Arquetipos médicosPerspectivas

Presencia de Apolo, Quirón y Asclepio en la relación médico-paciente

Fresco pompeyano representando a Apolo, el centauro Quirón y Asclepio. Museo Arqueológico Nacional. Nápoles, Italia.

14/08/2021

Apolo, Quirón y Asclepio conforman los arquetipos médicos de la mitología griega. Presentes siempre en nuestro inconsciente, modulan los comportamientos en la relación médico-paciente. Conocerlos tiene utilidad para comprender la conducta humana durante la enfermedad y para el objetivo de la curación.

Apolo, hijo preferido de Zeus, dios de la luz, el logos y el conocimiento, es quien inicia la medicina. Apolo adopta a Quirón y le transmite sus conocimientos. Quirón, quien también representa el arquetipo del mentor, educa y enseña a Asclepio, quien pasa a ser dios de la medicina.

Arquetipos, chamanes y médicos

Un arquetipo es un patrón emocional y de conducta presente en el inconsciente colectivo, como lo definiera C.G. Jung. Los arquetipos son contenidos arcaicos del inconsciente, comunes a todos los humanos, en todas las civilizaciones y culturas, transmitidos genéticamente desde tiempos inmemoriales. Son naturales, biológicos y universales. Su almacenamiento en nuestro cerebro sería en el sistema límbico, donde se ubican núcleos de emociones y memoria. Su origen sería producto de la observación reiterada por los primeros homínidos de los fenómenos naturales como los astros, lluvia, vientos, etc., así como de la observación de los fenómenos biológicos, emociones y conducta humana. Esas observaciones reiteradas plasmaron en sus mentes ideas de la existencia de seres divinos o sobrehumanos que gobernaban los fenómenos y a quienes había que tratar de descifrar, entender y contactar, para así permitir una interpretación de la naturaleza y el universo, como también la comprensión del comportamiento humano y el destino.

Los arquetipos se expresan como personajes en relatos y mitos, imágenes y símbolos, que se evidencian al analizar los patrones de conducta humana, así como cuando se explora el inconsciente.

Toda enfermedad genera incertidumbre y un anhelo de regresión a un estado previo de bienestar y satisfacción. Todo dolor o enfermedad obliga a la persona a observarse y activar un curador interno que corrija lo anormal, pero cuando falla el observador y curador interno, el enfermo busca uno externo con conocimientos de lo que le aqueja, con dotes superiores de sabiduría, respetable, temible y que sepa corregir el mal.

En todas las civilizaciones ha estado presente la figura del curador, del chamán, algún miembro de la comunidad que se forma a través de procesos iniciáticos, estableciendo comunicación con los espíritus de la naturaleza y los sobrenaturales que, con vocación de sanador e intermediador con lo divino, hereda un papel necesario, de consideración y respeto, siendo referencia y guardián de la comunidad en aspectos espirituales y de salud. Dicha figura termina cobrando forma en nuestra cultura occidental en los arquetipos del médico de la mitología griega.

Los arquetipos de la medicina se activan tanto en el médico como en el enfermo, y se constelizan en el inconsciente al hacerse presentes rasgos que los caracterizan, modelando patrones de comportamiento.

«Apolo, Dios de la luz, la elocuencia, la poesía y las bellas artes, con Urania, musa de la Astronomía», de Charles Meynier (1798).

Apolo

Apolo nace de la unión de Zeus con Leto, una titanesa oscura, cuyo nombre significa el olvido. No es hijo de Hera, la esposa de Zeus. Zeus tiene una vida sexual pronunciada, con numerosos hijos fuera del matrimonio, y cada hijo alcanza a ser factor influyente en el funcionamiento de la naturaleza y la civilidad. Hera, esposa celosa quien representa la sacralidad del matrimonio, impide que Ilitia, diosa de los partos, pueda asistir a Leto. Leto termina pariendo en Ortigia, una isla flotante que Poseidón (dios de los mares) convirtió en Delos, una isla fija. Nace primero la diosa Artemisa, quien asiste a su madre en el prolongado y difícil parto de siete días de duración de su gemelo Apolo. El parto de la conciencia no es fácil. Nace un niño color de oro, brillante y todo a su alrededor cobra luz. Donde está Apolo hay brillo, siempre notorio, arroja luz sobre lo oscuro.

Alimentado por Themis, diosa de las leyes de la naturaleza y de la justicia, adquiere los conocimientos que de ellas derivan. Dios de la luz, del logos, la racionalidad, la conciencia, el conocimiento, la verdad, la cultura, la belleza, la perfección, la métrica, las artes y la estética, también es dios de la medicina y la juventud. Respetuoso estricto de las leyes, cerebral, con inteligencia deslumbrante produce ideas, teorías y explicaciones para todo. Apolo también representa la juventud respetuosa y prudente, no reactiva. Siempre sereno, no se enferma, no se equivoca y no acepta debilidades. Apegado al orden, el equilibrio y la armonía, analiza, corrige, señala, aconseja y también escucha, pero puede ser arrasador con quien lo contradice, o desdeña al interlocutor de poco nivel. Es oracular, predice, sabe lo que va a ocurrir, pero lo sabe por lo que conoce y desde lo racional, no por dones proféticos.

Apolo es un dios virginal, en el sentido de que es unívoco, que no actúa en forma distinta a la del logos. Sus actuaciones no están moduladas por emociones y no empatiza, no conecta con la emocionalidad de los demás. Al hablar es directo, preciso, no acepta ambigüedades ni insinuaciones. Su figura, porte y actitud causan respeto y admiración, pero difícilmente provoca un enamoramiento o conexión emocional. Se sabe bello, superior y merecedor de todo. Tiene rasgos narcisistas, es orgulloso, conocedor de su linaje y superioridad, le resulta obvio que los demás se deslumbren por él. No se enamora, no tiene eros. Las relaciones que llega a tener con mujeres son incentivadas por el deseo y mantenidas en lo racional, no en lo emocional.

Apolo viaja cada 19 años al país de los hiperbóreos, muy al norte de Grecia, donde vivían seres aparentemente inmortales en una utopía de respeto de las leyes, el arte, la música y el conocimiento, donde imperaba la honestidad y la armonía y la palabra era ley. Se reúne con pares en conversaciones inteligentes, serias, en ámbitos académicos, y escucha música y poesía.

Los símbolos de Apolo son el arco y la flecha, la lira y la corona de laurel. Ajeno a la lucha cuerpo a cuerpo, desarrolló extraordinaria destreza en el uso del arco y la flecha. Amante de la música, aprendió a tocar la lira. La corona de laurel que le simboliza ser siempre victorioso, tiene un mito. Apolo quiso poseer a la ninfa Dafne, pero esta huyó y antes de dejarse poseer se transformó en el árbol del laurel, por lo que sorprendido por el rechazo, decidió cortar una rama que convirtió en corona, y la lleva en su cabeza.

Apolo y la medicina

Zeus le encargó, aun recién nacido, que matara a la Pitón, una serpiente venenosa creada por la celosa y agraviada Hera para a matar a Leto, su madre. Entra al santuario de Delfos y con un tiro certero de flecha, acaba con ella. Apesadumbrado por haber cometido un asesinato y violado leyes de la naturaleza, desarrolla una serie de ritos para expiar su malestar. Crea así la medicina de ritos curadores, religiosa, no empírica y comienza a recibir el nombre de Pitio. El santuario pasa a ser de Apolo y recibe también el nombre Khatarsisos (purificador) y Atropaios (aleja el mal). En el templo ingresaban mujeres que se hacían sacerdotisas y podían hablar con el mismo Apolo al entrar en trance masticando hojas de laurel. Eran las pitonisas que podían revelar futuros, pronósticos.

«Apolo matando a Pitón», de Hendrik Goltzius (1589).

Apolo aprende a curar heridas de guerra y a aplicar medicamentos que alivian dolor, ejerciendo una medicina empírica, práctica y lo hace gustosamente a quienes le son adeptos y rinden pleitesía, pero Zeus, el dios supremo de los cielos y de la tierra, quien imparte justicia y equidad y basa sus decisiones sobre los hombres y los dioses en la razón, lo manda a asistir medicamente a su medio hermano, el dios Ares (dios de la guerra, reactivo, más cuerpo, fuerza e instintos que razón), por quien no tiene simpatía. Apolo lo atiende y le cura sus heridas. Zeus le pide también que socorra a Hades, su hermano, dios del inframundo, con quien sí simpatiza y le “espolvoreó encima medicinas, aletargadoras del dolor, y lo curó”.

Así que Apolo recibe mandatos sagrados de Zeus para curar, y los cumple omitiendo las transferencias que suelen estar presentes en el acto médico. La medicina es así, por mandato de Zeus, una actividad sagrada y noble, no discriminativa. Apolo obvia los problemas transferenciales con Ares y con Hades, y los asiste con disciplina y nobleza. Esto plantea un trasfondo ético. Homero hace referencia a los médicos que actuaban en la guerra de Troya apegados a estos principios de atender a los enfermos del bando que fueran, sin discriminaciones ni prejuicios, ennobleciendo el ejercicio médico.

Apolo en la relación médico paciente

Los médicos necesitan rasgos apolíneos, aura apolínea. Durante los estudios médicos se educa en rasgos apolíneos. Apego y avidez por el conocimiento, metodología, racionalidad, competencia, destrezas, temple, mesura, disciplina, capacidad desmedida para del trabajo, pulcritud, solemnidad, buena dicción, enemigos de los errores y las debilidades. Cuando una persona está enferma, vulnerable y en regresión, necesita de alguien con esa aura de capacidades y virtudes. Y que conecte con lo divino. Esto es positivo para una relación médico paciente que asegure el éxito del acto médico. Los pacientes necesitan depositar sus esperanzas en alguien con esos rasgos. Esta activación del arquetipo en el inconsciente del médico y del paciente representa el lado luminoso del arquetipo. Los pacientes no depositan sus esperanzas en médicos con rasgos contrarios al arquetipo de Apolo, de indisciplina, informalidad, irresponsabilidad y poco gusto por el conocimiento, incultos, de mala dicción, escaso lenguaje, con debilidades, divorciados de la solemnidad y el respeto por las normas.

El lado oscuro del arquetipo, que atenta contra la relación médico paciente y el éxito de los actos médicos, es el del médico que tiene una ética heterónoma, no propia y motivada por el bienestar del enfermo, sino impuesta, que cumple con su trabajo, o que actúa por mostrar su brillo y alimentar su vanidad, que persigue ganancias secundarias como prestigio, narcicismo, bienestar económico y posición social. Es el médico endiosado, soberbio, distante, a quien no pueden pedirle explicaciones, exponerle dudas o buscar segundas opiniones porque les resulta ofensivo y termina maltratando o desdeñando al paciente. Es oscuro también en el arquetipo la falta de empatía, la impermeabilidad a la emocionalidad e individualidad del enfermo y sus familiares, la carencia de alma, la frialdad, la sequedad en las opiniones, diagnósticos y pronósticos.

En el paciente, el lado oscuro del arquetipo aparece cuando asume que el médico es infalible, incuestionable y distante, a quien se recurre con pleitesía y obediencia. Es el paciente pasivo, que no quiere entender lo que tiene, que no participa en su propio proceso de curación porque cree que toda su suerte depende de lo que su médico, la divinidad y el destino le tienen determinado.

El centauro Quirón, mentor de Aquiles, le enseña a utilizar el arco. La obra se titula «La educación de Aquiles», del pintor Auguste-Clément Chrétien (1861).

Quirón

Quirón representa el arquetipo del curador herido y también el del mentor. Su nombre significa el que cura con las manos o es hábil con las manos. Era centauro, la mitad de abajo caballo, instintivo, irracional, emocional, visceral, y la mitad de arriba humano, consciente, racional, con conocimientos, curioso, que trabaja y aprende.

Hijo del dios Cronos (también padre de Zeus) y de la oceánide Filiria. Una oceánide es una ninfa del mar y una ninfa representa algo delicado de la naturaleza. Cuando Cronos vio a Filiria la quiso poseer, pero ésta huyó y se transformó en yegua para despistarlo. Cronos se percata, se transforma en caballo, la alcanza, viola y embaraza. Al dar a luz y ver la criatura mitad caballo y mitad humana, sufre un horror insoportable y pide piedad a los dioses, siendo transformada en el árbol del tilo, del calmante tilo.

Quirón tiene aquí sus primeras heridas no físicas. Es producto de una violación, no conoce a su padre y es abandonado por su madre, quien prefirió convertirse en árbol antes que criarlo. Es rechazado por los hombres a pesar de poseer dotes humanas y ser educado, y también es rechazado por los centauros que eran una especie incivilizada y violenta que habitaba los bosques.

Apolo se consigue con él, le simpatiza, y decide hacerse cargo. Lo adopta y le transmite sus conocimientos.

Raro, solo, apacible, sabio, poseedor de todo el conocimiento existente, se retira a vivir a una cueva, un refugio dentro de la madre tierra. Desarrolla sus capacidades y conocimientos. Aprende las propiedades de las plantas, inventa pociones curativas, estudia el cielo y descubre varias constelaciones, inventa la lanza y desarrolla la cacería.

Discípulo del mismo Apolo, adquiere función docente y civilizadora, se convierte en la referencia educativa, el mejor tutor conocido para todas las áreas del conocimiento. Enseña medicina, filosofía, ética, música, cacería y todo lo necesario para la vida y la aventura. Fue mentor de numerosos héroes, como Jasón, Aquiles, Heracles (Hércules), Eneas, Asclepio (Esculapio), Aristeo, etc.

Se casa con la ninfa Cariclo con quien tiene a su hija Hipe, a quien rechaza por haberle profetizado su destino. Ese rechazo es un perfecto reflejo de su sombra, del conflicto no resuelto por haber sido abandonado. Conflicto no resuelto queda en la sombra y se repite más adelante en la vida.

El centauro Quirón. Grabado tomado de Iconographic Collections. Wikimedia Commons.

El curador herido

Brillando en sus conocimientos, descubrimientos médicos, tutorías y en su ejercicio como médico, sufre una herida incurable que le produce un dolor permanente y lo obliga a concentrase en sí mismo, a ocuparse de su interior y tratar de sanarse.

Su discípulo Heracles, en una oportunidad en que lo visitaba durante uno de sus famosos trabajos, lo hirió por error en una pierna con una flecha envenenada que podía matar a cualquier humano o animal, pero Quirón era inmortal. De puro logos, raciocinio, conocimiento y externalidad, tiene que ocuparse de sí mismo, de su organismo e interioridad, así como muchos que viven dedicados al trabajo y la productividad hasta que una enfermedad como un infarto los detiene, y sufren una transformación que los hace entender más de la vida y su sentido y concentrarse en su propia interioridad. El dolor aleja lo heroico y obliga a ocuparse de la propia naturaleza y alma. Solo sanamos lo que está herido, no sanamos lo que no produce sufrimiento.

Su capacidad para curar a los demás se enriqueció gracias a la continua búsqueda de alivio para su propia herida incurable. Y le permitió comprender el dolor de los demás. Irónicamente, la fuente de su poder curativo es la herida incurable.

Quirón sabe que solo se liberaría del dolor si muriera. Morir, también para los griegos equivale a transformación, cambiar una vida terrenal por otra no terrenal. Quien hiere es quien puede quitar el dolor. Le pide a Heracles que interceda ante Zeus para intercambiar su inmortalidad con Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses, y quien estuviera castigado amarrado a una piedra y todos los días le comía su hígado un águila, para recuperarse en las noches. Zeus se compadece y accede a la petición mediada por Heracles. Logra finalizar su sufrimiento al morir y Zeus le vuelve a dar la inmortalidad transformándolo en una constelación, la constelación de Quirón.

Quirón en la relación médico paciente

A diferencia de Apolo, Quirón sabe de sufrimiento y lo puede ver en los demás. Vemos lo que conocemos o podemos ver en nosotros mismos. Quirón conecta, empatiza, comprende, sabe ponerse en el lugar del enfermo. Se concentra, investiga, busca alternativas, acompaña al paciente durante el curso de su dolencia. Sabe interrogar y examinar al paciente para depurar los síntomas y signos de su enfermedad. Utiliza sus manos y sentidos con método, técnica y destrezas adaptándose a la particularidad de cada enfermo. Como cirujano (quirúrgico viene de Quirón) se involucra con el paciente hasta finalizar el posoperatorio. Como clínico, mira la naturaleza y el alma del enfermo, lo acompaña y le enseña a superar y sanar la enfermedad o a administrarla con calidad de vida. Como psicoterapeuta identifica las heridas, comprende la individualidad y sabe que una lesión del alma la cura justamente quien hiere.

La luminosidad del arquetipo de Quirón está en que se ocupa de activar el curador interno o intrapsíquico del enfermo, adquiriendo una función mentora del enfermo, procurando que comprenda, confíe, se involucre y se sume activamente a las estrategias enfocadas en el éxito del acto médico. El médico que no activa este arquetipo es soberbio, se convierte en autosuficiente, creyendo que es él quien cura, ignorando la necesaria participación del enfermo en el proceso piadoso de la curación, degrada a la persona enferma, genera rechazo y fracaso del acto médico.

El lado oscuro aparece en el médico cuando falla la capacidad para filtrar las emociones que se transfieren en la relación médico paciente. Comprender al enfermo es distinto a identificarse y dejarse invadir por sus emociones y sentimientos. La identificación y permeabilidad a las emociones hacen fracasar al médico, debilitan su asertividad y capacidad de discernimiento y toma de decisiones que deben direccionarse hacia el paciente con el único y exclusivo objetivo de la curación de su enfermedad.

Es oscuro también el arquetipo en el paciente que, en regresión, espera que su médico se identifique con él, comparta su emocionalidad y necesidades secundarias y cumpla con caprichos ajenos al objetivo primario de la relación médico paciente, cual es la curación.

«Asclepio, Apolo e Hipócrates», de Johannes Zacharias Simon Prey (1791).

Asclepio

Asclepio es un dios de la medicina y representa el arquetipo del médico de vocación, prestigioso, aclamado, estudioso y preciso en los diagnósticos de las enfermedades y en las prescripciones de tratamiento.

Asclepio es hijo de Apolo y de la princesa humana Coronis, cuyo nombre significa engreída. Apolo sintió atracción por Coronis y se apareó con ella, pero Coronis no sabía que se trataba de Apolo, el encuentro no le significó una relación amorosa, tampoco sabía que se había embarazado. Apolo se entera de que Coronis tenía relaciones con otro humano llamado Iskis y, herido en su orgullo, cobra venganza. Le pide a su hermana Artemisa que lance flechas al castillo de Corinis para matar a la infiel y a su pareja. Antes de morir, Coronis pidió piedad y anunció estar embaraza. Apolo alcanza a sacar a la criatura del cuerpo de Coronis mientras ardía en la pira crematoria y entrega el niño a Quirón para que lo críe.

Quirón adopta a Asclepio. La cabra nutridora de leche y el perro fiel y cuidador lo acompañan en su niñez y serán parte de sus signos sagrados al hacerse médico y dios, fuente de nutrición y fiel cuidador de los enfermos. De niño está poco interesado en juegos, pero está fascinado con las enseñanzas de Quirón, de quien aprende a parar hemorragias, curar huesos fracturados y a reconocer las plantas medicinales para las pócimas curativas, su forma de preparación y posología. Su mentor le insiste continuamente en que hay que trabajar, estudiar y observar y le enseña que el conocimiento se adquiere más a partir de la observación y el cuidadoso registro que de darle vuelta a las teorías. A sus catorce años Asclepio tiene fama como médico, ha salvado la pierna que estaba por amputársele a un soldado, cura fiebres mortales, y cura a toda una aldea de una epidemia de disentería.

Apolo encomendando a Quirón la educación de Asclepio. Grabado sobre papel de Hendrick Goltzius. Galería Nacional de Arte, Washington DC.

Asclepio se consigue con una serpiente que sufría de dolor y a quien todos rechazaban. La atiende y cura con una pócima que le prepara. La serpiente repta por su pierna hasta alcanzar su oreja, se la lame y le dicta al oído secretos y misterios de la tierra que pueden ayudarlo en su actividad médica. De allí viene el caduceo como símbolo de Asclepio y de la medicina, de una sola serpiente enroscada en un báculo. Debieron ser relevantes los secretos que le permitieron descubrir numerosas curas de enfermedades.

La medicina empírica y multidisciplinaria

Asclepio desarrolla la medicina práctica, más naturalista, empírica, científica, basada en los registros de sus observaciones, y menos místico religiosa. Cobra fama como el médico más habilidoso y que podía curar enfermedades como nadie lo podía hacer. A los 20 años tiene una consulta abarrotada de pacientes que acuden de todas partes.

Se casa con Epione, cuyo nombre significa calma, alivio del dolor, y con ella tiene cuatro hijas y tres hijos, constituyendo una familia médica en varias disciplinas. A Higia, la mayor, le enseña las prácticas de la limpieza, la dieta sana y el ejercicio físico. De allí la disciplina de la higiene. A Panacea, su segunda hija, le enseña a preparar las pociones curativas. A Aceso, cómo despertar en los pacientes la respuesta de defensa contra la enfermedad. A Yaso, los métodos para la restitución de la salud. A sus hijos varones Macaón y Podaliro, les enseña las prácticas de la medicina militar y a Telesforo la rehabilitación física.

Transgresión y muerte

La diosa Atenea le obsequia un ánfora con sangre de la medusa que tenía la propiedad de revivir a los muertos y la utiliza para regresar a la vida a varios mortales. Comete transgresión al utilizar poderes solo dados a los dioses y atentar contra los destinos y la población del submundo. Hades se queja ante Zeus. Hera, que no le tenía simpatía a Apolo ni a su hijo, instiga a Zeus para que lo mate y este decide fulminar a Asclepio con su rayo.

Apolo se siente ofendido por la muerte de su hijo y cobra venganza matando a los cíclopes que le habían fabricado el rayo a Zeus. Apolo es castigado pasando nueve años al servicio de un rey mortal cumpliendo labores de pastoreo.

El dios y sus templos

Al morir, la gente comienza a verlo como un ser milagroso y le atribuyen propiedades divinas. Fue tanto el volumen de adeptos, que Zeus decide convertirlo en una deidad y lo lleva al cielo transformándolo en la constelación de Ofiuco (el portador de la serpiente o serpentario).

Se crean hospitales, templos en su nombre como dios de la medicina, donde todos vestían de blanco y eran espacios pulcros donde habitaban serpientes amarillas no venenosas que reptaban libremente. El amarillo de esas serpientes es el color que identifica la medicina.

La serpiente siempre se ha asociado con el mal, la enfermedad. La simbología de la serpiente asociada con la medicina viene dada porque puede ser mortal con sus venenos, pero que a dosis bien administradas podrían ser curadores, tal como sucede con todos los fármacos. Los médicos conviven en cercanía con la muerte, el mal y la enfermedad que representa la serpiente, animal misterioso y calmado, que repta la superficie de la tierra conociendo sus secretos y que tiene capacidad de regenerarse, de revivir mudando su piel.

En los templos asclepianos se consultaban los enfermos y podían ser alojados para procesos de cuidados y tratamientos curativos. Con un concepto holístico, se sanaba el cuerpo, el alma y espíritu, con la multidisciplinariedad creada por Asclepio. En ellos también se realizaban rituales religiosos curativos y hasta había sabios expertos en analizar los sueños.

El arquetipo de Asclepio

El arquetipo de Asclepio contribuye a que se desarrollen fenómenos positivos en la relación médico paciente cuando el enfermo materializa su esperanza de sanar en unas potencias que le confiere al médico. La ausencia de esa proyección acarrea desesperanza y desesperación. Es justamente ese poder o potencial que transfiere el enfermo lo que le permite al médico tener autoridad para prescribir tratamientos, solicitar exámenes o realizar procedimientos.

El arquetipo de Asclepio tiene su lado oscuro en el médico que puede sentirse encarnado en lo sobrehumano y divino. Al médico diosificado se le pueden exigir imposibles. Si los resultados son positivos, alimentarán su egolatría, pero si son negativos generarán demonización y derrumbe. La egolatría da lugar al autoritarismo, la degradación de la persona enferma, pérdida de discernimiento y objetividad del pensamiento crítico, generando fracaso en el acto médico. También es oscuro este arquetipo en el médico que en su afán de curar y preservar la vida, fuerza los límites con tratamientos excesivos que solo prolongan agonía sin brindar calidad de vida.


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