Luis Ugalde retratado por Gaby Oraa | RMTF
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El próximo 25 de abril se realizará el Foro “El reto de la responsabilidad social 60 años después de Maracay”, presentado por el Pensamiento Gerencial Venezolano, organizado conjuntamente con la Asociación Venezolana de Ejecutivos para conmemorar el seminario “La responsabilidad empresarial en el progreso social de Venezuela”, en el que hombres de empresa, de gobierno, de la iglesia y activistas sociales, se reunieron en aquella ciudad para debatir sobre el futuro social del país y las razones que el empresariado tenía para contribuir a su progreso mediante la formación del hombre venezolano. El Pensamiento Gerencial Venezolano es una iniciativa de Frank Briceño Fortique presentada a las autoridades y al Consejo Académico del IESA, que aprobado fue adscrito al Centro de Gerencia y Liderazgo, designando como su coordinador al profesor Ramón Piñango.
Debemos tratar de entender la educación venezolana a partir de 1936. Las nacientes organizaciones políticas que tenían el propósito de instaurar en Venezuela un modelo democrático de gobierno y de bienestar social, intuían que ello era imposible sin sembrar el país de escuelas y promover miles de educadores.
Luis Ugalde sj*, no es de las personas que piensan que tenemos que empezar desde cero. En esta conversación, contextualiza hechos y realizaciones que contribuyeron a crear nuevas actitudes, una nueva conciencia e iniciativas que alimentaron el crecimiento económico y mejoras sustanciales en las condiciones de vida de los venezolanos.
La transición del caudillismo a la democracia fue gradual y tomó tiempo. La conciencia de la necesidad educativa y la formación de educadores fueron creciendo. Cuando en 1945 se produjo la ruptura política, llegó al poder Acción Democrática, el “partido del pueblo” y se instauró el “Trienio Adeco” (1945-1948). AD venía con una tesis educativa estatista que defendía la responsabilidad educativa como exclusiva del Estado. En consecuencia, la mal llamada “educación privada” (pues es educación pública de gestión privada) existente estaba fuera de lugar. En esa tesis era acertada la idea de que si no sembramos de escuelas el país y no creamos una legión de maestros que lleven la educación hasta el último rincón, no tendremos democracia. En cambio, había un grave error al querer imponer la exclusividad del Estado. Con ello toda iniciativa educativa no estatal debía desaparecer. Para ello había que atacarla tachándola de “educación de castas”, o educación de ricos, o “educación curera” etc. Así, en lugar de sumar, se restaba y se abría un grave conflicto nacional, sobre todo con la Iglesia católica.
AD no sólo se equivocó en su política educativa, sino en sus prácticas sectarias de la política, en el afán de controlarlo todo.
Hay un libro de Luis Beltrán Prieto Figueroa, que se titula De la Educación de Castas a la Educación de Masas. ¿Qué tenemos en el país? Un 10 por ciento de familias que le pueden pagar la educación a sus hijos, y un 90 por ciento que no puede pagar. Con eso, no vamos a tener país. En la parte afirmativa, yo estoy de acuerdo con él. En la palabra exclusiva no y eso es lo que ha demostrado el tiempo. Pero volvamos a esos años. Vamos a dar el salto ahora, parecía intención del gobierno. Si hubiera prevalecido esa tesis y todo fuese financiado por el Estado, todas las universidades estarían cerradas o en agonía hoy, así como lo están todas las escuelas que financia el Estado hoy. Siempre he defendido la importancia del papel del Estado, pero hay que acentuar el papel de la sociedad educadora. Los muchachos son tuyos, ¿No? Entonces, aporta algo a la educación de los hijos. Y el que no pueda aportar nada, no aporta.
Tan empeñados estaban, que el gobierno de Betancourt, en el llamado trienio, emitió un decreto que generó un descontento y una protesta social inédita en Venezuela.
El famoso decreto 321 discriminaba a los colegios privados y ponía en desventaja a sus alumnos para los exámenes. Esto desató la protesta y sobre todo la educación católica (maestros y alumnos) salió a la calle. Educadores como el P. Genaro Aguirre tuvieron un papel muy activo. El presidente de la Junta de Gobierno, Rómulo Betancourt, tuvo que echar marcha atrás: renunció el Ministro de Educación y el decreto 321 fue sustituido por otro. Ese paso equivocado hizo mucho daño al gobierno de AD y a fines de 1848 fue derrocado Rómulo Gallegos que había sido democráticamente elegido ese año.
Detengámonos, por un momento en la Constitución del 47, ¿Cuál fue el trato que se le dio a la educación?
La Constitución democrática que se aprobó en 1947 afirma el papel central del Estado en la educación, pero también admite el papel y la responsabilidad educadora de la sociedad, que incluye la familia, las iglesias, las fundaciones y emprendimientos educativos, las empresas. Luego del golpe de 1948, seguido de la persecución y del exilio, regresó la democracia en 1958, pero con algunas lecciones aprendidas: democracia no es sectarismo, ni monopolio del poder en manos de un partido. Ello ayudó a que en la década de los sesenta el gobierno de coalición con el Pacto de Puntofijo (entre rivales de 1948) fortaleciera el papel educativo del Estado y al mismo tiempo acogiera iniciativas educativas plurales provenientes de la responsabilidad de la sociedad civil educativa. Se incorporaron iniciativas educativas que demostraron su creatividad y su vocación educadora, de servicio activo para la formación del país. Entonces, y esto hay que entenderlo, no era negocio sino un aporte muy loable y necesario. Tal vez la muestra más visible de esa excelente vocación de servicio fue en 1955 con la creación de Fe y Alegría al servicio de los más necesitados. Durante las décadas de la democracia, de tal manera fue creciendo la educación católica en sectores populares, que al llegar al siglo XXI más del 70% de la educación católica estaba en nuestros barrios y comunidades.
¿Esa insistencia en la palabra exclusiva a qué obedece?
En la afirmación del estatismo educativo exclusivo hay un encandilamiento con el Estado soñado como un poder impoluto y sin limitaciones. Así soñaron y fracasaron en la Unión Soviética y en China. Cuba lleva más de 60 años trágicamente estancada en el estatismo total en la educación, en la economía y en toda la vida nacional. Al mismo tiempo los partidos estatistas (de izquierda o de derecha) consciente o inconscientemente terminan confundiendo el Estado con su propio partido, con lo que la exclusividad del Estado se convierte en exclusividad del partido: el Estado soy yo, el Partido o el Secretario, sea Stalin, Mao o Castro o Hitler.
A pesar de los avances, de los resultados favorables para todos, el Estado docente regresó a la opinión pública con la llegada al poder del ex presidente Hugo Chávez.
En 1998 había en Venezuela universidades privadas, colegios y escuelas muy bien valoradas, muchas de ellas de inspiración católica. Sus frutos estaban a la vista. Pero aun así el llamado “socialismo del siglo XXI” quería resucitar el estatismo con el sello de la exclusividad. En la Constitución del 1998-99 se quiso imponer la exclusividad. El ex rector de la UCV, Edmundo Chirinos, era constituyentista y recuerdo que en un programa de televisión en el que coincidimos, Chirinos intervino defendiendo la exclusividad educativa del Estado, mientras que yo consideraba necesario la combinación de los dos: El papel del Estado en educación y la responsabilidad de la sociedad educadora, que comprende la propia familia, y demás factores educativos de la sociedad, incluida la empresa privada. Afortunadamente no lograron imponer en la Constitución Bolivariana la exclusividad y luego en la “Exposición de Motivos” de la Constitución introdujeron la expresión afortunada de la “triada solidaria entre sociedad, familia y Estado”. Lo que supone que los tres bloques de actores se necesitan y se potencian mutuamente.
¿En qué sentido?
La sociedad educadora es la conciencia de todo venezolano de su deber educador, empezando por sus propios hijos que son de la familia y no del Estado. Cuando hay la conciencia en los padres de que la escuela de sus hijos es suya, la mantienen y la cuidan. Muy distinto es cuando piensan que la educación es obligación exclusiva del Estado y la responsabilidad de los padres se limita a mandarlos a la escuela. Y unido a ese error va la idea de la educación tiene que ser gratis. La palabra gratis engaña y deseduca, pues la educación es costosa en todos los niveles, la Universidad Central, la Simón Bolívar o cualquier otra son muy costosas. La discusión está en quiénes y cómo la pagan; pago que es necesario sea de manera tripartito.
¿Qué hacemos ahora en 2023?
Nos faltan cientos de miles de educadores, unos se han ido del país y otros no pueden dedicarse de lleno, pues hacen otros trabajos “matando tigre” para cubrir su mínimo presupuesto familiar. De ahí que lo primero que tenemos que exigir es que el gobierno ponga prioridades y honestidad en el presupuesto público. Nada más importante que la salud y la educación. Con una administración transparente y honesta, para empezar, cuanto antes, hay que pagar 10 veces más a los educadores. Aunque se requiere un cambio de este modelo económico estatista fracasado que no estimula las virtudes de la empresa privada, ni la contribución plural de la sociedad a la educación.
Tenemos que hacer cosas novedosas que nunca habíamos hecho. Ese es el gran drama, pero también el desafío de este momento. No ya para tener una esperanza, sino para mostrar hechos, como lo hizo el padre José María Vélaz, en el año 1963, cuando presentó los resultados de Fe y Alegría, con todas las cifras y todas las partidas presupuestarias pormenorizadas.
Sí, en ese encuentro empresarial de 1963 en Maracay, el padre José María Vélaz presentó hechos, no lamentaciones. Demostró lo que se podía hacer (todavía en pequeño) con la sociedad más allá del presupuesto del Ministerio de Educación, activando a los demás dolientes y actores de la educación. Fe y Alegría nace en Catia, en 1955, de la combinación de la necesidad con la creatividad que la generosidad solidaria lleva a encontrarse. Vayamos a la primera escuela de Fe y alegría. Ahí está la fórmula para resucitar la educación en general. Un grupo de estudiantes de la UCAB -universidad que apenas tenía dos años de existencia- van voluntarios a prestar su servicio solidario en los barrios, por iniciativa de su director espiritual que, precisamente, era Vélaz. Quieren dar clases de catecismo a los niños, pero se encuentran con que estos no saben leer, porque no hay escuela. Pudieron hacer una protesta frente al Ministerio de Educación o escribir una carta. En cambio, hicieron una escuela. ¿Cómo? Aquí se produce la chispa del encuentro de la necesidad de los niños con la creatividad generosa de los estudiantes y las familias del sector, en la figura fundadora de Abraham Reyes y su familia. Abraham se conmovió con los estudiantes y se preguntó ¿qué puedo aportar yo? Y decidió dividir su rancho donde vivía, la mitad para la escuela y la otra mitad para que vivieran él, su mujer e hijos. Reyes podía haberse excusado porque era pobre, pero de su pobreza sacó para la escuela. Decir que el pobre no puede es mentira, y es rebajar al pobre. Ahí hay talento oculto y generosidad. Más bien hay que decirle: usted tiene un talento que hay que sacar y potenciarlo. Eso es lo que ha hecho Fe y Alegría con éxito impresionante en toda Venezuela y en 20 países más en el mundo. Y se da la confluencia de recursos que parecían inexistentes.
¿Y los recursos financieros?
También tienen que ser tripartitos y ahora más en la Venezuela post rentista. No aportan porque están boyantes, sino desde la crisis y de la pobreza. La primera rifa para levantar fondos se hizo cuando una muchacha universitaria donó sus zarcillos para rifarlos. Esa solidaridad conjunta y masiva puede hacer la diferencia entre una experiencia frustrada y otra exitosa, más en este momento en que el Estado tiene menos de la quinta parte de los recursos que tenía y la empresa privada tampoco está boyante. Con generosidad tenemos que unir necesidad y creatividad.
¿Cómo podría participar el sector privado en medio de la estrechez?
Hoy la Venezuela que se acostumbró a vivir de la renta petrolera tiene que nacer de nuevo, centrada en su talento como la verdadera fuente de riqueza. Puedo enumerar brevemente algunos rasgos necesarios para el resurgir educativo. En primer lugar, la empresa necesita la convicción del valor estratégico de la educación y de gente preparada. No podemos salir a competir en el mundo con trabajadores de menos escolaridad y calidad educativa que la de los países con los que tenemos que competir. Para ello hay que transformar la educación en todos sus niveles, con al menos estos aspectos en los que la empresa privada puede aportar mucho, aunque no abunde en recursos financieros.
A continuación, los elementos más importantes a tomar en cuenta, enumerado por el padre Ugalde:
-Convicción de que la riqueza de Venezuela está en el talento humano de millones y no lo podemos dejar perder.
-Centrado en jóvenes cuyos estudios los forma en oficios del siglo XXI, con sólida base telemática. Lo que requiere un esfuerzo estratégico gigantesco en la dotación de escuelas, maestros y estudiantes y el correspondiente aprendizaje.
-El mantenimiento tiene que ser palabra clave en la formación escolar y en la práctica del cuidado de la escuela.
-La productividad escolar de hacer más con menos es importante virtud.
-Hay que ofrecer carreras universitarias más cortas (3 o 4 años) que luego el joven combine con su formación continua de por vida, compartiendo trabajo y estudio.
-La virtud de la solidaridad abarca a otras muchas y enseña a valorar a los demás como a mí mismo.
-Hoy en el rescate de la escuela necesitamos la “triada solidaria” con la familia, sociedad y Estado, que se apoyan y exigen mutuamente.
¿Está funcionando ese cambio en la escuela?
En unas escuelas más que en otras, pero el avance de la conciencia tiene que ir en esa dirección. Por fuerza de los hechos, avanza la sociedad educativa. Siempre ha habido una dualidad. En la colonia, mucho más. En ese período de nuestra historia, había trabajos bajos y serviles y la universidad. Si eras carpintero, herrero, panadero, no podías entrar a la universidad, no podías ser cura. Francisco de Miranda no pasó por la universidad, porque era hijo de panaderos, de oficios bajos y serviles. Eso queda en el trasfondo, en el imaginario cultural de los venezolanos. Yo quiero que mi hijo no sea un pata en el suelo como yo. No quiero una escuela técnica, quiero una universidad.
Podemos cambiar las normas, las leyes, en un día, pero ese trasfondo cultural es muy difícil de erradicar.
Es cierto, pero ayuda cuando los hechos demuestran que al egresado de un instituto técnico le va mejor y gana más en el trabajo que a egresados de carreras más academicistas y tradicionales. Más cuando se demuestra que ese técnico medio luego puede combinar muy bien su trabajo con la formación continua hasta los máximos niveles educativos. Cada vez hay más jóvenes que buscan oficios y carreras cortas para empezar, para poder aportar algo a la casa. La nueva situación ayuda a valorar más los oficios y a superar la vieja división entre estudios de nivel universitario y lo que en la Colonia se llamaba con desdén “trabajos bajos y serviles”, que quedaban para los analfabetos. En la Venezuela democrática habría que luchar contra esas deformaciones culturales. No deben ser dos mundos divorciados el educativo y el productivo.
Romper paradigmas, una nueva actitud, eso fue lo que se propuso el encuentro de Maracay, en 1963, y el primero objetivo de la Responsabilidad Social Empresarial, era el entorno alrededor de sus instalaciones empresariales, la realidad social de sus trabajadores. Se propuso que el 1 por ciento de las ganancias de las empresas alimentaría un fondo para crear una realidad distinta, una realidad mejor.
El Dividendo Voluntario para la Comunidad era una nueva actitud de quienes, desde la empresa, miraban al conjunto de la sociedad y, como indica su nombre, implica conciencia y solidaridad con el conjunto de la sociedad. Recordemos que en esos años en Cuba se imponía el comunismo y en Venezuela había una guerrilla para derrocar la democracia e imponer el modelo comunista dictatorial. La primera guerrilla comunista que apoyó Castro fue la de Venezuela. Creo que el miedo a caer en esa ilusión sin salida ayudó a promover en el empresariado iniciativas sociales y a apoyar al gobierno democrático y al Pacto de Puntofijo. Hoy también hay que unir el miedo a que se perpetúe la actual trágica situación o que entre en un callejón sin salida, con la con la transformación educativa audaz. En todo este proceso hace falta acelerar el acercamiento entre la empresa productora y los centros de educación, tanto en la discusión del pensum y diseño de carreras y diplomados como en desarrollar algunas fases educativas en las empresas o en espacios que acerquen al estudiante a ellas
¿Además de transformar el miedo, que otra cosa podemos identificar como parte de esa nueva actitud?
Una anécdota. Yo estudié cuatro años de teología en Alemania y en una charla a ingenieros latinoamericanos que hacían postgrado mencioné esta deformación hispana tradicional que contrapone la formación en oficios manuales “bajos y serviles” y la educación aristocratizante. Un peruano levantó la mano y dijo: Ahora entiendo lo que nos pasó a mí y a otros. Nosotros somos ingenieros en nuestros países y vinimos a hacer postgrado. Cuando llegamos a Alemania nos mandaron a las fábricas, no a las aulas de clase. Pensé que se habían equivocado, pues no somos obreros sino ingenieros. No había equivocación sino un modo distinto de entender la ingeniería. Es fundamental que en la nueva conciencia todos nos sintamos obreros cualificados para así levantar el país desde las cenizas. Esa es la nueva conciencia fundamental.
Si hay algo difícil de superar es la pobreza, que se perpetúa en un círculo vicioso. ¿Podemos superar esa situación?
Creo que en la actual crisis nacional hay muchas más condiciones que hace 30 o 40 años para entender que del empobrecimiento y el miedo a que se perpetúe solo saldremos con una nueva forma de la relación de la educación con la producción. El otro punto muy importante son las alianzas nacionales e internacionales y las sinergias necesarias. Pero las alianzas, las solidaridades necesarias, solo vendrán si hay confianza, si se restablece la Constitución y se crean oportunidades. Venezuela sin duda ofrece oportunidades pero siempre que haya garantías democráticas y priorizemos la educación como en aquel encuentro empresarial de 1963.
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* Sacerdote. Sociólogo, Teólogo e Historiador. Ex rector de la UCAB. Individuo de Número de la Academia Nacional de Ciencias Políticas y sociales y de la Academia Nacional de Historia. Articulista y autor de varios libros, como El Pensamiento Teológico-político de Juan Germán Roscio; El Gomecismo y la Política Panamericana de Estados Unidos; Utopía y Política: entre la Esperanza y la Opresión; Educación para Transformar el País; Educación y Producción de la Venezuela Necesaria
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Hugo Prieto
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