Fabiola Ferrero retratada por Alfredo Lasry | RMTF
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Después de asistir a la exposición del World Press Photo, en el Centro Cultural de Arte Moderno de la Castellana (cortesía de Ipys Venezuela y la embajada del reino de Países Bajos) me hice varias preguntas sobre periodismo y documentalismo. Las dudas que plantea la memoria, un territorio laberíntico para muchos. Las imbricaciones de la crisis venezolana que no ha dejado resquicio a salvo o títere con cabeza. Una de las expositoras es la fotógrafa venezolana, Fabiola Ferrero, cuyo trabajo titulado “I can’t hear the birds” resultó ganador en la categoría Proyectos a Largo Plazo, de la región de América del Sur.
La crisis de la educación, con una enorme fotografía que tapiza una de las paredes laterales del módulo que sirve de sala de exposición de este proyecto, con 20 o 25 años de investigaciones, libros de texto, tesis de grado y documentos despojados de todo valor por la delincuencia insensata; la infraestructura petrolera abandonada como muchas áreas de la costa Oriental del Lago de Maracaibo y el despojo que conlleva la diáspora forman parte del trabajo documental de Fabiola Ferrero*. Dejemos que sea ella la que hable.
¿Más que un trabajo periodístico, su relato visual es ahora artístico?
No. Yo diría que es documentalismo, sin duda autoral, porque no pretende ser necesariamente objetivo. Viene de la búsqueda de mis memorias, aunque de generaciones pasadas también. Las memorias de la Venezuela saudita, por ejemplo, de las que muchos hablan, pero que mi generación no conoció. Trato de entender de dónde surge ese mito y por qué lo que yo veo contrasta tanto con esa versión. Es mi búsqueda, mi punto de partida personal. Pero es un trabajo periodístico, por el método y por la estética, incluso. Lo que pasa es que hay muchas metáforas en las imágenes. Entonces, no es diarismo, sino un documentalismo autoral. ¿No?
¿En los medios periodísticos en los que trabajó sintió cortapisas u obstáculos hacia la visión que tiene sobre lo que es la fotografía?
No tanto, porque estaba comenzando mi carrera. Entonces, no tenía una concepción clara de lo que se supone es la fotografía. Yo estaba absorbiendo todo. Y, cuando uno está empezando a hacer fotografía, escritura o cualquier cosa, mucho de lo que haces es tomado de visiones ajenas, que no son necesariamente las tuyas. Es con los años que llegas a esa búsqueda estética, conceptual, y que ahora puedo confrontarlo con aquello que me enseñaron. Es decir, con fotografías más directas, como las que hace un fotógrafo para una agencia de noticias, pero no es la visión que yo tengo. Quizás por eso no me fue tan bien cuando intenté trabajar con agencias. Ellos necesitan un tipo de fotografía, digamos, ajustada a la noticia y lo que yo hacía no funcionaba tanto.
No ya como alguien que está empezando sino como una fotógrafa con experiencia, ¿sintió que había una línea fronteriza entre lo que quería hacer y la visión parcial, si se quiere reducida, que puede haber en un medio de comunicación impreso, un periódico, una revista?
Sí, porque el criterio responde más a la inmediatez, no te permite expandirte mucho. Entonces, tu foto es una reacción a lo que ves. Mientras que, con algo más de tiempo, te puedes permitir pensar en la foto que vas a hacer. Y buscar la foto. Más que a una reacción de lo que ocurre a tu alrededor. Eso no es sólo una premisa en Venezuela, tiene que ver con los propios criterios y la cobertura que hace la prensa. Por eso trabajo más con proyectos, con becas que me permiten trabajar con otros tiempos y con las inquietudes que yo expongo desde el principio. Cuando trabajas con un editor, pones tu parte, pero mucho de eso viene con lo que el editor quiere o el reportero también.
¿Diría que el documentalismo es periodístico?
En mi opinión, sí. ¿Por qué lo considero en el campo del periodismo? Porque no hay intervención de mi parte en la escena. Yo estoy documentando lo que está pasando, porque los métodos de mi investigación son propios del periodismo, porque yo hago entrevistas, voy a campo, paso días con las comunidades. Estoy allí, presente, sin modificar el entorno, sin modificar a las personas, sin modificar las acciones. Ese es un principio periodístico, de observación.
Podría decir que esas mismas herramientas las utiliza un sociólogo cuando hace un levantamiento de campo.
Sí, pero lo presentan como una investigación, como un estudio sociológico, y no como un reportaje. Hay unos lenguajes que son diferentes.
¿Qué diferencia lo noticioso de su trabajo actual?
Cuando yo hacía mis fotos no las mostraba de inmediato, no iban publicadas para mostrar la noticia. Yo las hacía para darles, con los años, una interpretación discursiva, digamos, a toda esa inmediatez a la que tuve que responder. Dentro del proyecto hay fotografías que fueron noticiosas en su momento, pero mi intención (con la imagen) no fue mostrar un hecho noticioso. Fue almacenarla y con el tiempo armar un ensamblaje que diera cuenta de la crisis que vive el país.
Viviste en Bogotá, ahora en Francia, ¿sigues siendo venezolana?
Infinitamente, estoy aquí, volviendo todo el tiempo. Mi historia es la de Venezuela. Claro que soy venezolana, ni lo dudo ni lo pienso.
En la diáspora, siempre hay un momento en que uno se va quedando hasta que se queda. ¿No le ha pasado?
No. Más bien, con el tiempo, he aprendido a tener una identidad híbrida. Yo me siento en casa, tanto aquí como en Francia, por ejemplo. Cuando estoy en Francia me siento tranquila, pero siempre llega un momento, en que siento la necesidad de ir a Venezuela. Paso unos meses y me ocurre lo contrario. Es decir, necesito volver a Francia. Entonces, es una relación que debo dosificar. Es lo que estoy haciendo por mi propia salud mental.
¿Su tema de investigación, de documentación, con todas las herramientas de las que habló, va a seguir siendo Venezuela?
Sí, seguramente se expanda. Pero tengo líneas de investigación que son en Venezuela. Por los siguientes años, tengo un proyecto pensado que es en Venezuela también. De los que no voy a hablar, jajaja.
No creo que quiera hacerse un spoiler.
Jajaja.
¿De dónde proviene esa inquietud de promover a fotógrafos más jóvenes?
Yo creo que el fotoperiodismo es muy elitista. Hay muchas oportunidades que requieren un segundo idioma, algo que no tiene todo el mundo. O que tengas recursos para irte a estudiar a Nueva York, o que te inscriban en programas de tutorías que son en inglés o que puedas participar en festivales de afuera para que los editores te conozcan. ¿Y quién puede viajar? Hay muchas condiciones que cierran el acceso a personas que pudieran tener un talento increíble. De ahí viene mi idea de hacer el semillero, que es completamente gratuito y es completamente en español. Hemos trabajado Colombia y Venezuela, pero lo queremos expandir para toda América Latina. Además, jugamos con la figura del mentor y no de un salón de clases. El mentor te puede ayudar a buscar tu propia mirada y no quedes expuesto, únicamente, a las miradas de afuera.
En su exposición hay tres temas: 1) el desastre de la educación venezolana, 2) el petróleo como una industria abandonada y 3) la diáspora. En ese contexto habló de la grieta, de la cual también se habla en Argentina para ilustrar la división social y política que provocó el peronismo. En Venezuela habría que añadir el colapso material.
Yo creo que hay una pérdida importantísima y nos va a costar mucho recuperarnos. No soy tan fatalista, no creo que todo va a ser horrible. Martín Caparros, creo que en Ñamérica, dice que el que emigra renuncia al sueño colectivo. Queda entonces, buscar ese futuro por sí mismo, como pueda y ojalá —esto lo agrega Fabiola Ferrero— pueda construir ese colectivo en otro lugar. Pero ¿qué creo yo? Que mucha gente que se fue no va a sanar o a cerrar esa grieta aquí. Lo va a hacer en otra comunidad, en otro país. Entonces, hay una grieta personal, que se queda aquí y va a durar por años.
Sí, muchos van a romper con el pasado, pero también pudiera haber una conexión entre los que se fueron y los que se quedaron. Eso sería saludable. Pero ese vínculo necesita cierta institucionalidad. Es difícil, porque no somos un país con una tradición institucional. No sé si podamos cerrar esa grieta.
Yo tampoco. No soy la persona más optimista. Para mí es difícil hablar de Venezuela sin tener en cuenta ese pedazo del país que ya no está. Esa es la grieta también. Por ahí nos hemos desangrado durante años. Esa grieta va a dejar una cicatriz. Sería ingenuo pensar que los siete millones que se fueron van a regresar. Eso no va a pasar. Pero sí creo que la sociedad venezolana se va a reconstruir, como lo ha seguido intentando. Pero somos demasiados los que nos hemos ido.
¿Se atrevería a hacer un pronóstico?
No. Ese no es mi trabajo para nada.
Lo digo en el sentido de que en Argentina ya va para un siglo sin cerrar la grieta.
Ojalá que no. Parte del trabajo es superar el hecho de que hemos jugado con esa nostalgia eterna que tenemos por el pasado dorado del país. Y no me gustaría pensar que ahora se va a repetir lo mismo, pero con el pasado triste del país. Que nos quedemos anclados en el pasado. Esperaría que no. Pero no me atrevo a hacer un pronóstico.
Volvamos a la fotografía. No creo que la foto de un documentalista pueda ser la foto que sea, en sí misma, una noticia.
Siento que tienes una distinción muy fuerte entre lo que pueda ser documentalismo y lo que sería periodismo. Quizás para mí no es tan distinta. Piensas en una noticia que pueda estar en la portada y, por tanto, es noticia. Mientras en el documentalismo, esa misma foto forma parte de un discurso completo. Esa foto yo la puedo tomar, podría ser periodística, pero el uso que le doy después no es para ponerla en la portada de un periódico, sino para que forme parte, con otras 25 fotos, que tengan un discurso.
En su charla, dijo que quería hacer y preservar memoria, más que generar impacto.
Sí, hay una diferencia.
Y esa diferencia pudiera ser la de una foto noticiosa y otra documental.
Sí. Exactamente.
Tuve la oportunidad de ir al museo de la memoria en Chile, me pareció una puesta en escena sesgada. Todo giraba alrededor de Salvador Allende como víctima de Pinochet, cuando en la Unidad Popular había fuerzas políticas partidarias de la violencia revolucionaria. No sé si en Venezuela podemos hablar de una vinculación entre la política y actividades criminales, por ejemplo. Quizás nuestra memoria sea un monumento a la corrupción. ¿Va a costar mucho hacer memoria en el país?
Es difícil hacer memoria en Venezuela. No hay un cuidado de los archivos, así que la memoria histórica está siendo comprometida. Luego hay un componente de censura que compromete hacer memoria al día de hoy. Esa misma foto de los libros de texto, de los documentos e investigaciones de la Universidad de Oriente, sin un banco digital, te habla de que no hay un cuidado de los archivos y de los registros. Ese es, en mi criterio, el primer reto para preservar la memoria histórica. Y el segundo es cómo preservar la memoria alrededor de tantos temas que están prohibidos y están vetados. ¿Cómo generas tú memoria desde la censura? Es muy difícil.
Y desde el silencio.
Así es.
Creo que hay una intencionalidad, incluso pornográfica, alrededor de ciertas imágenes, digamos, de la miseria, del deterioro galopante de la ciudad. Es lo que pienso como resultado de tantas entrevistas que he hecho. Me sorprendió que planteara que la fotografía documental pudiera verse como una forma de romantizar la crisis que vivimos.
Es una preocupación para mí, porque no es lo que quiero hacer y espero que no se vea así. Mi trabajo tiene muchas metáforas y la grieta se va repitiendo, está en todos lados. Estas fotografías hablan de la crisis de una manera tan sutil que me preocupa que se vea como una evasión a nuestra realidad. En lo personal, creo que no. En la metáfora, uno conecta de una manera simbólica con el sufrimiento, con el dolor que estamos viviendo. Me pasa con la fotografía de la gaveta llena de vegetales, no estoy mostrando a un desnutrido, sino al hecho de que muchos migrantes en Bogotá no tiene una nevera, entonces guardan sus vegetales en una pequeña gaveta. También es cómo fotografío y de lo que a mí me habla más.
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*Periodista y fotógrafa egresada de la Universidad Católica Andrés Bello. Su trabajo se ha enfocado en la memoria colectiva en Venezuela y en diversas temáticas sociales en distintos países de Suramérica. En 2021 fue distinguida con el Premio Carmignac de Fotoperiodismo, lo que la llevó a publicar su primer catálogo titulado The Wells Run Dry. Igualmente mereció el Premio Inge Morath, el 6Mois Photohournalism Award, Becada en múltiples ocasiones por la Fundación Magnum. Obtuvo el primer lugar en el concurso World Press Photo 2023 región Suramérica, categoría Proyectos a Largo Plazo. Fundó Semillero Migrante, un programa gratuito de formación fotográfica en torno a la migración. Actualmente es Fellow del Institute for Ideas and Imagination de la Universidad de Columbia en París.
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Rastros de una promesa, una serie a partir del trabajo de la fotógrafa Fabiola Ferrero.
Hugo Prieto
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