Entrevista

Luis Gómez Calcaño: “Una solución provisoria se volvió permanente”

07/06/2020

Luis Gómez Calcaño retratado por Roberto Mata

Toda posibilidad de salir del caos y de la crisis que inmisericorde se abate sobre los venezolanos está marcada por la sospecha. ¿Van a negociar o no? República Dominicana, Barbados, Oslo, y quien podría develar el lugar donde se llegó al acuerdo para enfrentar la amenaza que plantea el coronavirus. Un pequeño paso, apenas un parpadeo en la dirección correcta. Pero quizás, valga decir —parafraseando a Juan Carlos Onetti—: dejemos hablar al tiempo.

Mientras la dualidad de poder acrecienta la inestabilidad, el tablero en el que se juega la suerte de Venezuela tiene como participes a pesos pesados —Estados Unidos, China, Rusia— y la asesoría cubana. ¿Cómo puede jugar con probabilidades de éxito la dirigencia opositora? ¿Hay cabida para las tácticas cortoplacistas? ¿Puede la sociedad civil superar los mecanismos de dominación a los que el régimen la somete una y otra vez? Hace tres años, Luis Gómez Calcaño*, respondió a estas preguntas con una sola palabra: Resistir. Actualmente, acentúa esa actitud y pone en evidencia <<El poder de los sin poder>>, la pauta de Václav Havel, en forma de ensayo que, contra propios y extraños, anticipó la caída del régimen comunista detrás de la cortina de hierro.

Sin duda, Maduro no reúne las condiciones de liderazgo que tenía Chávez. Quizás por esa razón es incapaz de lidiar con una institucionalidad adversa, como en su hora, lo hizo su antecesor. ¿Necesita Maduro una institucionalidad a su medida para ejercer el poder?

En realidad, el objetivo del régimen —desde el mismo comienzo— fue tener una institucionalidad a su medida. ¿Cuál es la primera decisión que toma Chávez? Convocar a un referéndum, que no estaba previsto en la Constitución del 61, para ir a una Asamblea Constituyente. Chávez no estaba dispuesto a negociar, a conversar, con una mayoría parlamentaria que le era adversa. Entonces, dio un golpe de Estado desde arriba, ayudado por el miedo que tenían las élites a la movilización de masas que, gracias a su popularidad, podía hacer Hugo Chávez. Estamos hablando de la serie de irregularidades, de cambios en las reglas de juego, del ventajismo que le permitió, en 1999, tener una mayoría aplastante en la Constituyente. La idea misma del Congresillo, un cuerpo legislativo que nadie eligió, pero que nombró, nada más y nada menos, que a los integrantes del TSJ, al Contralor, al Fiscal. Es decir, a las autoridades de los poderes públicos diferentes al Ejecutivo

¿Fallo de la memoria o ingenuidad política? Quizás queremos aferrarnos a la idea que tenemos de democracia, pero resulta que tal cosa no existe. ¿Por qué insistir si es algo que ni siquiera estamos viendo?

Sencillamente porque la imposición del modelo totalitario no les ha resultado fácil. La actitud de la sociedad civil, de sus instituciones y, particularmente de los partidos políticos, ha sido la de resistir durante muchos años. El trayecto hacia el totalitarismo ha sido mucho más lento de lo que fue en Cuba o en los países de Europa Oriental, entre otras cosas, porque ya existía una estructura y unas instituciones democráticas que habían funcionado por casi medio siglo. Esa es una de las razones por la cual en Venezuela hubo gobernadores de oposición que lograban crear espacios de resistencia, diputados de oposición en los cuerpos legislativos de los estados que hicieron algunas cosas, una de ellas denunciar. Eso tuvo su correlato en 2007, cuando a pesar de todas las maniobras y el ventajismo del CNE, se logró derrotar el referéndum revocatorio. Pero 2015 es el momento culminante, porque aquel sector de la oposición que estaba luchando por la vía pacífica, constitucional y democrática, tuvo su mayor éxito. Fue el momento en que se dijo: Sí, vale la pena, a pesar del CNE y del control institucional.

Ha habido un proceso de desgaste que ha causado una enorme sensación de derrota. ¿El liderazgo opositor fracasó? ¿No hay alternativa? ¿No hay de dónde agarrarse?

Esta coyuntura hay que mirarla en dos contextos: Uno histórico y otro internacional. En el primero la tenemos que ver como una lucha muy larga, en la que ha habido retrocesos, pero todavía no se ha perdido la última batalla, porque el proyecto totalitario todavía no ha podido destruir totalmente el tejido social. En Venezuela, aún existe un sector privado, existen profesionales independientes y muchísimos emprendedores. Es decir, en 21 años no han podido acabar con lo que ellos laman el capitalismo. No sólo porque ha habido resistencia, sino porque simplemente no son capaces de alimentar a la sociedad sin la contribución del sector privado. Y por otro lado, el modelo de poder centralizado, articulado a las comunas, y a todos esos inventos de organización desde arriba, no ha sido capaz de resolver los problemas más urgentes de la población. No es el caso de Cuba, donde al cabo de tres años de revolución no había sindicatos libres, ni universidades autónomas, ni empresas privada.

¿Cuál sería el contexto internacional?

Lo que haga bien o mal nuestro liderazgo opositor tiene que tomar en cuenta que Venezuela es un peón en un tablero geopolítico donde participan Estados Unidos, Rusia, China, Cuba y, en menor medida, Irán. China tiene interés en Venezuela por razones económicas, Rusia más por razones geopolíticas. Se puede decir que la política exterior de Venezuela está totalmente alineada y dirigida por Cuba y responde a los intereses cubanos. Como lo dijo Raúl: Cada vez más somos la misma cosa. Entonces, la oposición venezolana está luchando en un tablero que no controla totalmente.

¿Qué posibilidades tiene el liderazgo opositor de jugar con asertividad en ese tablero?

Eso me remite a una coyuntura que se vivió en Polonia después de la Segunda Guerra Mundial. Allí se formó un gobierno de coalición y un líder opositor a los comunistas (Stanislaw Mikolajczyk) acepta formar parte de ese gobierno, posteriormente —luego de reconstruir con éxito su partido— se presenta a elecciones. A los comunistas no les quedó más remedio que hacer un tremendo fraude. ¿Qué nos dice esto para el caso venezolano? Que si bien el régimen no se atrevió a hacer un fraude electoral en 2015, lo hizo a través del TSJ. Y lo que ha habido, ciertamente, es un desgaste. En 2019 se reactiva la esperanza con la idea de un gobierno interino, con grandes movilizaciones que habían decaído luego del 20 de octubre de 2017. ¿Qué pasó? Lo que nos pasa comúnmente a los venezolanos que una solución provisoria se vuelve permanente en el largo plazo. La presidencia de Guaidó estaba pensada como algo que iba a durar pocos meses.

Regresamos, si se quiere, a una guerra de trincheras, en la que ninguno de los bandos avanza. Pero no podría decirse que estamos en un punto muerto.

La idea era que al tener nuevas capacidades había unos supuestos militares institucionalistas que iban a tener la base jurídica, política y geopolítica, para insurgir contra el régimen. Se pensó que eso iba a pasar de inmediato, apenas Guaidó se juramentara, el 3 de enero. No ocurrió. Después se pensó que iba a pasar en febrero, con la entrada de la ayuda humanitaria; incluso, se invitó a varios presidentes de América Latina, porque <<era cuestión de horas>> para que el régimen cayera; una vez más, los supuestos militares institucionalistas tampoco aparecieron. Y luego la debacle del 30 de abril. El liderazgo de Guaidó fue diseñado para que fuese provisional, porque detrás había una coalición de partidos políticos y yo diría que el liderazgo histórico de Voluntad Popular, que es Leopoldo López. Detrás de esos tres fracasos hay una supuesta dualidad de poder, que recuerda aquellos gobiernos en el exilio —Polonia y la República Española—. Si bien el gobierno de Guaidó no está en el exilio, una buena parte de sus integrantes está fuera de Venezuela.

Habla en pasado. ¿El liderazgo de Guaidó, digámoslo de una vez, está liquidado?

No quiero contribuir a hacer leña del árbol caído. Hay que reconocerle a Guiadó que ha sido valiente, que ha sufrido las consecuencias de la persecución, al igual que su familia, que a muchos de sus colaboradores los han hecho presos. Diría que su error más grave —pero también el de sus asesores— fue el de empezar a actuar al margen de sus aliados. Ahí está el incidente con el mercenario Jordan Goudreau, que viene de la contratación de J.J. Rendón y Sergio Vergara. Guaidó se desmarcó de inmediato, pero el sólo hecho de haber contratado a J.J. Rendón, que es un personaje muy cuestionado, muy cuestionable, además, un experto en campañas electorales, a quien ponen al frente del Comité de Estrategia, me lleva a la pregunta, ¿La contratación de J.J. Rendón fue consultada con los partidos del G—4? Pareciera que no y lo digo por el comunicado de Primero Justicia. Por más que se haya deslindado, ese incidente significaba una desviación clara y abierta de toda la estrategia que había compartido con los aliados internacionales, con el Grupo de Lima, con la Unión Europea y hasta con los Estados Unidos.

No será fácil recomponer esas alianzas, porque el incidente de Macuto pone de manifiesto que se incumplió con unos compromisos. ¿No queda el liderazgo de Guaidó herido de muerte? 

El problema es que quizás, por el momento, no tengamos muchas opciones, ¿No? Todos los líderes políticos cometen errores y este fue un error muy grave. Pero la respuesta que se ha dado, yo diría que le ha faltado consistencia. Menos mal que J.J. Rendón, por lo menos, dio la cara. Y no siguió negando lo que de todos modos se iba a saber. Sí, yo firmé ese contrato con un mercenario de cuarta categoría, bueno, nos equivocamos, le pagamos 50.000 dólares, pero luego nos separamos de él. Menos mal, porque las explicaciones que ha dado Guaidó no son suficientemente claras, son ambiguas, son evasivas. Recientemente vi una entrevista televisiva que le hizo Laura Chinchilla, la ex presidenta de Costa Rica y me preocupó, porque el estilo de Guaidó no es el de un estadista. Un estadista asume de frente sus errores. Era desesperante, porque la ex presidenta trata de precisarlo y él invoca lo que ya sabemos todos: Lo perverso que es el régimen. Y eso, lamentablemente, se debe a que Guaidó es más un vocero que un estadista.

Entonces, ¿Leopoldo López es un estadista?

Sí. ¿En qué sentido lo digo? Porque tiene un proyecto y una idea de país, con la que uno puede o no estar de acuerdo. Además, tiene la capacidad política, tiene la inteligencia y es capaz de atraer masas. Si no lo hubieran perseguido como lo han hecho, probablemente tendría una gran posibilidad de ganar elecciones y llegar al poder. Pero así mismo, diría que Leopoldo López tiene una tendencia al aventurerismo y a dejarse manipular. La Salida de 2014, las protestas de 2017, en la que sectores del gobierno se acercaron para decirle: Si ustedes agitan la calle, vamos a tener la excusa para salir del chavismo. Y en ese cuento, en esa manipulación, posiblemente dirigida por los laboratorios cubanos, ha caído Leopoldo López con una tremenda ingenuidad. ¿Alguien puede creer que Vladimir Padrino o Maikel Moreno van a aliarse con la oposición? A mí me pareció un exceso de ingenuidad.

Luis Gómez Calcaño retratado por Roberto Mata

En 24 horas, el TSJ le da la razón a los señores de la mesita y declara la omisión legislativa. Ya hemos visto esta película hasta el cansancio. Una vez más serán los magistrados, contraviniendo potestades de la AN, quienes elijan a los rectores del CNE.

A mí esto me recuerda el libro que escribió Javier Corrales junto con Michael Penfold. <<Chávez El dragón en el trópico>>. En Venezuela se practica lo que Corrales llama <<el legalismo autocrático>>, que consiste en el uso, el abuso y el desuso de la ley. Si lees las sentencias del TSJ de la época de Iván Rincón, son todas ellas muy mal intencionadas, pero bien fundamentadas. En cambio, las sentencias más recientes son hechas para salir del paso. La de Parra, por ejemplo, es algo vergonzoso.

Seguramente veremos nuevas caras en el CNE, a fin de cuentas, eso forma parte de los acuerdos entre el chavismo y los señores de la mesita. Pero eso no garantiza que vayamos a una elección mínimamente transparente.

La mesita es cómplice de esta maniobra, porque fue Felipe Mujica, además de otros de sus integrantes, quienes le pidieron al TSJ que declarara la omisión legislativa. Eso supone, obviamente, que hay una negociación previa a partir de la cual el TSJ pudiera nombrar uno y hasta dos rectores de la oposición, precisamente para legitimarlo y decir que se incluye a gente <<que se opone>> al chavismo. Queda claro que la llamada mesita se ha convertido en un instrumento para lavarle la cara al régimen. Que se dice de oposición, pero a la vez participan en la maniobra para despojar a la Asamblea Nacional de sus atribuciones. ¿Hay alguna razón para pensar que ellos tengan algo de opositores?

Se trata de una reedición del método que se aplicó el 3 de enero. O que al menos guarda un gran parecido. ¿Usted qué piensa?

Claro, quien le pide al TSJ que aclare cuál es la verdadera directiva de la Asamblea Nacional es Enrique Ochoa Antich, que es parte de ese grupo. Están funcionando esos acuerdos, que comúnmente se hacen a cambio de algo y ese algo pudiera ser legitimar al CNE y que ellos ayuden a legitimar esa elección a la Asamblea Nacional. Lo que está claro es que el régimen está decidido a recuperar la AN a como dé lugar, al costo que sea. 2015 fue un descuido de ellos, cometieron un error que les salió muy caro. Todo esto se está haciendo con el apoyo de Rusia, que necesita que la AN legitime todos los negocios sucios que están haciendo en Venezuela.

Ir a votar plantea un dilema moral. Por un lado renuncias a un mecanismo elemental de la democracia y por otro legitimas a un gobierno al que sólo se puede llamar sino dictadura. ¿Es posible rescatar la constitucionalidad?

Va a haber muchas presiones para que la oposición participe. ¿De quienes? De algunos aliados tibios como la Unión Europea y de aliados del régimen como Argentina y México, que dicen favorecer las soluciones pacíficas. Hay que recordar que en la elección de 2018, la verdadera oposición no quiso participar y fue muy criticada por eso. Se hizo mención, en tono de advertencia, al boicot de 2005. Pero el problema son las condiciones. Los dados están totalmente cargados. Tenemos como antecedente, todo el ventajismo de 2017, cuando mediante argucias del CNE se eliminó el secreto del voto.

¿Votar o no votar? ¿Qué cree usted?

Ese dilema me remite a lo que ocurrió tanto en 1952 como en 1957. La dictadura, en 1952, todavía tenía atisbos de apertura. Convoca a elecciones. La oposición gana. Pero el gobierno hace fraude. ¿Valió la pena participar? En tanto el objetivo era demostrar que la oposición era mayoría, la respuesta es sí. ¿Qué ocurrió en 1957? La dictadura convirtió la posible elección en un plebiscito, además impuso condiciones realmente inaceptables, tanto que hubo un consenso entre los partidos opositores de no presentarse a esa elección. Lo que quiero decir es que en este momento, si la oposición participa, como forma de protesta y movilización, sabiendo que los van a perseguir, que le van a hacer fraude, debe considerarlo sin tabúes. Pero si cree que va a legitimar, de principio a fin, un fraude, creo que no debería ceder ante las presiones de quienes dicen que hay que participar a toda costa.

Todo esto ocurre en medio del confinamiento y de la incertidumbre que ha generado la escasez de combustible. ¿No deberíamos trabajar con objetivos más modestos?

Lo que está pasando con la gasolina, por ejemplo, nos pone ante un dilema. La clase media que hasta ahora se ha resistido a sacar el carnet de la patria… ¿Ajá, te vas a seguir resistiendo o vas a pagar la gasolina en dólares? Es un paso más hacia el control total de la vida de todas las personas.

Podríamos decir, sin menoscabo a la verdad, que le hiperinflación se tragó a la clase media. Se trata de un sector de la población totalmente depauperado.

Aquí hay que decir algo, después que fracasa el intento de democratización en Checoslovaquia —la primavera de Praga, en 1968—, el gran esfuerzo del régimen comunista se orientó, con gran esfuerzo, a normalizar a la sociedad. Humillar, reprimir, someter a la gente aún más. A finales de los años 70 —cuando Václav Havel público su libro <<El poder de los sin poder>>, nadie se imaginaba, ni siquiera el propio Havel, que el régimen comunista se iba a derrumbar una década después. Lo que sí es importante es la actitud que se tenga. Que frente a la base del régimen, que es mentir para todo, y decir lo contrario a lo que es realidad, tratar de tener la visión de la verdad y no repetir las mentiras que vienen desde el régimen.

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*Sociólogo, con maestría en Planificación (UCV)


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