Entrevista
Leonardo Vera: “Ni el estallido político ni el estallido social generaron el cambio”
por Hugo Prieto
Leonardo Vera retratado por Lara Blacklock | RMTF
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Ayer: control de cambio y control de precios. Hoy: liberalización de todos los controles. Ayer: la Apertura Petrolera era el mascarón de proa de la privatización. Hoy: el negocio petrolero es un asunto de la geopolítica, Rusia —a través de la empresa Rosneft— coloca el crudo venezolano en los mercados internacionales y actúa como un trading para evadir las sanciones del Imperio. Ayer: la pobreza de ingresos era del 46%. Hoy es del 94%. Ayer: el neoliberalismo redujo la acción del Estado a su mínima expresión. Hoy: —después de las expropiaciones y estatizaciones de las más variadas empresas— la caída del producto interno bruto acumulado desde 2013 es del 62%. Ayer: la banca ganaba muchísimo dinero. Hoy: el crédito desapareció hasta nuevo aviso. Pareciera que quienes manejan la economía venezolana tienen en mente la consigna de Eudomar Santos —aquel personaje de Por estas calles—: «como vaya viniendo, vamos viendo». Y así le dan la vuelta a la tortilla a diestra y siniestra.
Le propongo a Leonardo Vera, profesor titular de la Facultad de Economía de la Universidad Central de Venezuela, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Económicas de Venezuela y profesor invitado de FLACSO, que tenga en cuenta la hermenéutica de Eudomar Santos en cada una de sus respuestas. Vera no se muestra entusiasmado. Su silencio, o más bien su mirada, es una contrapropuesta. Por ahí no vamos a ninguna parte. Para quienes piensan que las alarmas que disparó la crisis económica no tuvieron consecuencias, Vera advierte que las protestas de 2014, 2017 y el episodio de la base aérea de La Carlota son las réplicas de la crisis en la política, mientras que el éxodo imparable de venezolanos que recorren hambrientos América Latina es el estallido social de la crisis. Todo esto ha pasado en nuestras propias narices, pero no hemos querido hacer la conexión porque el fantasma del Caracazo sigue muy activo en el inconsciente social.
La economía venezolana ya es más pequeña que la de República Dominicana. Algo que no deja de ser sorprendente. ¿A qué atribuye este resultado? ¿Al crecimiento que han experimentado algunos países centroamericanos o a la debacle que se ha producido en Venezuela?
Al retroceso que hemos vivido nosotros, cuyo inicio podemos ubicar en el año 2013, año en que Nicolás Maduro llega al poder. Para ese año, Venezuela se encontraba sobre endeudada —entre 2011 y 2017, el país destinó un porcentaje muy alto de sus exportaciones para honrar el servicio de la deuda externa, compuesta por los tenedores de bonos (los mercados internacionales), China, empresas que le prestaron a PDVSA y los Gobiernos de varios países, entre otros, Brasil y Rusia—, esa es la herencia que recibe Maduro. ¿Cuál sería el impacto más severo del endeudamiento? El recorte dramático de las importaciones, que se tradujo en un cuadro generalizado de escasez. Las empresas no pueden importar insumos y bienes de capital y el aparato productivo comienza a derrumbarse. La caída acumulada del PIB, desde 2013, se debe a que las empresas producen cada vez menos y a que cada vez hay menos unidades productivas. Maduro se encontró en un dilema: dejo de pagar deuda o recorto importaciones. Decidió lo segundo y, para 2017, recuerdo, Maduro decía que había pagado más de 70.000 millones de dólares, pero ustedes (los mercados) castigan a Venezuela aunque hemos cumplido todos los compromisos. ¿Quiénes pagaron esa deuda? La población venezolana, las empresas, la producción. El recorte de las importaciones nos fue llevando a esta catástrofe productiva.
Allí hay una primera fuente de la crisis, el proceso de endeudamiento y la forma en que se manejó la deuda.
Añado el declive del ingreso petrolero, el precio del barril que hoy ronda los 60 dólares. Nunca fue un precio malo para Venezuela, ¿verdad? De hecho, tuvimos varias mini bonanzas a ese precio. El otro argumento que se esgrime son las sanciones. Las primeras fueron contra personas, que no afectan el ritmo de la economía. Después vinieron las sanciones financieras que impedían la emisión de deuda, pero hay que decir que los mercados ya no le estaban prestando a Venezuela. Las sanciones comerciales afectan, porque impiden o limitan las exportaciones de petróleo, pero van a cumplir un año, mientras la crisis de Venezuela ya dura seis años.
Aquí es donde comienzan las grandes paradojas de las variables macroeconómicas. ¿Cómo es que vivimos, por ejemplo, una hiperinflación si no hay demanda, si los venezolanos devengan un salario mensual de seis dólares y la producción ha caído dramáticamente?
Hasta 2017, en Venezuela había demanda, pero no había oferta, entre otras cosas, porque las empresas no producían y no había divisas para las importaciones. Tanto la inflación como el tipo de cambio se dispararon en ese ambiente. Ya tenías el caldo de cultivo para la hiperinflación, que destruyó el consumo. Pero la situación se ha invertido. ¿Qué pasa actualmente? Hay importaciones porque se desmontó el control de cambio, gente que está importando con sus propios recursos, porque ni siquiera hay un mercado oficial. La oferta doméstica sigue siendo muy restringida y la demanda responde a un pequeño nicho de la población que ha podido protegerse, pero, en general, el consumo ha caído dramáticamente. Podemos dividir la crisis en dos etapas. La primera, donde no había oferta, ni importada ni nacional, por el control de cambio y la escasez de divisas; y la segunda donde hay cierta oferta porque no hay control de cambio, pero no hay consumo, porque la hiperinflación destruyó el poder de compra de los venezolanos.
Usted dice que la situación se invirtió. Vamos a utilizar una imagen más coloquial. Se le dio vuelta a la tortilla. Eso no ocurre por arte de gracia. Eso lo hizo alguien, ¿no? Es decir, alguien tomó la sartén por el mango y le dio la vuelta. ¿No hubo allí una decisión de política económica?
Sí, tal vez tenga que ver con la introducción que hiciste. El Gobierno es reactivo, no tiene una propuesta contra la crisis. Simplemente reacciona. La crisis se agudiza con las sanciones y ¿cuál ha sido la respuesta del señor Maduro? Liberar el control de precios y decirles a los privados -y a la población en general-: Busquen ustedes las divisas, yo no tengo. Son libres de hacerlo. En ese sentido hay una especie de flexibilidad tanto en el régimen cambiario como en la formación de los precios y esos son dos cambios muy importantes. Hay más oferta, pero no es porque la agricultura esté floreciendo o porque el empresario industrial esté produciendo más que nunca. No. Está trabajando al 20% de su capacidad instalada (según la encuesta de Conindustria). Es que, sencillamente, el empresario venezolano se ha reciclado y hoy, más que nunca, se ha convertido en un importador. No sabemos si esas importaciones de bienes de consumo están pagando aranceles o IVA, lo cierto es que no hay crisis de papel higiénico o champú; hay oferta, pero no hay demanda.
Demos por hecho que la actitud del Gobierno fue: “Busquen los dólares, yo no tengo, la renta petrolera no alcanza”. Pero de alguna parte tienen que salir esos dólares, ¿no? Y esa es la pregunta que mucha gente se hace. ¿De los venezolanos que ahorraron en dólares desde el colapso del bolívar en 1983? ¿De los tenedores de bonos a quienes les pagaron puntualmente hasta 2017? ¿De las empresas que pagan bonificaciones en dólares? ¿De esa tabla de salvación que son las remesas? Por una u otra vía, nadie sabe cuántos dólares entran al país.
Quizás no podamos precisar el monto de esos flujos, pero sí podemos aproximarnos a una idea de lo que está pasando. ¿De dónde sacan los dólares los empresarios? Durante años, ellos hicieron inventarios de dólares. ¿Qué garantías ha dado el Gobierno? Trae tus dólares, no vas a tener problemas, vas a poder retomar esos dólares para poder importar. No me voy a meter en tu negocio. Esa es la impresión que tiene el empresario local alrededor del manejo de la política que hace el Gobierno con las divisas. Obviamente, es muy distinta a la que tuvimos antes. A un sector de consumidores también le están llegando las divisas. El técnico que arregla la nevera, el mecánico, el plomero cobran en dólares. La dolarización de facto genera una circulación de divisas hacia sectores de la población que, en otras circunstancias, no tenía acceso a los dólares.
La banca era la encargada de hacer esa circulación: captaba el ahorro de los particulares y se los prestaba a los empresarios. Pero la banca no opera con dólares. Aquí lo que está funcionando es un mecanismo informal. ¿Quién hace las transacciones financieras en Venezuela?
La banca está perdiendo cada día más, por eso se está achicando hasta el punto en que el crédito dejó de ser un negocio. Ni las tarjetas de crédito le sirven al ciudadano común, porque los límites no alcanzan sino para comprar dos o tres cosas. Y para las empresas, las líneas de crédito también son insuficientes. En este momento, la economía está operando sin mercado de crédito y eso es gravísimo. A mí no me preocupa tanto la banca, que sin duda la está pasando mal, sino por el papel que debe cumplir el financiamiento en el consumo, en las inversiones, en el capital de trabajo de las empresas. Es decir, en el movimiento de la economía. Mencionaste el tema de las remesas. En Venezuela no hay un sistema de remesas, no lo hay. Aquí no está Wells Fargo o Western Union, no hay oficinas donde tú puedas retirar 100 dólares que te envió un familiar. ¿Qué hace el familiar que vive en el exterior? Le vende los dólares a un venezolano que tiene cuenta en el exterior y esa persona te hace un depósito en bolívares a tu cuenta.
Lo he visto en Santiago, en Bogotá, en locales donde sacan fotocopias y alquilan minutos de Internet, donde cuelgan un aviso que pone: transacciones a Venezuela. El dependiente de ese local hace la conexión entre la persona que quiere enviar los 100 dólares y la persona que hace el depósito en Venezuela. No es un Western Union o Wells Fargo, pero se parece bastante.
Pero quien recibe aquí no retira dólares sino bolívares y eso marca una gran diferencia. Eso no es remesa. No es por ahí por donde estarían entrando los dólares, sino por dos vías. Una, el contrabando. Dos, el flujo, cada vez más grande, que opera desde Cúcuta, porque ahí sí puedes ir a una oficina de Wells Fargo o Western Union y con tu pasaporte en la mano decir: Hace cinco minutos un familiar que vive en Santiago o en Quito me depositó 100 dólares y vengo a retirarlos. Ahí te entregan el billete de 100 dólares en la mano. Ese es un flujo que opera todos los días. ¿Cuántas personas cruzan a diario la frontera? ¿20.000? ¿25.000? No lo sé, pero ese mecanismo funciona y por ahí están entrando los billetes verdes.
Pudiera ser que el dependiente del local que opera en Bogotá o Santiago tome los dólares de la persona que quiere enviarle dinero a su familia, lo deposite en una cuenta en dólares del extranjero, una cuenta cuyo titular puede ser un comerciante o un empresario, a quien le sobran los bolívares, pero que necesita los dólares para hacer sus importaciones. A su vez, ese empresario, ese comerciante, deposita los bolívares correspondientes en la cuenta de un banco local señalada por la persona que le quiere enviar dinero a su familia. Y como el Gobierno decidió mirar a otro lado, no pasa nada. ¿Esa vuelta puede funcionar?
Admito que esa vuelta secundaria puede funcionar. Pero estrictamente hablando, no tenemos en Venezuela un mecanismo de remesas. Hubiera sido un mecanismo excelente, un mecanismo de alivio, para poblaciones empobrecidas por una catástrofe económica como la venezolana. Ese mecanismo lo hemos visto trabajando en Centroamérica y en África. Es decir, que se permita las remesas para que las familias puedan obtener divisas.
El mecanismo de las remesas funcionó en Cuba, al menos, hasta el Gobierno de Obama. ¿Por qué no se aplicó en Venezuela? A fin de cuentas, como lo dijo Raúl Castro, “cada vez más somos la misma cosa”.
Recuerda que esto de liberar la economía es una cosa a la que ellos llegan forzados por las sanciones. ¿Sabes lo que debió costarle a Maduro decir que él no veía mal que el dólar esté circulando en Venezuela? Eso, en primer lugar. Lo otro es que aquí no va a venir ninguna compañía internacional tipo Wells Fargo o Western Union a poner un sistema de remesas si tenemos sanciones. No se arriesgan a hacer eso. Entonces, tenemos un ambiente muy malo para hacer negocios de flujos financieros. Habría que esperar a que se levanten las sanciones, sobre todo las de índole financiera, que son las que nos están perjudicando en ese sentido.
El mecanismo informal de funcionamiento —compro dólares y pongo los bolívares correspondientes al tipo de cambio del día en Venezuela— podría funcionar hasta nuevo aviso. ¿Pero hasta qué punto puede funcionar la economía así?
La verdad es que la crisis venezolana estalló hace tiempo. Si una crisis económica no se atiende a tiempo deriva en una crisis social y política. Sobre todo si tiene las secuelas sociales como las ha tenido en Venezuela.
Como no ha habido estallido social ¿podría haber estallido político?
Ya hubo un estallido político. En 2014, y el Gobierno respondió. En 2017 y 2019, y el Gobierno respondió. Por eso hay más de 400 presos políticos, más de 1.000 muertos y toda esa gente perseguida. A la población venezolana, a la más afectada, no le quedó más remedio que salir del país. Esos 4,5 millones de migrantes que podrían llegar a 6 millones si lo que dice ACNUR es verdad, para finales de 2020, es gente que está saliendo desesperada frente a una situación donde la respuesta política no funcionó. El estallido político no generó el cambio y el estallido social tampoco.
Sí la migración venezolana supera a la de Siria, que ya es mucho decir, el estallido social ya ocurrió. Así que mi pregunta era más que obvia. Pero esto no quiere decir que aquí se hizo borrón y cuenta nueva.
O que esto está tallado en piedra.
Lejos de superarse, la crisis sigue. ¿Aquí no va a haber un punto de inflexión?
Sí, es cierto. La crisis se sigue incubando. Esto de los bodegones y de la dolarización es un espejismo. La mayor parte de la población venezolana la está pasando mal, muy mal. Hay malestar y mientras haya malestar siempre habrá inestabilidad, porque hay una fuerza, digamos, la desesperanza que intenta minar el ánimo colectivo que anhela un cambio. La crisis venezolana demuestra que ese ánimo cambia de la noche a la mañana y quien se ve muy desesperanzado hoy mañana es capaz de hacer cualquier cosa, ¿no? Al extraterrestre Guaidó, por ejemplo, yo no me lo esperaba. Lo que ocurre es que analizamos el presente, nos concentramos en la coyuntura, pero nos cuesta mirar más allá.
Todo espejismo se desvanece y la gente regresa a la realidad, a una crisis sigue fuera de control. ¿Qué podríamos ver más adelante?
Venezuela es una sociedad que se está fragmentando y de eso no hemos hablado. Tenemos dos tipos de clase media. Un médico, por ejemplo, cobra su consulta en dólares, y con 2000 dólares, puede vivir en una ciudad como Caracas. Pero otro sector de la clase media se está empobreciendo. Y esa misma fragmentación también se está produciendo entre los pobres. Un albañil cobra en dólares, pero un empleado del sector servicio se está empobreciendo. Es una situación compleja desde el punto de vista sociológico. En medio de esa fragmentación es muy difícil hablar de promedios. Aquí hay una economía en dólares y nadie sabe si esa economía está creciendo. Pudiera ser, ¿pero quién mide ese crecimiento? ¿Cuál es su cuantía? Nadie lo sabe. También hay una economía en bolívares, mucho más grande, que se va a seguir deteriorando, que va a seguir cayendo.
Hugo Prieto
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