Fotografía de Alfredo Lasry | RMTF
El martes 15 de enero de 2019, los maestros protestaron para exigir sueldos que les permitan comer y recursos para dar clases. Convocados por la Unidad Democrática del Sector Educativo (UDSE), una agrupación de sindicatos y ONG, salieron a las calles de Caracas y otros estados del país en el Día del Maestro.
Los educadores dijeron que su quincena no les alcanza ni para comprar un pollo entero. Algunos se desmayan en clases. Los niños no asisten a la escuela porque no aguantan el hambre. Las aulas están vacías. Los maestros piden que se garantice a sus estudiantes el derecho a la salud y a la alimentación.
Celebraron una misa en la Catedral de Caracas. Después, un grupo fue a protestar a Sabana Grande. Otro se concentró frente a la sede del Ministerio de Educación, en la parroquia Altagracia. Las puertas permanecieron cerradas. El ministro Aristóbulo Istúriz se hallaba a 750 metros, en el Panteón Nacional, llevando una ofrenda floral a Simón Bolívar y a los maestros Simón Rodríguez y Andrés Bello. «Hoy la revolución bolivariana ha hecho todo lo que ha podido por el magisterio (…) Nadie debe estar llamando a huelga», dijo.
Al otro lado de la ciudad, en el boulevard de Sabana Grande, se concentraron poco menos de 60 docentes que llamaron la atención de comerciantes y transeúntes. Contaban sus experiencias a toda voz, con un megáfono. La gente se detuvo a escuchar. Convocaron un paro nacional de actividades escolares para hoy, jueves 17 de enero.
El lunes 14 de enero, Nicolás Maduro aseguró durante la entrega de la Memoria y Cuenta en la Asamblea Nacional Constituyente que 2018 cerró “con un récord de más de diez millones quinientos mil estudiantes en las aulas de clases”. Dijo que más de cinco millones fueron beneficiados con el Programa de Alimentación Escolar (PAE) y que no se cerró ninguna escuela. Ese mismo día, los docentes del movimiento de educación popular Fe y Alegría protestaron frente a sus colegios en todo el país.
Isleni Pulido
52 años.
Docente de tercer grado de primaria.
“Trabajo en la Escuela Gran Colombia, en la parroquia Santa Rosalía. Esta fue la institución modelo de las escuelas bolivarianas en Venezuela. Es un gran complejo, que tiene educación inicial, primaria, misiones, y hasta escuelas técnicas. Tengo 17 años de mis 25 como docente trabajando allí. Mi turno es de 7 horas. Lo que gano hoy no pasa de 6.000 bolívares quincenales. Subirá con el nuevo salario mínimo, pero de todas maneras no alcanza. Ya vemos que hoy todo está subiendo de precio. Los docentes ganamos salario mínimo y medio, pero de acuerdo a nuestro contrato colectivo, tendríamos que ganar entre ocho y diez salarios mínimos. En otros países se valoran los estudios de los docentes y sus jerarquías. En Venezuela nos lanzaron a todos a la pobreza extrema. He tenido compañeras con alumnos que se desmayan en clase. Hay menos estudiantes en las aulas. Otra cosa es el incremento de las inasistencias. Hay una estadística, pero el gobierno no la dice. Creemos que hay de 40 a 60 por ciento de inasistencias durante el año escolar. En la Gran Colombia, en el área de primaria, cada semana se oyen disparos y tenemos que decirle a los niños que se escondan debajo de las mesas y los pupitres. También hay robos en el colegio. Han equipado los laboratorios, al menos, cinco veces en los últimos años según lo que recuerdo. También dotan el Programa de Alimentación Escolar y a los dos meses se roban la comida. Trato de vender cosas para tener un ingreso extra. Hago bisutería y la vendo entre mis compañeras de trabajo y a personas conocidas. Antes vendía bolsos. El salario lo invierto en comida y en las medicinas de mi madre. Ella sufrió tres accidentes cerebrovasculares. Tengo que andar en esa aventura de buscar los medicamentos y hacer tripas corazón. La situación de los maestros te baja la autoestima. Todo esto te destruye como ser humano”.
Yoelis Eligón
55 años.
Jubilada.
Docente de colegio privado.
“Fui docente por treinta años en colegios públicos. Me jubilé en 2006 y ganaba 500 bolívares cada quincena. Empezaba la crisis, pero se podían comprar más cosas y hacer mercados más grandes. Se podía ahorrar. Tengo seis meses sin hacer mercado. He ido rasguñando, comprando de a poquito. Un día unas cebollas, otro dos papas, un poquito de carne o de pollo. Vivo sola pero ayudo a mi madre que está en Maturín. Prefiero enviarle comida cada mes y yo quedarme con poco. Trabajo en un colegio privado. Doy clases de tercer grado desde las siete de la mañana hasta las doce del día, por 5.500 bolívares quincenales. Gracias a Dios, el colegio me queda a cuatro cuadras de mi casa. Así me ahorro el pasaje. Gano un poco más que en una escuela pública, pero intentan mejorar el salario porque muchos maestros se están yendo del país. Corremos para buscar docentes. El área más afectada es primaria, y en secundaria las materias más afectadas son matemáticas y química. Prefiero seguir dando clases porque tengo la capacidad y la fuerza para seguir aportando. No me puedo quedar en mi casa porque sería morir de mengua. De aquí no me voy. Luis Beltrán Prieto Figueroa nos dejó un legado y tenemos que luchar por nuestra reivindicación”.
Pedro García
57 años.
Jubilado.
Presidente de la Asociación de Educadores Jubilados y Pensionados Unidos de la región Capital.
“Tuve veintisiete años de servicio ininterrumpidos en el aula. Trabajé todo el tiempo en la educación pública, en primaria y secundaria. Vivo de mi pensión de jubilado, que está un poquito por encima del salario mínimo. Las diferencias entre un salario mínimo del profesor que está comenzando la carrera y el que termina, del que tiene postgrado o doctorado y el que no, ni siquiera llega a ser de dos o tres salarios mínimos. Es decir, los salarios fueron aplanados. Mi pensión no alcanza ni siquiera para comprar 2 kilos de papas o 2 kilos de cebolla. No tengo otro ingreso. Eso me ha puesto a pensar en que debo buscar urgentemente qué hacer. Gasto mi salario en tres o cuatro rubros alimenticios cada vez que cobro mis 4.600 bolívares quincenalmente. La última quincena no me alcanzó ni siquiera para comprar un pollo entero. Hace tres años no tomo el medicamento para la hipertensión. Aspiro tener fortaleza y salud mental. Es evidente que una persona con hipertensión necesita su medicina, pero no puedo adquirirla. Mi esposa y yo nos ayudamos como podemos. Tenemos una hija adolescente y es difícil cubrir toda la dieta básica. Mucho menos tenemos para comprar calzado o ropa. Tengo 5 años sin visitar a mi familia en Ciudad Bolívar. No puedo pagar el pasaje”.
Karina Molina
39 años.
Docente desde hace 16 años.
Delegada sindical.
“Trabajo en una escuela distrital y en una nacional. La situación es precaria. Se nos obliga a dar clases en las peores condiciones. No hay agua. En la distrital tenemos años sin que lleguen marcadores, papel para hacer las carteleras ni material de limpieza. Estamos trabajando con las uñas. Entre la nacional y la distrital atiendo 19 cursos, que son aproximadamente más de 600 alumnos, y doy clases de lunes a viernes de siete de la mañana a cinco y cuarenta de la tarde. En la escuela distrital tengo veinticinco horas semanales y en la nacional treinta y tres. Gano solo 12.000 bolívares mensuales. Soy mamá soltera. Tengo una hija y mantengo nuestro hogar con mi salario. Solo invierto en comida. En diciembre no le compré a mi hija ni estrenos ni regalos, y tuvimos que irnos a casa de mis padres para pasar las Navidades y comer la cena navideña. Creo que en este país habrá un cambio y no quisiera dejar la educación. Me estoy dando un año. Si sigue gobernando el que manda hoy, me iré del país”.
Sonia Bayley
72 años.
Jubilada.
Miembro del Concejo Municipal de Baruta.
“Los maestros no tenemos ninguna garantía. El Ministerio de Educación le daba un aporte a los deudos de un profesor que fallecía y eso fue eliminado. El seguro es un desastre. No nos aceptan en ninguna clínica porque no están al día con los pagos. Cubre muy poco, si acaso una consulta. Además, tenemos la situación de la diáspora docente. En el país se han ido más del cuarenta por ciento de los profesores que trabajaban en educación primaria y media, en planteles nacionales, estadales, municipales y privados. Hay planteles que redujeron el número de secciones e incrementaron el número de alumnos por aula porque no tienen profesores. El gobierno pretende cubrir estos cargos con Chamba Juvenil y ni siquiera estos jóvenes aceptan el puesto porque el pago es muy bajo. Estoy jubilada desde 2003 como directora del Liceo Alejo Fortique, en Baruta. He sido dirigente del Colegio de Licenciados en Educación y directora de Educación en la Alcaldía de Baruta. Trabajé 28 años ininterrumpidos en la docencia, en colegios públicos, privados y en parasistemas. Me jubilé con 400.000 bolívares de entonces. Recibí prestaciones sociales de 85 millones de bolívares. Pude cancelar el carro que acababa de comprar, pasé unas vacaciones con todos mis hijos, sus esposas y mis nietos, y pude reparar y acondicionar mi apartamento. Ya hoy no puedo hacer nada de eso. Sin embargo, uno trata de vivir de dignamente. Estoy en el Concejo Municipal de Baruta como coordinadora. Tengo 72 años y volví a trabajar para subsistir. Pago el teléfono, aunque no tengo línea desde 2017, la luz y el aseo. Compro algo de comida y pago el condominio. También necesito medicinas para el colesterol y algunas para la circulación. Vivo sola y cubro mis gastos con la ayuda de mis hijos. Tengo una hija que se fue hace muchos años del país y, en la medida de sus posibilidades, envía algunas remesas. Otros viven acá y también me ayudan. Trabajé toda mi vida para tener para mi vejez. La idea no es vivir de mis hijos”.
Raquel Figueroa
Coordinadora nacional de la Unidad Democrática del Sector Educativo.
“El magisterio finalizó 2018 en protesta e inició 2019 en protesta. Protesta totalmente ascendente. Hemos dejado nuestras tizas en los salones porque los pupitres se quedan vacíos. Nuestros estudiantes no pueden ir a las escuelas. No tienen a su familia, ni dinero para el transporte o la comida. Aparte de la violación del contrato colectivo, estamos denunciando los cierres técnicos de las escuelas que se han hecho de manera progresiva. Se han cerrado planteles por la crisis de infraestructura, las fallas en el servicio de alimentación y porque nos estamos quedando sin docentes. Además, desde 2016 desconocemos la matrícula oficial y la Memoria y Cuenta del Ministerio de Educación. Eso significa que el Gobierno sabe lo que está pasando en materia educativa pero no lo quiere reflejar. Aquí en Caracas nos llegó ayer lunes la noticia de que diez planteles cerraron. ¡Solo en el Distrito Capital! La mayoría son escuelas. El megáfono servirá como un instrumento para dar la pedagogía en la calle”.
Indira Rojas
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