Perspectivas

José Gregorio Hernández y Luis Razetti. Una polémica científica y teológica

29/08/2020

Izq: Luis Razetti. Der: José Gregorio Hernández

Un profesor de Anatomía Humana que no enseñe esa ciencia a la luz de la Doctrina de la Descendencia, no cumple su estricto deber, y se separa de la corriente actual de los conocimientos.

Luis Razetti, ¿Qué es la vida?

 

Tal vez la primera oportunidad en que vemos a prueba las profundas convicciones cristianas de José Gregorio Hernández a nivel teórico fue a propósito de la polémica suscitada con quien sin embargo fue su sincero amigo y admirador, el doctor Luis Razetti. Razetti era dos años mayor que él. Apasionado y polémico, llegará a ser uno de los nombres más importantes de la historia de la medicina venezolana, como también lo es Hernández. Hijo de un comerciante genovés y de una nieta del licenciado Sanz, se graduó en 1884, cuatro años antes que Hernández y, después de haber ejercido como médico rural en Lara, Zulia y los Andes, en 1890 se va a completar su formación científica en París, donde ya está José Gregorio estudiando desde otoño del año anterior. Si Hernández y Razetti se encontraron en la capital francesa es algo que no hemos podido confirmar, pero luce improbable, pues sabemos que José Gregorio llevaba en París una vida casi monacal, consagrada a los estudios.

Lo que sí se puede comprobar es que la Escuela Francesa dejó huella profunda en la formación de ambos científicos, aunque es claro que de manera muy diferente. El doctor Hernández es, a comienzos del siglo XX, un conocido médico y científico que impecablemente detenta las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología en la Universidad Central de Venezuela. Hace diez años que ha vuelto de París, trayendo por primera vez un microscopio a Venezuela. Fundó la primera Cátedra de Bacteriología en América y fue cofundador de la Academia Nacional de Medicina junto a su amigo Razetti. Ha publicado diez artículos científicos, casi todos en la Gaceta Médica de Caracas, que también fundó Razetti, y un libro de carácter docente, los Elementos de Bacteriología, sobre el que un médico como Razetti se deshizo en elogios.

Razetti, el “ateo Razetti”, por su parte admira a Ramón y Cajal, y especialmente a Darwin y a Haeckel por sus teorías evolucionistas. A su regreso a Caracas, en 1892, da un formidable impulso a la cirugía y la obstetricia, al punto de que es considerado uno de los fundadores de la cirugía moderna en Venezuela. En 1893 funda la Gaceta médica de Caracas, donde publicó sus artículos científicos el doctor Hernández. A partir de 1895 impulsa la reforma de las cátedras de Anatomía y de Medicina Operatoria en la Universidad, en 1902 funda el Colegio de Médicos, en 1911 el Instituto Anatómico y en 1904 la Academia Nacional de Medicina, de la que fue secretario hasta su muerte. En 1901 publica su primer tratado, La exploración externa en obstetricia y las hemorragias uterinas puerperales. En 1906 aparece La doctrina de la descendencia y un año más tarde ¿Qué es la vida?, compilación de sus polémicos artículos sobre la teoría evolucionista, publicados en su columna “Lunes científico” en el diario “El Constitucional”.

En realidad, la polémica entre evolucionistas, encabezados por Razetti, y creacionistas, empezando nada menos que por la Iglesia, había comenzado en febrero del año 1904, cuando Razetti dictó una conferencia ante los alumnos de medicina y de derecho en la Universidad. La conferencia fue publicada en los Anales de la Universidad Central de Venezuela (Vol. IV nº 1) y suscitó la más airada reacción por parte de la Iglesia, que se tradujo en cantidad de artículos aparecidos en los diarios “La Religión” de Caracas y “Eco Industrial” de Barquisimeto, firmados por el Presbítero Eduardo Álvarez. Estos artículos serán publicados después en forma de folleto por el Centro Católico Venezolano. También escribieron el arzobispo de Caracas, Juan Bautista Castro; el presbítero Dr. Crispín Pérez, de Valencia, y el Dr. Venancio Hernández, de Maracaibo, entre otros.

Es cuando Razetti acude a la Academia el 1º de septiembre y pronuncia un célebre discurso, en el que pasa revista una vez más a los hitos del evolucionismo y pide a la Corporación que se pronuncie a fin de solicitar a la Universidad que no se enseñen más en sus aulas teorías que se apartan de la verdad científica. “No deseo influir en ustedes”, dice a los académicos, “pero ninguno de ustedes puede concebir una Historia Natural no evolucionista, como no se concibe una geometría no euclidiana”. Razetti había conseguido trasladar la polémica al seno de la Academia. Durante cuatro meses se dieron, pues, acalorados debates, hasta que el día 12 de enero de 1905, considerada agotada la materia, fueron nombrados dos relatores, los doctores Dagnino y Pérez Díaz, que presentaron un informe favorable a Razetti en la sesión del 6 de abril.

Sin embargo nuestro médico quería más. Como Secretario de la Academia, el 1º de abril envía una circular a sus colegas donde les insta a definir su posición. Los académicos se sienten incómodos con la solicitud, que consideran polémica y les enfrenta innecesariamente a la Iglesia. Acceden finalmente, lo que nos da una idea de la incontestable ascendencia que tiene Razetti sobre sus colegas. Los académicos votan. De 35, 25 lo hacen a favor, 4 en contra y 6 se abstienen. Por supuesto que el del doctor Hernández está entre los votos en contra. Su respuesta es meridiana:

Hay dos opiniones usadas para explicar la aparición de los seres vivos en el Universo: el Creacionismo y el Evolucionismo. Yo soy creacionista. Pero opino además que la Academia no debe adoptar como principio de doctrina ninguna hipótesis, porque enseña la Historia que al adoptar las Academias científicas tal o cual hipótesis como principio de doctrina, lejos de favorecer, dificultan notablemente al adelantamiento de la Ciencia (cit. por Suárez y Bethencourt, José Gregorio Hernández del lado de la luz, pp. 160-161).

Tan ponderada posición debió tener alguna influencia en la Academia, cuando en su declaración final del 4 de mayo expresa, a pesar de los resultados de la votación, que no otorga a ninguna posición científica “el carácter de una verdad indiscutible”. Todo esto lo contará el mismo Razetti un año después en La doctrina de la descendencia.

La polémica, sin embargo, distaba aún de haberse saldado. En 1912, con motivo de la publicación de los Elementos de filosofía de José Gregorio Hernández, Razetti llama la atención sobre el hecho de que el autor, “deísta, animista, católico ortodoxo –pero también hombre de ciencia”, parece acercarse ahora a teorías que anteriormente había combatido. Hernández, en efecto, declara que “la teoría de la descendencia (…) es mucho más admisible desde el punto de vista científico” y que “explica mejor el encadenamiento de los seres que pueblan el mundo”. Sin embargo, considera que “ésta puede armonizarse con la Revelación”, pues “la primera operación de Dios (…) fue la creación de las fuerzas físicas y de la materia” y “luego creó Dios la vida” en “algunas formas elementales, de las cuales habrían de derivarse en una evolución no interrumpida, las especies zoológicas actuales, con todos sus representantes”.

Hombre de síntesis y conciliaciones, la posición de José Gregorio Hernández significa la superación de una oposición que se consideraba insalvable, pero también la demostración de que el pensamiento científico no tenía que estar necesariamente divorciado de la fe. Como notan Duplá y Capriles (Se llamaba José Gregorio Hernández, p. 98), será en tiempos de Pío XII, cuarenta años después, cuando esta posición sea admitida oficialmente por la Iglesia. Sin embargo el viejo debate, a la luz de los avances de la ciencia y de la teología, carece aún de colofón.


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