Luis Ugalde: “Mire, este cuento se acabó”

Luis Ugalde retratado por Roberto Mata

29/01/2023

Una crisis, cuya dimensión es primeramente espiritual. El incendio está devorando la casa y en lugar de agarrar los tobos y hacer una cadena humana para echar agua en ese fuego, los partidos políticos están inmersos en sus luchas internas. El gobierno del señor Maduro quiere cambiar de conducta, sin renunciar ni esconder al cartelito del socialismo. Olvídense de eso. El pensamiento y la acción política deben subordinarse a la realidad que estamos viviendo. Un país mucho más empobrecido, al que se le acabó el dulce petrolero. Sin libertades, el talento y la productividad de los venezolanos no podrán proveer lo que antes nos daba la naturaleza.

De esa crisis espiritual, de la incapacidad para reconocerse y encontrar una vía que nos saque del marasmo y el hundimiento, habla Luis Ugalde sj.  

¿Cómo caracterizaría el momento actual de la crisis venezolana?

No es una crisis convencional, sino la de un cambio muy profundo. Quizás similar a lo que significó la muerte de Juan Vicente Gómez. El nacimiento de otra manera de entender la política, que la identificamos con la llamada generación del 28. Es decir, las categorías con las cuales se analizaba en el tiempo de Gómez, pues ya no son las mismas. Surge otra realidad política en Venezuela. Esa realidad política tiene como base espiritual y de identidad, a una nueva generación que quiere parir un nuevo país. Hoy día es fácil de decir: Venezuela tiene que renacer y ese también es un deseo lógico. Pero el peligro que tenemos es de juzgarlo, o bien dentro de categorías marxistas de la izquierda, que cada día sirven para menos, o también de categorías convencionales de la democracia. Voy a poner unos ejemplos de América Latina. Dicen, en la región vuelve la izquierda. La izquierda ganó en Colombia, en Perú, en Chile, en México, en Brasil, etc. 

Casi hay más triunfos de la izquierda que países en América Latina. 

Eso es puro engaño, porque la izquierda no puede gobernar en ninguno de esos países si no hace, simplificando, una política de derecha. ¿Qué situación enfrenta el presidente de Chile (Gabriel Boric), que viene del partido comunista? Él tiene que tener éxito. Si mañana empieza con ideas comunista no dura seis meses. De hecho, su popularidad está por debajo del 30 por ciento. ¿Por qué? Porque no tiene más alternativa, si quiere desarrollar sus programas sociales, que activar la economía que está en crisis. Y para eso necesita miles de millones de dólares de inversión, esa inversión es capitalista, no hay otra. Entonces, al llegar al gobierno se encuentra que las protestas de calle, que eran contra el sistema, ahora son contra él. Se encuentra que en esas protestas hay mucha razón y hay también delincuencia, como suele ocurrir. Tiene que enfrentarla. A él lo identifican como el enemigo del pueblo. Ese es un hecho, del cual no se puede liberar. 

Lo que hace la izquierda es soñar y tratar, a cualquier costo, de convertir sus sueños en realidades.

Vayamos a Colombia. ¿Qué dijo Petro? ¿Voy a implantar el socialismo?… ¡No! Tenemos que desarrollar el capitalismo. ¿Qué significa eso? Tenemos que conseguir decenas de miles de millones de dólares para que en Colombia el ingreso, los servicios públicos, la educación, mejoren. No empiece usted con el letrero de socialista en la mano, lo primero que tiene que hacer es esconderlo, porque el sólo nombre espanta. Entonces, no importa que usted y yo estemos de acuerdo… esa es la realidad. Y la de Lula también. 

El problema es que la izquierda radical cree que existe una economía distinta a la capitalista. Pero sólo en sus sueños. La era del capitalismo global es la dura realidad que estamos viviendo. Diría que lo han aceptado en la región y que el gobierno del señor Maduro lo ha intentado, con mucha incompetencia. Entonces, vemos los bodegones, pero los miles de millones de dólares, ni por equivocación. 

Creo que ellos, en este momento, quisieran olvidar la ideología, por eso dicen: usted produzca, olvídese de las normas, no me pida que cambie la ley, ya está engavetada, invierta y gane, porque si usted no lo hace, mi gobierno fracasa. Es terrible, pero esa es la realidad en la cual estamos. Y digo que es terrible, porque no es un liberalismo encausado, con normas, sino un liberalismo salvaje. Totalmente salvaje. Ahora, el asunto es el siguiente. Tiene que tener un lenguaje de izquierda —para simplificar y entendernos— y tiene que hacer una política contraria a ese discurso. Ese es un hándicap terrible. El que no puedas hablar con claridad a la gente. Mire, este cuento se acabó. Nuestra producción que hace 10 años estaba en 100 bajó a 20. Cualquier familia, cuyo ingreso baja en esa proporción, está en una penuria espantosa. No, que hemos subido más que Europa o Estados Unidos. Sí, claro, 10 por ciento. ¿Pero eso que significa? Que pasamos a 22 cuando deberíamos estar en 130 o 140 subiendo. Y eso no tiene escapatoria.

Pero lo que escuchamos es otra cosa. 

Este gobierno ha abusado de la palabra. De la forma más desvergonzada. Ha prometido. Ha dicho. El mundo nos está admirando por las maravillas de nuestra educación, de nuestra economía, pero la gente chavista contrasta ese discurso con sus condiciones de vida y dice: Yo llego a mi casa y no tengo cómo alimentar a mis cuatro hijos. Contra eso no hay argumento presidencial que valga. Ni nada por el estilo. ¿Qué les queda? La represión.

Todos estos regímenes terminan viviendo en la mentira. Si usted va a Cuba le muestran el paraíso de la revolución, un parque temático rodeado de miseria. ¿De esa mentira arranca la crisis espiritual?

Yo creo que la crisis espiritual, en este momento, efectivamente se alimenta de una contradicción. De un discurso que promete, pero que no veo en la realidad. De una oposición que, realmente, está en una situación lamentable. Y no sé si está claro que la Venezuela que fue no regresa. Así como la generación del 28 significó una ruptura con el gomecismo y tardan años en que eso cuaje como propuesta política, así mismo, en este momento, esta dictadura no sirve para nada, pero tampoco la forma de hacer política que tenían los partidos políticos antes, es la solución para el país. Dicho de otra manera, Si fulanito de tal, que está en la oposición llega al poder, con las categorías convencionales no hay nada que hacer. ¿Por qué? Porque la renta petrolera que producen cuatro, cinco o seis millones de barriles diarios de petróleo, que era la meta en 2012 (enunciada tanto por el chavismo como por la oposición), no lo producen 100 mil barriles diarios. Si tienes al país y a la burocracia montada sobre seis millones de barriles, tanto el gobierno como el Estado están en la miseria. 

El pasado pesa, como decía Ramón Piñango, y pesa en la historia, si desconocemos lo que significó la generación del 28: la ruptura con el gomecismo y una nueva forma de hacer política, algo, debimos haber aprendido, algunas reflexiones y conclusiones haber sacado, creo que esos análisis existen. Entonces, ¿Por qué no hay una respuesta, como diría un marxista, orgánica?

Hay una perplejidad, sin duda. Pero vamos al punto que has planteado. Esta es una crisis espiritual. ¿En qué sentido? Es una crisis, primero, de no entender en la perplejidad y, segundo, de buenas a primeras, se te presenta una montaña y tú dices, yo no puedo subir esa montaña y ahí, creo, surge lo que han planteado los obispos venezolanos en su más reciente documento: no nos dejemos quitar la esperanza. En este momento, el mayor peligro que enfrenta el país, es la desesperanza. Que digamos: Aquí no hay nada que hacer, sino agarrar las maletas y nos vamos, lo cual es la peor conclusión a la que podemos llegar, porque se basaría en una suerte de ilusión de que afuera nos están esperando para tratarnos bien. 

Cosa que no ha ocurrido de manera comprobada. Todo lo contrario. 

No ha ocurrido, ni va a ocurrir. Siempre el extranjero, mucho o poco, va a ser discriminado. Al que va con grandes capitales le abrirían las puertas, pero el que va en necesidad encuentra, como algo garantizado, el sufrimiento en el nuevo país. 

Eso, para no hablar que la diáspora supone para algunos una ruptura cultural. 

Claro. En ese sentido, al no tener la base sobre la cual se construyeron muchos logros, sin olvidar las limitaciones, tengo que pensar ¿Cuál es la base de la economía sin la renta petrolera? Y ahí volvemos a una idea que no es ninguna genialidad, pero sí fundamental: el talento de la persona humana. Ese es el factor multiplicador de la riqueza. Pero justo en el momento en que más necesitamos el talento y la productividad que supla la renta petrolera, estamos, digámoslo así, en una onda depresiva. De decir, no podemos. ¿Adónde nos lleva esta reflexión? A entender que la clave es la educación. Una educación que, si miramos, está en ruinas, con universidades emblemáticas como la UCV y la Simón Bolívar asfixiadas porque no reciben ni el 10 por ciento del presupuesto que necesitan y con unas escuelas abandonadas. Un maestro gana cinco dólares mensuales. Pero el gobierno tiene un discurso que contradice eso. El que vive, o mal vive, siendo muy chavista, dice: haga usted el discurso que quiera, pero mi realidad es esta. Entonces, estamos en un momento, no para ver los temas filosóficos o teóricos de la política, sino para ver la calamidad, la condena, en la que viven los empleados del sector público. Este pobre hombre tiene la maldición de ser empleado de Sidor o del metro, o de qué se yo. 

Yo entiendo el apremio y las circunstancias que estamos viviendo, pero la reflexión sobre el país es necesaria, entre otras cosas, por lo que usted señala: las categorías convencionales no son suficientes. Entonces, ¿Qué herramientas podemos utilizar? No podemos desconocer ese asunto.

Es cierto, pero a mí modo de ver, el pensamiento y la acción política tendría que estar subordinada a esa realidad. Si la casa está ardiendo, lo primero que hay que hacer es agarrar los tobos y hacer una cadena humana para echar agua a ese fuego. Esa es la urgencia, eso está pasando en la calle. Pero los partidos políticos andan peleando entre sí y, si no hay otro liderazgo, tomamos la calle nosotros. Se ha dicho, se ha escrito (hasta el cansancio, pienso mientras escucho a Ugalde) que los partidos tienen que renacer a partir de una conexión con la gente. Muy bien, pero eso no se ha dado. Estamos dando pésimos ejemplos y, si la población tenía reservas frente a lo político, ahora dice, que la política no sirve para nada. Esto puede traer un cambio rápido, porque los partidos no se suicidan tampoco. No tienen más remedio que aprender. 

Pero no dan señales de que quieran aprender. 

En Venezuela siempre ha habido diferencias. No sólo las hubo en el trienio adeco —de 1945 al 48—, sino que pelearon a muerte. Diría que el golpe del 48 fue celebrado por URD y por Copei. No digo que lo convalidaron, pero sí lo celebraron. Los adecos pensaron que mi partido hegemónico va a controlar la educación, los sindicatos, va a controlar todo. Eso los llevó al fracaso y aprendieron. 

Esas diferencias también se manifestaron en 1959. 

A eso voy. Esa es la diferencia, que los tres que pelearon en el 48 vinieron de la mano en el 58, entre otras cosas, porque la cárcel y el destierro enseñan. El sufrimiento enseña y enseña mucho. Hay una anécdota del primer desayuno que se dio en Nueva York entre Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt. Sería en el año 57. Eso está publicado en un libro que editó la Universidad Santa María. Personas de ambos partidos (URD y AD), promovieron ese desayuno. Betancourt dijo: como no, estoy dispuesto. Villalba dijo. No. Yo no voy. Betancourt me llamó cobarde por no haber defendido el triunfo en 1952. Pero terminó yendo a ese desayuno. El primer impulso es a no reunirse, como lo estamos viendo entre los líderes que hoy rozan los 50 años. Ya no son tan jóvenes. De manera que tienen edad para ser maduros. Por encima de cualquier circunstancia, hay que poner la situación del país. Si no hacemos el Pacto de Puntofijo y hacemos el Programa Mínimo (que no era tan mínimo) pues nos vuelven a tumbar los militares. Tenemos que ponernos de acuerdo para defender todos al que gane. Los mismos que pelearon en el 48 vienen con una madurez política y AD tuvo la madurez de compartir el poder con Copei. Aquel Copei al que AD calificaba de partido falangista, curero, reaccionario y de derecha. Y tú, copeyano, decías: AD es un partido comunista disfrazado. Pero con ese partido vas a compartir gobierno. Eso hizo que la democracia durara y los gobiernos tuvieran éxitos notabilísimos, que en la historia de Venezuela eran inconcebibles. 

Aparte de la cadena que necesitamos para apagar el fuego, ¿Podría señalar o enunciar algunas ideas y herramientas que no fueran las convencionales para enfrentar los desafíos que tenemos los venezolanos?

Cuando las cosas van mal, cuando estamos en un momento tan bajo, como ocurre actualmente en el país, a que nos lleva eso. Primero a un esfuerzo espiritual para aceptar la realidad —un país mucho más pobre—, es como el enfermo: usted es diabético, le encanta el dulce, pero ese dulce se acabó. 

A Venezuela le encanta el dulce petrolero.  

Obviamente, necesitamos la producción petrolera y ojalá llegue pronto a un millón de barriles diarios, pero llegar a esa meta supone una inversión sostenida anual de 15 millardos o 20 millardos de dólares. ¿Quién los va a invertir? Como una vez se dijo: exprópiese, como también se dijo: el mal de la humanidad es el capitalismo y el bien es el socialismo, aunque mí conducta está cambiando —y “mí”, es el gobierno—, sin embargo, yo vengo con el letrero y no quiero renunciar: esto es socialismo y añado mire las maravillas que hace el socialismo… Olvídese de eso. Tenemos que poner los pies en la tierra del enfermo. Por tanto, vamos a poner la disciplina de la dieta. Usted puede tener una buena vida, pero distinta a la que tenía. Venezuela tiene un potencial increíble. En 1949, el número de universitarios no llegaban a mil; en 2000, por ejemplo, ese número era de 1,4 millones de estudiantes en el nivel superior. Un salto increíble. 

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*Teólogo e historiador. Ex rector de la UCAB. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. Articulista, autor. Entre sus principales títulos: El pensamiento teológico-político de Juan Germán Roscio; El gomecismo y la política panamericana de Estados Unidos; Utopía política: entre la esperanza y la opresión


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