, de acuerdo con el seguimiento de encuestas de FiveThirtyEight, estamos ante una carrera muy cerrada en siete estados disputados en los que se podría definir la elección.
En Pensilvania, Nevada, Wisconsin y Michigan, la preferencia de voto entre candidatos no supera el 1%, y en el caso de Pensilvania es del 0.1%, haciendo imposible predecir el resultado.En Carolina del Norte y Georgia, las encuestas dan como ganador al expresidente Trump por un 1.3% y 1.5% respectivamente. Sólo en Arizona, uno de los estados disputados, la intención de voto reflejada en las encuestas alcanza el 2.1%. Sin embargo, es bien sabido que las encuestas pueden equivocarse.
Una carrera muy reñida en las encuestas no significa necesariamente que el resultado vaya a ser cerrado. Los siete estados que potencialmente definirán la elección están aún dentro de un margen normal de error.
El modelo de FiveThirtyEight sugiere un empate técnico en la carrera presidencial de 2024: Trump sale vencedor en 51 de cada 100 simulaciones, mientras que Harris gana en 49. ¿Las probabilidades de que ninguno de los candidatos alcance los 270 votos electorales necesarios? Menos de 1 entre 100.
Las previsiones de FiveThirtyEight no se basan únicamente en las encuestas, sino que las combinan con factores que tienden a influir en los resultados a lo largo del tiempo. Entre ellos se incluyen elementos como las condiciones económicas, la inflación, el desempleo, o las tendencias partidistas de cada estado. El objetivo del modelo no es predecir el ganador con certeza, sino dar una probabilidad para cada candidato.
Elección del Senado: una cuesta empinada para los demócratas
Actualmente, los demócratas cuentan con una escasa mayoría de 51 escaños en el Senado, pero con la retirada del senador Joe Manchin del estado de Virginia Occidental, quien decidió no lanzarse a la reelección este año, esa ventaja se tambalea. Con una alta probabilidad de que el escaño de Virginia Occidental pase a los republicanos en estas elecciones, los demócratas enfrentan una competencia difícil en otros estados para no perder la mayoría en la cámara alta del legislativo.
En Ohio, la carrera está empatada, con algunas estimaciones que muestran al candidato demócrata perdiendo con un 1,1% de desventaja frente a su rival republicano. En Montana, el senador demócrata Jon Tester, que ocupa el cargo desde 2006, enfrenta una carrera cada vez más competitiva. Al menos otros 5 escaños están inmersos en una competencia feroz entre los dos partidos, en los estados disputados de Michigan, Wisconsin, Pensilvania, Arizona y Nevada.
Para los demócratas, el riesgo es alto: si pierden sólo dos de sus escaños actuales, perderán la mayoría en el Senado.
La dificultad que enfrentan los demócratas para mantener el control del legislativo no se limita a este ciclo electoral: es un problema estructural. El diseño del Senado, que asigna 2 escaños a cada estado del país independientemente del tamaño de su población, otorga una relevancia fundamental a los estados rurales, que históricamente han mostrado una mayor inclinación electoral hacia el Partido Republicano.
En las urnas: el récord de Harris contra la retórica de Trump
Si Donald Trump alcanza la victoria y obtiene un segundo mandato, un dato interesante podría ser clave para explicar este resultado: sólo un 39% de los estadounidenses actualmente cree que el país va en la dirección correcta. Cuando esta cifra es baja, los ciudadanos tienden a votar por una opción diferente a la del partido gobernante.
La media de aprobación del actual presidente Joe Biden es inferior a la de cualquier otro presidente americano de la historia reciente. Su popularidad, que actualmente se ubica alrededor del 38.2%, se ha visto diezmada por una mezcla de malestar económico y escepticismo respecto a la política exterior, que ha hecho que los estadounidenses cuestionen su liderazgo, y por agregado, el de la vicepresidenta Kamala Harris.
A pesar del crecimiento récord del empleo en los tres primeros años de su mandato, superior al de cualquiera de sus cuatro predecesores, la impopularidad de Biden quizás se explica en una percepción generalizada de que no ha sido capaz de manejar la economía, frente al aumento de la inflación a causa de las disrupciones heredadas por la pandemia de Covid-19 y luego por la guerra en Ucrania. A pocos meses de finalizar su mandato, muchos estadounidenses consideran que su situación económica ha empeorado durante la administración Biden.
Esta percepción negativa de Biden ha sido una piedra en el zapato para la campaña de Kamala Haris durante todo el ciclo electoral. Por mucho que Harris se presente como la candidata del cambio, de cara a los votantes resulta muy difícil separar su imagen de la administración de la que forma parte.
En cuanto a Trump, su principal debilidad sigue siendo su retórica divisiva que, aunque ha sido un rasgo atractivo para muchos de los votantes que hoy lo apoyan, para muchos otros es un elemento disuasorio que lo inhabilita moralmente para servir en la presidencia.
En su mitin de cierre de campaña en el Madison Square Garden, el 27 de octubre, Trump habló de su plan para acabar con los impuestos sobre las propinas, se burló de Kamala Harris y le dijo: “Estás despedida”, citando la famosa frase que solía decir en su famoso programa de televisión The Apprentice. También calificó su retorno a la presidencia como “el día de la liberación” de lo que describió como una ocupación por parte de inmigrantes invasores.
Fuera del recinto, en Manhattan, las calles estaban inundadas de rojo, blanco y azul, y las ya bien conocidas gorras con el eslogan “Make America Great Again”. Algunos asistentes habían llegado incluso el sábado por la mañana.
Donald Trump habló durante casi una hora y media, reiterando su discurso contra los inmigrantes y sus oponentes políticos. “Son inteligentes y despiadados, y tenemos que derrotarlos”, dijo el expresidente, y repitió nuevamente su caracterización de sus oponentes como “el enemigo desde adentro”.
Por su parte, Kamala Harris decidió dar su discurso de cierre en el parque Ellipse, al sur de la Casa Blanca, en el mismo lugar donde en 2021 Donald Trump incitó a los manifestantes que asaltaron el edificio del Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero, mientras se realizaba la certificación de los resultados de las elecciones de 2020 en las que resultó ganador Joe Biden.
En su discurso de clausura de campaña, Harris expuso sus prioridades: ampliar Medicare para cubrir la asistencia sanitaria a domicilio, aumentar la oferta nacional de viviendas y restablecer el acceso al aborto en todo el país. La candidata demócrata se centró en entregar un mensaje conciliador, recalcando su promesa de un gobierno con pluralidad de voces, donde todos tendrán “un asiento en la mesa”.
“Es hora de pasar página al drama y al conflicto, al miedo y a la división”, afirmó Harris. “Es hora de una nueva generación de liderazgo en Estados Unidos. Yo estoy dispuesta a ofrecer ese liderazgo, como la próxima presidenta”.
Flaviana Sandoval
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