“Esta es la verdad”: crónica de una protesta

María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, acompañados de dirigentes opositores, llegan a la concentración de este martes 30 de julio de 2024. Fotografía Henry Chirinos | EFE

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31/07/2024

Entre los vítores de la multitud se extienden algunos brazos que sostienen largas cintas de papel: son actas. Muchos de los testigos que acudieron a la concentración trajeron consigo las actas electorales de sus centros de votación. Estamos en la avenida Francisco de Miranda, frente a la torre donde se encuentra la oficina de Naciones Unidas en Caracas. Es el martes 30 de julio de 2024, el segundo día después de las elecciones presidenciales. Los manifestantes rodean el camión desde el cual la líder opositora María Corina Machado se dirige a la multitud.

—El mundo entero sabe lo que sabemos los venezolanos. Ustedes lo han visto con sus propios ojos: cada una de las actas de votación emitidas por el Consejo Nacional Electoral (CNE). Son la prueba irrefutable, irreversible, de que ganamos el 28 de julio —se escucha la voz de María Corina desde las cornetas. 

La gente abre paso para que los brazos que sostienen las actas puedan avanzar. Se acerca uno, dos… A los minutos, el candidato opositor Edmundo González Urrutia ya sostiene media docena de actas recibidas de los manifestantes. El comando opositor ya ha publicado más del 85% de las actas de escrutinio impresas por las máquinas electorales de todo el país, dice Machado. La red de testigos, comandos, voluntarios y civiles articuló el escaneo, verificación y publicación de los resultados en un sitio web de acceso público. Se puede ver cada acta por mesa, firma por firma de cada testigo. 

—¿Cuál es el retraso? ¿Cuál es el miedo? Si nosotros lo hicimos con los ciudadanos… Publiquen las actas de una vez por todas. ¿Qué están haciendo? —dice María Corina, dirigiéndose al CNE.

 La gente vuelve a rugir.

—Hemos dado al mundo, y a la historia, un testimonio de organización, de coraje.

Es la primera protesta convocada por los dirigentes opositores desde el día de las elecciones. Pero no es la primera desde entonces. Ayer lunes, lo que inició como un cacerolazo espontáneo desde muchas viviendas en diferentes estados del país, terminó en una larga jornada de protestas en múltiples puntos de Caracas y de muchas regiones del país. 

Al menos 210 focos de movilizaciones en un día fueron ubicados por la organización Laboratorio de paz. Pronto llegó la represión de los organismos de seguridad. La organización Provea reportó la presencia de civiles armados que dispararon contra algunas protestas: 3 muertos y 44 heridos, por lo menos, fueron reportados por la Encuesta Nacional de Hospitales; la mayoría de los heridos en Caracas recibieron heridas de bala. (En la noche, la cifra aumentó a 12 muertos y 92 heridos).

Sin embargo, hoy cinco cuadras de la avenida Francisco de Miranda están llenas de personas. Hay un hombre escalando un tronco para ver mejor y una multitud aplaudiendo. Una joven encaramada a un semáforo sostiene un megáfono y lo usa para preguntarle a su esposo si tiene su teléfono. Hay música, banderas, pancartas, consignas

“No tenemos miedo”. 

“Esta es la verdad”.

—No siento miedo, siento orgullo. Decidir engañar a la población tiene consecuencias —dice José, 67 años, profesor universitario—. La Constitución establece que la soberanía radica en el pueblo, el cual la ejerce a través del voto. Eso es lo que hicimos el domingo. 

Después de votar, él y su esposa —que lo acompaña en la protesta— se quedaron en su centro para asistir a la verificación ciudadana. Acostumbran hacerlo siempre. 

—Pero no nos dejaron pasar. Nos dijeron que eran órdenes del CNE. De hecho, cerraron con candado, de manera que los que estaban adentro tampoco podían salir si hubiesen querido. 

Esta vez fue diferente, y José cree que sigue siéndolo. La diferencia entre los resultados —dice— es tan amplia que no hay manera de cambiarlos. 

—Alguien aquí no está reconociendo quién es el soberano. Ese alguien nos está haciendo un fraude y el soberano está en su legítimo derecho de protestar. 

Así ha sido desde la madrugada del lunes. Hasta la noche previa a esta protesta, el Foro Penal había registrado 44 detenciones de manifestantes en todo el país. (Un día después de esta protesta, la mañana del 31 de julio, la cifra se multiplicó por diez: 429 detenciones de manifestantes; el Ministerio Público reportó 1062, más del doble).

Fotografía de Helena Carpio.

A una cuadra de José está María Angélica. Sostiene un rosario y mira a su alrededor en silencio. Tiene 57 años, vende tortas y vino a protestar sola porque quiere entender por qué las autoridades dicen que el ganador es alguien distinto a Edmundo González Urrutia, porque entiende las protestas que explotaron ayer, porque cree que es justo el reclamo. 

—No estamos haciendo nada malo, todo está en paz, todo está tranquilo. Y los que salieron ayer de Petare, pues es justo y necesario. Está pasando mucho trabajo la gente. No hay trabajo, no hay alimentación. Es duro y está justificado, hay que ponerse en sus zapatos —dice y de repente se calla, intercala silencios entre sus respuestas. 

Su mano se mueve sutilmente: está rezando un rosario.

—Antes se ha cuestionado, y con razón. Pero esta vez, cuando se les gana en todo el país, en todos los centros, ¿cómo van a decir que ganaron? Es demasiado abuso. 

Fotografía de Helena Carpio.

Buena parte de la comunidad internacional ha coincidido en pedir mayor transparencia sobre los resultados del CNE. Algunos países abiertamente han desconocido el boletín con el cual se anunció como ganador a Nicolás Maduro durante la medianoche del domingo, pero la mayoría —incluyendo a Estados Unidos, Brasil y Colombia— han pedido que se publiquen las actas de votación mesa por mesa. El equipo de María Corina y Edmundo ya lo hizo. Han pasado casi 48 horas desde que terminó la elección y el Poder Electoral todavía no publica los resultados completos, aun sin ellos adelantó la proclamación de Maduro.

Las actas de escrutinio —que también se les dice chorizos— son el comprobante físico de los resultados de cada máquina de votación. Incluyen el conteo de votos por candidato y por partido, tienen un hash —que es un código alfanumérico—, una firma digital —que es un código de números—; todos son elementos que permiten verificar su autenticidad, como ha explicado el periodista Eugenio Martínez

Las actas se imprimen de la máquina antes de la transmisión de los resultados, es decir, precedieron al “hackeo” que el CNE usó como justificación para los retrasos durante el escrutinio y la publicación de resultados. Las actas también tienen las firmas de los testigos, incluyendo los inscritos por el chavismo. El artículo 337 del Reglamento de la Ley de Procesos Electorales (LOPRE) dice que los testigos deben recibir una copia. Esas copias son las que recopiló el comando opositor, pero también las deben tener los testigos inscritos por el partido de gobierno. Tampoco las han publicado.  

Fotografía de Helena Carpio.

—Yo tengo mi acta todavía —dice Rafael, jubilado, 76 años, quien ha sido testigo electoral desde 2005—. A nuestra mesa tuvieron que traer tres máquinas. A las 9:00 de la mañana, la máquina se trancó y no quiso funcionar más. Trajeron otra y tampoco funcionó. A la tercera fue que pudimos. Teníamos 200 personas afuera esperando para votar, afortunadamente votaron rápido. 

Carga sobre sus hombros a su nieto Matías, que tiene 4 años y se mueve al ritmo de las consignas mientras disfruta una chupeta. La bandera que tiene anudada al cuello es tan larga que llega hasta los pies de su abuelo. Vinieron juntos a protestar. 

—A él —dice y señala a Matías— lo tuvieron que operar de la lengua, el frenillo. Tuvimos que llevar todos los insumos al [Hospital] Domingo Luciani, en El Llanito. De la crisis general hay que resolver la salud. 

Rafael cree que esta vez es muy difícil hacer un fraude, que la diferencia es muy grande, que para eso están las actas y por eso sale a protestar.

—Creo que el miedo ya se quedó en la casa. 

En el camión del liderazgo opositor, Edmundo toma la palabra. Mantiene un tono sereno, como el que ha llevado durante toda la campaña, incluso después de la tensión que vivimos estos días. Incluso después de que el ministro de Defensa afirmara que el país enfrenta “un golpe de Estado”.

—Al CNE, que están buscando las actas. Vengan, aquí están —dice Edmundo y levanta las manos para mostrar las que recibió de los manifestantes. 

Un testigo se abre paso para acercarle un acta de verificación ciudadana, un papel mucho más grande que muestra los resultados de este proceso. La gente aplaude, ruge y se ríe. 

El tono cambia del desafío al CNE para recuperar las actas, y las sonrisas con que ambos líderes confirman la victoria opositora. Dice Edmundo:

—Nuestra solidaridad con aquellos que están siendo víctimas de la represión de las autoridades. Señores de la Fuerza Armada, no hay razón para reprimir al pueblo de Venezuela.

El candidato dice que ya el mundo vio los resultados, que todo el mundo sabe lo que pasó el domingo, que la comunidad internacional también tuvo acceso. Dice que basta de presos políticos, de persecución y represión, que pronto tendrán una decisión que comunicar a la población. 

—La mejor acta es esta que tenemos aquí —dice, y señala a la gente. 

Fotografía de Helena Carpio.

María Corina reitera que la protesta ciudadana es válida, que es necesaria y que es comprensible, pero pide cuidar las formas.

—Creemos en el derecho a la libre expresión, pero creemos e insistimos en que debe ser de manera cívica, pacífica. No caigamos en las provocaciones que ellos ponen. Lo que quieren es enfrentarnos entre venezolanos —dice. 

Pero después de irse, mientras la multitud se dispersa, llegan dos tanquetas y una ballena, policías en motos, gases y agua para correr a los manifestantes que quedan. Hacia las calles de Los Palos Grandes suben las motos de la protesta y quienes las montan le gritan a la gente que huya, que no bajen a la avenida, que ya llegaron otra vez. 

Fotografía de Helena Carpio.

Leonel camina entre la gente que se retira de la protesta. No puede volver a su casa, al otro lado de Caracas. No regresa desde la mañana del domingo, cuando salió a votar. La represión alrededor le impide llegar. No sabe qué puede pasar si vuelve. 

—Últimamente hemos visto que cumple lo que promete: dijo que si Edmundo ganaba venía un baño de sangre. Pero me da más miedo seguir en esto. 

Lleva dos días durmiendo en casas de amigos. Tiene 34 años, es bailarín, es profesor, y protesta desde que tenía unos 15 años, desde antes del cierre del canal RCTV en 2007.

Lleva en su mano una bandera de Venezuela, pero en escala de grises. La cosió él mismo y dibujó a mano su escudo y sus estrellas. La ondeó por primera vez en 2017, en honor a los manifestantes asesinados en las protestas. 

—La hice con ganas de guardarla y no usarla más. Pensé que nunca más la iba a usar, pero la volví a sacar en 2019, cuando parecíamos cerca otra vez. 

La sacó de nuevo en el día del cierre de campaña, hace menos de una semana. La sacó con la intención de que fuera la última vez. Estaba convencido: ve que la gente actúa diferente, que la compresión de la emergencia es diferente, siente que la dirigencia esta vez es diferente. Pensó que, quizás, llegaba el tiempo de que la bandera recuperara sus colores. 

Pero hoy, con pesar, trajo su bandera gris y volvió a ondearla.

—No quiero usarla más.

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