Música

Fui a ver un concierto de rock, no a caerme a golpes

15/05/2021

El músico irlandés Shane MacGowan.

Contábamos con pasaportes y una embajada donde tramitar la visa. Varias líneas aéreas volaban diariamente desde Maiquetía hasta cualquiera de los aeropuertos de Nueva York. Las Torres Gemelas seguían de pie, se podía subir al Top of the World, en el piso 107 del World Trade Center, para ver desde lo más alto el sur de Manhattan y sus alrededores. Muchos de los conciertos eran en teatros pequeños y el distanciamiento físico se tomaba como medida de seguridad y no de higiene. En 1995, podíamos darnos el lujo de embarcarnos en un avión en la mañana y, esa misma noche, ver a Mick Jones junto a su Big Audio Dynamite; al día siguiente podíamos ser testigo de una de las tantas borracheras sobre el escenario de Shane MacGowan y, de paso, tres días después, participar en el Maratón de Nueva York. Era un programa con el que, para la época, ya por un tema de edad, me identificaba perfectamente: dos figuras del movimiento punk británico que dejaron sus bandas originales y se empeñaron, ya siendo adultos, en seguir haciendo buena música, siendo fieles a sus raíces musicales. Además, yo tendría la oportunidad de enfrentarme a los kilómetros, el reloj y a los años.

A Big Audio Dynamite me tocó verlo desde el balcón de un teatro en una butaca numerada. Mick Jones, ya con 40 años, una edad en la que se corre el riesgo de hacer el ridículo tratando de ser punk, acababa de lanzar el álbum F-Punk y el setlist del concierto incluyó casi todas sus canciones, además de algunas del disco The Globe, una maravilla del año 1991 en el que Jones apostó por ritmos bailables. Aunque compré las entradas con la intención de escuchar algunos clásicos de Clash, Big Audio Dynamite no necesitó agregar ninguna de sus canciones al repertorio esa noche para completar un concierto memorable.

Todavía me faltaba, a la noche siguiente, el concierto de Shane MacGowan & The Popes. No tenía la menor idea de lo que me esperaba.

The Pogues fue una banda de músicos irlandeses, formada en Londres en 1982 con raíces en la música celta. Aunque su estética era punk, sus temas tratan sobre la historia, el nacionalismo y la diáspora irlandesa. Junto al cantante y fundador del grupo, Shane MacGowan, The Pogues lanzaron cinco álbumes que tuvieron mucho éxito a finales de los 80. Siempre tuvieron que lidiar con los problemas de drogas y alcohol de Shane MacGowan, hasta que en 1991, durante una gira por Australia, fue invitado a dejar la banda por comportamiento poco profesional. Después de una pausa, en 1994, MacGowan reunió a una serie de músicos, también irlandeses, e invitó a Johnny Depp, a miembros de Thin Lizzy y de los mismos Pogues para grabar algunas canciones. El resultado fue The Snake, su primer disco junto a los Popes, banda con la que salió de gira en 1995.

Detalle de fotografía de Shane MacGowan en el grupo The Pogues.

Irving Plaza es un espacio creado para presentaciones de rock. No es muy grande. Apenas entran, paradas y bien apretujadas, 1.200 personas. Al menos en 1995 no tenía butacas. El público se tenía que ir acomodando, según su criterio, en la olla; o se podía optar por unos balcones desde los que se veía a la banda un poco más lejos. Yo no tenía idea de la clase de fanáticos que arrastraba Shane MacGowan y, mucho menos, de su comportamiento durante los conciertos. De telonero estaba The John Doe Thing. Un cantante, bajista, poeta, actor, cofundador de X, una banda punk de Los Ángeles, quien igual que MacGowan y Strummer comenzaba su carrera, ya con 40 años, en solitario. Esa no fue su noche, nadie le hizo caso. El espacio frente al escenario estaba vacío, éramos tan pocos dentro del teatro a esa hora que pude ponerme en primera fila.

John Doe terminó su set y se despidió sin que nadie le solicitara otra canción. Mientras los Roadies preparaban todo para la presentación de Shane MacGowan & The Popes, una persona tenía la misión de distribuir botellas de cerveza Guinness a lo ancho de todo el escenario. No hubo que esperar mucho por Shane MacGowan. Apenas se terminó de montar el bar, se apagaron las luces y salió un tipo vestido de negro a tomarse una cerveza. Lo pude detallar porque estaba muy cerca de él. Ya para cuando la banda comenzó a tocar los primeros acordes de “Streams of Whiskey”, y se encendieron algunos reflectores, Shane MacGowan se había tomado completamente la primera cerveza.

La olla se fue llenando de gente, todo el que se sumaba lo hacía a punta de empujones y patadas con sus Dr. Martens. Nadie se preocupaba por ver el concierto, lo único que importaba era soportar las embestidas la mayor cantidad de tiempo. No aguanté más de tres canciones. Había ido a ver un concierto de rock, no a caerme a golpes contra una multitud de desconocidos solo por placer. Como pude me escabullí, subí a uno de los balcones del teatro y, desde lejos y en una zona segura, alcancé a escuchar “If I Should Fall From Grace With God”. Shane MacGowan, como todo un profesional, logró terminar el concierto sin soltar en ningún momento una botella de Guinness y un cigarrillo.

El domingo las temperaturas bajaron y aumentaron los vientos. En el Puente Verrazano, a la hora de salida del maratón, hacían 4 grados y soplaban rachas de viento de hasta 50 kph. Estaba muerto de frío. No era el mejor día para correr un maratón. Pero este es un cuento que a nadie le interesa, y no tiene nada que ver con la música sino quizás con la edad.


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