Momentos de la ONG. Fotografía cortesía de la ONG.
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En marzo de 2012 escribí mi primera reseña personal para la Organización Nelson Garrido. Recuerdo que la noche me intimidó hasta el pánico, cuando perdidos en las calles de Las Acacias dábamos vueltas para encontrar la quinta Carmencita. Esa vez se inauguraba, en la planta baja, una exposición colectiva de Luis Brito, Ricardo Armas, Carlos Germán Rojas, Torito, Cristian Belpaire, Ricardo Jiménez, Roberto Fontana, Antolín Sánchez y Peter Maxim, que llevó como título “La memoria del olvido”. Eran fotos de la propia colección de la ONG. En el piso superior aguardaban los retratos de Bárbara Brändli, quien había fallecido meses antes, en diciembre de 2011. Fue el primer, y quizás el único homenaje después de fallecida, que se le hizo a esta fotógrafa en su momento, en una exposición denominada “Vestidos de sol”.
Cuando hice esa reseña en mi blog, bajo el título Una guía en la oscuridad, aún no me imaginaba el trayecto que viviría en esos espacios. Fue ese mismo año cuando inscribimos a mi hija, Elvira Prieto, en un taller básico que dictaría Gala Garrido. Apenas tenía 15 años y no contábamos con una cámara reflex para hacer las fotografías. Le pedí a un buen amigo diseñador y fotógrafo, GuntherAcho, que me prestara una de sus cámaras en desuso. Cuando él me la entregó me preguntó: ¿Y tú por qué no estudias también fotografía, si siempre haces fotos muy bonitas? Jamás lo había pensado. Considerando como son los adolescentes, le pedí permiso a mi hija para estudiar en su mismo taller. Su respuesta me sorprendió: a ella no le molestaba en absoluto que compartiéramos aula.
Así, hicimos un recorrido por esos talleres juntas. Un trayecto que con el paso de los años fui llevando a mi propio ritmo. Cada vez que comentaba que estudiaba en la ONG salía el comentario de alguien sobre el desnudo. Pues hoy día pienso que no había mayor representación de la libertad que profesaba la filosofía oenegiana que manifestarse sin ninguna vestidura.
Gracias a la ONG y el taller de fotografía antropológica de Nelson Garrido conocí, a través de la lente de una cámara, las tradiciones de los Diablos de Naiguatá y de San Juan, aprendí a respetar al colega y no atravesarse en su ángulo, buscar la imagen original y no ir detrás de los demás para repetir la misma escena. Pensar la fotografía y saber compartir con la comunidad las imágenes que generosamente nos permitían.
Gracias a la ONG disfruté del cuarto oscuro y desarrollé un proyecto a cuatro manos con mi hija. Abaniqué en la ampliadora el papel fotográfico para jugar con los contrastes, mientras la luz hacía sus impresiones que luego aparecerían mágicamente en el papel bañado en químicos. El laboratorio analógico fue el descubrimiento de una pasión que hubiera querido seguir ejercitando. De esa experiencia nos quedó una serie que considero fue nuestro primer proyecto bien constituido entre madre e hija: Complicidad Latente. También vi el surgimiento de los proyectos de muchos compañeros que luego rindieron sus frutos en exposiciones y fotolibros. De aquellos tiempos hay una anécdota que contar: en un momento de revelado de las películas, ocurrió un error de químicos con los negativos de mi hija. Inmediatamente, Nelson Garrido buscó un nuevo rollo de película, cargaron la cámara y llamó a todos los que se encontraban en la quinta para que Elvira le hiciera retratos. Así, ya tenía un material con qué trabajar.
Gracias a la Organización Nelson Garrido establecí un vínculo con el fotógrafo Ricardo Armas, cuando realizó en sus espacios el taller Borrón y Cuenta Nueva. Un concepto de fotografiar lo que nunca antes se nos había pasado por la mente. Y aunque de esa serie guardo fotografías que aún me intrigan, debo confesar que viéndolo en retrospectiva quizás no logré totalmente el cometido.
En la ONG también tuvimos un encuentro con Ricardo Jiménez. Un día de taller sobre iluminación de un fotógrafo que ha sabido darle a la luz un sello caligráfico en su trabajo. Conocí por primera vez la muerte a través de la mirada de Juan Toro, de quien no me he desprendido y sigo interesada en cada nueva serie. Conocimos la obra de una realidad imposible del fotógrafo chileno Ricardo Portugueis; compartimos la experiencia de la artista catalana Mireia Sallares, al colocar lápidas por la ciudad con la inscripción “Aquí se escapó la verdad desnuda”; la visibilidad de una estadística mortuoria de Teresa Mulet; las misivas secretas de la artista chilena María Luisa Portuondo; tuvimos maravillosos encuentros con Miguel von Dangel; recorrimos las salas lúdicas, literarias y teatrales del proyecto transmedia de Elisabetta Balasso; asistí a performances, entre ellos, el de Max Provenzano, el de Jesús Briceño o el del Príncipe Negro tocando música sobre barriles de petróleo; pude hacer un vínculo entre Francesca Woodman, Alberto García-Alix y Pierre Moliniere, en una exposición que se llamó Photopirata. Podría citar más momentos disfrutados en esos espacios, como una conferencia vía Zoom con el cineasta italiano Michele Diomá, o los miércoles de cine en la azotea… Pero no se trata solamente de enumerar eventos, sino de los momentos de reflexiones que se gestaban en cada presencia al “lugar de los que no tienen espacio”.
Dentro del tejido cultural informal que se ha gestado a lo largo de estos años en el país, la ONG era una hebra que ataba con irreverencia la necesidad de crear como un acto de rebeldía.
Y las mejores oportunidades de discusión surgieron cuando se creó el Círculo de la Cucaracha. Nelson nos llamó un día y nos propuso formar parte de esa experiencia que iba más allá de una relación de aprendizaje. Era más bien un espacio generador y detonante de procesos creativos que iban en paralelo. Cada discusión era una retroalimentación.
Bocetos que se complementaban con lecturas poéticas, referencias a autores que no siempre llegaban a ser fotógrafos sino también intelectuales de otras disciplinas. Leímos a Albert Camus, al poeta polaco Zbigniew Hebert, Alejandra Pizanik, Armando Rojas Guardia, Juan Sánchez Peláez; porque imaginar la metáfora visual es también admirar a grandes poetas. Aprendimos a observar desde las referencias fotográficas de Joan Fontcuberta, Roland Barthes y tantos pensadores difíciles de enumerar.
En esos encuentros llegué a llorar, cuestionándome sobre el resultado de mis fotos, harta y curiosa de saber a dónde iba con mis fotografías, qué era lo que quería alcanzar. Finalmente, cada uno fue consolidando sus series fotográficas o artísticas: Federman Parra con los cuartos que quedaban a la deriva de las migraciones; Alejandro Escalante y sus retratos oníricos y surreales; Chepina Hernández y una trilogía de libros de origen místico y personal, además de sus puertas que transitan una historia y un pasado; las esquinas y la posverdad, la Biblia ilustrada y los retratos abstractos de Rodolfo Tuliano; Andrés González Majul con sus retratos de un cuerpo sin fronteras y la proyección en petit comité de su cortometraje Sex Assistant; los videoarte de Jisbell Contreras, y entre esos trabajos un hermoso proyecto con su hermano que tiene una condición de esquizofrenia; las ruinas y los cuartos íntimos y curiosos de Martha Viaña; el archivo familiar y los desnudos de Pedro Tovar; e incluso, el paso aunque fugaz o intermitente de otros compañeros como Rony Vivas y su fotografía estenopeica; las puestas en escena de Irly Chourio, la antibelleza de Lulú (Lorena Orlando); la calle y su gente de Isamary Rodríguez, los retratos íntimos y de despedida de Elvira Prieto… Cuando se gestó este círculo, Nelson Garrido nos decía que él había tenido un sueño, que se creaba un taller que trascendía a la presencia de un tutor o un profesor, donde cada uno de los integrantes hacía parte de esa dinámica de retroalimentación artística… Sueño profético.
Esa experiencia fue una manifestación de creatividad como forma de ir contracorriente del marasmo y la impotencia prevaleciente en una sociedad convulsionada y reprimida. De cada discusión fuimos generando procesos concretos todos diferentes unos de otros. En mi caso, me quedó un fotolibro sin publicar sobre la rosa bajo el título Inventario. Juntos fuimos a la Galería Tresy3 y presentamos nuestras propuestas fotográficas ante un público rodeado de fotógrafos profesionales y en primera fila estaba Nelson Garrido, acompañándonos orgulloso de esos resultados.
Esta es una reseña muy personal, porque sólo puedo hablar de cada paso que hice por aquellos pasillos, cada lectura en la Biblioteca Ricardo Armas (por cierto, la ONG también le rendía tributo a grandes fotógrafos, como la sala El Gusano, en honor a Luis Brito); cada celebración compartida no era sólo un encuentro social, sino momentos de conversaciones amenas. Esa familiaridad no me hizo fácil entrevistar a Nelson Garrido, todo lo contrario, me ponía una mayor exigencia.
La Organización Nelson Garrido acaba de cumplir 20 años. Con el miedo a transformarse en una institución y apartar sus principios libertarios, nos sorprendió a todos con una noticia inesperada: “Hoy cumplimos 20 años y, para celebrarlo, decidimos cerrar”.
De esos veinte años, los últimos diez estuve vinculada a sus espacios. Fue la balsa (no de Medusa ¿o sí?) que nos mantuvo a flote a muchos, pensando, creando, transformando emociones en ideas y formas. Aunque la ONG anunció el 1 de agosto su cierre, es un acto físico como el cuerpo inerte que se transforma en alma, porque sigue vibrando en cada persona que pasó por sus espacios y en la actitud que debe prevalecer de irreverencia ante lo preestablecido.
Todavía hay material de consulta disponible de la ONG, gracias al esfuerzo de repositorio que realizó Gala Garrido, su directora, en su página web, con la asistencia de Pedro Tovar. Si bien ya no será posible sentarse en el mesón de la Biblioteca Ricardo Armas a consultar sus libros, se podrá acceder en línea a casi 400 títulos disponibles en el canal Youtube. También quedan disponibles las Píldoras ONG, que fueron encuentros virtuales con muchos creadores, siendo el último un encuentro con el artista plástico José Vivenes para conversar sobre lo pictórico en la pintura.
Estas líneas las escribo aún en shock ante la noticia, pero a la vez aceptando la decisión de sus fundadores, porque todo debe fluir hacia nuevos caminos. Gracias Nelson Garrido, gracias Gala Garrido, por ese impulso creativo que ustedes me permitieron transitar bajo sus críticas miradas.
Ya veremos hacia dónde salta la cucaracha.
PD: Muestra de la Biblioteca Ricardo Armas: Duane Michals.
Inger Pedreáñez
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