Marcelino Bisbal: La esencia del periodismo sigue siendo la misma

Marcelino Bisbal retratado por Alfredo Lasry | RMTF

27/06/2024

Un grupo de estudiantes de comunicación y periodismo armó una protesta frente al Consejo de Escuela pidiendo mejores herramientas tecnológicas para hacer televisión y máquinas de escribir más avanzadas. Terminaba la década de los 80 y Marcelino Bisbal era el director de esa escuela en la Universidad Central de Venezuela. Su respuesta frente a “la poblada de estudiantes” fue que el aprendizaje para la producción de contenidos debía trascender las herramientas tecnológicas y que la discusión central debería estar puesta en las cualidades analíticas, los marcos referenciales, teóricos y culturales que sostienen a los profesionales de esta carrera. 

Tres décadas después mantiene la misma tesis y no da marcha atrás: la esencia del periodismo tiene mayor vigencia en el entorno actual, marcado por las medidas de silencio, restricciones a la libertad de expresión, cambios en el consumo mediático y cultural, banalización del proceso comunicacional que se centra más en las herramientas y canales que en el mensaje. Insiste en que el periodismo debe fundamentarse en la búsqueda, investigación y producción de contenidos que contribuyan a que las audiencias conozcan y comprendan la realidad y sus complejidades en el ámbito local e internacional. 

Con 49 años de ejercicio profesional, Marcelino Bisbal investiga, lee, piensa, analiza y escribe sobre los obstáculos, desafíos y oportunidades de solución en el sector de la comunicación y la cultura y el periodismo en Venezuela. Lo hace desde su oficina en la dirección de abediciones —la editorial de la Universidad Católica Andrés Bello— con una vista cenital al jardín de la universidad y a los módulos de aula que los ucabistas conocen como “la colmena”. 

Esta tarea ha sido una constante en su vida: la hizo como estudiante de comunicación en la UCAB; en su rol de periodista, secretario de redacción en revistas; analista y funcionario público de las comunicaciones; docente e investigador de planta e invitado de más de 12 escuelas y departamentos de pregrado y posgrado en universidades públicas y privadas en Venezuela, América Latina y Europa. Lo ha hecho como maestro de generaciones de comunicadores y periodistas en Venezuela. 

Su rol más sostenido ha sido desde el Consejo de Redacción de la revista Comunicación —de la cual es cofundador y actual director— desde 1975. En la última década, Marcelino también ha dedicado sus esfuerzos a sostener y hacer posible la Feria del Libro del Oeste de Caracas, bajo el auspicio de la UCAB. 

¿Cuáles son los desafíos actuales del oficio del periodismo en Venezuela?

Todos los diagnósticos actuales sobre las lesiones a la comunicación e información apuntan a que la libertad de expresión no se reduce a la censura directa de un medio o a poner presos a sus profesionales, sino que también existen otros caminos que afectan el derecho a esa libertad cívica. Estos caminos se apoyan en la intimidación, el hostigamiento judicial, las restricciones administrativas, detenciones arbitrarias de periodistas, uso de información para desprestigio de medios y periodistas… Y limitan en grado importante el ejercicio de la libertad de expresión y de información en nuestro país. Además nos confirman lo que hemos venido padeciendo los venezolanos a lo largo de todos estos años, meses y días: la censura y la mordaza están al desnudo. En otras palabras, la censura se hizo ley.

¿Esta realidad se corresponde con los estándares del mejor periodismo posible?

El buen periodismo se nutre de dar a conocer historias; buenas historias y bien contadas. Ese periodismo debe ser capaz de confrontar a los ciudadanos con lo que está pasando a su alrededor para que cada quien tome sus decisiones. Porque su derecho se basa en tener información que le permita adquirir conocimiento, el más completo y acabado posible, de todos los hechos que le interesan. Además, esa información no puede ser manipulada, tergiversada y debe ser lo más imparcial posible. Debe hacer honor a la verdad. Todo lo contrario de la información falaz, incompleta o tendenciosa. Pero, ¿qué pasa cuando al periodismo se le obliga a callar? ¿Qué pasa cuando a los medios se les silencia para que no cuenten historias o para que las cuenten dándoles un giro tendencioso? ¿Qué sucede cuando los periodistas y los medios se autocensuran por miedo?

Pensando el rol del periodismo, ¿cuáles son los retos frente a la carrera presidencial del 28 de julio?

El reto para el periodista o comunicador social es esquivar todos los obstáculos que se le presentan. Estos obstáculos son de envergadura frente al poder y al gobierno con rasgos autoritarios, porque el ambiente electoral del presente está marcado por la exigencia ciudadana de un cambio de rumbo, un cambio político. Diría que el país, mayoritariamente, está pidiendo ese cambio. Por eso, el reto es poder informar lo que realmente requiere el ciudadano y, para ello, el periodista debe ser creativo y usar todos los medios posibles para tal fin. Alguien nos decía que la información es como el agua en el río. Cuando se le trata de represar, se escurre por rendijas insospechadas. Así ha ocurrido con el resquicio que nos ofrece internet y todas las aplicaciones que se derivan de los entornos digitales. 

¿Cuáles son los cambios más significativos del ecosistema de medios en Venezuela en los últimos 25 años? 

Cuando este proceso político asumió el poder, en enero de 1999, se encontró con un parque comunicacional con un sistema de medios privado-comercial mayoritario frente a un sistema de medios públicos que apenas contaba con un canal de televisión bastante maltrecho en lo económico y en lo tecnológico y una emisora de radio con dos canales. Con los conflictos políticos de Venezuela en 2002 se empezó a configurar un nuevo ecosistema comunicacional: el gobierno adquirió conciencia del poder que representaban los medios y comenzó el diseño de una estructura comunicacional gubernamentalizada. En ese entonces surgió la tesis de la llamada “hegemonía comunicacional”.

Para 2015, contábamos con 334 publicaciones periódicas: 100 diarios en su mayoría del sector privado y siete diarios del sector público. En la radio teníamos 172 emisoras en frecuencia AM y del sector privado, y 25 públicas. En la misma radio, pero en frecuencia FM, teníamos 446 privadas, 82 públicas y 243 comunitarias. En el campo de la televisión había 111 televisoras, 61 del sector privado, 15 del sector público y 37 comunitarias. Un estudio de la ONG Espacio Público, entre 2021 y 2022, dice que contamos con 959 medios de comunicación. De esa cifra, 70% corresponde a emisoras de radio, 10% a medios nativos digitales y 20% se configura entre televisión abierta, por cable y digital.

Si bien es cierto que dominaba el sector privado de medios, también es cierto que el grupo de medios del gobierno fue creciendo desde 2002 hasta ahora. Lo que se evidencia es que muchos de los medios privados no tocan el tema político-partidista para evitar problemas con el gobierno y, además, se ha ido imponiendo la autocensura progresivamente, tanto en los medios como en los profesionales de la comunicación.

Usted ha dicho en otros análisis que los cambios en el mapa de medios venezolanos responden a una necesidad de silenciar. Lo ha relacionado con las nuevas estrategias de la censura, tomando como referencias los aportes de John Maxwell Coetzee. ¿Cómo explica este fenómeno?

Desde hace ya un buen rato está presente la política de controlar todas las fuentes de información, lo que implica no solo contar con una plataforma jurídica que limita, intimida y genera autocensura, sino que, poco a poco, ha ido creando una estructura de medios que impone un régimen comunicativo que moldea el imaginario del ciudadano intentando generar identificación y control social. A través de lo que los abogados llaman el poder punitivo, se trata de prevenir y aplicar una pena a aquellos que intentan escaparse del molde que se quiere imponer.

Estamos en presencia de un autoritarismo comunicacional. Para este proceso, el campo de la comunicación es un lugar estratégico desde la política. Así, no hay país de la región que cuente con tanta jurisprudencia* que regule de manera directa e indirecta al sector de las comunicaciones como el nuestro. 

¿Cuál es la conclusión? Las leyes sin enumerar los decretos y las resoluciones que se van formulando al paso de los acontecimientos hacen del ejercicio del periodismo, de la libre expresión y del trabajo de los medios, una tarea casi imposible de cumplir. La censura, el hostigamiento tanto verbal como judicial, la intimidación, la intromisión en la generación de contenidos, la expropiación de medios y de equipos, la autocensura, la agresiones, amenazas y ataques, las restricciones tanto legales como administrativas, las detenciones e inclusive las muertes mientras se busca o se cubre la información, impiden el ejercicio de la libertad de comunicar en todos los espacios de la sociedad y disminuye las opciones informativas. 

Marcelino Bisbal cuando recibió el Premio Nacional de Periodismo (1989)

Con base en los resultados de la encuesta de opinión que hicieron conjuntamente investigadores de la UCAB, Espacio Público y Delphos, ¿cómo analiza los cambios en las dinámicas comunicativas de los venezolanos?

Es más que evidente cómo los espacios de información se han ido reduciendo, pero también es evidente cómo el ciudadano ha ido buscando pequeños resquicios, no solo tecnológicos, sino cara a cara para informarse. Nuestra investigación, cuyo campo se realizó en 2022 y la presentamos en 2023, describe que “al explorar las vías por las que las personas se enteraron de la última noticia, la televisión ocupa el primer lugar con el 29,6 %, seguida de la radio con el 12,4 %. Los medios basados en plataformas de internet —que se usan preferentemente en teléfonos inteligentes— suman el 43,4%, distribuidos en Instagram (11,1%), Whatsapp (10,8%), Facebook (10%), sitio web de noticias (7%), Twitter (2,5%), Telegram (1,2%) y Youtube (0,8%). Otra fuente relevante y no convencional, es que para el 9,2% de las personas la fuente de información la constituyen otras personas; amistades, vecinos o familiares.

Después de haber dedicado 45 años a la formación de periodistas en universidades públicas y privadas, ¿cuáles deberían ser las perspectivas actuales de la formación en periodismo a escala de pregrado?

Los asuntos tecnológicos son importantes en la formación en comunicación, pero esto no es todo. La formación no puede estar determinada por la instrumentalización de la comunicación. ¿Dónde quedan los marcos de referencia que le dan sentido a la información y comunicación que debemos de transmitir? Tenemos que reinventarnos en el oficio, pero también debemos reinventar los procesos de formación de la profesión que se recibe en los centros universitarios. Hoy, ante la preeminencia de la tecnología, la capacitación o formación se ha concentrado en la instrumentalidad, en el uso de la tecnología, en el manejo de la herramienta. Esta preparación pragmática es la que hoy está dominando en los planes de estudio de la carrera, al menos en nuestro país. Esto no puede ser. 

No es que estemos anclados en el pasado, sino que lo que estamos viendo en los nuevos profesionales que salen de la universidades es que tienen grandes carencias de cultura general, de construcción de las narrativas, pero tienen una gran competencia en el manejo de las nuevas tecnologías. En el mundo académico debemos de preguntarnos por la calidad de nuestro periodismo, es decir, interrogarnos dentro del ejercicio periodístico por lo que hacemos, cómo lo hacemos, cómo ofrecemos y presentamos la información-comunicación. Pero esta calidad no puede ser medida tan solo por la forma de presentación de la información o los acontecimientos (vinculados al lenguaje y las narrativas), sino también por la manera como asumimos desde nuestra competencia la información con sentido investigativo e interpretativo.

Los periodistas de las nuevas generaciones en Venezuela refieren que se les ha dificultado especializarse académicamente por falta de recursos económicos y/o por falta de interés en las ofertas de estudio disponibles.   Luego de dirigir el postgrado de Comunicación de la UCAB durante 12 años, ¿cuál considera que debería ser la estrategia de formación de postgrado en periodismo y comunicación?  

Yo me acoplo a lo que dijo Antonio Pasquali: que el periodismo se estudie a nivel de postgrado. Estoy totalmente de acuerdo con este planteamiento, aunque sea extremo, porque los jóvenes estudiantes de la carrera muestran carencias de marcos referenciales, necesarios para enfrentar la complejidad del mundo presente.

Yo no sé si a estas alturas tendrá sentido la Licenciatura en Comunicación Social. A lo mejor tiene más sentido lo que decía Pasquali: es preferible un periodista que ya sea arquitecto, economista, antropólogo, filósofo… porque el marco de referencia que tendrá es mucho más rico y mucho más profundo. Lo que veo es que lo instrumental se puede adquirir en un posgrado de periodismo. Yo me inclino por esa vía, después de haber vivido 26 años en una escuela de Comunicación Social y haber tenido la experiencia en el postgrado de la Universidad Católica y en otras universidades. En una de las últimas publicaciones de abediciones utilizamos una foto de un graffiti en el que se leía: “La sociología ha muerto, la mató el marketing”. Ahí está dicho todo. Quita la palabra sociología y ponle periodismo.

Entendiendo la necesidad de trascender lo técnico e iluminar el camino analítico y de profundidad teórica para forjar criterios propios y sólidos, ¿cuáles son esos autores que están en la biblioteca y en el escritorio de Marcelino Bisbal y que los recomienda en la formación de comunicación y periodismo?

Son unos cuantos y diversos dependiendo del tema que estemos trabajando y reflexionando. Si nos vamos hacia nuestra región, América Latina, son fundamentales: Antonio Pasquali, Oswaldo Capriles, Jesús María Aguirre (Venezuela); Jesús Martín Barbero y Germán Rey (Colombia); Néstor García Canclini, Guillermo Orozco, Carlos Monsiváis (México); José Marques de Melo, Renato Ortiz (Brasil); Roberto Igarza, Carlos Scolari, Eliseo Verón (Argentina); José Joaquín Brunner (Chile). 

Si nos vamos hacia Europa debemos considerar a: Manuel Castells, Carlos Zeller, Félix Ortega, María Luisa Humanes (España); Edgar Morin, Alain Touraine, Michel Foucault, Dominique Wolton, Roger Chartier, Jean Baudrillard (Francia); John Thompson (Reino Unido); Zygmunt Bauman (Polonia). En la Escuela Filosófica de Frankfurt: Walter Benjamin (Alemania). Si nos vamos a otros continentes tenemos: Pierre Lévy (Túnez); Alvin Toffler, Marshall McLuhan, Nicholas Negroponte (Estados Unidos), Byung-Chul Han (Corea del Sur).

En el campo periodístico debemos mencionar a Manuel Vicent, Juan Cruz (España); Ryszard Kapuscinski (Polonia); Javier Darío Restrepo, Omar Rincón, Gabriel García Márquez (Colombia); Martín Caparrós, Adriana Amado (Argentina). Hay más, pero dejemos esto hasta aquí.

En 2025 se cumplirá medio siglo de producción y circulación de la revista Comunicación, de la cual es director y cofundador. ¿Cómo describe esta experiencia?

En 1975, un grupo de jóvenes estudiantes de Comunicación Social, entre quienes estábamos César Miguel Rondón, Sebastián de la Nuez, Bertha Brito, junto a algunos profesores y sacerdotes jesuitas —José Ignacio Rey, Epifanio Labrador, José Martínez Terrero, Francisco Tremontti y Jesús María Aguirre— decidimos crear la revista Comunicación, al abrigo del Centro de Comunicación Social Jesús María Pellín, que era un centro de los jesuitas para el área de las comunicaciones y la cultura. Nunca pensamos, ni soñamos, que pudiéramos llegar hasta aquí: estar cumpliendo casi 50 años. Para una revista como Comunicación son muchos años.

Fuimos un equipo enamorado de la comunicación y de la cultura y lo que significan para el ser humano. Porque siendo estudiantes de la carrera tuvimos docentes que nos ilustraron sobre el tema y nos enganchamos hasta ahora. El poeta y dramaturgo norteamericano T. S. Eliot dijo que “la cultura puede ser descrita simplemente como aquello que hace que la vida merezca la pena ser vivida”. En la revista creemos en esa afirmación y tratamos de llevarla y expresarla en cada número.

Han sido años de una rica experiencia. Primero, la experiencia de compartir con todo el consejo de redacción. Disfrutamos el diseño de la revista y desarrollo de la pauta de cada número. Segundo, nos anima poder entablar reflexiones con los invitados externos y colaboradores de la revista. Sin duda, ha sido una pasión seguirle el pulso al desarrollo de las comunicaciones y su interrelación con los asuntos culturales.

Marcelino Bisbal con César Miguel Rondón y el Jesús María Aguirre, sj. en el nacimiento de la revista Comunicación (1976)

¿Cuál es la importancia social de la revista Comunicación en este tiempo de viralización de contenidos e inmediatez?

Lo hemos dicho en muchas oportunidades: si llegara a la tierra un antropólogo de otro planeta y quisiera saber y conocer qué pasó con el periodismo del país en estos 50 años, qué pasó con las comunicaciones y su desarrollo, qué ocurrió con la libertad de expresión, tendría que ir a la revista Comunicación. No va a encontrar otra fuente de información y reflexión.

Desde la revista, ¿cuál considera que es el valor social del periodismo en estos tiempos?

En el último número de la revista Comunicación, que es el número 206, discutimos mucho este tema. Fíjate en el título: “Periodismo: cambios y permanencias”. Yo creo que el periodismo tiene una esencia que lo define, que es la búsqueda e investigación de información con disciplina, contexto, experiencia, contando lo que sucede. Eso no cambia. Lo que sí cambia es la manera como se va a transmitir, la manera como se soporta. Esos cambios los vimos cuando la televisión pasó del blanco y negro al color, cuando la radio pasó de AM a FM, cuando saltamos de la máquina de escribir a la computadora, y luego a las posibilidades que ofrece internet y las redes sociales. Yo insisto en que la esencia del periodismo es la misma. Esto lo he dicho en otras oportunidades, junto a Jesús María Aguirre, miembro de la revista y gran amigo: la tecnología es el instrumento que soporta la información que se quiere obtener. El contenido se va a mediar pero esa mediación tiene que ver con la tecnología a través de la cual se va a contar. Cuando fui director de la escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela, tuve una poblada de estudiantes pidiendo mejores herramientas para los salones de televisión y máquinas de escribir más avanzadas. Yo les decía: “entiendo sus exigencias, sin embargo, creo que podemos ser una buena escuela sin tener ninguna de estas tecnologías. Lo que tienen que aprender es a producir contenido y para eso tienen que tener marcos referenciales”. 

Por eso, he dicho que la esencia del periodismo se ha dejado de lado. Se ha minimizado la formación sociológica, humanística, filosófica que contribuyen a dar contexto para la construcción de narrativas e investigación. Siento que ahora las comunicaciones se reducen solamente a la decoración, porque hay que hacerlo atractivo para el consumidor. 

Si pensamos que estos pueden ser cambios generacionales, ¿hacia dónde se debería orientar el periodismo para conectar con los jóvenes partiendo de la idea de que tienen intereses y formas de relacionarse distintas? 

Hemos hecho intentos para conectar con ellos, por lo menos a través de la literatura, pero entonces no leen nada. Tú le preguntas a algunos de ellos y no saben quién es José Saramago o Mario Vargas Llosa, y te estoy hablando de un escritor Premio Nobel de Literatura, que tiene un libro que vale la pena leer: La cultura como espectáculo. Y los jóvenes no tienen ni idea. Y si intentas conectar con ellos a través del cine, entonces no van al cine, ni siquiera ahora que tenemos el streaming. Es verdad, tienen otros intereses que yo no conozco.

En este momento, estoy muy influenciado por Byung-Chul Han, autor surcoreano que se formó y vive en Alemania. Él explica que estamos frente a una sociedad del cansancio. Cuando lo leo siento que tiene razón. Por lo menos, este aparato —el celular— rompió con las relaciones sociales, y pienso en los aportes de Carlos Castilla del Pino: este aparato nos ha incomunicado. Es cierto, tiene grandes ventajas, pero los jóvenes pasan muchísimas horas frente a él. Y uno no sabe qué están haciendo. Cuando ves a un grupo de jóvenes sentados en una misma mesa, no hablan entre sí, ninguno se relaciona con el que tiene al frente —aunque sea su novio o su novia—. Está pegado al aparato en un videojuego o viendo Youtube. Yo sí creo que estamos en una sociedad del cansancio. Hemos inventado demasiados dispositivos para comunicarnos, pero nos sentimos cada vez más incomunicados entre nosotros. Tú me dirás: “Marcelo, estás histórico”. Cuando comento esto, Marlene, mi compañera, me cae encima: es que cuando el hijo era adolescente nosotros lo criticábamos. Cuando nosotros éramos adolescentes nuestros papás nos criticaban. Seguramente, nos está ocurriendo lo mismo.

¿Por qué Marcelino Bisbal no está en las redes sociales?

Siento que se pierde muchísimo tiempo. Creo que las redes te atrapan de tal manera que te vuelves un fanático. Siento que me incomunican, entonces no quiero estar. Y, fíjate, yo odio este aparato —el celular—. Si estás trabajando, te distraes y sientes tentación de saber todo lo que pasa. 

Si le encomendaran hacer una lista de periodistas referentes en la Venezuela contemporánea, ¿qué escribiría Marcelino Bisbal en el papel?

No me atrevo a hacer esa lista. Siento que se está haciendo buen periodismo en el país. Yo creo que los periodistas han sabido —de verdad, y me quito el sombrero— utilizar las nuevas herramientas y las ventajas de la tecnología para la transmisión de contenidos haciendo buen periodismo. Lo que sí he dicho en otras oportunidades es que en Venezuela entramos forzados a la llamada era de la comunicación digital producto de las circunstancias, del contexto que tocó vivir. 

Siempre recuerdo la dedicatoria del libro Estilo y redacción periodística de mi maestro y amigo Eduardo Blanco, que dice: “A mis alumnos, que me enseñaron más que mis profesores. Con la esperanza de que el día de mañana ellos digan lo mismo”. De verdad lo que está haciendo la generación intermedia de periodistas en el país, para mí, es una lección. Yo no sería capaz de hacerlo porque ya dejé de ejercer el periodismo; estoy en otras responsabilidades.


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