Pintar de blanco la acelerada superficie de un día // Diario de la peste

Árbitro en el partido de la Bundesliga alemana, el 16 de mayo de 2020, en Dortmund. Fotografía de Martin Meissner | POOL | AFP

17/05/2020

Día de sol; recobrar ánimo, humor, abrir los brazos, despegar la barbilla del tronco.

Pintar el diario como un muro; del mismo blanco.

Pintar de blanco la acelerada superficie de un día.

Ayer, demasiado down: mareos y tedio.

Mareos, tedio y cefaleas; «cefaleas», que parece un nombre de perversas diosas griegas.

Martillean despacio en la cabeza como si no quisieran derribarla.

El puro placer de seguir golpeando.

¿Cuántas son las diosas griegas cefaleas que golpean la puerta con insistencia, la puerta de quien no las ha llamado?

Reinicia la liga de fútbol en Alemania.

El primer partido desde hace meses en Europa.

B. Dortmund – Schalke 04.

Resultado: 4-0. Uno, dos, tres, cuatro.

Los jugadores levantan los brazos, pero no se acercan unos a otros.

Espacio, se necesita espacio.

En 2013, el poeta Kenneth Goldsmith convocó a imprimir la totalidad del Internet.

Printing out Internet, el proyecto.

Transformar todo lo que es inmaterial en materia concreta que ocupa espacio.

Otra invasión del territorio, pienso.

Abro los brazos. Es el vacío lo que permite abrir los brazos, eso es evidente.

Pesadilla: el día en que el Internet exija ocupar espacio e imprimirse.

Todo el aire repleto de información, convirtiéndose en una cosa insistente, sólida y concreta.

Que no haya espacio para los humanos porque todo el Internet se imprimió.

4-0, el partido.

La alegría ahora es vertical, y no horizontal.

Cada cual festeja en su cuadrado, de abajo hacia arriba.

Ahora sólo el cielo o el simple aire que está cerca es nuestro compañero de equipo.

La fiesta se vuelve individual, casi egoísta.

Ni un roce tímido de dedos, como en la Capilla Sixtina.

Ni brutalidad ni delicadeza.

El aire existe entre dos humanos que festejan, y ese vacío es para mantenerlo.

Sé alegre, por favor a un metro de mí como mínimo.

Se acabó la alegría de grupo.

Ha empezado un corte de caja de abarrotería de las simples alegrías individuales.

En el fútbol, once alegrías sumadas.

En las otras fiestas, ya veremos.

Los locos siguen en las calles y se multiplican.

Un loco en Francia, cerca de Lille, quiere vender un cruce peatonal.

No acepta que nadie pase por allí, porque él es el dueño.

Hizo un gobierno e invita a las personas que circulan por la calle a ser sus ministros.

A una amiga mía la eligió como Ministra de Economía y Cruces Peatonales.

Ella aceptó y me mandó un mensaje diciéndome que estaba contenta.

En la banca, jugadores suplentes a dos metros de separación unos de otros, recogepelotas con cubrebocas.

El balón, desinfectado. Los mismos cuidados con que se toca el oro o la granada peligrosa.

Por lo demás, casi todo igual, a no ser lo que no se ve.

Parece una farsa, una vida paralela a la anterior.

Dos rectas paralelas que tal vez se encuentren dentro de año y medio, quién sabe.

Una familia en cada casa, historias que ese escuchan; pesadilla y levitación.

Szymborska:

«Mujer, ¿cómo te llamas? —No sé.

¿Cuándo naciste? ¿de dónde eres? —No sé.

¿Por qué cavaste esta madriguera? —No sé.

¿Desde cuándo te escondes? —No sé.

¿Por qué mordiste el dedo cordial? —No sé.

¿Sabes que no te vamos a hacer nada? —No sé.

¿A favor de quién estás? —No sé.

Estamos en guerra, tienes que elegir. —No sé.

¿Existe todavía tu aldea? –No sé.

¿Esos son tus hijos? —Sí.»[1]

Hoy, el sol limpia lo que puede, y el sol puede mucho, claro, pero no todo.

***

[1] Traducción al español de Gerardo Beltrán.

***

Este texto fue publicado originalmente en portugués en el diario Expresso de Portugal, el 16 de mayo de 2020. La traducción al español es de Paula Abramo.


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