Perspectivas

La gripe epidémica de 1918 en Valencia

07/12/2021

Instalación de la Sociedad de Médicos de Valencia (Venezuela), 3 de marzo de 1917. Doctores: Emiliano Azcunes, Gaspar Castrillo González, Faustino Figueredo, Nicolás Figueredo, César Flamerich, Virgilio Herrera, Pablo Hernández Madrid, Rafael Iturriza, Simón Marrero, Rafael Navarrete Serrano, Pablo Osío, Pablo Otaiza, Julio Páez Correa, Luis Pérez Carreño, Carlos Sanda, Atilano Vizcarrondo, Jesús María Briceño Picón y Luis Ravelo Pérez. (Foto del álbum familiar de la profesora Margarita Marrero Arcay)

A Nenita

En la apacible Valencia de 1918 no había comenzado el siglo XX. Así pudiera interpretarse si nos atenemos a un inventario elaborado en esa época por mi bisabuelo, en el que de manera escrupulosa anotó los precios de estos valiosos bienes: un par de caballos con sus correspondientes arneses, una victoria, un piano, otro caballo y un quitrín.

En sus «Memorias de familia» mi bisabuelo también indicó que en noviembre de 1918 se presentó en Valencia la «gripe epidémica», y seguidamente fue nombrado Médico del Municipio San José para enfrentar esta enfermedad de la que a los pocos días murieron su suegro y su cuñado.

La pandemia de la gripe española de 1918 causaba estragos en el mundo entero; en Venezuela se cobró cerca de veinticinco mil muertes en una población que en 1920 se estimaba en dos millones setecientos veinte mil habitantes.

Cuando en 1968 el médico e historiador valenciano Fabián de Jesús Díaz escribió tres crónicas tituladas «A cincuenta años de la gripe española», no podía imaginar que a poco más de otros cincuenta años volverían las calamidades de otra pandemia de tan graves consecuencias para la humanidad como la gripe que él recordaba.

Según las mencionadas crónicas de Díaz, de las que hemos rescatado parte de sus extensas investigaciones, la gripe epidémica llegó a Valencia en la segunda quincena de octubre de 1918 entrando por Puerto Cabello. Todavía Valencia no había olvidado la epidemia de viruela de 1898 que afectó a la cuarta parte de la ciudad.

En el otrora Distrito Valencia (área urbana de Valencia y sus municipios foráneos) la cifra de decesos por la gripe española sumó no menos de mil pacientes. Para ese entonces la población de la ciudad de Valencia se estimaba en apenas treinta y cinco mil personas.

Acciones tomadas por la Junta de Vigilancia, Sanidad y Socorro de Valencia

Ante la llegada de la gripe epidémica, Valencia siguió el ejemplo de Caracas y su “Junta de Socorros”, de manera que el 1 de noviembre de 1918 se instaló en el Capitolio de Valencia la “Junta de Vigilancia, Sanidad y Socorro de Valencia”, convocada por el Presidente del Estado Carabobo, General Emilio Fernández.

De igual forma que en nuestros días, se ordenó el cierre de iglesias, colegios y comercios, y además –el 2 de noviembre de 1918– la Junta de Vigilancia, Sanidad y Socorro valenciana aprobó una serie de acciones de tipo profiláctico como la prohibición para los botiquines o establecimientos públicos de permanecer abiertos después de las diez de la noche (a excepción de las boticas), el mantenimiento de la limpieza en las aceras de las casas regándolas con soluciones antisépticas, el barrido de las calles antes de las cinco de la mañana, el confinamiento de las familias en sus viviendas, la prohibición de velorios, la información diaria por parte de los médicos a la jefatura civil del Distrito y a la Junta de Vigilancia, Sanidad y Socorro sobre los casos de gripe detectados, y la fumigación de la correspondencia que entrara o saliera de la ciudad.

Adicionalmente a las medidas profilácticas, la Junta de Vigilancia tomó medidas de tipo asistencial, como la distribución de medicinas y alimentos desde un dispensario central y de varios dispensarios parroquiales en cada municipio, la organización de los médicos disponibles entre las distintas parroquias de la ciudad, la creación del Hospital de Santa Rosa (que funcionó como un hospicio y llegó a albergar a más de cien hospitalizados), el despacho gratuito de recetas por parte de varias boticas, el funcionamiento de cocinas públicas en cada parroquia y la hospitalización de enfermos en los corredores y salones del liceo Divina Pastora a cargo de los padres salesianos, con la ayuda de las Damas Católicas de Valencia y los servicios de las hermanas franciscanas del Asilo San Antonio.

Nacimiento de la Cruz Roja en Carabobo

En estas mismas fechas –simultáneamente a las actividades de la Junta de Vigilancia, Sanidad y Socorro– un grupo de valencianos se dirigió al jefe civil del Distrito para solicitar de las autoridades regionales la instalación de la Cruz Roja del estado Carabobo. Fue así como el 3 de noviembre de 1918 se firmó su acta constitutiva. Esta institución llegó a desempeñar un importante papel en la lucha contra la epidemia y sus consecuencias.

En los años siguientes la Cruz Roja de Valencia se fue consolidando bajo la dirección de grandes figuras de la medicina nacional y regional como los doctores Francisco Antonio Rísquez y Atilano Vizcarrondo.

Desde su creación en los días de la pandemia de 1918, esta institución ha sido uno de los más importantes centros asistenciales de Valencia y del estado Carabobo.

Tratamientos y recetas de aquellos años

El tratamiento de esa época consistía en purgantes de aceite de castor o ricino, pociones expectorantes y tónicas, reguladores del corazón e inyecciones de aceite alcanforado.

La forma clínica dominante, casi exclusiva, fue la respiratoria. Asimismo, la enfermedad dejaba sin fuerzas al paciente y eran muy comunes las complicaciones pleuro-pulmonares, razón por la que la mayoría de los enfermos moría en el lapso de las primeras cuarenta y ocho horas del contagio.

Cuando el doctor Fabián de Jesús Díaz escribió sus crónicas afirmaba que todavía era posible ver colgada en algunos portones del interior de viejas casas valencianas la oración a Santa Rosalía, patrona de las pestes. También recordaba que en los tiempos de la gripe española el limón se cotizaba muy alto y se purificaba la atmósfera colgando en los rincones de las habitaciones una penca de zábila.

Cuerpo médico de Valencia bajo la pandemia

A través de los certificados de defunción firmados por los médicos de ese entonces, señalando la gripe como causa de muerte, se sabe de la valiente labor prestada por los doctores H. Medina López, Jesús María Briceño Picón, Gaspar Castrillo, Emiliano Azcunes, Rafael Manuel Iturriza, José Ángel Rivas, Virgilio Herrera, Pablo Hernández Madrid, Rafael Guerra Méndez, Luis Ravelo Pérez, Simón Marrero, Luis Pérez Carreño, Atilano Vizcarrondo, Carlos Sanda, Rafael Pérez Mujica, Rafael Navarrete Serrano, Napoleón Araujo, Diego Plaza Madrid, Clemente Velazco Paredes, Pablo Feo y Jesús María Arcay Smith.

Sin embargo, los médicos resultaban insuficientes a pesar de haber sido distribuidos entre las diferentes parroquias de la ciudad. En varias áreas rurales y sub urbanas, muchas defunciones ocurrieron sin su asistencia. Ante esta carencia, los practicantes militares fueron autorizados para firmar certificados de defunción.

Virgen del Socorro, Patrona de Valencia. Basílica Catedral de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, estado Carabobo, Venezuela. Fotografía de Jeluhet Houtmann Rueda

«Yo soy el Socorro de Valencia»

En tiempos de peste y de dolor el consuelo de la fe ha fortalecido a los hombres que no solo viven de pan. Ante la peste de 1918 Valencia se encomendó a su Virgen del Socorro.

La historia de la Virgen del Socorro es casi tan antigua como la ciudad de la que es patrona. Según monseñor Gregorio Adam, tercer obispo de Valencia, ya desde 1592 se tienen registros de la adquisición de unas andas para la Virgen. Quizás con esas andas sería llevada su imagen por las calles de la Nueva Valencia del Rey en las primeras procesiones de una ciudad recién fundada en 1555.

La tradición atribuye a la Virgen del Socorro numerosos milagros: desde la extinción de plagas y la curación de enfermos, pasando por el brote de la fuente de “El Jobo” hasta el alejamiento de la gripe española de 1918. En esa ocasión su imagen fue sacada en procesión para hacer rogativas públicas, y aunque sus festividades –que se celebran en noviembre– fueron suspendidas, posteriormente, en enero de 1919, cuando la ciudad se sintió aliviada de los embates de la peste, se ofició una misa de acción de gracias y se repartieron estampas con la siguiente jaculatoria escrita por Monseñor Víctor Julio Arocha, recitada en el templo y en los hogares de Valencia:

¡Oh María! Reina y Madre del Socorro muy amada, concebida sin pecado, tus hijos de Valencia os damos gracias infinitas de todo corazón, por habernos salvado de la terrible peste con que el Cielo nos castigara en el año de 1918.

Al pie de la estampa, la Virgen regalaba esta frase a los atribulados valencianos de principios del siglo pasado: «Yo soy el Socorro de Valencia».

Un siglo después todavía necesitamos de este socorro. Porque a pesar de que las pestes y las guerras van dejando su sombrío espectro de incertidumbre y mortandad nunca llegan a doblegar la buena voluntad de hombres y mujeres como los de aquel año 1918 y como los de hoy, hermanados en una solidaridad que evoca la incipiente ciudad de Valencia, a donde desde la remota España llegó la Virgen del Socorro cuya travesía y mensaje germinaron en esta tierra, y encontraron resonancia en el verbo de nuestro poeta carabobeño Pedro Francisco Lizardo, quien le dedicó estas palabras:

Fue la imagen inesperada que se trocó en carne de veneración y en lámpara del pueblo. Y la ciudad se le dio íntegra y pura en la más conmovedora de las entregas. Y ella fue manantial y refugio. Hizo brotar el agua de la roca para calmar la sed de todos. Cambió sus siete puñales por siete rosas frescas para iluminar de amor el rumbo de sus hijos. Y le dio un sentido más hondo a su aventura marina, cuando en la playa sus pasos la llevaron a la puerta de la ciudad que buscaba el socorro perpetuo de una fe iluminada y perenne.

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Referencias

Adam, Monseñor Gregorio. Historia de Valencia Analectas de la Anunciación 1949. Valencia, Publicación de la Curia Eclesiástica Diocesana y de la Sociedad “Amigos de Valencia”, 1972.

Díaz, Fabián de Jesús. Gentes y cosas de Valencia. Valencia, Ediciones del Ejecutivo del Estado Carabobo, Secretaría de Educación y Cultura, 1970.

Díaz, Fabián de Jesús. Vida e historia de la medicina en la provincia. 2º tomo. Valencia, Colegio de Médicos del Estado Carabobo, 1969.

Diccionario de Historia de Venezuela. 2ª. ed. Caracas, Fundación Polar, 1997.

Marrero Wadskier, Jesús. Santísima Virgen del Socorro. Patrona de Valencia. Venezuela. Valencia, Talleres de Ediciones Paulinas, 1978.


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