Katiuska Camargo retratada por Alfredo Lasry | RMTF
Destacadas
Te puede interesar
Los más leídos
Los que hacen país no se lamentan, no se victimizan, tampoco se quieren ir de Venezuela. Frente al caos y la catástrofe de nuestra cotidianidad apelan a una nueva conciencia y a la resignificación del ser humano. Siembran en una época de oscuridad. Una mujer que agarró el toro por los cachos es Katiuska Camargo*, del barrio San Blas en Petare.
Para cualquier escritor inventar una palabra es el mejor de los hallazgos, pero sin serlo, Katiuska ha inventado una: ciudadanistas. En las líneas que siguen, explica en qué consiste esta novedad.
¿Cuál sería la situación del tejido social —valga decir las expectativas culturales y políticas de la gente— en Petare y particularmente en el barrio San Blas?
Justamente (la noche del martes pasado) hubo una protesta y yo hablaba con los vecinos sobre la necesidad de fortalecer el tejido social comunitario. La gente lo ve como un tema político partidista, pero no es así. Tiene que ver con dignidad, calidad de vida, derechos humanos, etcétera. En esa comunidad hay 150 familias afectadas por la falta de servicio eléctrico y una escuela que alberga 1500 niños. Pero en esa reunión no había ni 30 vecinos. ¿Qué eran pocos? Sí. Y por eso tenemos que trabajar para restituir o construir un tejido social. Entonces, en los sectores populares hay gente que quiere agruparse, pero no sabe cómo hacerlo.
Esa respuesta la he escuchado en varias ocasiones. Quizás el punto es que en los sectores populares vemos lo que está pasando en el resto de la sociedad venezolana: frustración, desconfianza, desamparo.
Yo diría que estamos huérfanos de dignidad. Lo veo día a día. Justamente, todo este patrón sistemático político de subyugar los valores de la gente. De hacer de la dignidad humana algo que no sea una necesidad, ni algo imperativo, porque mucha gente está haciendo cola para agarrar una bolsa de comida de mala calidad o esperando por una bombona de gas. Ahí reflexiono y digo: yo decidí tener dignidad y no arrodillarme ante un sistema opresor. ¿Tú te imaginas a la mayoría evitando caer en las dádivas gubernamentales? Yo creo que es un tema de amor propio. Estamos como estamos porque permitimos que otro domine nuestra existencia y no somos nosotros los que tenemos el control de nuestra vida. Cuando la mayoría entienda esto es que vamos a salir adelante. Esto no es un tema de cambio de gobierno, sino de cambio de conciencia.
Hay un ambiente de conformismo y mucha gente se está pasando el suiche. La sociedad asumió que el sistema político del chavismo ya se impuso y la idea es convivir, pero para eso tienes que relacionarte con ese modelo. Si antes eras opositor y te toca asumir esa realidad, no vas a hacer un jolgorio, una fiesta de bienvenida. Simplemente, no te queda otra.
No, yo lo veo más allá. Hay que entender que somos parte de un ecosistema de gente que está haciendo y deshaciendo. Tenemos que entender que el chavismo va a estar aquí, presente… no sé ¿los próximos 200 años? A esa frase “rodilla en tierra”, yo les digo, levántate, enaltécete como venezolano y no sigas pensando que tu problema es mayor que el del otro. Todos los problemas son importantes. Todos tienen solución. Yo creo que el tejido social se va a fortalecer cuando nos reconciliemos con el país y entendamos que el chavismo, el madurismo y todo lo que tenga que ver con ismo estará presente. No somos quienes lo vamos a cambiar realmente, porque es una ideología que está implantada en la sociedad venezolana. Es como el sol… está ahí. ¿Y qué vamos a hacer? Hay unos que salen con sombrilla, otros que se quedan en su casa, otros que se ponen bloqueador, pero conviven con el sol.
Tengamos en cuenta que toda ideología trata de imponerse y más cuando no queremos asumir el control de nuestras vidas. ¿Qué cosas podríamos hacer, qué obstáculos anteponer, para que esa ideología no nos arrastre como el deslave de Tejerías?
Nosotros, los ciudadanos, no nos vinculamos a la política como un ejercicio de convivencia, sino que, simplemente, satanizamos el ejercicio de lo política. Vamos más allá y decimos: todos los políticos roban, todos los políticos son malos. Ajá, ¿pero cuándo vamos a cambiar esa visión de la política? Yo tengo una idea y esa idea consiste en que los ciudadanos se empoderen, se enaltezcan, crean en el país, crean en ellos mismos y sean participativos en la mejora del país. Hablando con un amigo, le dije: Deberíamos crear una ideología que se llame los ciudadanistas, porque ya existen los marxistas, los socialistas, los comunistas. ¿Ajá, y si nos metemos a ciudadanistas? ¿Qué pasaría? Mi amigo, que es un hombre de letras, me dijo: Acabas de inventar una palabra. Cuando cambiamos los paradigmas, yo creo que por ahí viene el cambio en una sociedad.
¿En qué consistiría lo que llama ser «ciudadanista»?
Justamente en la participación, en la empatía, en el verdadero respeto a las ideas de otros. Porque ahí, donde terminan mis derechos empiezan los derechos de los demás. Entonces, yo no puedo seguir atropellando al otro porque piensa diferente a mí. El ciudadanista tiene que ser humano, participativo, una persona garante de los derechos humanos, garante del progreso de su entorno. Si bien es cierto que yo no puedo cambiar a Venezuela, sí lo podemos hacer todos. Entonces, deberíamos hablar del ejercicio ciudadano, como parte fundamental del cambio de paradigma que actualmente vivimos.
Una consigna del chavismo era que el genio salió de la botella y que no hay forma de volverlo a meter en ella. ¿Pero el genio salió con las herramientas de un ciudadano?
Depende del cuento de cada quien. El mío salió para hacer posible la reconciliación de este país. Mi genio, porque cada quien ve las cosas a su manera.
Sí, pero una golondrina no hace verano. ¿De qué forma el genio podría acceder a las herramientas de la ciudadanía? ¿La política? ¿La ciudadanía?
Debería ser 50 y 50, porque nosotros dependemos de un Estado para desarrollarnos como ciudadanos. El Estado requiere de ciudadanos formados y participativos en todas las áreas, sin desmeritar profesiones ni oficios. Son dos polos necesarios para que ese genio empiece a tomar el cauce real de su vida. No hay forma de meter al genio en la botella. Ya salió, ¿no?
Creo que ha planteado un área del eterno conflicto entre El Estado y la sociedad. Y la pregunta es: ¿Cómo hacemos si la ideología pasa por el control social, la dádiva gubernamental y la imposición?
Podríamos hablar de una balanza, pero también de números. ¿Quién es mayoría? ¿El Estado venezolano o los ciudadanos de este país? La mayoría somos los ciudadanos. Entonces, nos toca hacer presión aprendiendo de los errores. No saliendo a quemar cauchos y a violentar a otros vecinos. Eso no tiene sentido. Se trata de la exigencia al líder político, a la institución que debería ser garante de la vida ciudadana. Pero si los organismos policiales llegan a una comunidad que desconoce sus derechos, que ni siquiera sabe hablar, de bola que unos policías te pisan. ¡Ah! ¿Ves la importancia de saber sobre derechos humanos y lo que establece nuestra Constitución? ¿Saber sobre los límites y las funciones de los organismos de seguridad para que no vengan a pisotearnos a nosotros? Pero hay que formarse como ciudadanos y despojarse de esa ilusión de que todo lo tiene que resolver el Estado venezolano.
¿Usted cree que la gente aprende más en un día luchando en las calles o participando en una charla de formación ciudadana?
¿Cómo aprendió Katiuska Camargo? Lo que yo vi en las calles en 2017, en 2018 y en 2019, es que esa lucha tan absurda por restituir la democracia y los derechos lo único que dejó fue más dolor. Decidí transformar aprendiendo. ¿En dónde? En un salón de clase. Aprendiendo en una comunidad y llevando el mensaje de lo que hacemos en el barrio San Blas de Petare y a otros espacios. Y hemos visto que dan mejores resultados, porque hay mucha gente que tiene miedo a la confrontación y a ser asesinado en una manifestación o a que le quiten ciertos “beneficios” que no son tales, porque es una obligación del Estado garantizar el derecho a la alimentación y a los servicios públicos. Incluso, hay gente que tiene miedo de perder un cargo público. Yo creo que cada quien tiene que empezar a resurgir desde sus propios valores. La formación y los talleres traen mejor resultado. Hay más gente que quiere eso. Lo veo en mi barrio. Violencia de género, protección de niños… antes no lo veíamos en las comunidades populares. Al menos, yo no lo veía. Ahora me formo dentro de mi barrio.
Dijo al comienzo que no íbamos a demonizar la política. Pero esta lucha por la formación ciudadana, por los derechos constitucionales, debería tener una expresión política. ¿Cuál sería?
Cuando los ciudadanos aprendamos a contrarrestar todas esas violencias, el dirigente político, sea del partido que sea, tiene que entender que no se encontró con una masa de borregos, sino con una masa de ciudadanos que podrían apoyarlo. Yo estaría dispuesta a apoyar al dirigente que venga a hacer las cosas distintas. Pero no me voy a poner una camisa ni alzar una bandera. Yo le diría: aquí, en el barrio San Blas de Petare, vas a encontrar a una ciudadana dispuesta a apoyarte en la construcción de políticas públicas, en la creación de ordenanzas para gestionar los asuntos de la comunidad.
Veo que llevas una franela roja.
Sí. ¿Qué dice aquí? —pregunta Katiuska Camargo, señalando el sello de un artista estampado en la parte posterior de su franela—. Ah, porque esa es otra cosa que sembró el chavismo. Que satanizáramos y repudiáramos nuestros símbolos. Yo hice las paces con el color rojo. Oye, hoy es un día patrio (12-O). Vi a la gente enalteciendo a nuestros indígenas cuando los están matando en el Amazonas, cuando se están muriendo de sida, de desnutrición. Entonces, es hipocresía estadal. Pero qué chévere que me puedo poner esta franela, que antes no podía. Este es un artista que apoya nuestro barrio y, como yo, está entendiendo la importancia de reconciliarnos con nuestros colores, con nuestra gente. Así que me encanta usar el color rojo ahora. Es más, me voy a comprar un carro rojo.
Quizás yo sea muy pesimista. Pero en esta consigna que reza “Venezuela se arregló”, en estas burbujas que vemos en las calles, uno ve acuerdos, muchos de ellos informales, pero acuerdos al fin, que encajan en esta estructura política, en esta ideología, que impuso el chavismo. ¿Esto es consecuencia de la derrota? ¿Un síntoma del fracaso?
Para mí es supervivencia. Para aquel que se quedó, o nos quedamos en Venezuela, es sobrevivir. Yo exploté la burbuja de la indiferencia, del dolor, de la apatía, y encontré la mía cuando entendí que podía impulsar cambios importantes en mi comunidad. Me metí en esta burbuja de hacer país. Yo estoy buscando la forma de que la supervivencia se convierta en una vivencia, de vivir y disfrutar la vida. Por delante tenemos el reto de que esa burbuja crezca tan grande como un globo terráqueo, donde entremos todos y nos contagiemos de forma constructiva de esas ganas de hacer país y ciudadanía. Yo no me quiero ir de Venezuela, no porque sea una cobarde, sino porque este es mi país.
La idea de que esto no sirve, de que lo mejor sería irnos de aquí, se convierte en un impulso, en una necesidad. ¿Cómo luchar contra esa sensación?
Cada quien decide dónde y cómo quiere vivir. Eso yo lo respeto. Existe el libre albedrío, ¿No? Pero mucha gente se tuvo que ir porque estaban metidos en el activismo político, porque los estaban persiguiendo (a él o a ella), y a sus familias. O porque no conseguían los medicamentos para salvar su vida o la de un familiar. Otros se fueron porque vivieron esa derrota, así como hay mucha gente que apoyó este sistema, que también contribuyó a este fracaso y se fue… Qué de pinga, ¿no? Qué de pinga haberte ido cuando tú también fuiste parte de esta catástrofe. Y qué de pinga que estés viviendo de una bonanza y fuera de una Venezuela que dejaste en la ruina. Y que de pinga que ahora denuncies y critiques a un gobierno que tú mismo pusiste ahí. Y esto va, en uno y otro sentido, para todos los sectores que se fueron.
Esta impresión generalizada que refiere a una canción, pero también a una cultura… “espera que salga tu numerito, espera que gane tu caballito” ¿Qué tan cierta es?
¿No me digas que a ti te gustan las generalizaciones? Eso tiene que ver con estilos de vida y cómo vemos el país. Los que apuestan y beben en el barrio son una minoría, pero hacen eco. En el argot popular es la normalización de una anticultura. Yo quisiera que la persona que se gasta 10 dólares en un ron de mala calidad, que además daña sus riñones, los invirtiera en la escuela de sus hijos. Ahí es donde yo apelo a la conciencia y a la resignificación del ser humano. ¿Agarraste tu numerito ganador? ¿Eres más rico o más pobre? No, creo que es un tema de más o menos oportunidades.
Los talleres que ustedes imparten han significado una confrontación con esa anticultura, con un estilo de vida que, querámoslo o no, está ahí. ¿Cómo resolver ese conflicto?
No hay que confrontarse, esa es la primera ley de los defensores de derechos humanos. Lo dije antes, pero insisto en ello: existe el libre albedrio y cada quien decide cómo quiere vivir. Pero cuando tú compruebas que, a través de los talleres de formación, los jóvenes están cambiando su forma de ver y de comportarse en el barrio, que manifiestan sus ganas de entrar en la universidad, eso se debe a que hay jóvenes, de su misma edad, que visitan el barrio y tiene no una sino dos carreras universitarias. Entonces, ellos se preguntan. ¿Y yo… que apenas hice el bachillerato? Entonces cuando esos chamos empiezan a motivarse y a inspirarse en las vivencias de otros jóvenes que visitan la comunidad, se llenan de esperanza. Se les está dando una bocanada de oxígeno en medio de tanta turbulencia. Tenemos un chamo que está estudiando cine y eso se debe a jóvenes que le han mostrado el camino. Tenemos un Dj espectacular y ahora muestra su trabajo en redes sociales.
¿En qué cree que ha cambiado la comunidad, entre el momento en que se involucró al día de hoy?
Interesante, porque cuando yo no era parte de la comunidad, veía todo caótico. Pero cuando me pregunté: ¿Qué estoy haciendo por el barrio que me vio nacer? Despertó mi conciencia y me transformé en ciudadana. En un mejor ser humano. Y mis vecinos también lo hicieron. Hay niños que hicieron suyo el poder de la escoba. Un programa que ideamos para limpiar vertederos en el barrio. En ese momento transmitimos un mensaje bien clarito: vamos a limpiar nuestra conciencia, vamos a limpiar nuestra mente, vamos a vivir en dignidad y eso ha calado muchísimo en el barrio.
***
*Líder comunitaria, activista de la No Violencia. Defensora de derechos humanos. Fundadora del Movimiento Ciudadano Uniendo Voluntades.
Hugo Prieto
ARTÍCULOS MÁS RECIENTES DEL AUTOR
- Javier Conde: “La idea de volver a Galicia no estaba en mi casa”
- James Robinson: “Es fascinante que la América Latina democrática reproduzca proyectos políticos similares a los de Trujillo o Somoza”
- Francisco Suniaga: “El poder es una realidad y la gloria una ilusión infinita”
- María Isabel Peña: “¡Qué maravilla pensar en aromas!”
Suscríbete al boletín
No te pierdas la información más importante de PRODAVINCI en tu buzón de correo