Entrevista

Miguel Von Dangel cuenta su vida: una entrevista de Karl Krispin

25/07/2021

El domingo 25 de julio de 2021 falleció el pintor venezolano de origen alemán Miguel Von Dangel. Von Dangel llegó a Venezuela en el año 1950 con sus padres Félix Von Dangel y Susanne Hetrich. En 1990 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2003 el Premio Anual de Artes Plásticas «Pedro Ángel González».

A continuación publicamos esta entrevista que le hizo Karl Krispin para el libro Alemania y Venezuela, 20 testimonios, publicado en 2005 por la Fundación para la Cultura Urbana.

Miguel Von Dangel retratado por Roberto Mata

Siempre quise conocer a Miguel von Dangel por algo que nos traiciona a conciencia: la admiración. Este libro me otorgó la oportunidad y me dirigí hasta Petare a sabiendas de que iba a encarar a un personaje casi mítico. Miguel se me pareció a Kurtz, a quien Conrad retrató en el Corazón de las tinieblas y que Coppola personificó con Brando. De alguna forma mis preguntas, como en la novela y el filme, supondrían igualmente un asesinato aunque racional y benévolo, porque toda conclusión, toda frase que se dispara, diseca a un personaje y lo condena a ser rehén de lo que dice. Con este racionalidad gratificante, entré en el reino mismo de su universo sagrado. La entrevista se convirtió en un largo viaje por los laberintos de la creación. No creería equivocarme si también concluyese que von Dangel es uno de los artistas más irreductiblemente honestos con su propio arte y con la suma de lo que su propio arte le ha valido. Está en la acera de enfrente acusando con una fe valerosa, lo que de acomodaticio y establecido propone este mundo de convenciones risueñas. Es uno de los artistas más profundamente místicos en el empeño de tratar de atreverse a imaginarlo todo en la teología privada que han desarrollado sus demonios, frase de otro alemán americano, Henry Miller, en referencia a lo deífico. Se ufana sólo de su frustración y en esto es lo suficientemente adelantado a su tiempo, como para creer que su arte, más allá de las honores de los que duda, será considerado sin duda como una de las sagas más completas que artista alguno haya acometido, desde una de las conciencias más límpidas e insobornables de las que se tenga registro en nuestro país.

Karl Krispin: La primera pregunta que quiero hacerle es que nos hable de su nacimiento en Bayreuth en 1946.

MIGUEL VON DANGEL: Mi mamá era hija de un pastor protestante y conoció a papá que venía de huir de Polonia en la Segunda Guerra Mundial. Se conocieron en Bayreuth y ahí nací yo.

KK: ¿Bajo qué contexto se produce la emigración de su familia a Venezuela?

MIGUEL VON DANGEL: En todo caso me imagino que hay una de esas oscuras historias de familia detrás de aquello. Me río porque los valores burgueses no son necesariamente mi puerta, pero obviamente tuvo que ver una especie de ruptura múltiple en el entorno de mamá; mamá estaba casada, para el momento que conoce a papá, con un oficial del ejército y entonces la hija de un pastor empatada con un loco polaco aristócrata, mientras el marido heroico está en el frente de guerra, me imagino que es parte de las razones que motivaron el éxodo. Tú decías con cierta audacia, digamos, que mal que bien todos somos inmigrantes de algún modo en el mundo, pero eso también implica que mal que bien todos alguna vez tuvimos arraigo y mal que bien significó también la ruptura con ese arraigo, el trasplante a lo sumo y eso enriquece las historias, pero no necesariamente las hace más fáciles de contar.

Tengo entendido que, en un momento dado en el consulado de Venezuela, ponían listas de oficios que se necesitaban para la gente que podía emigrar y parece que se requería de los servicios de un taxidermista en el Museo de Ciencias Naturales de Caracas.

KK: Estábamos hablando del oficio de su padre que era taxidermista, que a mí me parece un oficio fascinante.

MIGUEL VON DANGEL: Yo creo que es fascinante, sí, yo intenté seguirle las huellas, ya vamos a llegar a eso. Yo siempre dije que papá era mitómano y no, no lo fue. Curiosamente todos los excesos de la fantasía del barón rampante polaco, terminaron no siendo mitomanía, para vergüenza mía. He tenido que confirmar que casi todo ha resultado tener una base real.

El caso es que se necesitaba un taxidermista presuntamente porque Delgado Chalbaud era cazador, para entonces presidente de la junta, y eso parece que motivó la venida para Venezuela  en el año 50. Casi inmediatamente asesinan a Chalbaud y comienza el periplo americano.

KK: ¿Cuál es su primera imagen de Caracas?

MIGUEL VON DANGEL: De la ciudad, como tal, no. Las imágenes que tengo son nuevamente como fragmentos de imágenes. He reconstruido que se trataba de una especie de sitio de acopio de inmigrantes en Sarría y tengo imágenes de las barracas, de cierta precariedad, algunos colchones, camas en ese lugar. Recuerdo una fuerte lluvia y frío, tú sabes que en Caracas en esa época los palos de agua eran todavía otra cosa. Eran desplazados por un sol picante o precedidas por él también y eran chapuzones muy fuertes.

De allí pasamos a Sabana Grande, parece ser que te fumigaban con creolina en los barracones esos. Los inmigrantes eran solicitados porque los habían hecho venir. Yo no sé de qué manera se desarrolló eso; terminamos subarrendados en un edificio en Sabana Grande en la calle Negrín donde están las nalgas de Rómulo, frente a lo que hoy en día es Sears . Recuerdo las riberas del Guaire con caña amarga.

De ahí pasamos el primer año muy rápido a Petare, donde una familia venezolana nos subarrendó una casa en la calle La Libertad.

KK: Y su padre inmediatamente se coloca en su oficio de taxidermista.

MIGUEL VON DANGEL: Papá era un personaje absolutamente decimonónico. Yo aprendí diferentes tipos de reverencias y besamanos a las damas según sus estatus y según sus valores subjetivos, antes de saber que el mundo era redondo; una mentalidad totalmente desfasada, por lo cual estoy muy agradecido, porque a la postre enriqueció mucho mi visión del mundo, y papá jamás logró otro arraigo.

Papá terminó en Australia, murió en Australia, una fuga que comenzó con la tortura en algún campo soviético y yo diría que seguramente que había el terror detrás de eso. Una vez que uno sobrevive a ciertas cosas parece que no es fácil pensar en el arraigo y bueno se convirtió eso del desarraigo en la diáspora. Si tú quieres, se convierte en leit motiv. ¿Hasta dónde es posible el arraigo? Tengo mis dudas, pero no lo veo mal a estas alturas, yo creo que es parte de eso que se convierte en virtud, así como en el pueblo judío, por ejemplo, la idea de que el arraigo está en la palabra y en el verbo escrito y donde tú tienes tu referencia de ese orden, allá está tu patria.

Claro, en países jóvenes como Venezuela, entre comillas, lo que se quiere interpretar por joven, esa carga eventualmente contraindicada choca digamos, porque son pueblos que necesitan el arraigo, lo exacerban por su misma juventud. Entonces es posible que eso dificulte un poco más la cuestión, no sé, pero papá en todo caso no arraigó, mamá sí terminó viviendo aquí, pero en lo profundo, si es que con los nacionalismos o los patriotismos se puede hablar en relación a ellos de profundidad, el tiempo se le congeló al momento de la partida.

KK: ¿Por qué no nos habla de sus años de formación? ¿En qué momento descubre que su oficio es la pintura?

MIGUEL VON DANGEL: Deformación.

Yo comencé en el Humboldt, en la calle El Colegio de Sabana Grande. Fui una especie de medio becado, porque la familia nunca levantó cabeza en el sentido económico. Terminamos siempre viviendo en zonas marginales, específicamente en Petare, en situaciones más o menos precarias, económicamente. Esto se debe un poco a esa posibilidad de que papá no pudiera coincidir con un trabajo constante.

Terminé medio becado por la iglesia luterana, una subvención para estudiar en el Humboldt y de ahí el Humboldt de entonces pasó a Campo Claro y de ahí a esa dimensión muy burguesa y ahí dejé de estudiar muy temprano. Era una época en que podía con siete años tomar mi autobús, me montaba en un autobús de esos que iban desde Petare hasta Los Teques, unos autobuses verde. El tipo me botaba en la calle El Colegio y al medio día yo tomaba mi autobús de retorno a Petare. Petare era un pueblito. Petare comienza a integrarse a la ciudad con el trauma ese de la avenida Miranda que destroza la estructura urbana. Hasta el sol de hoy Petare es un callejón sin salida urbanísticamente hablando y es el momento de la irrupción de la marginalidad también, en que las haciendas se convierten en barrios.

Pero antes de entrar a la escuela todavía pasó esa etapa de los seis, siete años, en que disfruté mucho de la naturaleza y algo de eso se encuentra en los cuadros de Cabré. Lo que era la vieja Urbina, la casona, nosotros vivíamos a una cuadra de distancia de la vieja casona, no sé por qué tumbaron eso, ¿qué necesidad había? Se desvió la quebrada de Caurimare, se hizo el desastre de la avenida y ya ese mundo quedó como sepultado, un mundo muy de Teresa de la Parra, de Ifigenia, los olores del cañaveral, de la  hacienda vieja.

Con papá no teníamos dónde caernos muertos, pero él tenía que tener caballos por ejemplo, adquirió caballos, no sé como llegó a ello, que teníamos allí en la vaquera de la hacienda. Un mundo bastante loco, hoy en día bien interesante.

KK: Lo cierto es que en 1963 va a la escuela Cristóbal Rojas.

MIGUEL VON DANGEL: Sí. Yo salgo del Humboldt, no aguanto la tónica, porque son mundos muy contrastados. El Humboldt se convirtió bien temprano en lo que era su ineludible desarrollo, en la escuela de los hijos de los inmigrantes, que casi todos eran hijos de comerciantes, de gente que comenzó con industrias. También era un lugar para los hijos de los empleados de compañías que, para no perder el estatus de la escolaridad alemana, iban allí. En esa época se diseñó el departamento de los venezolano-alemanes y de los venezolanos o de los alemanes-alemanes. Yo no pude con aquello de muchacho definitivamente. Prevalecían también las penas económicas; eran los ricos y había un par de bichos como yo, entre otros, unos alemanes, qué sé yo de Turén o del interior. Era muy difícil la situación, ese aspecto no lo recuerdo como necesariamente grato.

Salí muy rápido de allí y estuve un año allá durante la adolescencia, tuve un año más o menos, luego mis padres se habían separado. Papá se había ido a Australia, mamá se puso a trabajar aquí en una fábrica textil como secretaria subasalariada. Era una época bien difícil pero muy rica en imágenes y en un momento dado, estando todavía en la escuela, había tenido una conversación con un viejo taxidermista. Él no supo de qué manera incidió en que eventualmente eso conformara parte de mi decisión de dejar la escuela.

KK: ¿Quién era ese taxidermista?

MIGUEL VON DANGEL: Tiles se llamaba, él estaba ahí en la calle Negrín, tenía un pequeño negocio de taxidermia. El caso es que yo aparecí un día y le dije, aquí estoy, vamos a trabajar.  Él me aceptó durante un año en una suerte de aprendizaje y estuve un año trabajando con él, viajando por el interior. Conocí mucho el país, la naturaleza, pero no fuimos compatibles. Al año salgo de allí y quería seguir estudiando taxidermia. Me informé donde era posible seguir estudiando y lo más cercano que encontré fue la Escuela de Artes Plásticas.

Cuando entré ya el año escolar estaba copado y no podía estudiar arte puro y terminé inscribiéndome supuestamente, por el momento en decoración, pero eso significaba que entraba en los talleres de los artistas. Inmediatamente me vinculé con la cuestión plástica y estudié dos años y pico en la escuela. Por otras razones, eso también se hizo insoportable, obviamente el insoportable debo haber sido yo. Salí a los dos años y desde entonces me formé autodidácticamente. Lo cual me impuso una formación digamos ecléctica pero muy rigurosa, cosa que mantengo hasta ahora. Eso me sirvió para poder sobrevivir en el barrio, para poder sobrevivir las contingencias, las tentaciones del barrio y no entregarme al aguardiente, a la bohemia, la política o cualquiera otra de esas asquerosidades, y aquí estamos vivos todavía, genio y figura.

KK: Perteneció a un grupo llamado el Armaggedon.

MIGUEL VON DANGEL: Ese fue invento de Francisco D’Antonio. El Armaggedon fue un intento de crear un grupo alternativo, bien abierto en sus concepciones. Hicimos una o dos exposiciones.

KK: ¿Quiénes estaban ahí además de Franciso D’Antonio.

MIGUEL VON DANGEL: La cabeza de eso era Francisco D’Antonio. Había una cantidad de jóvenes en la plástica, un porcentaje muy pequeño sobrevivió. Estaban entre otras Elsa Morales, este muchacho Vásquez, que murió hace un par de años, que terminó siendo diseñador. Clemente que era un compañero de escuela, se suicidó bien temprano, uno que otro desesperado, no creo que haya trascendido mayormente el grupo como tal. Quizás en unos sí porque dejó muchos recuerdos, es la época de los 60 si no me equivoco. Prevalecía mucho la cuestión política y en la escuela también.  No sé por qué se presumía de que un artista joven tenía que ser liberal, comunistoide y sentir orgasmos cada vez que se hablara de la guerrilla y eso también me hizo muy difícil la estadía en la escuela. Me regresé a Petare y conocí mucho a Bárbaro Rivas, eso fue bien interesante, porque siempre la vinculación con lo religioso me importó mucho.

KK: Hablando de la vinculación con lo religioso, el año 68 me parece que es un año importante para usted, por su exposición Sacrifixión, la cual fue combatida terriblemente por el párroco de la Iglesia Catedral, que derrumbó uno de sus obras. ¿Por qué no nos habla un poco de esa experiencia?

MIGUEL VON DANGEL: En realidad era una especie de autorretrato, un perrito que había atropellado un carro en la avenida. Venía yo de madrugada con un joven colega, y en el diálogo que traíamos le veo ojos de trasnochado, que de qué habla un artista, un artista es un enfermo de la vanidad y del autolamento ante todo joven, y entonces yo tuve la ocurrencia de decir que uno era como ese animal que estaba tirado ahí en el momento en que pasábamos. Obviamente recién habían atropellado al animalito y en el ímpetu de la borrachera, me traje al animal para la casa y a la mañana siguiente, la idea era el sacrificio, el arte, la sociedad, la contingencia.  Lo preservé con formol simplemente para preservar el organismo y ciertamente después ya meditando, ya que existía esa connotación de la identificación, del sacrificio del animal muerto, atropellado, tirado a la orilla de la calle, el joven artista, etc. Reconstruyendo la conversación, crucifiqué al animal, digamos.

Eso estuvo varios años allí sin saber qué hacer con ese ya objeto artístico y entonces se hablaba de una exposición en un espacio abierto; una especie de presentación con un clímax visual que sería el perro crucificado. Se manejó la idea de que podía hacerse un paredón, siendo en tercera persona, pensé yo. Terminé haciendo una pequeña obra, que era una crucifixión, cosa que plásticamente reivindico totalmente. Era una obra bien volada para ese momento, bien profunda, bien dramática.

Hago esa crucifixión y soy invitado a una exposición en el Palacio de las Academias por D´Antonio; el hombre no creo que sabía la vaina que se estaba echando. Aparezco con mi perro crucificado y un par de objetos más que hacía en esa época, seguramente muy vinculado a Mario Abreu. Yo diría  más bien al objeto de los expresionistas alemanes que siempre me tocaron mucho, y felizmente el  hombre tiene el coraje de exponerlo. Estaba yo un día sentado acá y suena el teléfono y resulta que se había armado la gran diatriba, la gran trifulca, porque las damas rezanderas de la Catedral habían ido donde un sacerdote de apellido Laboren, el cual parece que era un personaje bastante anacrónico. Me saqué el premio mayor porque el hombre fue y vio la obra y le dio un arrebato de pasión, cosa que yo no discuto, pocas veces he recibido una respuesta tan contundente. Agarró la obra, le cayó a bastonazos, llamó a la prensa, se habló de los valores sagrados de la patria mancillados por la insolente planta del extranjero. Y me vi muy expuesto en esos días ya que me enteré que incluso tenía orden de captura por la policía política y se hablaba de que eventualmente me expulsarían del país.

Se fomentó una discusión, había un congreso de psicoanalistas en ese momento. Curiosamente las opiniones que tuvieron algunos participantes fueron muy positivas. Debo también reconocer que uno de los jesuitas tuvo algunas opiniones que me ayudaron. Como luterano me parecieron muy significativas, cosas así como que en vez de estarse ocupando de estar estudiando obras de arte, deberían ocuparse de la miseria en los barrios, ese tipo de cosas muy puntuales para el momento.

Me salvé de esa, pero en virtud de ello yo consideré pertinente para ese momento poner en claro mi situación antes de que me expulsaran del país, debía nacionalizarme de una vez y ahí cerramos la primera etapa de la conversación, que es mi alemanidad o no. Porque obviamente los burócratas de la embajada interpretan que yo estoy denigrando de la nacionalidad y entonces pierdo la nacionalidad, creo que definitivamente. Es decir que Hölderlin y Novalis no me sirvieron de un carajo, lo cual me sirvió a mí para mandar a un burócrata del consulado en especial al carajo y desde entonces estoy irremisiblemente condenado a mi venezolanidad, quiéralo o no. Hasta que una fuerza superior como la de unos demonios telúricos que andan por ahí, decidan que no soy digno de seguir siendo venezolano, entonces me volveré un apátrida y un ser universal por fin, después de tanto coser a mano.

KK: En 1983 va a la Bienal de Sao Paulo, representando a Venezuela, con el Regreso de las Cuatro Naves.

MIGUEL VON DANGEL: Sí, ahí tienes todo un dossier de mis oscuros delitos. En realidad nada de esas cosas son meritorias. Yo no sé si en los demás artistas eso funciona así, pero ya a estas alturas, alguna vez un crítico dijo que yo soy un tipo afortunado, críticamente afortunado, afortunado de tanta crítica. Yo de verdad no es ninguna pose, yo no he buscado jamás la relevancia en ese medio, te confieso. Viniendo de donde vengo, mi padre siempre me decía: mira Miguel, trata en la vida de no ser comunista desde luego, homosexual o artista, pero con la acotación de que eso era muy digno para quien lo fuera y que eso había que respetarlo profundamente. Cosa sorprendente para una persona que le habían sacado la dentadura a culatazos en un campo de concentración soviético. Tenía un profundo respeto hacia la condición de cada quien, pero no se involucraba. No sé si por un Edipo trasladado o mal digerido, yo terminé siendo artista.

Y entonces de entrada me sentí como muy expuesto a ser conocido y se crea el mito después que ya uno no lo maneja. El romanticismo trabaja mucho esa imagen compensatoria del tono social que necesita el artista como para seguramente drenar a través de ese imaginario.

De eso me vine enterando honestamente muy tarde, ya el mal estaba hecho. De pronto era eso,  me llaman del Conac o del Inciba, quien fuera en ese momento: mira, te seleccionamos para que fueras a la Bienal. Bueno, está bien pues. Esa era una especie de esas vainas que se dan mucho en la política, que si tú mandas a tu candidato a alguna cosa yo mando el mío, pero entonces el consenso es mandar a un tercero, y ese tercero es siempre el outsider.

Entonces yo me he valido ciertamente de eso como un compromiso, cuando se ha dado,  para poder decir algunas cosas pertinentes, y así fui haciéndome artista más allá de las propias restricciones del medio y lo interesante es que también ese papel coincidiera exactamente en su propio valor en el exterior, porque allí es lo mismo también. Nunca lo pedía tampoco porque siempre era un poco el guardia exótico o el tipo que después que le ven la cara dicen qué decepcionante; yo creía que esta vaina era un chamán salvaje, y resulta que el tipo te habla qué sé yo de que, de la razón pura de Kant. Pero son maneras de decir cosas y siento que las veces que he podido representar al país fuera, lo he asumido como una especie de responsabilidad más alemana que petareña y ha funcionado. Bueno, evaluar eso sería ir más allá de mi responsabilidad.

KK: Muy a contracorriente.

KK: ¿Usted cree que puede hablar de épocas en su recorrido artístico?

MIGUEL VON DANGEL: Es muy delicado, yo preferiría no hacerlo. Yo todavía no estoy muy claro si lo mío es ser artista o soy un tipo de especial patología. El arte como oficio, lleva implícito un desarrollo, unas etapas que se van delatando. Sí, obviamente creo que hay muchas de esas etapas, yo he sido un artista creo que excesivo en ese sentido. Creo que es el pintor frustrado dentro de mí, porque yo tengo una relación muy inmediata hacia el objeto, hacia la forma, hacia esa sensualidad de la escultura, de la textura, del volumen y por lo tanto, lamentablemente, quizás nunca me aboqué a ello, sino que tenía un poco hacia el concepto de la pintura. El proceso siempre es el mismo, son etapas donde comienzo con apartarme del perro crucificado, comienzo a hacer formas. En un principio era hacer modelos, para dibujarlos después, para pintarlos y después el modelo terminaba siendo virtualmente insuperable de entrada. Es decir, después poner el perro para pintarlo y dibujarlo ya no iba a tener la misma intensidad. Pero entonces comenzar ese proceso de ir como llevando esa figura al símbolo, llevar el dibujo al análisis. Mejor olvidarme de ese objeto y entrar en ese mundo conceptual de la pintura propiamente dicha y llegar a un momento en que la forma se me comenzaba como a endulzar, como a regodearme yo de ella, casi viciosamente, hasta que llega un momento en que se hace insoportable.  Habitualmente surgía una ruptura y volvía otra vez como en el principio a desarrollar el mismo periplo.

KK: Podríamos decir que su patología sigue y muy a pesar de usted, tiendo a pensarlo, ya que en 1992 le dan el Premio Nacional de Artes Plásticas.

MIGUEL VON DANGEL: No sé lo que pasó allí verdaderamente. Creo que la patología se transmite, uno enferma al entorno social y entonces los tipos no sé qué les ocurrió en ese momento. Bueno, me sucedió también, es uno de esos clímax y no lo digo por mal agradecimiento. Yo manejo mis demonios y los transformo de algún modo, trato de hacerlos por el filtro del arte, pero sin ignorar que yo pertenezco al contexto de los demonios de los demás y que los demás también tienen que hacer algo conmigo y digerirme de algún modo.

KK: ¿Cuál es el universo sagrado de Miguel von Dangel?

MIGUEL VON DANGEL: Ahí sí inciden muchas cosas. Papá venía de algo muy curioso, que es el paganismo propiamente, ese mundo mágico. Yo encontré mucho de mi padre mucho más tarde, después de que él había muerto, en una escritora, Selma Lagerlof, que desarrolla una saga de fantasmas y de espíritus de los bosques nórdicos. Hay mucho de paganismo en el buen sentido de la palabra, y luego papá, aunque venía de una formación judeo-cristiana, se hizo parte de un mundo mágico lleno de gnomos. Y muy católico en cuanto a su imaginería también, en la servidumbre de los feudos allá en Polonia, donde se la pasaba metido en la cocina escuchando ese mundo maravilloso de la gente de servicio. Y por decirte, no sé por qué carajo se empató con una hija del pastor protestante, muy luterana por demás, que era mi madre y en la casa siempre teníamos algún idolillo de San Onofre, una cosa de ésas con velitas prendidas. El Día de los Muertos, en noviembre, papá nunca dejaba de poner una vela, un poco escondido de mamá para no exponerse al rigor luterano, pero siempre estuvo ese mundo mágico.

KK: Hablando por ejemplo de paganismo, Abel Posse, un escritor argentino, dice que el cristianismo rompió con esa relación armónica entre el individuo y el cosmos.

MIGUEL VON DANGEL: A lo sumo sería el cristianismo reformado, podríamos decir, ateniéndonos a este trato que estamos hablando del cristianismo, pero es que el catolicismo definitivamente cedió ante esa imaginería, ante esa cuestión mágica, ante ese atavismo digamos. El romanticismo volvió a ellos. Los románticos -después es patético como ciertos espíritus muy esclarecidos del romanticismo insisten en volver al ritualismo- vuelven a la religión ritualista y fetichista del catolicismo. Y en todo caso yo me ubicaría en el medio, en el punto de máxima tensión entre esos dos universos, porque el otro era mi madre, era Lutero, era Melanchton.  Entonces el rictus un poco irónico y amargo de mamá cuando descubría esas velitas de mi padre y yo en el medio, un niño muy sensible, muy permeable a esas cosas. Es interesante, yo creo que mi universo nace de esa tensión obviamente, más que de una especie de vocación luterana per se o una conflictividad con el catolicismo per se.  Yo me muevo es en esos niveles de tensión. Luego en un país, me formo en un país donde sus guerras intelectuales de primera línea, te sientas con ellos a discutir y entonces hablas de religión, de filosofía, de reformas, de catolicismo y de último terminan diciendo, bueno, pero a pesar de todo tú crees en Dios ¿verdad? Entonces tú dices, bueno, qué es esto, ese lavado cerebral de 300 años de catolicismo es muy fuerte, no sé. En ese sentido podríamos coincidir en la necesidad, creo que Juan Germán Roscio y esa gente hablaba en la época independentista de la necesidad de una reforma en el espíritu religioso. Sé qué sucede: estamos como condenados a ser grandes generadores de vainas, pero que jamás desarrollamos y jamás usufructuamos.

KK: Es que el pensamiento utópico en estas tierras ha calado muy bien. El pensamiento utópico básicamente se genera con la cuarta carta que el Almirante Colón le envía a los Reyes Católicos, donde dice que han llegado a un territorio que es una tierra de gracia y desde allí nacen todos los mitos contemporáneos del Buen Salvaje, todas las posiciones de Rousseau, la sociedad utópica. Pero lo utópico conceptualmente no se resuelve, por eso seguimos permanentemente en la construcción de mundos ideales.

MIGUEL VON DANGEL: Sí, falta saber hasta dónde la utopía se convierte en una evasión de las responsabilidades, porque tú  hablas de Colón y no hay que ignorar el marranismo implícito. La utopía es esa nueva Jerusalén que traen estos elementos subidos en la conquista, en el descubrimiento y que de algún modo somos herederos de esa carga, y yo no sé si para bien o para mal, en todo caso no se trata de establecer juicios de orden digamos práctico o moral.

Quizás el pragmatismo gringo, William James y el utilitarismo, esa tendencia pseudo filosófica protoimperialista, es lo único que genera como respuesta  América como Nuevo Mundo.

KK: Pero que a ellos les ha servido, porque por ejemplo, ya que habla de los utilitaristas, Bentham decía que la búsqueda de felicidad en uno mismo, genera necesariamente la felicidad colectiva.

MIGUEL VON DANGEL: Yo me atrevería a discutirlo con argumentos bien sustentados. Son los dos extremos entre los que nos movemos. Entre el pragmatismo puritanista del norte y el utopismo semita disfrazado, marranista, del subcontinente digamos latino, obviamente allí en esos extremos se mueve la alternativa de encontrarnos nosotros mismos, o al menos de aportar con nuestra presencia cierta discusión en algo. No te olvides, por ejemplo, de los utopistas franciscanos, que son otras vertientes muy importantes, los utopistas jesuitas, por ejemplo.

Pero en todo caso estaríamos hablando una y otra vez de unos extremismos y lo digo sólo en función del desgarramiento, que es parte motora fundamental, es como el destello que rompe el orden y que una y otra vez nos prende los motores.  Es la laceración, no es el sentido un poco también que se combinaría con cierto fatalismo indigenista del no tener nada que perder, sano no es, pero es interesante. Lástima que no se mueva a niveles un poco más hablados, más intelectuales, porque en los intelectuales en el siglo XX y en lo que va de éste, yo creo que hay mucha pusilanimidad, hay mucho refugiarse en esa especie como de maquillaje ñangarista, que no es cierto. Vamos a dejarnos de vaina, ahí tenemos a Fidel Castro durante 40 años y todavía seguimos con esa paja, de creer que este alimento regurgitado de especie de masa desagradable en la que estamos tratando de no ahogarnos últimamente, es un poco la quiebra de la voluntad del intelecto y es la falta de fe y la imposibilidad de poder desarrollar una plataforma de fe en nosotros mismos, en la que nos regodeamos. Entonces terminamos siempre en el callejón de la puñalada jugando a una bohemia falsa o terminamos pegando griticos de viva la revolución o viva Zapata, o viva no sé quién carajo. Es una huida fácil, vamos a decir, y en ese sentido yo sí soy bastante riguroso y pienso que no muy bien visto por muchos circuitos intelectuales, porque es que simplemente es una mentira. Hasta cuando carajo vamos a estar en esa vaina, hasta cuándo carajo vamos a estar celebrando un Neruda cuando era un estalinista de mierda. Vamos a estar claros en esa vaina, y ya entonces fíjate entramos en un terreno en donde es muy delicado poderse expresar libremente.

Tú me hablas de nacionalismo, pero estás hablando con gente que huyeron de los campos de concentración, los pocos que sobrevivieron. Fíjate que connotación ya empieza a adquirir, muy amarga, la del desarraigo en América, el desarraigo como última alternativa de arraigo en esta vaina. Creo que está más que claro que cuando hablamos de utopía, hablamos de patología.

KK: Usted siempre ha sido considerado un enfant terrible del arte venezolano. Alguien escribió que su obra no es para estómagos delicados. Mi pregunta es cómo ha logrado navegar en sus propias aguas al margen de toda este oficialismo artístico, al margen de los artistas de galería, al margen de los salones, al margen de lo establecido.

MIGUEL VON DANGEL: Mira, si tú conoces el costo que pagas por ser como eres, lo otro se hace poco importante realmente. Entonces, lo que podría sonar como una enorme soberbia o arrogancia, honestamente y me vas a creerlo, es un acto de contrición, un acto de profunda humildad.

Con este preámbulo, pero sólo habiéndolo planteado así y te ruego que tengas por favor comprensión hacia eso, me importan un carajo, yo olímpicamente le paso por encima, yo me alegro y me desconcierto cuando consigo a un tipo más inteligente que yo, más formado intelectualmente que yo y eventualmente me desconcierta descubrir en mi cuánta necesidad de diálogo y de comunicación yo siento, pero de ahí a tener que digerir por ello a esta cantidad de imbéciles engreídos y arrogantes que se llaman intelectuales en este país, paso al margen. Me siento absolutamente bien, el margen es el centro, entonces el costo, digo yo, es el aislamiento, es la soledad, es el ser malentendido, más allá todavía, malignamente mal entendido, pero llega un momento en que en vista de que es ineludible, a menos que te conviertas en una especie de felicitador y de invitado casi forzado, que ha forzado su invitación, bueno, me importa un pepino. Yo me he ido refugiando si se quiere, he ido como sumiéndome más y más en donde yo hablo con mis muertos igual que chuto. Me siento absolutamente bien y cuando regreso de las pocas polémicas o entornos cultos, intelectuales o artísticos a los que mal que bien siempre alguna vez tengo que asistir, regreso con un olor a velorio, a muerto encima.

Sí, pero te lo digo literalmente, el problema es que me lo he comenzado a creer seriamente y como ya voy para 60 años, mira, en el fondo mi frustración es mi único triunfo. Al carajo pues, yo no tengo por qué desperdigarme todavía pensando o si qué sé yo, la pasada de Alejo Carpentier por aquí fue fecunda para las letras venezolanas, el tipo era sumamente desagradable para mí, una especie de marxista de café parisino fuera de su circuito y que sopesando lo positivo que pudo haber dejado, como negativo las cuentas no están nada claras. Es un poco Jean Paul Sartre visitando a Fidel Castro y diciendo qué maravilla, muy tropical. Entonces ya está bueno.

KK: Me parece muy interesante lo que acaba de decir, como que la frustración sea su único triunfo y recuerdo una frase del poeta Armando Rojas Guardia, que a mí me gusta mucho que dice que “en una sociedad indiscriminadamente montada hacia el éxito, sólo el fracaso preserva la lucidez espiritual”.

MIGUEL VON DANGEL: Bueno, fíjate, coincidimos perfectamente. Y preservar la lucidez espiritual, ahí vamos, es decir, para yo liberarme del intelecto, de la sobrecarga intelectual que per se y desde siempre cargo, para tratar de encontrar a través de la fe y eso obviamente tiene que ver con mirarse en el espejo, pero no con hedonismo, sino que es mirar también esa llaga, es la única opción que yo tengo todavía a una ventana de orden espiritual y en ella estoy trabajando, y estoy trabajando intensamente.

KK: Víctor Guédez ha escrito sobre su obra lo siguiente: Su obra se apoya sobre un repertorio necrofílico, una travesura irreverente y un objetualismo extravagante.

MIGUEL VON DANGEL: Sí, yo quiero mucho a Víctor, pero déjame ser un poco directo y poner en claro las cosas.

El descubrimiento de la necrofilia, por ejemplo, vía obra mía en otros no es mi responsabilidad, pero sí lamento que sea como ese el enfoque, porque ciertamente parece que yo tengo que desaparecer, para que se descubra que atrás de esa vaina hay muchísimas otras cosas más. El maquillar la muerte, el no confrontarse con ella, quizás sea una de las condiciones más patéticas del latinoamericano, el no pasar más allá del síndrome de Santo Tomás de volver la llaga y después descubrir que en un momento dado hasta te puede dar una pequeña erección y satisfacción erótica esa vaina y quedarte en ello. Pero no reconocer que es la muerte la que te ha cautivado, sino que es el huevoparadismo latinoamericano el que se te confirma, me parece de una inconsecuencia intelectual, de la que no estoy acusando por favor a la benevolente intención de ningún amigo, como es el caso de Víctor, al que le tengo especial deferencia, pero me valgo de ello en esta oportunidad quizás para poner en claro lo otro, es decir, si es que ningún arte es tan morbete como el nuestro.

Entonces, maquillar la propia referencia hacia el terror de a muerte, es una vaina que quizás lo único que define es qué tan cerca tenemos al horror y la muerte. Y entonces obligados a ello, tenemos que maquillar aquella vaina de erotismo, de vitalismo. Eso es mentira, no hay vaina tan fría y tan pragmática y tan desolada como el espíritu hispánico que heredamos y el judaísmo no deja de tener esa connotación de la racionalidad. Entonces me da risa cuando yo veo que algunos de estos portentos tropicales cuestiona o intenta cuestionar mi supuesta racionalidad fría y alemana, cuando yo por más que sea, sé que fueron los alemanes los que inventaron el romanticismo, y no la Inquisición española, no fue Felipe II.

KK: Hablando de los artistas que a usted lo han marcado, ¿a quién podría referencialmente citar?

MIGUEL VON DANGEL: Tú sabes que en la medida en que uno se va poniendo más viejo, más difícil se hace responder a eso, ¿no? Yo una vez por salirme del lazo, referenciaba por ejemplo como pintor a Lezama Lima. Entonces el interlocutor se me quedó como un poco desconcertado, porque es que también tiene que ver con lo que yo hoy en día entiendo por imagen. Así, yo te respondo por ejemplo con lo de Lezama Lima, porque ciertamente entre las imágenes más elocuentes y que te pueden influenciar más en el entorno latinoamericano, obviamente que son las imágenes de los poetas, quizás más que la de los pintores, pero hay que manejarse aquí con mucha prudencia. Yo arraigo mucho en esa salida del gótico del norte europeo, que se llama renacimiento del norte. Está por ejemplo Matías Grünewald que es un pintor que me interesa mucho. En estos días retomando toda la obra que tengo de San Francisco de Asís, hay unas imágenes allí que son realmente bellísimas, hay una imagen de uno de los testigos de sus últimos años, cuando él ve que la Tau, la T griega sale de su boca y extiende los brazos y cubre el mundo y la del aura de colores. Yo no sé qué se metían los tipos ahí, pero son imágenes que el mismo hecho de la Natividad, por ejemplo de los nacimientos, que parece ser que es una creación de Francisco de Asís, un nacimiento vivo. La representación en el caso de San Francisco me parece mucho más interesante que el del Giotto, pero no sé. Yo a estas alturas no sabría responderte atinadamente qué gente me interesa. Debería en honor a la honestidad, responderte que cada vez son menos los pintores los que me interesante y en general, cada vez me interesan menos pintores. Es desconcertante, me voy a terminar quedando con dos o tres. Grünewald es una de ellos. Lucas Cranach por ejemplo, aunque es un completista de la revolución reformista, pero hay un par de retratos de Lutero que me parece que son obras hito.  Pero tú sabes cuando uno conoce personalmente las personas, para ser objetivo realmente es difícil pero sí veo por ejemplo en Bárbaro Rivas un personaje axial en la pintura venezolana. Es el único tipo nuestro que establece un puente directo hacia todo lo que fue el arte contrareformista latinoamericano; una tradición tan rica y tan densa y tan poco conocida. Entonces tú ves también entre esas tensiones que conforman lo que ha sido mi carrera, esa contradicción de que a mí me fascina por ejemplo el arte contrarreformista. Creo que los luteranos se han debido ocupar un poquito más del asunto.

KK: Un última comentario para cerrar, una frase de Hölderlin, que tiene un carácter diacrónico: “Que así el hombre no traicione lo que de niño prometió”.

MIGUEL VON DANGEL: Bueno, me tocas ahí un punto sensible. Quizás Hölderlin nos está diciendo que todo lo demás es el intento de traicionar ese niño y que es inútil, no logramos superarlo. No le veo otra acepción a esa frase. Yo me he ido reconciliando con ese niño que debo haber sido alguna vez y terminé entendiendo una vaina un poco. Uso otra vez el término patético, y eso me sucedió hace como medio año, en vista de ciertos cambios que ha habido en mi vida. Tuve casi una revelación, chico, de verme en esa infancia, ir y consolarme en la medida en que iba a consolar a un niño que casi se me había hecho un desconocido, pero del que yo sabía qué procesión llevaba por dentro el carajito y que yo era el único que podía desde ahora y desde aquí, ir allá y acariciarlo y ser bondadoso con él. Y ahí se me abrió un universo, quizás tuve que pasar por todas estas vainas, no sé. Quizás tuve que tener, engendrar y sentir la responsabilidad de la irresponsabilidad que significa traer un hijo al mundo. Quizás debí sentir ese compromiso para entender que era ese niño que yo mismo había sido y que yo lo había abandonado.  Que el ególatra, el egoísta proceso, egománico proceso de definir mi yo había dejado y traicionado a ese carajito y lo había dejado en un rancho en Petare en 1955-60. Y que ese carajo estaba perdido ahí y que yo tenía que regresar y por decirlo de algún modo hubo una fusión, se integró ese personaje conmigo y para parafrasear a Hölderlin, ese dolor sigue dentro ahora. Yo lo había sacado de algún modo, yo lo había excluido de mí y tuve que terminar siendo madre, tuve que terminar siendo padre. Mi padre y mi madre en mí mismo, tuve que mandarlos al carajo, de algún modo matarlos psicoanalíticamente, cargar con el cadáver, porque uno mata, pero con matar no te quitas de encima, sino que entonces es peor porque cargas el cadáver encima. Tuve que resucitar en ellos y resucitarlos de algún modo para poder ir a fusionarme con aquel carajito.


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