Fútbol

Fraguarse en el fuego

16/03/2021

Deyna Castellanos. Fotografía de @AtletiFemenino

Deyna Castellanos acomodó la pelota sobre el punto de penal. Su mirada era la de un ciborg cuando define su objetivo. Inició la carrera, contactó el balón y en breve vio cómo la guardameta, Ann-Katrin Berger, detuvo el disparo. Era el minuto trece del partido de ida de los octavos de final de la UEFA Champions League. Ese gol pudo haber abierto el marcador, era una ventaja que le hubiese venido de maravilla al Atlético de Madrid, más todavía si se tiene en cuenta que solo segundos antes le habían mostrado tarjeta roja a Sophie Ingle, dejando al Chelsea con diez jugadoras. El fútbol es así: en un segundo el viento parece estar a tu favor, parpadeas y te encuentras en medio de un tornado.

El Atlético de Madrid cayó eliminado de los octavos de final de la Champions femenina luego de perder el partido de ida 2-0 y empatar el de vuelta 1-1. Deyna, que hasta entonces venía teniendo un nivel sobresaliente, dio la misma sensación que el resto de su equipo: les quedó grande la eliminatoria.

Cómo llegaba

El Barcelona está dominando a placer la Liga Iberdrola: en España, esta temporada los más afortunados compiten por ver quién queda de segundo. Aunado a eso, el Atlético ha tenido un rendimiento irregular, tanto que cambió de técnico casi a mediados de campaña: Dani González cedió el puesto a José Luis Sánchez Vera, quien apenas haber llegado ayudó al equipo a ganar la Súper Copa de España.

De ahí en adelante los males han sido más o menos los mismos desde que empezó la temporada, los cuales se resumen en problemas para desenvolverse en el ataque organizado. El Atlético sufre cuando los rivales se encierran atrás. Lo peor de eso lo vivió en el duelo de ida frente al Chelsea cuando las locales, con diez jugadoras, defendieron en su campo y recurrieron al juego directo. Así no solo mantuvieron el arco propio en cero, sino que lograron una ventaja de dos goles apoyadas, en buena medida, en la inspiración de Fran Kirby.

El cuadro madrileño, por su parte, falló dos penales: el segundo desde las botas de Merel van Dongen.

La temporada de Deyna venía siendo muy destacada desde lo cuantitativo: sobresalía en las estadísticas. Era la segunda goleadora del equipo y una de las que más minutos había jugado. Esto respaldaba lo cualitativo: en la cancha se veía a una joven promesa que, más allá de la alharaca que genera en medios y sobre todo en Venezuela, algunos analistas calificaban como la sorpresa de la temporada. Llegó al club a mediados de la campaña 2019-2020 y le costó adaptarse a un entorno más competitivo que lo que conocía hasta ese momento. Pero todos los que la hemos visto jugar reconocemos la ambición que brilla en sus ojos. Luego de mucho trabajo se convirtió en uno de los activos más valiosos del equipo.

Cosas por mejorar

Deyna necesita ser más relevante en el ataque organizado u ataque posicional. Por sus antecedentes, parece más preparada para el fútbol directo. Si el desafío es de velocidad, aunque no sea una futbolista explosiva o una regateadora que haga delirar a la grada, sabe atacar el espacio, ubicarse en los puntos descuidados de la defensa rival y tiene la precisión para dar una buena asistencia en cualquier momento. De su relación con el gol no hay nada nuevo que decir: si cuenta con suficientes ocasiones, tarde o temprano marcará. Es capaz de alterar el marcador sin que eso vaya de la mano con el nivel que haya mostrado en el partido.

El problema está cuando su equipo pasa largo rato con la pelota. A veces luce extraviada o no interpreta bien las situaciones, lo que se agrava con las limitaciones del Atlético en esta fase del juego. Esto resultó demasiado evidente en el duelo de Champions. El Chelsea cedió la posesión del balón y, en ciento ochenta minutos, el Atlético nunca dio la sensación de saber cómo hacer daño a las jugadoras inglesas. Deyna, sumando el encuentro de liga frente al Betis, encadenó por su parte quizá sus tres peores partidos de la temporada.

Saber competir

En un programa de análisis el ex futbolista Sebastián Domínguez explicó que había dos tipos de jugadores. Los que tenían una granada en la mano y estaban todo el tiempo estresados ante el temor de que explotase, y los que sabían mantener la calma aun cuando el seguro se le moviese. Los segundos son los que suelen competir más tiempo al más alto nivel. Los cracks no son solo cracks por su talento, sino por su estructura mental.

Mientras que el Chelsea estuvo durante casi toda la eliminatoria con la tranquilidad de las que se saben letales, el Atlético se movía con el pundonor de las que ambicionan lo que nunca han tenido. En el partido de vuelta le volvieron a pitar un penal a favor a las colchoneras, que de haberse convertido pudo significar la ventaja y el inicio de la remontada. Pero Toni Duggan lo erró. Con ese fueron tres los penales que falló en total el equipo entre ambos duelos. Repito, tres.

El rendimiento de Deyna fue de más a menos en los ciento ochenta minutos. Desaparecieron sus virtudes y empezaron a sobresalir sus defectos, aumentó su índice de imprecisión. Nunca dejó de correr ni de colaborar en defensa, sencillamente su influencia disminuyó y el lenguaje de su cuerpo mostró más frustración que confianza. Evaluar el estado de ánimo de una jugadora a la distancia es, cuando menos, arriesgado. Ahora bien, es llamativo que incluso en el partido frente al Betis (que se disputó entre los dos juegos versus el Chelsea, y en el que el Atlético ganó 4-0) se le vio imprecisa, extraviada y perdiendo el foco con facilidad: al finalizar el primer tiempo lanzó una patada que debió merecer tarjeta roja. Al final fue sustituida sin pena ni gloria, tal como sucedería días después en el duelo de Champions.

Fraguarse en el fuego

Cuando en 2017 una Deyna que ni si quiera era profesional fue una de las tres finalistas del premio The Best; Megan Rapinoe criticó a la FIFA: le parecía una falta de respeto que una futbolista juvenil fuera nominada al premio individual más importante del mundo sin haberse probado si quiera en los grandes escenarios. Las declaraciones sentaron mal en Venezuela y a la propia Deyna, quien compartió su malestar en una entrevista con Erika de la Vega. Varios años después, en 2020, la FIFA tuvo otro gesto parecido al incluir en el equipo del año a la propia Megan Rapinoe, que volvió a ser coherente con su espíritu crítico agradeciendo la consideración pero quejándose de que la misma era una muestra de la poca atención que prestaba el organismo al fútbol femenino; su reconocimiento, juzgó, era inmerecido: debido a una lesión apenas había jugado cuatro partidos en el año.

Deyna, como cualquier estrella en ciernes, debe caminar sin que los focos la cieguen. Su presencia en redes es alta, la FIFA la utiliza como imagen, tiene el perfil soñado para cualquier marketero. Su nombre vende. Pero todavía está muy lejos de ser una figura mundial, lejos de ser una jugadora top y le queda mucho por aprender.

En el Atlético de Madrid no es ni la jugadora con más ascendencia (rol que ocupan Amanda Sampedro y Silvia Meseguer), ni la atacante más desequilibrante (Ludmila da Silva), ni la mayor promesa (Laia Alexandri) y ni siquiera la hispanoamericana más destacada (Leicy Santos). Esto en un club que no es el más fuerte de España, un país cuya liga está por detrás de la francesa, inglesa y alemana. ¿Sorpresivo? No, salvo para algún desprevenido que lea más noticias y vea más anuncios publicitarios que partidos. Deyna tiene veintiún años, todavía está en etapa formativa y es una recién llegada al fútbol de élite.

Ahora se está puliendo al lado de jugadoras con condiciones notables, compitiendo en escenarios nuevos y viéndose superada de vez en cuando. Las joyas se cocinan bajo el fragor del fuego. Con las condiciones y el talento que tiene, si es capaz de capitalizar las experiencias que está viviendo podrá convertirse, sí, en una de las mejores. El camino es largo y sinuoso. La meta luce lejana. Por lo pronto, debe sacudirse una derrota dolorosa y encontrar el temple suficiente para entender que su historia recién empieza.


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