Álbum de familia

Hedor

24/02/2022

Fotografía de álbum familiar ©Archivo Fotografía Urbana

Tras los pesados estantes de la biblioteca

ha muerto una rata.

Apartando tales circunstancias

me he quedado flotando

en el vaho de un aire

pútrido

que viene de los libros de poemas.

 

Su aparente nobleza no es ajena

a los fantasmas del hedor

que me sacan del cuarto

por días y semanas.

 

Cómo es posible

que puedan oler mal

los libros de Ungaretti,

incluso los de Vallejo

y Neruda,

para no hablar de aquellos

 

los de Osip Mandelstam,

el cual vivía

en un aposento

como un rectángulo

de dos metros por tres

 

durmiendo en un camastro

bajo una claraboya

blanca.

 

Quién ha dicho que del hedor

no emanen los poemas:

 

los del amor que tuve que borrar

con la otra punta del lápiz

 

el fuerte hedor que provocan

quienes elogian una tierra

que ya no flota

en el cosmos

como un punto azul

 

sino que es parda y ferrosa

como la arcilla

 

el hedor de los ojos de El caballo de Turín

 

el de los versos que repican

como teléfonos ocupados

 

o de esos que no tuvieron el arrojo

de nombrar a la amada

por su nombre de pila

 

el de los poemas que no le cantan

a la cebolla

con sus páginas blancas

 

o el fuerte hedor

de los poetas

(como dijo Milosz)

 

que celebran la nada

con sus rimas.


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