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Los Astros, sin ayuda

Yordan Álvarez, de los Astros de Houston, regresa al dugout después de golpear un sencillo contra los Nacionales de Washington durante la sexta entrada de un juego de entrenamiento de primavera de la Grapefruit League en el estadio FITTEAM Ballpark de The Palm Beaches el 23 de febrero de 2020 en West Palm Beach, Florida. Fotografía de Michael Reaves | Getty Images | AFP

27/02/2020

Se dicen cosas en voz baja…

Con discreción y confianza por estar fuera de grabación, hay jugadores que se confiesan cansados de hablar de los Astros y el robo de señas. Aseguran, sin dar detalles, que no dudan de que otros equipos también se valieron de tecnología para descifrar a los lanzadores. Algunos coinciden con lo que dijo David Ortiz acerca de Mike Fiers por delatar a sus compañeros después de haber sido parte de la trama. Comentan que algunas veces el mismo Fiers golpeaba el basurero. Otros entienden que lo dijo porque los Astros y los Atléticos se enfrentarán en seis series y le debe lealtad a su nuevo equipo. También se habla de hipocresía. Piensan que la componenda estuvo mal, pero consideran que ha sido suficiente, que es hora de pasar el tema porque ya se ha dicho todo. Para ellos lo importante es trabajar en prepararse para la larga temporada que comienza en unas semanas, sin ruidos.

No se extienden en sus opiniones, se reservan comentarios y manifiestan preocupación y disgusto por ver a compañeros atacándose entre sí. A los peloteros difícilmente les gusta hablar de otros jugadores con los periodistas.

Ha sido un factor común con casi todos con quienes he conversado, activos, retirados y técnicos, escucharlos reflexionar sobre lo que la tecnología en general ha afectado al béisbol. No justifican el robo de señas, pero tienen críticas por el uso de la tecnología en casi todos los aspectos del juego. La ven como una imposición de estos tiempos, desde las oficinas, y consideran que era de esperarse que la misma fuese usada con estos fines. Sospechan que se sabrán más historias, y les preocupa cuánto puede afectar al béisbol este escándalo . 

Algunos son amigos de los involucrados y hablan de ponerse en sus zapatos. Tratan de entender lo que pasó. Creen en el perdón y en seguir adelante.

Tienen críticas también para el Comisionado Rob Manfred. Sus decisiones, en cuanto a sanciones, no convencieron. Además, las declaraciones en las que llamó “pedazo de metal” al trofeo del ganador de la Serie Mundial cayeron muy mal. Tuvo que disculparse. También hay malestar con Tony Clark, líder del sindicato. Piensan que no manejó bien el asunto y que, por proteger a los jugadores de un equipo, afectaron a otros y terminó siendo negativo para todo el béisbol. En MLB Network, John Smoltz opinó que la ausencia de sanciones manda el mensaje de que se pueden violar las normas y no pasa nada. La ausencia de sanciones puede terminar convertida en un castigo perenne. 

Afuera, en las tribunas y gradas, los fanáticos están abucheando a los Astros.

En el primer juego, el fin de semana, fueron decomisadas pancartas donde les escribieron mensajes llamándoles “tramposos” y otras cosas. Pasó en West Palm Beach, en el complejo que comparten los Astros con los Nacionales.

En ese primer juego, desde que se supo semanas atrás que el calendario de Spring Training se iniciaba, entre otros, con el duelo de los dos rivales de la Serie Mundial, con Max Scherzer abriendo por los Nats, la expectativa era ver otra vez a los campeones de 2019, pero la atención se desvió a cómo serían tratados los campeones de 2017. 

De un lado estaban los Nacionales, con Max Scherzer, y del otro lado los acusados de haber hecho trampa. Las miradas estaban puestas en los Astros. 

Dusty Baker, quien hasta hace tres campañas fue manager de los Nats, decidió no poner a ninguno de los jugadores señalados en la alineación inicial. Cuando salieron a formarse en las rayas de cal para oír el himno, se escucharon abucheos y también tímidos aplausos del lado de los siderales. A la espera de que jugaran los titulares, llegó la lluvia en el segundo episodio y el juego fue cancelado. 

En Lakeland, en el juego contra los Tigres de Detroit, se escuchó más duro el rechazo de los aficionados, en especial contra José Altuve, quien fue golpeado con un pitcheo rompiente que no pareció llevar intención. El camarero estuvo de nuevo en los titulares por lo que aseguró un jugador de la dimensión histórica de Miguel Cabrera a varios medios: “Él no hizo trampa. Me miró directamente a los ojos y me dijo que no lo hizo. Y yo le creo”. La conversación entre ellos ocurrió días atrás, no en primera base. Cabrera hasta ahora ha actuado como designado. 

No se hicieron esperar los comentarios adversos a sus palabras. Surgió la pregunta sobre por qué Altuve no ha dicho eso las veces que ha tenido oportunidad de aclararlo. 

Otra vez la palabra duda apareció en el análisis. La duda es corrosiva como el salitre.

“Era un secreto a voces que en Houston estaban robando señas”, asegura un técnico. 

Gerrit Cole, ahora con los Yankees de Nueva York, fue categórico al asegurar que no hubo trampas en 2019, afirmación que descalifica los rumores alrededor de José Altuve y el uso de un dispositivo electrónico que vibraba para avisarle los envíos de Aroldis Chapman con el famoso HR para dejar en el terreno a los del Bronx y pasar a la Serie Mundial. El comisionado dijo en su informe que no se encontraron evidencias de eso y descartó que haya ocurrido con personal de MLB en cada estadio, supervisando que no hubiera robo de señas con tecnología, pero aun así hay incrédulos que dudan de que hayan podido evitarlo. 

Aunque digan que no les afecta lo que pasa en las tribunas y que no oyen los abucheos, ese equipo no es igual, basta verlos. Algunos caminan cabizbajos.

No debe ser fácil dejar de ser un ídolo adorado y aplaudido, para convertirse en un humano normal, capaz de cometer errores y recibir desplantes por ello. Deberán tener mucha fortaleza para que esto no les afecte. 

Tendrán que ser tan buenos o mejores que ellos mismos, sin ayuda.

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