Crónica

La despedida de Fernando Albán

Fotografía de Juan Barreto para AFP

12/10/2018

La madre vestía de negro, tenía el rostro hinchado y el cabello gris. Durante un par de minutos que parecieron eternos, en la capilla solo se escuchó su llanto. Amparo Salazar puso las manos donde estaría el rostro de su hijo, como si pudiera acariciarlo a través del ataúd cerrado. El concejal Fernando Albán había muerto el 8 de octubre mientras se hallaba detenido en el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional.

Al día siguiente de su muerte, el martes 9 de octubre, habían comenzado los honores en el Palacio Federal Legislativo. Dirigentes, presos políticos excarcelados y familiares de detenidos hicieron guardia de honor. Rodeados por periodistas y políticos, con cámaras que grababan incesantemente sus gestos, los familiares lloraron de manera tan privada como pudieron, sin declarar a la prensa.

La carroza fúnebre salió del Parlamento al terminar los honores. Dejaba atrás un aguacero que retrasó la salida de políticos y periodistas. Los familiares la siguieron hasta la parroquia universitaria.

Los acompañaba la diputada Dinorah Figuera, amiga cercana del concejal, quien había sido vocera del caso en medio de su propio duelo. Conocía a Albán desde hace 30 años. También ella ha sido objeto de amenazas. Tres meses atrás recibió una llamada: “Vamos por ti”, le dijeron.

Hermana del Concejal Fernando Albán durante los honores en el Palacio Federal Legislativo – Fotografía de Juan Barreto para AFP

El cielo estuvo despejado en la parroquia universitaria hasta las 3:00 de la tarde. Comenzó a llover cuando llegó la caravana. La capilla de la Universidad Central de Venezuela tiene diez filas de asientos y cinco imágenes religiosas. Dos de ellas, los cuadros de la Virgen de la Milagrosa y el Cristo de la Misericordia, fueron donados por el concejal y su esposa. Por eso tienen la inscripción “Familia Albán Osío”. Fernando Albán fue feligrés de esta parroquia por más de una década.

La capilla casi vacía fue una pausa para la familia, en medio de la polémica que generó esta muerte. La oposición rechazó la versión oficial. La ONU, OEA, la Unión Europea, Estados Unidos y otros 18 países condenaron el suceso y pidieron una investigación independiente.

Amparo y su esposo, Fernando Albán padre y las hermanas del concejal, se sentaron en primera fila. Alternaban el llanto con saludos y abrazos de quienes les expresaban sus condolencias. A un lado del altar lloraban las señoras que colaboran en la parroquia. Compartían con Albán en las “ollas solidarias”. El último domingo de cada mes el concejal coordinaba a los voluntarios. Repartía comida entre la comunidad.

Rezaron cada hora desde las 4:00 de la tarde hasta las 10:00 de la noche, hasta que cerró la parroquia.

La esposa y los hijos de Albán vieron la ceremonia por videollamada desde Estados Unidos. No se arriesgaron a volver a Venezuela. Acababan de celebrar el cumpleaños 56 del concejal en Nueva York el 1° de octubre. Albán regresó a Venezuela el viernes 5, y fue detenido en el aeropuerto de Maiquetía. En el momento pudo enviar un mensaje para alertar sobre su detención. Después permaneció incomunicado por dos días. Sus hijos no volvieron a hablar con él.

El ataúd de Albán pasó la noche frente al altar de la capilla de la parroquia universitaria. El miércoles 10 de octubre amaneció ajetreada por los preparativos para la misa de cuerpo presente de las 9:00 de la mañana. Once sacerdotes y dos monaguillos estuvieron en la ceremonia. Ofició el cardenal Jorge Urosa Savino, con la presencia del Nuncio Apostólico, monseñor Aldo Giordano.

La alta jerarquía católica en el país expresó en varios comunicados su solidaridad con la familia Albán y pidió también una investigación independiente sobre las circunstancias de su muerte. En la misa, el cardenal Urosa habló de la esperanza y del compromiso en la lucha por los Derechos Humanos en Venezuela. Leyó el comunicado de la Arquidiócesis de Caracas y se permitió un comentario para repudiar las detenciones de disidentes:

“Lo más cercano al infierno deben ser las cárceles de Venezuela”.

La familia volvió a ocupar la primera fila. El resto de los bancos estaban llenos. Muchos siguieron la ceremonia parados en los pasillos. María Corina Machado, vestida de blanco, se sentó entre militantes de Primero Justicia. Henrique Capriles, de negro, no consiguió puesto y permaneció de pie.

Lilian Tintori se detuvo al llegar para saludar con abrazos a los concejales reunidos fuera de la capilla. Américo de Grazia, de la Causa R, conversaba con Biaggio Pillieri a la entrada. Aunque había dirigentes de Acción Democrática y Avanzada Progresista, como Williams Dávila y Luis Romero, faltaron sus líderes, Henry Ramos Allup y Henri Falcón.

Hacía tiempo no se reunían públicamente los partidos. Los opositores se reencontraron en el jardín de la parroquia y el ruido de sus conversaciones se colaba por la ventana.

Desde la ceremonia reclamaron silencio. Adentro no podían escuchar al Cardenal.

La ceremonia terminó con gritos que pedían justicia y el ataúd salió sobre los hombros de varios dirigentes, mientras los presentes cantaban el Himno Nacional. La carroza fúnebre partió a las 11:00 am seguida de una marcha bajo un sol intenso, en un recorrido de 11 kilómetros entre los municipios Libertador, Baruta y El Hatillo, hasta el Cementerio del Este.

Amparo caminó los dos primeros kilómetros detrás de la carroza junto a su esposo e hijas. Primero con la mano apoyada sobre el vehículo y después ondeando una bandera de Venezuela. Lloró todo el recorrido.

Cortejo fúnebre recorrió poco más de 13 kilómetros desde la parroquia universitaria hasta el Cementerio del Este – Fotografía de Juan Barreto para AFP

En Las Mercedes los transeúntes se detenían a ver pasar al cortejo. En el bulevar de El Cafetal se asomaban en las entradas de los edificios. En algunos semáforos había grupos que ondeaban la bandera venezolana y se unían a la despedida. No llegaron al cementerio todos los que partieron de la parroquia, pero se sumaron nuevos integrantes en el camino.

En el último kilómetro el cielo se nubló. La marcha llegó a las 3:00 de la tarde a la terraza C del cementerio, donde un toldo verde marcaba el sitio del sepelio. Los políticos rodearon a los padres bajo el toldo y alrededor formaron un círculo los asistentes.

Amparo quedó de pie frente al ataúd, con una rosa roja que apretaba contra su pecho. No levantaba la mirada del féretro y no emitía sonido, pero su boca se movía para seguir los rezos. Asentía cuando pedían justicia. Las lágrimas volvieron, para ella y para todos, al escuchar las palabras que enviaron su nuera y nietos desde Nueva York. “Luchaste por Venezuela y entregaste tu vida por ella. Siempre te amaremos”.

Lloviznó cuando lo bajaron a la fosa. Cubierto con sus banderas, su gorra y algunas flores, enterraron el ataúd de Fernando Albán.

Su madre soltó la rosa y todos escuchamos su voz:

“Descansa en paz, querido hijo”.

Se sentó a un lado y volvió a llorar. Arrancó a llover.


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