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Jackie Robinson, siempre presente

Martin Luther King Jr. y Jackie Robinson antes de una conferencia de prensa en la ciudad de Nueva York, 1962. Fotografía tomada de Dodger Insider

17/01/2021

“Él (Jackie Robinson) era un gran competidor que podía hacerlo todo. Era un gran jugador, el sueño de un manager… Si tengo que ir a la guerra, lo quiero a mi lado”.

Leo Durocher

En las efemérides de enero, hay dos fechas determinantes en la historia de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos en los Estados Unidos: el nacimiento de Martin Luther King y el de Jackie Robinson.

El reverendo nacido en Atlanta, Georgia, como sabemos, fue la figura más prominente del movimiento de activistas por la igualdad de derechos y contra la segregación racial del siglo XX. Doctor en filosofía, Premio Nobel de la Paz, nació el 15 de enero de 1929.

También en Georgia, en un pueblo llamado Cairo, nació el 31 de enero de 1919 Jack Rooselvet Robinson, un jugador de béisbol que se convirtió en un luchador inagotable por los derechos civiles de los afroamericanos, inspiración de Martin Luther King, ejemplo de tolerancia y resistencia pacífica para todas las generaciones que le siguieron.

Su padre, Jerry Robinson, fue un trabajador del campo, y su madre, Mallie Robinson, trabajó como empleada doméstica. Al poco tiempo de la llegada de Jackie, el menor de todos, la madre tuvo que hacerse cargo de sus cinco hijos después de que su esposo abandonó a la familia.

La señora Robinson tomó la decisión de mudarse a Pasadena, California, buscando mejores oportunidades que las que ofrecía el pequeño pueblo sureño, donde la segregación racial limitaba las posibilidades de ascenso a una familia descendiente de esclavos.

El mayor de varones, Mathew, fue un destacado atleta de pista y campo, y fue él quien orientó a Jackie en la práctica deportiva. Fue un extraordinario atleta olímpico. En 1936 fue el escolta de Jesse Owens en los Juegos Olímpicos celebrados en Berlín. Así Mathew ganó la medalla de Plata en la histórica carrera de los 200 metros planos que sirvió de bofetada a Adolf Hitler.

Foto 1: Matthew Mackenzie “Mack” Robinson. Fotografía del Pasadena Museum of History Archives tomada de blackpast.org. | Foto 2: Un retrato familiar, alrededor de 1925, de Mallie Robinson con sus hijos. A la izquierda están Mack y Jackie. Fotografía tomada de Jackie Robinson Fundation (jackierobinson.org/timeline).

Cuenta el escritor Ramiro Blasco en un ensayo titulado Mack Robinson, el origen de todo:

“Lo que no tantos recuerdan es que en la final de los 200 metros lisos, otro afroamericano, Matthew MacKenzie “Mack” Robinson, llegó segundo a solo cuatro décimas del de Alabama, segunda mejor marca mundial de todos los tiempos solo superada obviamente por la del propio Owens. Mack no contaba con los medios de Jesse Owens, no disponía de entrenadores personales, de hecho, se encontró con que los trials nacionales que determinaban los integrantes del combinado de las barras y estrellas para los Juegos Olímpicos se disputaban en New York, tan lejos de su Pasadena de residencia, que se le hacía imposible participar dada su absoluta falta de recursos. Pudo acudir finalmente gracias a mecenas locales que le donaron $150 para cubrir sus gastos. Y, por supuesto, Mack no contaba con el fervor del público alemán ni recibió felicitación alguna de ningún gobierno (…) Pese a la grandeza de su gesta en Berlín, mayor aún si tenemos en cuenta la carencia de medios, a su vuelta Matthew no fue objeto de reconocimiento alguno. Contaba el bueno de Mack que únicamente en una ocasión se dirigieron a él y fue para proponerle que corriese contra un caballo, pese a ello jamás lamentó ante su entorno dicha falta de reconocimiento, tal y como esgrime con orgullo su hijo Edward. De hecho, de regreso trabajó barriendo las calles de Pasadena, siempre con su sudadera oficial de la selección olímpica americana ya que no podía permitirse más ropa, llegando incluso a perder su empleo fruto de la segregación racial. Pero lo cierto es que en quien sí impactó el triunfo de Matthew fue en su querido hermano pequeño Jackie, el cual (cinco años menor que él) contaba con diecisiete en el largo verano de 1936 y quedó feliz e impresionado con lo conseguido por Mack. También quedó indignado por la circunstancia de la falta de reconocimiento de las hazañas de su héroe de Berlín, prometiéndose a sí mismo vencer las mismas barreras que había derribado Matthew y consiguiendo el reconocimiento no alcanzado por su hermano mayor. Cumplió su promesa ya que es historia, pero cuando el próximo 15 de abril en todos los diamantes, administraciones públicas y ciudades de la Unión se recuerde las heroicidades de Jackie Robinson, nadie recordará que sin Mack nada de esto habría sucedido”.

El hermano menor de Mathew Robinson terminaba la escuela. Luego quiso seguir sus estudios en UCLA, donde consiguió una beca gracias a sus destrezas como jugador de fútbol americano. Su magnífica historia como deportista cobró importancia en el campus universitario, donde no solo brilló como jugador de fútbol americano, también como basquetbolista, atleta de pista y campo, y beisbolista.

Bustos de Jackie (izquierda) y su hermano Mack Robinson en Pasadena, California. Fotografía de Thad Zajdowicz | Flickr.

En 1941, se fue a servir en el ejército para pelear en la Segunda Guerra Mundial y llegó al grado de segundo teniente. En sus días de servicio se vio involucrado en un juicio marcial por enfrentar tratos discriminatorios y ganó la disputa. Del ejército salió con honores.

En 1945 se sumó a los Monarcas de Kansas City, de la Negro League. Su talento para jugar béisbol, su educación y carácter fueron las cualidades que vio en él el ejecutivo de los Dodgers, Branch Rickey, cuando lo eligió por encima de figuras estelares como Satchel Paige, Larry Doby o Roy Campanella, para dar inicio a la integración desde el principal pasatiempo nacional: el béisbol.

Jackie Robinson con su uniforme de los Brooklyn Dodgers, en 1950. Fotografía de National Archives and Records Administration (Estados Unidos) tomada del California African American Museum.

Rickey no se equivocó. La historia desde entonces es por todos conocida. Con su juego extraordinario se ganó un lugar en la alineación. Soportando vejaciones, insultos y amenazas, conquistó el respeto de toda una nación que comenzó a cambiar, mientras aplaudía a un nuevo héroe, Jackie Robinson, robando el home. Su número “42” es el único retirado por los 30 equipos de la Gran Carpa.

Martin Luther King y Jackie Robinson se encontraron en el camino de sus batallas contra el racismo: “Usted ha hecho que cada hombre negro en los Estados Unidos de América esté orgulloso del béisbol y de su lucha inflexible por la igualdad».

Acontecimientos recientes invitan a insistir en recordarlos. La defensa por los derechos civiles no termina. “Una vida no es importante sino por el impacto que causa en otras vidas”. Jackie Robinson.


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