Perspectivas

¿Quién es tu héroe deportivo?

16/03/2024

(Del lat. heros, –ōis, y este del gr. ἥρως).

Hace pocos días me preguntaron si tenía algún héroe deportivo. Me quedé pensando un rato y, al no conseguir una respuesta inmediata, pedí un poco más de tiempo para dar mi opinión. Aunque pareciera ser una pregunta muy sencilla, en el momento no se me ocurrió nadie.

Ser un héroe deportivo es algo complicado. En sus reglamentos, ningún deporte tiene un apartado específico dedicado cómo determinar que un atleta es un héroe. Tampoco, que yo sepa, alguien ha tenido el valor de publicar algún libro o manual de cómo llegar a convertirse en uno.

Creo que un héroe es básicamente alguien en el que depositamos gran parte de nuestras expectativas deportivas. Un héroe es esa persona que ya logró lo que nosotros consideramos irrealizable. Porque un verdadero héroe nace después de un logro, nunca de una promesa. El héroe es algo tan personal que no necesariamente tiene que ser el mejor y tampoco el más famoso.

Cada deporte, cada día, así sea durante un entrenamiento, brinda la posibilidad de que nazca un nuevo héroe para alguien. Los héroes nacen de nuestro lado emotivo, por esta razón nos sentimos con el derecho de defenderlos como si verdaderamente los conociéramos, cuestionarlos cuando dejan de estar a la altura de lo que esperamos de ellos o atacarlos cuando nos defraudan.

Un héroe es alguien que consideramos como un objeto propio, al que estamos dispuestos a venerar, con tal de que a través de él podamos satisfacer algún tipo de necesidad emocional. Compramos la camisa con su nombre, utilizamos la marca y su tipo de ropa deportiva, somos felices si nos podemos hacer una foto con él, y hacemos hasta lo imposible por conseguir su autógrafo.

También existen los héroes del pasado, atletas que son parte de la historia del deporte que, por alguna razón, sus hazañas han logrado perdurar en la memoria de algunos. Pero a ellos los vemos como referencias que, para lo único que nos sirven, es para apalancarnos en sus logros para hacer más grande aún el de nuestros contemporáneos.

Hace más de treinta años, montando bicicleta en la Cota Mil, conocí al que hasta ahora ha sido mi único héroe deportivo. Ese domingo, cerca de la subida de la Castellana, coincidí con un flaco desgarbado que montaba una bicicleta de carrera vieja y toda sucia. Yo recién comenzaba a rodar, y todavía no conocía a ninguno de los ciclistas de la Cota Mil.

Por alguna razón que todavía desconozco, ese mismo día me hice amigo de ese flaco. No teníamos mucho en común aparte de que los dos montábamos bicicleta y, como nos enteramos ese mismo día, teníamos intención de competir en los mismos triatlones. Para esa mañana de domingo yo ya estaba casado, con dos hijos, y él recién había cumplido 18 años.

Sin mucho protocolo ya al día siguiente estábamos entrenando juntos. Resultó que el flaco nadaba muy bien, no había manera de pegársele en la bicicleta y corría a un nivel muy superior al mío. De paso era incansable. Nadábamos todas las mañanas. Luego él se iba a clases en bicicleta y en las tardes corría en la pista de atletismo de la universidad Simón Bolívar. Yo hacía lo que podía, trataba de entrenar lo mismo que él, pero me resultaba imposible. No aguantaba tantas horas de entrenamiento. Mucho menos a su velocidad.

El flaco desgarbado, que de paso utilizaba unos enormes lentes para corregir la miopía, no solo ganaba todos los triatlones: también las carreras de bicicletas montañeras, y llegaba a terminar con los primeros en las carreras de calle en las que participábamos.

En 1992 nos inscribimos en el Ironman de Hawái. Entrenamos juntos, al menos los días que yo podía aguantarle. Siempre tenía las ganas y las fuerzas para hacer más kilómetros que yo. Para el Ironman en Hawái mi única meta era terminar. Pero él no. Estaba convencido de que podía hacerlo muy bien y de que podía ganar en su categoría. Al final pasó lo que tenía que pasar. Yo simplemente terminé el Ironman y el flaco se montó en el pódium a recibir el trofeo de tercer lugar en su categoría.

Un verdadero héroe tiene que inspirar admiración. También debería de ser nuestro mejor compañero. La persona que más te critica y que te lleva la contraria en todo, por el simple hecho de que no te puede dar la razón en nada. Un verdadero héroe tiene que ser de carne y hueso, con virtudes e imperfecciones. Un héroe debe perdurar en el tiempo, de lo contrario sería una moda, casi un amuleto. Por eso puedo asegurar que mi único héroe deportivo, y de paso amigo, es Reinaldo García.


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