Entrevista
Francisco Suniaga: “El poder es una realidad y la gloria una ilusión infinita”
por Hugo Prieto
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Esta es una de esas entrevistas que uno no quiere hacer. Pero el periodismo tiene esas cosas. Además, la curiosidad mató al gato. Le pido a Francisco Suniaga, a quien conozco desde hace años, que me envíe una copia PDF de su nueva novela: El Pacificador (Editorial Planeta). En un país donde las librerías son reliquias, casi prehistóricas, me arriesgo a que mis amigos y conocidos me pidan que se las reenvíe, no lo haré. Lo aclaro desde ya. Valoro el trabajo del escritor y la propiedad intelectual.
Digo que no quería hacer esta entrevista porque el personaje en cuestión, el general Pablo Morillo, un héroe español que ganó gloria y reconocimiento en la guerra contra las tropas invasoras de Napoleón en España, terminó en Tierra Firme, en la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de Nueva Granada, derrotado, quizás humillado, por su enemigo a muerte, el general Simón Bolívar, quien creó en Angosturas, en las propias narices de Morillo, una república que, difícilmente, hoy podemos llamar Tierra de Gracia. Son siete millones de venezolanos los que viven las penurias de la diáspora, mientras los que nos quedamos aquí languidecemos en esta hora de destrucción.
Un país, dice Suniaga*, no se puede destruir por siglos. Y yo me pregunto si en algún intersticio de esa frase, no habrá un poco de esperanza.
Si un historiador se lee tu novela, ¿Podría poner en duda la veracidad de los hechos históricos que hay en ella?
Tuve el cuidado, y fue siempre mi intención, respetar los hechos históricos como tales. Lo que está documentado, lo que ocurrió. La ficción está en lo que podría haber en los intersticios, o en las lagunas, de esos hechos.
¿Qué apoyos te prestó el capitán de navío Luis Farage Dangel?
Aparte de ser capitán de navío retirado, Luis Farage Dangel es doctor en Historia. Es buzo, además. Él ha tenido un gran interés por el naufragio del San Pedro Alcántara, el navío insignia de la expedición de Pablo Morillo. Conoce muchísimo del tema y me auxilió con todo lo que tiene que ver con la navegación, con los barcos de la época, y de cosas que yo, por supuesto, no entendería.
El narrador se sumerge en la psiquis de Pablo Morillo; también en la de Francisco Tomás Morales; Simón Bolívar; Francisco de Miranda; Juan Bautista Arismendi; ¿Qué podrías decir de esa inmersión?
Escribir una novela como ésta requiere que tú conozcas, profundamente, al personaje, digamos, por la vía de lo que se ha escrito y existe. De Morillo, por ejemplo, hay varias biografías (De Bolívar, agrega quien esto escribe, ríos y ríos de tinta). Las memorias del propio Morillo no son muy copiosas, más bien son una sucesión de sus documentos y proclamas. Una de esas memorias la escribió, años después, Rafael Sevilla, un capitán que lo acompaña en su expedición a Tierra Firme (la Capitanía General de Venezuela y el Virreinato de la Nueva Granada); está la biografía de Andrés Révész, un libro que está fuera de imprenta desde hace muchos años. Para Miranda, por ejemplo, me leí el libro que que escribió Mariano Picón Salas, en el que analiza un personaje tan complejo como Miranda. En función de esas lecturas, y de la interpretación que tú haces, puedes escribir sobre la psicología, la personalidad y la conducta de los personajes. Bolívar le escribió a Morillo, incluso después que éste regresa a España, donde, además, lo visita el general Carlos Soublette, durante la cual Morillo le entrega documentos y las cartas que su ejército captura en la batalla de La Puerta.
Hay un énfasis variado en la caracterización de esos personajes.
El brigadier Francisco Tomás Morales, por ejemplo, está descrito desde diversos ángulos. Y no es mentira que las órdenes de Morillo incluían la de sacar a Morales de Venezuela, porque tanto él como (José Tomás) Boves se habían convertido en un problema para la corona española. Sin embargo, Morales se queda, resistiendo en el Castillo de Puerto Cabello, creo que hasta 1823. Entonces, conoces bien al personaje. Eso hay que hacerlo en la novela, para meterte en profundidad y poder reaccionar, por ejemplo, ante el episodio de la entrega de Arismendi en el Castillo de Santa Rosa (en Margarita). Y claro, complementas con lo que puedas haber leído sobre el héroe y lo que el héroe crea de sí mismo. Quise relatar, quizás detalladamente, a otro personaje, José Francisco Bermúdez.
Hay una larga conversación entre Morillo y Miranda en la celda de La Carraca (sin duda, parte de la ficción), en la cual Miranda le augura a Morillo el fracaso del ejército expedicionario. El héroe español contra la invasión francesa no va a encontrar nada en Venezuela, que no sea odio, rencor, y luchas soterradas por el poder, en medio de una guerra horrible y sin reglas. La certeza de una abrumadora sensación de derrota y fracaso.
Uno presume varias cosas, la primera es ¿Cuál podía ser el estado anímico de Miranda, después de estar más de tres años preso y ya anciano para el momento? Miranda, que había vivido una vida heroica en Europa, y también en los grandes salones de las cortes europeas… de repente reducido en una pequeña celda, aunque no ruinosa, Miranda era un preso privilegiado, pero era un preso. Morillo viene de ser el héroe de la guerra contra Napoleón, tiene sus dudas, pero cree que puede alcanzar sus objetivos. Miranda no puede tener una opinión similar. Ya es un hombre derrotado. Esas son conclusiones hasta visuales. El cuadro de Miranda (de Arturo Michelena) ha sido para mí, muy revelador de su estado de ánimo. Incluso, su postura que sin duda es muy incómoda. Todos los venezolanos tenemos ese cuadro metido en la cabeza.
Morillo trae un ejército de soldados profesionales que vienen a luchar contra unas montoneras de guerrilleros, de bandidos, de saqueadores. Gente que no le debe obediencia a la corona española o a la causa independentistas, ellos hacen filas para asesinar, saquear y violar mujeres. El odio, el resentimiento, son dos pulsiones que pueden desatar reacciones dantescas. ¿Eso no es parte del ADN de los venezolanos?
El primer ejército español, propiamente dicho, llega a Venezuela con Morillo en 1815, cuando lo más cruento de la guerra había ocurrido (1813 y 1814). Bajo sus órdenes, aquellos que se habían aprovechado del sentimiento que había por el rey, para saquear, asesinar y violar, deberían ser sacados de Venezuela. Concretamente, Boves y Morales, que eran los jefes. Es una composición que definitivamente está en el ADN del país, porque ese va a ser, luego, el mismo ejército que Páez va a comandar. Cuando Boves desaparece de la escena, muchos de los soldados que lo seguían se desmovilizan y regresan al llano. Boves fue realista por casualidad, el intentó primero ser independentista, republicano, y no lo dejaron. Pero sin duda, en la conformación nuestra como país, eso está. El resentimiento ha sido, como lo dijiste tú, una pulsión presente en nuestra historia…
… Incluso hasta nuestros días. No hablemos del odio, por favor. Los españoles de aquí y de allá. Morillo entiende o cree que somos la misma cosa, pero la realidad se encarga de desmentirlo. Estoy hablando de la geografía, del clima, de la naturaleza, de la gente, valga decir, de la conformación social de la Capitanía General de Venezuela. Quizás éramos la misma cosa, en la esfera de lo imaginario y en lo discursivo. Siempre fuimos diferentes. Absolutamente.
Yo creo que la concepción inicial que tiene Morillo de lo que va a ser el Nuevo Mundo, es la que él necesita para poder hacer su trabajo. Y la asume, casi en términos militares. Aquí va a pasar esto. Pero va cambiando en la medida en que esos elementos que mencionas, se muestran tal cual son. La naturaleza es hostil, el clima una mortificación. Ahí se produce en él un cambio que es obvio. Incluso, es de su puño y letra decir: Las tropas de Bolívar, cuando cargan contra nosotros, lo hacen con el grito de Patria o Muerte, con lo cual descubrí que ese grito de guerra no es una invención de Fidel Castro, sino de Bolívar, o por lo menos, de sus tropas. Morillo no entiende cómo Arismendi quiere separarse de España, en cambio, a Arismendi le resulta muy sencillo ¿Por qué tendría que aceptar la jefatura de un monarca que nunca en su vida pisaría territorio americano?
Ya sabemos el significado de esa frase. Hay varias reflexiones que hacen los personajes y el narrador de tu novela. Me voy a circunscribir al tema político. Enunciados que pudiéramos hacer hoy. Para la política, por ejemplo, la conveniencia es más importante que la justicia. Y en política haces, no lo que quieres o te has propuesto, sino lo que puedes. En la guerra, en cambio, quizás consigas tus objetivos, pero mediante la sujeción y la fuerza.
En la medida de lo posible eran los debates de la época. Yo no los veo muy distinto a los de ahora, dicho sea de paso. Obviamente, han cambiado las circunstancias, pero en esencia es una lucha entre lo que tú entiendes que es el mal y lo que otros entiendes que es bien. Morillo llega a Venezuela y actúa de manera bien intencionada, claro, dentro del esquema de lo militar, lo hace dentro de lo que es la magnanimidad. Cuando Morillo desembarca en Margarita, no lo hace a saco, como era la intención de Morales. No, el seguía las órdenes del rey. Y así está escrito: Una política con dulce.
Lo que comenzó en Margarita como el marco de una política para acabar con la guerra y conciliar la paz terminó, por obra de las circunstancias y la inercia de la guerra, en una crueldad difícil de describir. Tu narración sobre el cerco de Cartagena es un espejo de lo que estaba pasando.
Ese capítulo me llevó mucho tiempo, sobre todo en la investigación. Por fortuna, un amigo me regaló un libro que se titula el Mosquito Empires: Ecology and War in the Greater Caribbbean, es un libro que cita cómo los grandes imperios han sido derrotados por el paludismo y la fiebre amarilla, por el vómito negro, como lo sufrió el ejército expedicionario de Morillo. Aquellos soldados, temblando y muriéndose, sin poder sin poder hacer nada. Una guerra silenciosa contra un enemigo invisible. Lo que le pasó a Edward Vernon, un oficial naval inglés que también sitió a Cartagena, le ocurre luego a Morillo, aunque él tenía toda la previsión de lo que iba a encontrar. Sin embargo, él perdió un tercio de los nueve mil soldados de su ejército expedicionario. Y la pregunta que tal vez se hizo Morillo es ¿A cuenta de qué los independentistas están resistiendo? Al final, la mitad de la población de Cartagena murió de enfermedades asociadas al hambre, verdaderos fantasmas desnutridos, harapientos, mientras la dirigencia rebelde no paga con la inmolación su terquedad, nada, huyeron en lo que terminó siendo un sálvese quien pueda.
El tema de la gloria y el poder. Para un militar es la gloria, para un político es el poder. Esa diferencia, Bolívar la entendía a cabalidad. La idea de organizar un Congreso en Angostura, era la oportunidad de formar una república, dueña de vastos territorios. Morillo, en cambio, seguía empeñado en darle caza al líder de los patriotas para acabar de una vez por todas con la guerra. A Morillo, el poder político lo atraviesa en el laberinto de la burocracia de la corona española. ¿Qué dirías alrededor de esa diferencia?
La diferencia entre Morillo y Bolívar era muy grande. Morillo, como está descrito en la novela, es un sargento. Su paso por Caracas, Cartagena y Bogotá lo demuestra. Morillo no tiene el vuelo intelectual, ni la visión, de Bolívar en el plano político. Pero en el plano estrictamente militar, Morillo era superior a Bolívar, con la posibilidad que tuvo de aprender de grandes generales en la guerra contra Napoleón. A Bolívar, no es mentira, lo admira como líder, un hombre capaz de llevar a sus ejércitos a realizar proezas imposibles, inimaginables, como la batalla en el pantano de Vargas y al día siguiente retomar el paso de los Andes para llegar a Bogotá.
Te quería hacer esa pregunta, ¿Qué diferencia que hay entre el poder y la gloria?
El poder es una realidad y la gloria una ilusión infinita.
¿Puedes decirme qué es para ti Margarita? ¿Por qué la Isla siempre está presente en tu obra?
No lo sé, quizás ni siquiera es intencionada, tal vez sea una pulsión natural de esas que nos llevan a hacer cosas inexplicables. Margarita es un mundo limitado y muy conocido, aunque sólo viví allí mis primeros 16 años. Después me fui a Caracas y, como tantos venezolanos, iba a la isla de vacaciones, sin involucrarme mucho en sus aconteceres, aunque hubiera querido. Privaba en ello la misma física que te impedía subirte de nuevo a la rueda en movimiento en un parque infantil.
El final de la novela es un océano de nostalgia y melancolía. Morillo regresa a España derrotado, aprehensivo, porque quizás lo esperan los burócratas que lo quieren llevar al estrado, por la pérdida de un tesoro que quizás nunca existió. Uno se queda con la sensación de que los venezolanos que nos quedamos en el país no tenemos salvación, atrapados en este circulo vicioso de construir para luego destruir.
Sin duda, esa es la conclusión de quien lea esta novela. Creo que en alguna parte hay la visión de que un país no se puede destruir por siglos.
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*Abogado. Internacionalista. Editor. Novelista. El Pacificador circula en Venezuela en coedición con Abediciones, editorial de la Universidad Católica Andrés Bello.
Hugo Prieto
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