Artes

La escena objetiva: Jacobo Borges está de pie frente al vacío

28/12/2022

Lo suave prevalece sobre lo fuerte
lo maleable sobre lo duro.
Todo el mundo sabe esto
pero nadie lo practica.

Lao-Tse, Tao Te Ching, 78

 

1.

En la imagen vemos a Jacobo Borges en medio de andamios, columnas descubiertas, láminas de plástico y poleas. Aunque la naturaleza de la foto impida saberlo, todo a su alrededor se está transformando y es él quien rige esa metamorfosis.

Para ese momento, una eclosión que parte del artista, ha ido tomando forma a través de los casi 6 niveles que conforman Del sol o de la luz, una instalación permanente que compuso en la sede de Ciudad Banesco en Caracas, alrededor del año 2006. En ese instante, el edificio estaba en construcción y Borges adelantaba dentro de la estructura una pieza fabulosa, alucinada, que recreaba y remitía constantemente a la cosmogonía de sus dudas y fascinaciones.

2.

La composición de la escena, pero sobre todo su impronta, está muy marcada por el carácter personal de Borges. No me refiero a la temeridad ante el riesgo de caerse desde una platabanda sin pasamanos, sino a su diálogo con la espacialidad, una exploración que ha convertido en asunto fundamental de su obra y cuyo abordaje resulta útil para cualquiera que se acerque a su trabajo, pero sobre todo a su pensamiento.

Vemos el espacio positivo, la enorme laja donde está parado y el espacio negativo, el vacío, con el que se genera cierto balance y que, en la captura, manipulada para su edición impresa, se ve negro, cuando en realidad es transparente o acromático: el cuerpo del aire no se puede ver, pero podemos señalarlo. En la dualidad de lo antes dicho y su suma, se instala el espacio total, que será la obra cuando esté lista meses después. En las partes inferiores de la toma, el escaleno sucumbe a las nociones del yin yang y en ello, volvemos a los intereses filosóficos del propio artista.

Metros más abajo, en proceso de integración, llegan en camiones o se alzan con grúas desde el techo, elementos varios que compondrán y darán forma a lo que se adelanta: no un mero conjunto de obras dispuestas según su cronología y características formales (telas con telas, esculturas con esculturas) sino un arsenal de hechuras e invenciones del artista, que oscilan entre cuerpos antropomorfos, recreaciones medioambientales, referencias a la historia personal y nacional, así como una bitácora de la cultura venezolana a través de una enciclopedia interactiva.

Sobre todo aquello, desde lo alto, los rayos de la tarde traen consigo el testimonio de nuestra relación con los astros, desde donde los seres y las cosas parecen arrojadas. Naturaleza, sentido primigenio y razón. El género humano cubierto con toda la contradicción de sus voluntades, fijado en sus hechos con paredes de luz que solo el sol hace posibles.

3. 

¿Cómo se mete un bosque dentro de un edificio? ¿Cómo se pueden proyectar escenas que explican o conducen el desarrollo de una cultura dentro de un rectángulo forrado en concreto? ¿Cómo se puede cuestionar una ciudad entera dentro de sí misma y sumar esa dialéctica al pulso vital de lo que entendemos como “ciudad”?

Lo que vemos en la foto no es el foco de un intento arbitrario del artista. Todo lo contrario, es un nuevo episodio en su repertorio de obras que vinculan, pero sobre todo se valen de la arquitectura para sumergir al espectador más que en una experiencia artística, en un hecho comunicacional, magnificado y desde luego, monumental. Quien mira es testigo, cómplice y protagonista.

La imagen representa a Jacobo en medio de todo lo dicho, generando y pensando esa hecatombe, esa confluencia filosófica que hace con la amplitud de la obra un instrumento de pensamiento, una extensión de la naturaleza y del universo creativo propio. El edificio, la armazón entera, todavía en obras, le sirve como un inmenso taller.

4.

Pienso en las lecturas de Jacobo del Tao Te Ching de Lao-Tse, a las que alude con frecuencia. En el Tao el vacío no es una omisión en ningún momento. Tampoco es el miedo a algo o una excusa evasiva. El vacío es y punto. Gravita con la misma plenitud de la ocupación del universo cognoscible. Con respecto a la imagen en cuestión, pienso en el poema XVI, específicamente en el extracto:

Alcanzar el vacío es lo máximo.
Proteger la quietud es indispensable.
Todo florece por sí mismo
y puedo ver el ciclo.
Todo crece en abundancia
cada cosa vuelve a su raíz.
Volver al origen da tranquilidad
volver a la fuente es lo natural.
         (Tao Te Ching, 16)

5.

La postura de Jacobo no induce al miedo. Lo suyo es el arrojo de la entrega, el valor de soltarse.

6.

En una conversación que sostuvimos durante el tiempo de la pandemia por COVID-19, que tantas incertidumbres y amenazas mortales nos acercó, Borges me dijo: “Hay que ser vulnerables, alcanzar toda la vulnerabilidad, la vulnerabilidad máxima y entregarse a ella, no resistirse.  Un bebé, un niñito, completamente indefenso, al lado de un tigre, no le pasa nada. Porque no se resiste.” La foto traduce la consciencia de las fuerzas que evidenciamos. Las que nos plantan y las que nos pueden arrastrar. El protagonista quiere ser eso. Quien se entrega y quien lo ve, al mismo tiempo.

7.

Jacobo Borges en medio del sol o de la luz, entre la proliferación y la contención. Confundiéndose con los hechos que refleja. Proponiendo la superposición de sujetos, procurando su confusión y la duda que genera situar un espacio de cualquier época por encima de otro. Hablando a través de imágenes y narrando nuestra identidad con ellas. Con ello, dando matriz a la memoria.

8.

Cuando finalmente sumo la fotografía al texto que reunía mis notas, Word, en un alarde de intervención y lectura propia de la información que procesa, da un paso imprevisto y sugiere un pie de foto para la imagen. Es la primera vez que algo así me pasa, pero entiendo que la inteligencia artificial es mi contemporánea. Al borde inferior izquierdo, incorpora en letras blancas: Texto alternativo, imagen en blanco y negro de un puente.

Me agrada la sorpresa y me sorprende que la computadora no reconozca o entienda al vacío. Ciertamente, no tiene por qué. Solo sabe de su representación concreta, en forma de pieza inalcanzable, como un paréntesis del sentido. Un puente.

A un lado de éste no hay luz en la superficie, porque no hay superficie. Al otro, un hombre al borde de algo, asomándose al umbral donde la nada se distingue. Donde la precisión y la inestabilidad juran su sitio por igual.

***

*Todas las fotos son de Diana Carvallo. Las imágenes pertenecen al libro “Del sol de la luz” editado por Banesco e impreso por Editorial Arte en 2007.


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