La Reina ha muerto: ¿qué sigue para la corona británica?

Una imagen de la reina Isabel II de Gran Bretaña se ve en una corona de flores traída por simpatizantes cerca del Palacio de Buckingham, en Londres. Fotografía de Daniel Leal | AFP.

12/09/2022

Tras un reinado de 70 años, el más largo en la historia de Inglaterra, la reina Elizabeth II falleció el 8 de septiembre de 2022 en el castillo de Balmoral, en Escocia, a la edad de 96 años. 

Con su muerte, su hijo mayor Carlos, el heredero que hasta entonces ostentaba el título de Príncipe de Gales, se convirtió automáticamente en el nuevo Rey de Inglaterra y Jefe de la Mancomunidad Británica de Naciones. 

“Rex nunquam moritur”: El Rey nunca muere

Según dicta la tradición de la monarquía británica, el nuevo soberano asciende al trono inmediatamente después de la muerte de su predecesor. 

Ese es precisamente el sentido de la sonora frase “La Reina ha muerto, larga vida al Rey”, que fue proclamada por última vez en Gran Bretaña en 1901, con la muerte de la Reina Victoria y la ascensión al trono de su hijo, el Rey Eduardo VII. 

Esta frase, que con los años se ha hecho parte de la cultura popular en Reino Unido y el mundo (la banda británica de punk Revenge of the Psychotronic Man incluyó una canción titulada “The Queen is Dead. Long live the King Singers” en su album “That was Just a Noise”, lanzado en 2018), viene a significar la continuidad de la monarquía: la idea de que aunque el monarca ha cambiado, la estructura de poder de la corona continúa intacta. 

Aunque sus orígenes son un poco difusos, la mayoría de los historiadores sugieren que esta frase fue traducida originalmente del francés y data del año 1422, cuando el rey Carlos VII ascendió al trono de Francia después de la muerte de su padre. Se cree que la nobleza británica adoptó esta frase como proclamación del nuevo soberano, para cimentar la tradición del traspaso del poder instantáneamente al momento de la muerte del monarca anterior, y así evitar las posibles guerras o conflictos por la sucesión que eran comunes en la Edad Media. 

Esta tradición de la continuidad ininterrumpida de la monarquía también encuentra basamento en la antigua máxima legal de “Rex nunquam moritur”, que traduce “El Rey nunca muere”. Esta ley común representa una concepción de la monarquía como un ente que existe a perpetuidad: sin importar quién lleve la corona en un momento dado, el poder monárquico nunca está vacante ni se extingue. En palabras del historiador británico Andrew Roberts: “No hay un solo segundo en la historia en que no haya habido un monarca”. 

Esta es la explicación de por qué, en el preciso momento en que Isabel II fallece, el Principe Carlos se convierte instantáneamente en el Rey Carlos III. 

El nombre real y la sombra de Carlos I y II

La primera decisión de Carlos como nuevo Rey de Inglaterra fue escoger su nombre real, con el que será conocido a lo largo de su reinado: Carlos III. En la tradición de la monarquía británica, esta ha sido una prerrogativa de los reyes para elegir entre sus nombres de pila con cuál serán conocidos para la posteridad. 

En el caso del nuevo rey, cuyo nombre completo es Charles Phillip Arthur George, pudo haber escogido cualquiera de esos cuatros nombres. No obstante, optó por mantener su primer nombre, tal y como lo hizo su predecesora, la Reina Isabel II, cuando tomó el trono en 1952. 

Aunque se trata de un privilegio inherente a la corona, en realidad no es común que los reyes en Inglaterra cambien de nombre al subir al trono. A lo largo de la historia, solo tres monarcas británicos han decidido no utilizar su primer nombre como nombre real, las tres instancias ocurridas en los últimos 200 años. 

La primera fue la Reina Victoria, quien fue bautizada con el nombre de Alexandrina Victoria, en honor a su padrino, el zar Alexander I de Rusia, y tomó su segundo nombre como nombre real al subir al trono inglés en 1837. Su hijo, el Príncipe Alberto Eduardo, también decidió utilizar su segundo nombre como nombre real, convirtiéndose en el Rey Eduardo VII tras la muerte de su madre. 

Por último, el Rey Jorge VI, padre de la Reina Isabel II, también cambió su nombre al momento de acceder al trono en reemplazo de su hermano mayor, Eduardo VIII, quien abdicó a la corona a menos de un año de haberse convertido en rey, para poder casarse con la estadounidense Wallis Simpson. Antes conocido como el Príncipe Alberto, por su primer nombre de pila, el nuevo rey decidió adoptar el mismo nombre real de su padre, Jorge V, en un intento por brindar una sensación de continuidad y restaurar la fe en la monarquía luego de la crisis constitucional causada por la abdicación de su hermano. 

Carlos II (derecha) fue rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda desde 1660 hasta su muerte, en 1685. Su padre, Carlos I (izq.), fue ejecutado en 1649 tras la Guerra Civil Inglesa.

La posibilidad de que el Príncipe Carlos escogiera un nombre real diferente al convertirse en rey ha sido motivo de mucha especulación en la prensa y entre el público inglés desde años atrás. Curiosamente, los dos reyes que a lo largo de la historia británica han llevado el nombre de Carlos no tuvieron precisamente la mejor reputación, y pasaron a la posteridad marcados por el fracaso y la fatalidad. 

Carlos I, quien asumió el trono en 1625, sucedió a su padre Jacobo I, el primero de la dinastía de los Stuart de Escocia en convertirse en Rey de Inglaterra tras la unificación de las coronas inglesa y escocesa. No obstante, sus decisiones llevaron a la Guerra Civil Inglesa y terminaron por causar la caída de la monarquía, que fue sustituida por la Mancomunidad de Inglaterra, una república de facto liderada por el general británico Oliver Cromwell. 

El reinado de Carlos I llegó a su fin cuando fue derrocado en 1645 y posteriormente ejecutado por alta traición en enero de 1649. 

Su hijo, el príncipe heredero, fue exiliado a Francia, donde permaneció durante los siguientes nueve años, hasta su retorno a Inglaterra luego de la restauración de la monarquía en 1660, cuando finalmente se convirtió en el Rey Carlos II. 

Pero a pesar de haber tenido un comienzo prometedor, el reinado de Carlos II también estuvo marcado por la tragedia. En 1665, Londres fue azotada por la última epidemia de peste bubónica en Inglaterra, que acabó con la vida de cerca de 100.000 personas, casi una cuarta parte de la población de la ciudad, en tan solo 18 meses: un hecho histórico de tal magnitud, que pasó a ser conocido como “La Gran Peste de Londres”. 

Por si eso fuera poco, apenas un año más tarde, en 1666, se produjo también el famoso Gran Incendio de Londres, que se prolongó por tres días y arrasó con cerca de 14.000 casas en la ciudad. 

Carlos II falleció en 1685, a la edad de 54 años. Famoso en la corte por su promiscuidad y sus muchas amantes, el rey nunca tuvo un heredero legítimo, por lo que a su muerte, fue sucedido por su hermano, el Rey Jacobo II. 

El Rey Carlos III asiste a la presentación de los Discursos de ambas Cámaras del Parlamento en Westminster Hall, dentro del Palacio de Westminster, el 12 de septiembre de 2022. Fotografía de Henry Nicholls | AFP.

Carlos III asciende al trono de Inglaterra

Tras la muerte de Isabel II, el Rey Carlos III asume el trono, dejando atrás sus antiguos títulos de Pŕincipe de Gales y Duque de Cornualles, que tradicionalmente le corresponden al primogénito del monarca. 

Aunque en la práctica ya ha comenzado a asumir las labores y responsabilidades del trono, su coronación no será sino hasta dentro de varios meses, ya que se trata de un acto protocolar de elaborada planeación. De hecho, la coronación de Isabel II tuvo lugar el 2 de junio de 1953, casi 14 meses después de que asumiera el trono en febrero de 1952. 

No obstante, el sábado 10 de septiembre tuvo lugar en el Palacio de St. James, en Londres, el acto de proclamación real, en el que Carlos III fue oficialmente proclamado rey frente a cerca de 200 miembros del Concilio de Ascensión, un cuerpo ceremonial tradicionalmente compuesto por parlamentarios de ambas cámaras del Parlamento Británico, funcionarios civiles y altos comisionados de la Mancomunidad de Naciones. 

En la ceremonia, que fue televisada por primera vez en la historia del Reino Unido, estuvieron presentes el Príncipe Guillermo y la nueva Reina Consorte, Camilla Parker-Bowles, así como varios ministros del gabinete de gobierno, la primera ministra Liz Truss, y algunos miembros del clero. 

Durante el acto protocolar, el rey firmó la proclamación real anunciando la muerte de la reina y tomó el juramento de preservar la Iglesia de Escocia. La proclamación luego fue leída en voz alta desde el balcón del Palacio de St. James, ante una multitud congregada en el legendario jardín del palacio, conocido como Friary Court, y acompañada del saludo de armas de 62 disparos desde Hyde Park y la Torre de Londres. 

La ceremonia cerró con el himno nacional, entonado nuevamente con las palabras “God save the King” por primera vez desde la muerte de Jorge VI, el padre de Isabel II, en 1952. La proclamación real confirmando a Carlos III como el nuevo rey también se leyó públicamente en horas de la mañana del domingo 11 de septiembre en las ciudades de Cardiff, Belfast y Edimburgo, capitales de los países de Gales, Irlanda del Norte y Escocia, que conforman el Reino Unido.

De la Operación Unicornio a la Operación London Bridge

“London Bridge is down”. El puente de Londres ha caído. 

Son las palabras que pronunció Edward Young, secretario privado de la reina, en su llamada telefónica a la primera ministra Liz Truss, para informarle de la muerte de Isabel II. 

Con esta frase se pone en marcha la llamada Operación London Bridge, el plan milimétricamente orquestado y diseñado desde la década de los 60, que marca los preparativos y actos protocolares en el marco de 10 días de luto nacional por la muerte de la reina. No obstante, dado que el fallecimiento ocurrió en su residencia de verano en Balmoral, Escocia, y no en Londres, el protocolo dicta que debe activarse primero la Operación Unicornio, el plan de contingencia para trasladar el cuerpo de la reina desde Escocia hasta la capital. 

Los planes dentro de la Operación London Bridge establecen preparativos y eventos repartidos a lo largo de 10 días de luto nacional en Gran Bretaña, comenzando con el llamado Día D o D+0, nombre código para designar el día de la muerte de la reina. Sin embargo, puesto que el anuncio oficial desde el Palacio de Buckingham se hizo en horas de la tarde del jueves 8 de septiembre, el Día D se movió al viernes 9 de septiembre, dando inicio al conteo diario de la operación. 

Siguiendo el protocolo, el día D+1, sábado 10 de septiembre, incluyó la proclamación real de Carlos III ante el Concilio de Ascensión en Londres, seguido por su primera audiencia oficial con la primera ministra y el gabinete de gobierno como nuevo rey en funciones.

Mientras tanto, el ataúd de la reina permaneció en el castillo de Balmoral, esperando ser trasladado al día siguiente hasta el Palacio de Holyroodhouse, la residencia oficial de los monarcas británicos en la ciudad de Edimburgo, Escocia. 

El domingo 11 de septiembre, un cortejo fúnebre partió a las 10 de la mañana desde Balmoral, acompañando al ataúd real en el viaje de seis horas hasta Edimburgo. Allí permaneció durante la noche, en el salón del trono del Palacio de Holyroodhouse, en una vigilia privada exclusiva para los miembros de la familia real. 

Los miembros del público observan el coche fúnebre que lleva el ataúd de la reina Isabel II, envuelto en el estandarte real de Escocia, mientras se conduce a través de Edimburgo hacia el Palacio de Holyroodhouse. Fotografía de Oli Scarff | AFP.

Una procesión ceremonial, presidida por el rey Carlos III y miembros de la familia real, está prevista para el lunes 12 de septiembre, cuando el ataúd real será llevado desde Holyroodhouse hasta la Catedral de St. Giles, donde permanecerá custodiado por oficiales de la Compañía Real de Arqueros. En la catedral, los ciudadanos escoceses podrán presentar sus respetos a la fallecida reina. Al día siguiente, se espera que el cuerpo sea trasladado en avión hasta Londres y llevado al Palacio de Buckingham. 

El día D+5, miércoles 14 de septiembre, marcará el primer gran evento público celebrado en Londres, cuando el ataúd real será trasladado en medio de una enorme procesión, desde el Palacio de Buckingham hasta Westminster Hall, el edificio más antiguo del Parlamento Británico. Una breve ceremonia religiosa, presidida por el Arzobispo de Canterbury, tendrá lugar en presencia del rey y miembros de la familia real, antes de que el ataúd de Isabel II sea dispuesto para que los ciudadanos ingleses puedan presentar sus respetos en el transcurso de los siguientes cinco días. 

Cerca de 200 mil personas visitaron Westminster Hall en 2002 para ver el ataúd de la Reina Madre, esposa de Jorge VI y madre de Isabel II. El Palacio de Buckingham ha dicho que se espera que al menos 500 mil personas se acerquen a Westmisnter Hall esta semana para presentar sus respetos a la reina. 

Una vez concluidos los cinco días de vigilia, el cuerpo de la reina Isabel II será llevado a la Abadía de Westminster para el funeral de estado, que tendrá lugar el lunes 19 de septiembre y será un acto transmitido en vivo por televisión nacional. 

Después del funeral, el ataúd de la reina será llevado al Castillo de Windsor, donde descansará en la bóveda real de la Capilla Memorial del Rey Jorge VI, junto a su fallecido esposo, el Príncipe Felipe, sus padres, el Rey Jorge VI y la Reina Madre Isabel, y su hermana, la Princesa Maragarita.


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